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Frases Feministas
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El patriarcado está enojado. #NiUnaMenos





Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Raquel Ramírez Salgado narra algunos sucesos recientes personales y sociales sobre la violencia contra niñas y mujeres que demuestran que el feminismo es necesario, destacando que los 'emisarios del patriarcado' se apropian del discurso feminista para convencer a la sociedad de lo contrario, como una manifestación de su enojo; sin embargo, la columnista envía una advertencia.

Chiara Páez, una adolescente de 14 años, habitante de la provincia de Santa Fe, Argentina, desapareció el pasado 9 de mayo. Veinte horas después de su desaparición, su cadáver fue encontrado, enterrado, en el patio trasero de la casa de su novio, Manuel, un joven de 16 años. Chiara estaba embarazada; Manuel era el padre y es el asesino confeso de la víctima. El cuerpo sin vida de Chiara presentaba huellas de tortura; una tía de Chiara declaró a la prensa argentina que su sobrina murió por los fuertes golpes que le dieron en la cabeza, y se presume que la enterraron viva. El caso ha dado giros importantes: la madre y el padrastro de Manuel fueron señalados y aprehendidos como presuntos corresponsables del asesinato de Chiara.

Ante estos sucesos, el 11 de mayo la periodista Marcela Ojeda twitteó: " ¿No pensamos hacer nada? Nos están matando a todas". Así surgió la iniciativa #NiUnaMenos, que desbordó maravillosamente las calles de distintas ciudades argentinas el pasado 3 de junio, con una megamarcha que se extendió por otros países de América Latina, como Chile, Uruguay y México. La organización no gubernamental "Casa del Encuentro" indicó que en los últimos siete años, mil 808 mujeres han sido asesinadas en Argentina. En 2015 el número ha llegado a 60. El asesinato de Chiara posee las características del feminicidio, es decir, un crimen de odio, una respuesta misógina, un mecanismo de "disciplinamiento" patriarcal.

Sí lo sé, muchas y muchos con mentalidades patriarcales pensarán que ahí viene la "queja" de esta "feminazi". Y sí, ahí viene mi reclamo y repudio a la violencia de género contra las mujeres y las niñas:

•  La iniciativa #NiUnaMenos ha servido para posicionar al feminicidio como un tema dentro de la agenda pública y a pesar de la coyuntura, ningún candidato o candidata del pasado proceso electoral en México (a excepción de Yakiri Rubio, ex candidata a diputada local del DF) se pronunció políticamente sobre el asesinato de mujeres y niñas en nuestro país. No estoy hablando de hacer referencia sobre el tema, ni de demagogia, hablo de verdaderos posicionamientos políticos. Esto quiere decir que para ningún partido político los derechos humanos de las mujeres cuentan.

•  La ONU estima que cada día son asesinadas siete mujeres en México. Y distintas organizaciones estiman que más de 34,000 mujeres y niñas han sido asesinadas en México en los últimos 25 años.

•  Revisando noticias en línea sobre el origen de la iniciativa #NiUnaMenos, es increíble encontrarnos con comentarios sobre Chiara Páez como: " ¿Qué hacía una adolescente fuera de casa en la noche?", es decir, aquí lo que importa no es la vida de Chiara, sino mantener la doble moral patriarcal. Lo mismo ocurre al revisar notas sobre el feminicidio, o cualquier forma de violencia contra las mujeres y las niñas, en México.

Y en este sentido, ahí viene la parte nodal de este texto: cada vez que se hace un señalamiento sobre algún tipo de violencia contra las mujeres y las niñas, es típico leer y escuchar los siguientes comentarios: "No todos los hombres somos así"; "Las mujeres también son violentas"; "Las mamás tienen la culpa por educar machos", etcétera.

Pediría a estas personas que trajeran una prueba sólida en la que desde el feminismo se apruebe alguna forma de violencia contra algún ser humano; incluso, gracias a discusiones emergentes, el ecofeminismo y feministas como Alice Walker, se ha problematizado el saqueo de la naturaleza y la explotación sobre otros seres vivos. El feminismo también ha señalado que las mujeres reproducimos al sistema patriarcal, pero eso no implica que soslayemos que existe un ejercicio de violencia y opresión sobre nosotras y, por supuesto, sobre los hombres que no cumplen con la masculinidad tradicional, o con todas esas personas cuyo ser no cabe en la dicotomía mujer-hombre.

