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La violencia en la mujer ejecutiva



Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Por María Esther Espinosa Calderón y María del Socorro Martínez Cervantes
Periodista, ha colaborado en diversos medios, entre ellos el Uno más Uno, Mira, El Universal, