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Frases Feministas
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Violencia de género en la escuela




Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Por Emelia Ortiz Martínez
Docente y antropóloga social, con cursos y diplomados en Estudios de Género.

Emelia Ortiz Martínez reflexiona sobre la violencia de género que existe en el sector educativo que concierne tanto a directivos como maestros/as y alumnos/as. La autora propone reconocer las diferencias de género y los roles que existen entre docentes, para hacer de la escuela un espacio de construcción de la vida democrática, de transformación cultural y al mismo tiempo sea un "espacio político en el que se construya el objetivo ético de la política: la felicidad".

25 de Noviembre
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

 

El 5 de noviembre de 1999, la Asamblea de las Naciones Unidas resolvió a través de su Asamblea General, designar el 25 de Noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En esta fecha, distintas organizaciones de mujeres en el mundo, recordamos el asesinato de las tres hermanas dominicanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, cuya lucha por la libertad política de su país les costó el ser brutalmente asesinadas por el régimen de Rafael Leónidas Trujillo.

Las organizaciones de trabajadores también nos sumamos a esta demanda permanente por el alto a la violencia contra las mujeres, es en ese sentido que se contextualiza el presente escrito pero desde la óptica de quienes desde la educación tenemos la posibilidad de ir generando condiciones que nos permitan ir transformado desde nuestra práctica educativa, la forma en que se conciben las relaciones de género como una de las causas generadoras de violencia contra las mujeres y las niñas.

Es por ello que quiero hablar en el marco de este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer , sobre la violencia de género en la escuela. Violencia nos remite necesariamente a la revisión de algunos conceptos desde los cuales podamos explicar qué entendemos por género, sexo, rol, estereotipos de género, entre otros. De acuerdo con Marta Lamas (1) entenderemos por género: los valores, atributos, roles y representaciones que la sociedad asigna a mujeres y hombres desde antes de nacer, la categoría género está inevitablemente unida con el poder y la política, se ocupa de las relaciones jerárquicas entre los sexos y las diversas manifestaciones (públicas y privadas) de la desigualdad social, por sexo las diferencias biológicas entre la mujer y el hombre, determinadas genéticamente, tratándose de características naturales e inmodificables. Como rol entenderemos las tareas y funciones que se les asignan a hombres y mujeres a partir de las normas y prescripciones que establece la sociedad y la cultura sobre el comportamiento que debe asumir lo femenino o masculino.

Considerando estos conceptos la violencia de género hace referencia a la violencia generada entre hombres y mujeres por los valores, atributos y roles que la sociedad les ha impuesto. En el caso concreto del informe de la SEP y UNICEF se hace referencia a las relaciones que se establecen entre niñas y niños en el ámbito escolar.

En este sentido es importante destacar el cómo se perciben entre sí las niñas y los niños, de acuerdo con el estudio que se presentó en el Informe sobre violencia de género en la educación básica en 2010, "las alumnas afirmaron que no se sienten respetadas por sus compañeros, son atacadas por no cumplir el estereotipo femenino, sufren tocamientos no deseados, agresiones durante el recreo, donde más de la mitad prefiere no acudir a los espacios escolares como canchas o patios, además de que son ellas quienes mayor temor sienten cuando acuden al baño de la escuela".(2)

Por otro lado, el informe señala también "que 50.1 por ciento de los niños de primaria están de acuerdo en que los hombres mandan en el hogar y pueden decidir lo que le conviene a la familia, contra 31.7 por ciento de las niñas que piensa así". (3)

¿Qué significan o qué nos dicen estos datos? Son varios los planos desde donde habría que mirarlos. Por un lado, en el tipo de relación que se establece entre la madre y el padre al interior de la familia y en la relación con los hijos, qué tipo de tareas se les asignan, cómo se les ha enseñado a ver a sus padres o a ver a las personas adultas, es decir, con base en jerarquías o en un trato más igualitario.

Si pensamos en la familia como el espacio social que reproduce y socializa, los alumnos en la escuela no estarían más que reproduciendo lo que ya traen desde el hogar. Es decir, si el 50.1 por ciento de los alumnos varones considera que los hombres mandan en el hogar es porque el padre o la figura paterna que hay en su familia juega ese rol, del mismo modo, la madre en contraparte se asume en su rol tradicional en el que se le limita al espacio doméstico. (4)

Estos elementos que nos permiten apreciar relaciones familiares desiguales, constituyen límites a la potencialidad humana de hombres y mujeres, particularmente a las mujeres, que históricamente quedan en situación de opresión y de desventaja sociocultural, generando con ello violencia de género. De ahí entenderíamos por qué todavía el 31.7 por ciento de las niñas considera que así debe ser, a pesar de que otro buen porcentaje percibe que la violencia que se padece en el ámbito escolar es por el hecho de ser mujeres y por no sujetarse a los roles tradicionales.

¿Pero por qué se dice que la escuela reproduce estos roles? Como se menciona en la introducción la escuela pública se concibe por la mayoría de los mexicanos como el espacio mediador en la construcción de la cultura y para muchos millones de habitantes en el caso de nuestro país, ha constituido la única posibilidad de mejorar su nivel de vida, la política educativa está así diseñada y desde esa óptica no genera transformaciones culturales, es decir, si no se consideran las desigualdades de género difícilmente puede contribuir a la transformación de roles, sino sólo a la movilidad social porque así fue concebida, independientemente de que el alumno sea hombre o sea mujer.

Por lo que se refiere al papel del docente (particularmente el de las maestras porque son el grueso de docentes en el nivel de educación básica), planteo varias interrogantes ¿hasta dónde las maestras asumen un rol tradicional con sus alumnos?, ¿hasta dónde están conscientes de ello y si es así, son capaces de incidir con su ejemplo en la transformación del rol de sus alumnos?, ¿qué tipo de relaciones establecen con sus iguales en la escuela?, ¿existe violencia en el establecimiento de las relaciones al interior de la escuela?, ¿qué tan violentadas son las maestras en sus hogares?, ¿qué lleva a las docentes a ser reproductoras de violencia en las aulas?

Como ya se ha subrayado la realidad de nuestras escuelas reproduce estos roles o estereotipos de género, si a ello sumamos la actitud del docente, específicamente de las maestras, el currículo oculto, la forma en que se establecen las relaciones entre las maestras, los maestros, el directivo, el personal de apoyo al interior de la escuela, las prácticas a veces equívocas en las que los maestros distribuimos los quehaceres en el aula, veremos que sutilmente se va construyendo una imagen social diferenciada, en función del sexo biológico, que conlleva la asunción de determinadas características como inherentes, cuando en realidad se trata de patrones culturales.

Al igual que en la estructura familiar, en la escuela, los atributos de género se superponen con las funciones parentales específicas y con los vínculos afectivos, generando contradicciones que en la mayoría de casos no son conscientes.

El hecho de que la docencia se considere una profesión altamente femenina, hace ver el trabajo de las maestras por el contacto íntimo y prolongado con el alumnado, "con un fuerte efecto socializador que reproduce las 'cualidades maternales' de las mujeres y el 'poder doméstico'; el trabajo intelectual tiene un sentido reproductor más que productor; sobre las maestras se ejerce una fuerte vigilancia por el sistema moral hegemónico y, por último se señala la proletarización de la profesión, relacionada con la necesidad de las mujeres de contar con un salario que compense las cualidades 'naturales', y complemente el ingreso del marido logrando con ello niveles muy inferiores respecto a otras profesiones. Estas conclusiones indican que la identidad de la maestra se mantiene sujeta al imaginario de la feminización, independientemente de las edades del alumnado y los niveles educativos que atienda". (5) Esto también es violencia.

Por eso, como dice Marcela Lagarde "a pesar de las evidencias recogidas al vivir, que muestran el sinfín de formas en que mujeres y hombres somos adiestrados, educados y disciplinados de manera permanente para ser como se debe, a pesar de las dificultades de cada quién para lograrlo, y de las muestras de represión para quienes no se adecuan a los estereotipos de género, hay personas que no se convencen todavía de que no hemos nacido así, sino que a través de procesos complejos de aculturación y endoculturación aprendemos, desarrollamos, ejercitamos y mejoramos o empeoramos las enseñanzas de género que hemos recibido de múltiples mentores". (6)

Mentores, digo yo, en los que vamos incluidos los docentes, que no nos hemos dado cuenta que con nuestro actuar cotidiano reproducimos lo que no se quiere para las futuras generaciones. En la cotidianidad de la escuela, los docentes muchas veces no reflexionamos sobre la importancia de estas transmisiones culturales, a decir de una compañera que recientemente expresaba al término de un taller sobre Cómo prevenir la violencia desde la infancia : "No había reflexionado sobre esto, ayer separé a la hora del recreo a mis alumnos, a las niñas las mandé a jugar a un espacio distinto porque los chicos las estaban molestando"(7), una actitud asertiva en este ejemplo, habría sido llamar a la reflexión sobre el respeto y la convivencia armónica y no optar por la segregación, no puede combatirse la violencia violentando el derecho de las otras a jugar en el mismo espacio que sus compañeros varones.

En este mismo sentido, un compañero docente de secundaria expresaba: "Yo sí soy de los que esperan a que le sirvan, que mi mujer me atienda y me gusta que se encuentre guapa cuando yo llego de trabajar. Doy clases de Cívica y Ética. Ahora me doy cuenta de que en la práctica, con mi familia, mi actitud se contradice con lo que digo en la escuela a mis alumnas. Pero así me educaron". (8)

Este tipo de conductas discriminatorias van en detrimento de ambos sexos, ya que al niño se le va atribuyendo una mayor desvinculación de los sentimientos y unos modelos de conducta más enérgicos (que podrán derivar de mayor en comportamientos más duros y agresivos) y a la niña se le atribuye una sensibilidad mayor y se la trata con más suavidad, más dulzura, lo que podrá derivar en una mayor sumisión y debilidad.

Durante el desarrollo de los talleres sobre la Prevención de la Violencia contra las Mujeres, impulsados por la Sección 36 del SNTE y SEIEM en 2011, escuchamos entre otros, relatos como este de una compañera X: "Ni director hace distinciones entre las compañeras, a las que nos ve más o menos 'traqueteadas' no nos toma en cuenta para algunas actividades, por ejemplo, para cuando hay que ir a alguna actividad cultural o política del sindicato o de SEIEM, siempre se lleva a las más jóvenes, y luego hasta las presume. Dicen las compañeras que eso no les gusta, pero es el director y no quieren problemas y entonces por eso van". (9)

Hablamos, pues, de dominio de un sexo sobre otro, de unos valores y modelos que emanan de la educación y que constituyen las diferencias de género que han sido vigentes hasta este momento y, si bien parece que los patrones propios de la sociedad patriarcal se consideran ya obsoletos y en decadencia, las actitudes, hábitos y, por tanto, conductas continúan estrechamente vinculados con estos estereotipos.

Si consideramos seriamente la profundidad de los cambios generados por la globalización, entonces tenemos que admitir que el sentido de la vida en el siglo XXI, se ha visto seriamente modificado. Sin embargo, en el sentido del tema que analizamos, los cambios difícilmente podemos percibirlos.

Vale recuperar a Marcela Lagarde cuando dice que "la nueva cultura de género se basa en la mismidad, la sororidad y la solidaridad, como valores éticos y como metodologías políticas para generarla. No obstante no son sólo puntos de partida sino además fines de esa cultura. Son también los finos hilos del sentido que guía nuestras decisiones y prioridades y nuestros procederes.

"La cultura democrática de género tiene sentido si se plasma en la posibilidad de elevar la calidad de la vida de cada quien, en particular de las mujeres. Si se concreta en el cambio de la condición femenina de seres-para-otros, en que cada mujer pueda ser-para-sí; es decir, en la construcción de la mismidad en personas cuya existencia ha supuesto la negación del yo misma como valor positivo. Pero es preciso también cambiar el contenido de la condición y de las identidades masculinas y que cada varón pueda ser-para-sí, que también lo constituya la mismidad, pero no como producto de la dominación de otros, en particular de otras, sino evidenciando su afirmación democrática". (10)

Humanizando a la escuela y a docentes

Por otro lado, ¿cómo caracterizar la problemática que se vive en las escuelas a partir de las relaciones entre los docentes?

Si se pretende que la escuela y los docentes contribuyan a erradicar la violencia y a transformar patrones culturales, es necesario que las maestras y los maestros nos reconozcamos primero en nuestras diferencias, promovamos un trabajo basado en el respeto y en el trabajo colectivo que pueda ser referente para nuestros alumnos.

Asimismo y considerando el comportamiento social de quienes ejercemos la docencia, como maestros es necesario que reflexionemos sobre qué modelos de hombre y mujer estamos estableciendo las relaciones al interior de la escuela, qué tipo de cultura promovemos con nuestras actitudes y sobre qué valores habremos de regirnos como colectivo.

En el contexto actual de la escuela y del magisterio, la mirada de la sociedad en general está puesta en el resultado cuantitativo de lo que ahí se construye, el debate sobre nuestro quehacer docente da pie a múltiples calificaciones, unas en pro y otras en contra, pero sin duda alguna, no deja satisfecho a nadie.

Considero, sin embargo, que al interior de nuestros centros escolares, si nos enfocáramos en la construcción de relaciones laborales que se signifiquen por una mayor convivencia y establecimiento de relaciones democráticas, respetuosos de las diferencias de género, lograríamos una cultura más abierta, con posibilidades de acuerdo, de consenso, en beneficio de la transformación cultural, quizá con resultados incluso que aporten a la erradicación paulatina de la estigmatización de lo que es ser mujer y de lo que es ser varón.

Las maestras y los maestros como sujetos sociales, constituyen la organización humana de la escuela, y con todo y sus semejanzas o diferencias tienden a conformar grupos informales.

Las relaciones humanas que se establecen en la escuela a partir de roles tradicionales que no reconocen las diferencias de género, no son democráticas. La escuela responde en su organización a un esquema jerárquico y no horizontal, fuertemente marcado por las actitudes y las normas de los grupos informales que conforman las maestras y los maestros. Del grado de comprensión de esas normas, cuando aún no se ha logrado avanzar en la concientización de las diferencias de género, pueden ser estimulantes para promover un ambiente más armónico.

El papel que juega cada uno de los trabajadores en la escuela, si se apega a la función normativa que le corresponde, no es obstáculo para promover una cultura más igualitaria entre las mujeres y los hombres que ahí laboran.

Conclusiones

Estas realidades que viven las escuelas poco contribuyen al desarrollo democrático del país y ¿qué hacemos las maestras y los maestros? Ante situaciones que promueven la discriminación, la exclusión, el consumismo, la imagen, el individualismo, la competencia, la falta de solidaridad, el silencio, la soledad y la depresión, el espacio escolar tiene que ser concebido entonces como el lugar en el que se promueva el diálogo y la confianza, la inclusión y la solidaridad, las responsabilidades compartidas y democráticas y así contrarrestar los efectos de las relaciones desiguales en el hogar, de horas de silencio y ausencia de los padres y madres porque el rol de los hijos es callar y obedecer.

La escuela tiene que ser un espacio de construcción de la vida democrática, un espacio político en el que se construya el objetivo ético de la política: la felicidad. Una felicidad basada en el desarrollo potencial del otro y de la otra, libre de egoísmos y actitudes individualistas, de falsa competencia entre hombres y mujeres. Visualicemos a nuestras escuelas más humanas, tomando conciencia primero de que todo cambio comienza en el momento en el que me reconozco diferente y acepto la diferencia del otro, de la otra. En la escuela, un buen comienzo para erradicar la violencia de género, empieza con el ejemplo.

Notas:

(1)  Marta Lamas. "La antropología feminista y la categoría género". Nueva Antropología . Núm. 30, 1986.
(2) Laura Poy Solano. "Los hombres mandan en la casa, dice 50.1% de niños en primaria". La Jornada , México, 9 de abril de 2010.
(3)  Ibid.
(4)  Celia Amorós. "Espacio público, espacio privado y definiciones ideológicas de lo masculino y lo femenino". Conferencia, 17 de julio de 2000 en: http://modemmujer.org
(5)  María Silvia Aguirre Lares. Género y sujeto de la educación. Un estado de conocimiento. Memoria del X Congreso de Investigación Educativa 2008.
(6)  Marcela Lagarde. Identidad de género y derechos humanos. La construcción de las humanas.
(7)  Videos y testimonios de los talleres sobre Cómo prevenir la violencia contra las mujeres. SNTE-SECCIÓN 36-SEIEM, México 2009-2010.
(8)  Ibid.
(9)  Ibíd.
(10)  Marcela Lagarde. Op. cit.






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