Insistir con que solo las madres educan a las niñas y a los niños es una necedad, en el proceso de socialización intervienen diversos actores e instituciones, no solo las mujeres. Y no, no todos los hombres son iguales, porque son diversos, pero, sí que hay hombres violentos y reconocerlo sería el primer paso para desmontar esa violencia.

Lo que es de subrayar son los esfuerzos por "disciplinar" a las feministas a través del acoso, la criminalización, la violación y el asesinato. Pensé mucho en escribir lo que sigue, ya que no deseo que los agresores de la activista lesboterrorista Luisa Vázquez se congratulen. Lo cierto es que en el "Foro Internacional Género, Medios, TIC y Periodismo" Luisa leyó un valiente texto, entre lágrimas, y dijo algo con mucha sabiduría: "Estamos quebrando la jerarquía patriarcal. Y lo estamos haciendo muy bien". Tiene razón, por eso el patriarcado está enojado, muy enojado. Tal es su enojo que se está robando el discurso feminista y preparando a sus emisarios para irrumpir en espacios de poder.

Ante la iniciativa #NiUnaMenos, personajes mediáticos y de la política en Argentina reprodujeron el hashtag, como Marcelo Tinelli, conductor de televisión famoso por promover la cosificación sexual de las mujeres, y Mauricio Macri, funcionario público que en abril de 2014 declaró: "A las mujeres que dicen que no, que se ofenden, no les creo nada. No puede haber nada más lindo que un piropo, por más que esté acompañado de una grosería. Que te digan qué lindo culo que tenés, está todo bien". Y así es como los emisarios del patriarcado se portan políticamente correctos y se apropian de un discurso en el que no creen y que denostan cada vez que pueden. Lo espeluznante es que, por lo general, estos personajes tienen más credibilidad y autoridad que las propias autoras: las mujeres.

Hace poco, gracias a una solidaria compañera, fui invitada a un programa de televisión. Cuando escuché el nombre de uno de los invitados pude anticiparme a lo que vendría. En ese momento recordé un texto que escribí hace un par de años ("Cuando los misóginos son especialistas en estudios de género"). El tema era violencia de género en las universidades. Por culpa de los protagonismos patriarcales, se nos fueron casi dos horas discutiendo sobre que "las mujeres también somos violentas", sobre que "los hombres también sufren violencia" (atención, justo los pseudoargumentos que señalé previamente). Yo deseaba hablar sobre los casos de acoso y hostigamiento sexual en la UNAM, y no solo a nombre de las víctimas, sino a título propio, porque yo he sido acosada por profesores de mi universidad. Deseaba hablar de los feminicidios de Alí Dessiré, Karen Joana, Darcy y Martha Karina; quería hablar de la desaparición forzada y del asesinato de Adriana Morlett. No fue posible. Ahí había un emisario plantado con la firme misión de cuidar los privilegios de género de los hombres patriarcales.

Y el patriarcado está tan enojado, que vende a las mujeres la absurda idea de que la igualdad está alcanzada y de que ser feminista es algo pasado de moda, incluso ridículo o retrógrada. Muchas caen en la trampa. Mientras estaba participando en dicho programa, una televidente insistía por el perfil de Facebook del programa que yo era una "retrógrada" por decir "las y los universitarios", "las y los sujetos"; sin embargo, esta televidente no dijo nada sobre el protagonismo patriarcal del "especialista" invitado. Resulta que es retrógrada promover la visibilización de las mujeres.

Toda esta experiencia deja ver lo necesario que es el feminismo aún. Debo confesar que se me hizo un nudo en la garganta al escuchar a Luisa Vázquez (resistí solo porque sabía que de iniciar, no pararía); tengo que reconocer que por momentos me siento triste y cansada del cinismo patriarcal, pero, una cosa es segura, nada hará que nos detengamos. Nos limpiamos las lágrimas y la desesperanza y listo. El patriarcado está enojado, pero le lanzo una advertencia: una vez que el corazón y la mente se pintan de morado, ya no hay marcha atrás.









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