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"No entiendo a las mujeres", de Gina Zabludowsky Kuper
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Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
"No entiendo a las mujeres"... ¿Quién en esta sala, alguna vez en su vida, ha dicho esta frase?
Y sí, pasan los siglos, se hacen estudios de mujeres, investigaciones feministas y trabajos con perspectiva de género, historias de vida y testimonios, análisis y denuncias, poemas y canciones, gritos y silencios, pero siguen sin entendernos.
Por eso le agradezco a la doctora en sociología e investigadora de la UNAM, mi querida maestra, doctora, aliada y cómplice Gina Zabludoswsky Kuper que haga de esta frase una afirmación positivamente condenada, una deliciosa complicidad recelosa, eternice el mito con toda nuestra fe, fortalezca los rumores para ser desconocidas y alabadas, cante a nuestra maldición para bendecir esa incertidumbre y nos provoque con esa provocación genuinamente femenina para no hacernos entender.
Por eso, abrir este libro representa evocar a todas las cómplices que de manera metafórica o directa atisban esa imposibilidad de entendimiento y esa fascinación por no entendernos. Voces femeninas en la literatura mexicana las que ahora se une Gina Zabludoswsky.
Entonces Gina Zabludowsky se alía con sus palabras, y nos sugiere pecar con la biblia en mano para dibujarnos a una Eva que muerde manzanas para volverse cómplice de una serpiente que le advierte la presencia de una voz masculina aterradora que dice llamarse Dios. Mientras que, al mismo tiempo, nos hace cómplices de la mujer de Lot para desobedecer como ella y voltear a ver lo prohibido pero digno de atisbarse porque nuestra curiosidad es más constante que todos los gatos juntos aullando en luna llena, y por eso queremos conocer hasta lo prohibido aunque nuestra vida se ponga en peligro y nuestra piel tenga el sabor de la sal eterna. Y por culpa de la página 49 no se duda en aceptar la sugerencia pecadora de ser "impaciente y voluptuosa, siempre lubricada y de tonos encendidos" para aproximarse a los pecados capitales o las siete tentaciones Y por esto y más es que por los siglos de los siglos queda testimonio hasta en las sagradas escrituras esa certeza de que cada vez nos entienden menos.
Y en los relatos Gina Zabludowsky nos sugiere fantasías literarias o sueños poéticos, por eso resulta una verdadera aventura buscar entre nuestras piernas el quetzal que perdió Carlos Pellicer en su poesía donde trataba de descubrirnos. Ella transforma los chilaquiles en un manjar afrodisiaco cuando se los da a probar a los príncipes, ésos que ya no esperamos pero llegan para comprobar la manera en que "la lengua se excita, el paladar disfruta el cálido goce, nuestro cuerpo se nutre de arrojo".
Y Gina Zabludowsy puede hacernos llorar por culpa del canto del mismo Ulises y convertirnos en sirenas para amarrarlo nosotras mismas a un mástil y sin querer hechizarlo con nuestra voz para hacerlo naufragar en silencio pero aguardando escuchar ese canto de las sirenas que nadie entiende. O podemos encontrarnos con una celestina 25 años después, cinco años después, hoy mismo, tres años más tarde para confirmar que la amistad femenina sigue con ese sabor agridulce de complicidad y envidia, de traiciones y rencores, de sospechas confirmadas y puñales en la espalda que integras a tu manera de caminar y de respirar porque fue una mujer llamada amiga la que gozó clavándotelo. O tener la sensación extraña de estar encerrada en cuatro paredes blancas, por afán de perderte en el olvido por andarte luciendo, porque te sigue el reflector, porque brillas nada más porque tu alma es buena y las almas negras son capaces de acusarte que asaltas con tu talento o rompes vidrios con tu desafinada voz cuando entonas esa canción que describe una boquita menuda y granate. Y de pronto quieres llorar a lado de las brujas, ay "pobres brujas, adelantando su extinción, están llorando tanto, que sus propias lágrimas las hacen más vulnerables y menos perversas. Ellas mismas están colaborando a que su fin sea antes de lo programado" y qué vamos hacer sin las maléficas, nos obliga a preguntarnos nuestra autora en otro de sus relatos.
Y creo bailar cuando Gina Zabludowsy nos describe a una "Reina del tablado. -y palabra por palabra dice- Bailarina insurrecta. Diosa seductora que se contonea como víbora y se piensa pavorreal. Su cuerpo elástico es imán de miradas dilatadas. Envuelta en festivos atavíos que sabe desgajar. De maja vestida a maja desnuda. Juglar que seduce en tabernas". Yo recuerdo mis zapateados, mis discos de Niña Pastori y mi fascinación por el canto flamenco. Sospecho que entonces no se delata solamente ella para no hacerse entender, también nos delata en muchos relatos. Por eso me conmueve esa Historia de dos que soñaron, tan corta y tan letal:
"Sueño con el velo blanco que cubre la cabeza de la mujer que tú sueñas. Ella camina hacia el altar de la iglesia de mi sueño y escucha la bendición del cura que tú sueñas. Los pajes son de mi sueño, los invitados del tuyo. La noche de bodas queda interrumpida porque ambos despertamos".
Y este libro se debe terminar de leer con "Una mujer frente al espejo", una mujer que sin duda es Gina Zabludowsky pero que su generosidad literaria nos insiste en que podemos ser nosotras, las que nadie entiende, las que nunca se explican ni se justifican. Las mismas que escriben para desafiar las imágenes de los falsos espejos y reconciliarse con la mirada de los espejos con reflejos llenos de sororidad femenina que tampoco se entiende pero que ay cómo se quiere para bien. "Tal vez, por estas razones, la autora se empeña en postergar sus obligaciones, afloja su cuerpo de previas ataduras y se convence de que ahora es una lúdica poeta".
Y así es querida Gina Zabludowsy, eres una poeta aliada de la luna, ese astro que recorre el cielo por simple caprichito de mujer. Eres una poeta que canta con tonos de sirena para perdernos en mares de palabras, que como diría Rosario Castellanos, son palabras que nadie entiende pero cómo llegan para abrir heridas o zurcir corazones, palabras que son contradictorias, insignificantes, sonido puro, chisme, espuma, olvido, bellas y airosas, como esta ciudad que te recibe con admiración y agradecimiento.
Por eso, leer "No entiendo a las mujeres" es un homenaje a nuestras almas espirales y a nuestros sueños despiertos, es una provocación para desconocernos y para subir nuestra autoestima, es una afirmación que nos conviene para decir que no mientras estamos seguras de estar pensando en un sí. Es la posibilidad de bordar dudas y tejer obsesiones, así como la Penélope que eres y la Penélope a la que le dedicas este libro. Un libro sencillo pero honesto, absolutamente espejo y tentadoramente solidario. Manual para que sigan sin entendernos, antimanual para darnos a entender. Brújula para ignorar los puntos cardinales que nos delatan y evidenciar la rosa de los vientos que florece en nuestro sexo siempre leal a sí mismo.
Así que gracias Gina Zabludowsky por tu primer libro literario, por cada relato, por cada poema, por todos los párrafos y por cada palabra, aunque tu humor y tu risa sean tan generosos que hayas cerrado el libro con una página sin numerar, la 165 debería ser, pero en donde nos vuelves a provocar de buena fe: "Para respetar las buenas formas, la autora se reconoce responsable de los errores y vicios ocultos. Aunque este producto no tiene garantía ni se aceptan devoluciones, las quejas y reclamos se reciben en ginaza@unam.mx y ginazk@gmail.com".
Y aunque agregas tu twitter en aras de la transparencia y la rendición de cuentas, yo creo olvidaste agregar que los abrazos solidarios y el agradecimiento eterno se dan en vivo por parte de quienes te hemos leído, con un abrazo cariñoso, una sonrisa bella y airosa, y el autógrafo, que debe ser con letra incomprensible, trazado en jeroglíficos femeninos nada más para que al leerlo en la primera página de tu libro se confirme que a las mujeres no nos entienden.