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Nuestra violencia y lo masculino





Por Adiel Martínez Hernández
Maestro en Comunicación y Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente e investigador de temas de semiótica, género y masculinidad, e identidades y cambios culturales.

Adiel Martínez explica el fenómeno del bullying a partir de la relación entre el potencial biológico con los rasgos que denotan hegemonía, según la cultura machista, como la inteligencia y la fuerza física, y que sirven para violentar a quienes no los poseen. Sostiene que la perspectiva de género es necesaria para una reeducación de las personas en lo familiar y lo social que permita erradicar la violencia y tener una convivencia más equitativa.

Recientemente se ha vuelto una preocupación global el ejercicio de la violencia entre las personas. A pesar de miles de años de civilización no hemos podido contener el impulso agresivo. Esto se debe a que la agresividad es una condición inherente a nuestra especie. Todavía más, la inteligencia humana ha desarrollado tecnologías que nos han convertido en seres extremadamente letales.

La diversidad de la conducta humana trae consigo múltiples manifestaciones de violencia. Guerras, asesinos seriales, crímenes de odio, homicidios, agresiones sexuales, feminicidios, acoso escolar (bullying), acoso laboral o mobbing, asaltos, secuestros y un sinfín de expresiones que tienen en jaque a la sociedad mundial. La participación de los medios de comunicación y las redes sociales nos dan la impresión de que el fenómeno es más intenso y en algunas ocasiones más cruel y nocivo.

La preocupación se centra en los infantes y adolescentes a partir de la manifestación del llamado bullying, una violencia sistemática y falsamente justificada que se ejerce de un acosador o acosadores a una víctima de forma física, psicológica y/o sexual. Este tipo de violencia sucede principalmente en las escuelas de las zonas urbanas de las culturas occidentales. Los efectos del bullying, como la depresión y angustia infantil, la deserción escolar, el suicidio y la muerte de las víctimas, es lo que alarma tanto a padres como a autoridades.

¿Cómo es que se relaciona el fenómeno del bullying con la condición de género y lo masculino? Precisamente en el aspecto cultural. Cuando se asignan los significados culturales al potencial biológico de los cuerpos, se privilegia el ejercicio de la fuerza, manifestada en violencia, para un género y se le restringe al otro. En las culturas occidentales son los hombres los que tendrán más oportunidad de ser violentos y en algunas ocasiones hasta se les exigirá el desarrollo de capacidades físicas para ejercer la violencia.

En los Estados Unidos por ejemplo, donde las cifras de los efectos del bullying son alarmantes, hay sectores sociales que lo consideran como una etapa necesaria por la que debe pasar el niño para formar su masculinidad. En México, parte del machismo consiste en haber sobrevivido el proceso del acoso para después ocupar el lugar del acosador. Muchos padres mexicanos siguen aconsejando a sus hijos enfrentar el bullying con la misma violencia. Son pocos los que recurren a otras estrategias para erradicar este fenómeno.

Sí analizamos las características de las víctimas del bullying, podremos identificar desde el género atributos que no forman parte de los estándares o ideales tanto de lo masculino como de lo femenino. Los acosadores encuentran en las víctimas rasgos no hegemónicos que sirven de pretexto para violentarlos. Al mismo tiempo, los acosadores se refugian en la posesión de ciertos rasgos hegemónicos masculinos como la potencia sexual, la fuerza física o la inteligencia para colocarse en condición de superioridad con respecto a la víctima.

Es significativo el reciente caso de un niño de nueve años que tenía azorada a toda una escuela primaria del Distrito Federal. Según relatan los alumnos y profesores el niño aprovechaba la concentración del estudiantado en el patio de la escuela para bajarse los pantalones y gritar: "quién me la va a mamar". Implica que este niño ya se había apropiado de las ventajas de poseer un cuerpo masculino (un pene) y las utilizaba para ejercer acoso sexual.

Es indiscutible que una reeducación de los sujetos en los ámbitos familiar y social puede erradicar la manifestación de la violencia en nuestra cultura. Hay múltiples maneras de canalizar o reorientar nuestra agresividad. La perspectiva de género cobra importancia en este proceso educativo porque nos permite distinguir precisamente los significados que estamos otorgando a hombres y mujeres, que sirven de pretexto para ejercer la violencia entre unos y otros. Reaprender de nuestras diferencias de género, físicas, étnicas, de clase, etcétera, hace posible asimilar y tolerar la diversidad de lo humano. Ello nos llevará a una convivencia más equitativa y menos violenta.







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