En un film titulado Contracorriente [1] se cuenta la historia de una relación gay que se vive en la clandestinidad en un pueblo costero del Perú. Uno de los miembros de la pareja es un hombre casado que cuenta con la estimación de toda la comunidad. Su mujer está embarazada y no tiene idea de las preferencias sexuales de su marido. Inesperadamente el otro miembro de la pareja muere y en su vivienda se descubren evidencias de la relación que sostenía con el marido ejemplar. La hombría del personaje se pone en duda y éste comienza a debatirse entre confesar su orientación o mantener su honor.

El tema de la película ejemplifica un fenómeno muy común en la cultura latinoamericana: el de la homosexualidad doble vida. Este concepto define a aquellos sujetos que tienen una orientación homosexual asumida pero que viven aparentando ser heterosexuales para cumplir con las exigencias morales de la sociedad. Aquí la vamos a distinguir como una de las tantas expresiones de la masculinidad.

Para Marina Castañeda [2], la orientación sexual (su identidad) se conforma de tres elementos: los actos sexuales, los sentimientos y deseos (atracción, enamoramiento) y la conciencia de aceptación. Si estas tres las hallamos dirigidas hacia personas del mismo sexo estamos hablando de homosexualidad; si las identificamos dirigidas al sexo opuesto se trata de la heterosexualidad y si la vemos manifiesta hacia ambos sexos estamos ante sujetos bisexuales.

La identidad sexual es un proceso subjetivo que resulta de las apropiaciones de los significados culturales otorgados a las prácticas sociales. Así, el contexto cultural permitirá cierto tipo de prácticas sexuales; otras las volverá tabú y prohibirá su realización (como el incesto, la zoofilia, la pedofilia, etc.), llevando a que muchas se realicen en la clandestinidad. Orillando a que estos sujetos vivan una doble vida y esto contribuya a la expresión de una doble moral de la sociedad.

En las culturas occidentales, el caso de la homosexualidad masculina se vuelve particular porque a pesar de que la lucha por los derechos a la diversidad sexual ha conseguido quitar varios de los estigmas que pesaban sobre la homosexualidad, muchos hombres han preferido mantener oculta su identidad sexual. Vivir en el closet, como se dice en la cultura gay, se convierte en un estilo de vida que resguarda los privilegios de la masculinidad según el sistema de género.

Como hemos descrito, el sistema de género da a la masculinidad y a la feminidad atributos, a partir de los rasgos biológicos, que permiten que los sujetos construyan su identidad y desempeñen un rol en los planos sociales y sexuales. El género nutre y se nutre de los significados producidos en los otros sistemas de la cultura: lo político, lo económico, lo religioso y lo sexual. Es por ello que la identidad sexual masculina y femenina estarán permeadas por dichos significados del sistema de género.

A nivel ideológico, el sistema de género hace que los significados se vuelvan valores que guían la conducta de los sujetos. Al valorizar positivamente un tipo de práctica sexual, la heterosexual, inmediatamente colocan en el plano contrario a la homosexualidad y demás prácticas. Generándose un proceso de discriminación que deviene en una homofobia. Marina Castañeda sostiene que la homofobia es internalizada por el mismo sujeto homosexual y en consecuencia rechaza la libre expresión de su identidad sexual.

La masculinidad hegemónica se convierte en refugio para el homosexual pues le posibilita gozar de los privilegios que esta conlleva: poder, dominación, presencia pública, etcétera. Así evita el rechazo y la discriminación del que son objeto los homosexuales que se atreven a salir del closet.

La doble vida implica que el homosexual masculino manifieste los rasgos de la masculinidad hegemónica en un porcentaje mayor con respecto al momento que tiene para manifestar su verdadera identidad sexual. Así, trabajará en actividades típicamente masculinas, realizará prácticas sexuales heterosexuales y su discurso será significativamente masculino y homofóbico. En secreto se construye el espacio para disfrutar de los actos homosexuales, para relacionarse afectivamente con sujetos de su mismo sexo y para pensar y sentir como homosexual.

La doble moral de las culturas latinoamericanas hace muy común la expresión de la homosexualidad doble vida. La visión instrumental de las sociedades occidentales permiten la manifestación de este tipo de masculinidad siempre y cuando el hombre cumpla con sus funciones productivas y reproductivas. Por otro lado, los colectivos homosexuales critican a estos hombres exigiéndoles que salgan del closet pues su doble vida tiene repercusiones negativas en la dinámica social.

Mientras las sociedades no se cuestionen sobre su doble moral y no generen nuevos significados sobre el género, las prácticas sexuales y su diversidad; la homosexualidad doble vida seguirá siendo una opción para el sujeto masculino. La masculinidad seguirá en crisis y el sistema de género mantendrá su carácter asimétrico.

[1] Contracorriente, director: Javier Fuentes-León, Perú, 2009.
[2]  Castañeda, Marina (1999). La experiencia homosexual. México: Paidós mexicana.