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A ellas... Nadia Vera, Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martín y Alejandra Negrete
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Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
Un departamento en la colonia Narvarte, como siempre, quien escuchó lo negará, quien tiene miedo jurará que no oyó nada, quien vive indiferente olvidó todo, quien tiene un soplo de alma humana recordará, pero qué podrá recordar. ¿Se oyeron los gritos de ellas? Y la impotencia de no poder ayudarlas. ¿Se escucharon sus lágrimas silenciosas? Y nadie pudo limpiar su rostro empapado de miedo y de indignación. ¿Se percibió ese tiro de gracia? Una bala maldita que también nos traspasa el alma a quienes no toleramos tanta crueldad contra un ser humano totalmente indefenso.
La mirada de denuncia del fotógrafo Rubén Espinosa y su compromiso social fueron perseguidos de Veracruz a la Ciudad de México. Detrás de su cámara tuvo la valentía de captar a este país que agoniza entre heridas de corrupción y balas de injusticia. Su cámara, su única arma, tan peligrosa para los sin alma. Tan necesaria para este periodismo amenazado siempre de muerte. Ahora su foto cubre nuestros rostros, ahora su lucha pasa a nuestras manos apretadas en un puño.
Pero esa mano asesina no se conformó con arrancar de nuestras miradas su mirada, los asesinos también fueron crueles con las cuatro mujeres que estaban en ese departamento, ellas, primero sin nombre, después ya reconocidas y mencionadas, su nombre y sus vidas, mujeres con luchas e ilusiones, mujeres bellas como todas, mujeres que duelen tanto como él.
Nadia Vera
Yesenia Quiroz
Mile Virginia Martín
Alejandra Negrete
Ninguna puede ser un cuerpo más.
Cada una fue una mujer como tú y como yo.
Y hoy las noticias informan que cuatro mujeres también fueron asesinadas junto con Rubén Espinosa, que nos duele, pero también nos duelen ellas.
Su piel sin color, la misma que un día debió compartir con amor.
Su corazón detenido, el mismo que alguna vez latió con emoción.
Su alma nube sin alma, arrebatada con odio por otra alma hueca vacía cruel sin alma.
Cada una fue una mujer como tú y como yo.
Y hoy las noticias la llaman solamente cuerpo sin vida. Abandonadas en habitaciones silenciosas, fueron asesinadas sin piedad, abandonadas sin un poco de compasión. Una departamento de la colonia Narvarte fue testigo de su dolor, las paredes de cada cuarto de su tragedia, el cielo de sus gritos, tan lejos de esta sociedad sin corazón, tan lejos de las autoridades que las registran como una cifra más, tan lejos del patriarcado que nos sigue asesinando, tan lejos de las miradas que cierran los ojos para olvidarnos, tan lejos de la justicia que se niega a llorarnos, a escucharnos.
¿Cómo dejar bien claro que la muerte de una como nosotras, simplemente, mujer, confirma que la violencia hacia las mujeres es producto de pactos patriarcales, que es producto de la misoginia y que el feminicidio es la forma más lacerante de la violencia social y de género?
N o puedo solamente llorar, mi única arma es mi discurso, escribo para decirles que desde esta trinchera pedimos justicia, solidaridad humana, compromiso de género, compasión por las vidas de esas cuatro mujeres
Nadia Vera
Yesenia Quiroz
Mile Virginia Martín
Alejandra Negrete
Sus nombres, recordemos sus nombres, no son cuerpos sin vida.