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Frases Feministas
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El desamor contra nuestras madres





Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Raquel Ramírez aborda el desamor que las madres padecen, proveniente no sólo de parejas, sino de hijos/as, personal médico y el Estado, a través de la pobreza, la marginación, la violencia, el abandono o la ignorancia. La columnista espera que 'la sabiduría de todas las madres simbólicas del feminismo' sirva para desarticular este 'mecanismo de opresión'.

Desde la teoría feminista se ha hablado del desamor como una forma de violencia contra las mujeres. Me atrevo a afirmar que en el imaginario está asentada la idea de que el desamor viene casi siempre de la pareja en turno, no obstante, quisiera hablar del desamor que viene de otros y otras, es decir, del desamor ejercido contra las madres por diversas sujetas y sujetos. Y es que, ciertamente, es trabajo de los feminismos problematizar la maternidad como constructo sociocultural en el sistema patriarcal.

¿Qué es una madre desde las nociones patriarcales? Un ser abierto, con la "obligación" de servir, vaciarse, sacrificarse, sin el derecho de vivir en la mismidad, siempre con el deber-ser de la incondicionalidad, a pesar de las traiciones, las humillaciones, el dolor y las lágrimas.

Confieso que he sido injusta con mi madre. Tal vez porque es la mujer que más me duele. La relación con la madre ha sido problematizada por Luce Irigaray, Marcela Lagarde y Elisabeth Badinter, sin embargo, por momentos me encuentro incapaz de tejer un puente entre la teoría y la cuestión pragmática, la real, donde nadie puede esconderse.

Y es que durante años me sentí culpable de no haber defendido a mi madre cada vez que la violencia la maltrataba, golpeaba, hasta las lágrimas, hasta las ganas de no querer vivir. Me tomó años de terapia comprender que yo era tan solo una niña, a la que el miedo paralizaba. Sigo creyendo que si pudiera regresar el tiempo, defendería con uñas y dientes a mi madre.

Soy quien soy, y me refiero a lo bueno que he de tener, gracias a mi madre. Me pregunto si la vida me alcanzará para retribuirla. ¿Por qué el reconocimiento no llega a las madres? Lo que sí llega es la responsabilización patriarcal de "criar machos"; como si fuera culpa de las mujeres la existencia del machismo y la misoginia; como si tener vagina te permitiera automáticamente ser sensible frente a la desigualdad y opresión de género.

Cada vez que viajo en el metro, en alguno de los dos primeros vagones, observo el rostro de las pasajeras... dolor, preocupación, frustración. Y el escenario se repite en otros espacios: en el mercado, en el banco, en las calles, en los parques. Miro a las madres como una espectadora voraz, tratando de encontrar un dejo de esperanza en sus ojos. No pretendo decir que la maternidad represente solo tragedias u opresión, pero es que el cautiverio patriarcal, en palabras de Marcela Lagarde, de la madresposa encarcela a las mujeres, les impide ser las protagonistas de su vida. Cómo no ver frustración, dolor, tristeza, preocupación en el rostro de las madres si cumplen con dos jornadas; si llegarán a sus casas para ser torturadas, física y psicológicamente; si son abandonadas por ser viejas, encarceladas porque sus hijos las obligan a "pasar" droga a los reclusorios; cómo esperar alegría en los ojos de una madre, que es una mujer adulta, pero que posee subjetividad de niña, y lo único que espera es ser el componente indispensable en la vida de su descendencia indiferente.

¿Se puede pedir alegría a las madres a quienes el patriarcado ha robado a sus hijas y a sus hijos? ¿Qué esperamos encontrar en el corazón de las madres-abandonadas, que anhelan y añoran la figura masculina que da sentido falaz a sus vidas? ¿Qué se le puede decir a una niña-madre que fue violada y obligada a la maternidad? ¿Qué acaso no es desamor contra las madres cada vez que la descendencia machista y misógina es incapaz de darle una mínima expresión de cariño y agradecimiento?

En 1985, Felipe Cazals filmó la película "Los motivos de Luz", inspirada en hechos reales, acerca de cómo Elvira Luz Cruz quitó la vida a sus tres hijos y a su pequeña hija. Por supuesto que la misoginia acompañó al proceso judicial y al manejo de la opinión pública sobre el caso. El punto en cuestión es que Elvira no "mató" a sus hijos e hija sola, ahí estaba el patriarcado, representado en pobreza, exclusión, violencia, abandono, ignorancia, heteronormatividad. Todo eso se llama desamor. Punto.

¿Quiénes cometen desamor contra las madres? Evidentemente, las hijas y los hijos. Las parejas, que son crueles y no se responsabilizan por una división justa del trabajo doméstico. Estas mismas cometen desamor mediante el maltrato psicológico, la violencia sexual, económica, patrimonial. Comete desamor el personal médico que tortura a las mujeres durante el parto. Cometen desamor los grupos pseudo provida, porque queda en evidencia que la vida y la libertad de las mujeres es lo que menos les importa. Comete desamor el violador, el ministro de culto, el legislador y el gobernante que se alían para expropiar el cuerpo de las mujeres y las niñas. Comete desamor el hombre que por su machismo impone su placer y decide no usar condón. Comete desamor el Estado patriarcal y feminicida, cuyos representantes fueron incapaces de garantizar la vida y seguridad de las hijas y los hijos de las mujeres; hablo del Estado mexicano, cuyos representantes se han burlado de las madres deudas frente a los cadáveres de sus hijas violadas, mutiladas y asesinadas en una zona pobre de Ciudad Juárez; hablo de los representantes del Estado mexicano que omiten emitir una sentencia con perspectiva de género y dejan libre al asesino de la madre de sus hijos, que a su vez, es hija de una madre.

A mi mente vienen casos públicos de desamor contra las madres; éstos tienen nombre y apellidos: Norma Andrade, Marisela Escobedo, Rosario Ibarra, por la expropiación de sus hijas e hijos; pienso en la propia Elvira Luz Cruz, y en Clara Herrera, a quien el "Monstruo de Iztapalapa" le robó a sus hijas, su cordura y libertad. También viene a mi mente Paulina del Carmen Ramírez Jacinto, violada a los 13 años y forzada a ser madre. Y al instante, pienso en mi madre, y en su madre. Pienso en cómo reproduzco mi cautiverio de madresposa cada vez que me quedo vacía, cada vez que sacrifico mis verdaderos deseos por el otro o la otra, cada vez que renuncio a la mismidad, a mi espacio vital. Eso se llama desamor también.

¡Que la sabiduría de todas las madres simbólicas del feminismo nos ilumine y acompañe en el proceso de emancipación de género! Que así sea, hasta desarticular al desamor como mecanismo de opresión contra las mujeres. Por lo pronto, y al menos hasta ahora, sigo pensando que no quiero ser madre de ninguna ni de ninguno.









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