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¡Viva México!
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Por Lucía Rivadeneyra
Comunicóloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Cursó la maestría en Literatura Mexicana, en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus libros "Rescoldos", "En cada cicatriz cabe la vida" y "Robo Calificado" fueron merecedores de los Premios Nacionales de Poesía "Elías Nandino" (1987), "Enriqueta Ochoa" (1998) y "Efraín Huerta" (2003), respectivamente. En 2007, publicó la antología personal 'Rumor de tiempos'. Su material poético está incluido en numerosas antologías. La han traducido a diversos idiomas. Catedrática de la UNAM desde 1980, ejerce el periodismo en medios de circulación nacional.
Lucía Rivadeneyra nos recuerda, con motivo de los festejos patrios, cómo ha cambiado nuestro país y las pocas razones que hay hoy para celebrar.
Recuerdas imágenes de tu país, de tu ciudad y te duele ver que, en casi todas las esquinas, venden desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche: percheros, mesas portátiles, chicles, cargadores para celulares, kleenex, cacahuates japoneses, mesas portátiles, flores, paraguas... Cerca de avenida Pacífico ofrecen café capuchino y americano, sangüiches y cuernitos, cigarros sueltos, bolsas de plátanos fritos en rebanadas, pastillas de dulce, bolsas de papas a 3x10, Y en otras esquinas de la ciudad, hay jóvenes de no más de 20 años que limpian parabrisas todos los días o que juegan al equilibrio con un balón o con un pedazo de madera o que tocan instrumentos de percusiones o incluso uno que monta un caballo de fieltro y parece que anda en él y luego pide una propina.
Recuerdas que en la esquina de División del Norte y Calzada del Hueso, una pareja ¡con bebés en brazos!, apaga pequeñas antorchas y echa humo por la boca. Y a otro que vende cornetas para el 15 de septiembre y las toca junto al oído de un nene de no más de seis meses, y si les explicas que el olor del petróleo, el fuego y el ruido le afectan a los bebés se enojan y contestan: "no les pasa nada". O a la que con niño en el rebozo intenta hacer malabarismo y luego pide. O al que hace actos de magia en la línea azul del metro.
Recuerdas a una anciana, pero anciana, que vende panes y se enoja si no le compras o a la que se tapa la cara con el rebozo y pide y pide y pide todos los días o a los que con una figura de yeso que emula a san Judas Tadeo piden dinero, en cualquier parte de la ciudad. O al anciano de cabellos blancos y sombrero, que parece tener el don de la ubicuidad porque lo has visto pedir limosna en la colonia del Valle, en Copilco, en la Roma, en Xola. Y al de la famosa receta que pide para la medicina. Y al que pide para enterrar a su mamá, pero tú sabes que ya se le ha muerto como diez veces. O a los que cerca del Periférico cuentan casi llorando que los acaban de asaltar en el micro, pero como tú pasas todos los días por ahí, sabes que los asaltan todos los días. Y a otros muchos que piden y piden y piden y piden y a otros que no piden, pero asaltan. Recuerdas cuando asaltaron a tu hijo, de 15 años, y lo más valioso que le robaron -durante un tiempo- fue la confianza.
Recuerdas que ayer le diste el paso a un coche y se pasaron siete. Y a un sujeto que rebasa en sentido contrario 50 coches y alguien que viene correctamente le reclama y el infractor se enoja. Y al que se estaciona en el lugar de minusválidos y si el policía le pide que no lo haga el infractor insulta. Y miras a otro que escupe desde su coche modelo 2015. Y a otro que le grita a una mujer: "ay, mamá que buena estás".
Recuerdas que le contaste a un conocido que si en Canadá alguien le pega a un coche y el dueño no está, el que golpeó deja un recado en el parabrisas con sus datos, para pagar el daño. Y el conocido, incrédulo, casi gritó "pues... qué pendejo"
y tú le contestaste: "Perdón, no entiendo. Si aquí alguien le pega a tu coche y quiere pagar dices que es un pendejo, pero si se va es un hijo de la chingada". Y se enojó.
Recuerdas que prendes la televisión y en cualquier telenovela predomina la violencia hacia las mujeres. Que te indigna que las cadenas más fuertes de televisión hayan estandarizado la belleza femenina: todas son Barbies y las que no son Carmen Salinas. Todas y todos, los que la hacen de galanes tiene que tener los dientes blanquísimos como si hubieran mordido yeso; y casi todas y casi todos deben de tener los ojos, por lo menos, verdes; y deben ser blancos, güeros y güeras; y las mujeres deben usar brasieres talla 38C, aunque pesen 55 kilos y midan 1.70.
Recuerdas que en la Primaria te enseñaron que había que dar la vida por la Patria y hoy tu Patria está empapada en sangre, pero no por defenderla. Y recuerdas que tus padres tenían acciones en Teléfonos porque la compañía era Teléfonos de México y la energía eléctrica estaba nacionalizada desde el sexenio de un presidente al que viste pasar a unas cuantas cuadras de tu casa, en un vehículo descubierto. Y que en tu infancia jamás oíste hablar de secuestros express ni de levantados ni de ejecutados. Ni de "la bestia" y los migrantes.
Recuerdas que el 18 de marzo se celebraba la expropiación petrolera y un par de versos del poeta Ramón López Velarde, cuando dijo en "Suave Patria": "El niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo". Recuerdas que en Secundaria te dejaron investigar el significado de la palabra smog y todos en tu casa proponían donde encontrarla, porque en las enciclopedias de la biblioteca de tu padre y en la de tu abuelo no aparecía. Recuerdas que jamás escuchaste hablar de los puntos Imeca y que en las noches salías al patio a respirar y a buscar caracoles en la jardinera.
Recuerdas que la gente daba su palabra y que eso era más importante que firmar un papel. Recuerdas que con la k se escribía kilo y señor Kuri, pero nunca ke. Y que la gente se sabía los teléfonos de memoria y hablaba sentada, en su casa, a veces por varias horas; y a muchos que no tenían teléfono les llamaban a la farmacia o a la miscelánea de la esquina y un chiquillo les iba a avisar. Recuerdas que había niños a los que dejaban salir a jugar a la calle y nunca les pasó nada. Recuerdas que la comida de tu madre era la mejor del mundo y jamás te hizo una hamburguesa. El pan de muerto empezaba a salir los últimos días de octubre, jamás en agosto. Y no viste figuras del Nacimiento en una tienda departamental, en septiembre. Tú ibas los primeros días de diciembre, con tus padres, a comprar animalitos al mercado. Y en ninguna tienda, en ninguna, anunciaban el "Día de acción de gracias". Lo que hasta la fecha te conmueve es ver, en el mes patrio, los carritos con banderas de todos los tamaños, rehiletes y papeles, de tres colores: verde, blanco y rojo, pero ahora son made in China.
Recuerdas que en septiembre de 2001 publicaste en la revista fem, cuando tu hijo tenía ocho años, que él quería gritar con todas sus fuerzas ¡Viva México!, pero que a ti se te hacía un nudo en la garganta. Hoy, 13 años después, con tu país bañado en sangre, con un desempleo inimaginable, con mujeres pariendo en los jardines de los hospitales y en la calle, con un servicio de transporte público deplorable, con uno de los hombres más ricos del mundo, con... con todo lo que recuerdas y con toda la información que ambos acumulan diariamente, los dos quieren gritar ¡Viva México!, pero a los dos se les hace un nudo ciego en la garganta.