Ni una asesinada más!

Las cifras de mujeres asesinadas en el país son verdaderamente alarmantes. Y no se trata simplemente de un efecto del estado de criminalidad que se vive en el país. Con esto quiero decir que los asesinatos de las mujeres no son el mismo caso que los asesinatos de los hombres, aunque más de un discurso traten de minimizarlos al equipararlos. Pensemos: ¿Por qué y a manos de quién mueren los hombres? ¿Por qué y a manos de quién mueren las mujeres? Reflexionar sobre estas preguntas lleva a entender lo delicado que resulta la existencia y aumento de feminicidios, así como la renuencia de los gobiernos estatales para emitir sus Alertas de Violencia de Género.

No todos los casos de mujeres asesinadas son feminicidios. Es decir, efectivamente hay mujeres que mueren víctimas de muchas razones al igual que los hombres; son homicidios culposos, no dolosos. Cuando el género de la víctima es irrelevante para la persona que la asesina, se trata de un asesinato no feminicida.

Sirve aclarar el concepto de feminicidio, ya que no abarca el caso de todas las mujeres asesinadas. Es decir, efectivamente hay mujeres que mueren víctimas de la delincuencia al igual que los hombres, o porque ellas mismas están asociadas con la delincuencia. O por deudas de dinero o por muchas otras causas parecidas a los hombres, es decir homicidios culposos, no dolosos. Cuando el género de la víctima es irrelevante para la persona que la asesina, se trata de un asesinato no feminicida.

Feminicidios entonces, son los asesinatos de mujeres motivados por el sexismo y la misoginia, esto significa que implican el desprecio y el odio hacia ellas, porque quienes las asesinan sienten que tienen el derecho de terminar con sus vidas, o suponen tener propiedad sobre ellas.

El feminicidio, tipificado por primera vez como delito en México en 2010, es penalizado de 20 a 60 años de prisión. Sin embargo, no es sólo un delito, el feminicidio es un fenómeno social que implica mucho más. Es decir, el asesinato es la consecuencia de toda una estructura de violencia contra las mujeres, de una estructura de poder y control de los hombres sobre ellas, al grado tal, que les permite decidir cuándo, por qué, cómo y con qué saña morirán.

Y desafortunadamente, junto con esto el Estado se vuelve cómplice y corresponsable, al ignorar deliberadamente los feminicidios y no cumplir con la investigación y procuración de justicia que le corresponde; es cómplice y corresponsable al crear y permitir un clima de violencia institucional y de profunda misoginia, de discriminación en la impartición de justicia, en las averiguaciones, en los peritajes.

Por eso es que el feminicidio es un crimen de Estado, porque es el Estado quien, con su omisión, negligencia e impunidad, permite, provoca y avala los asesinatos de las mujeres y niñas del país. Es un crimen de Estado porque se trata de muertes evitables, si es que prevalecieran los derechos humanos y un estado de derecho, como ha explicado Marcela Lagarde, quien acuñó el concepto de feminicidio.

De acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios, de 2012 a 2013 se cometieron 535 asesinatos de mujeres, de éstos 140 fueron investigados como feminicidios y sólo 10 se sentenciaron como tales. Tenemos que seguir visibilizando este fenómeno, porque aunque prácticamente la totalidad del país penaliza el feminicidio, toda la estructura jurídica y social misógina se moviliza, para que los feminicidios queden, si bien nos va, como homicidios culposos.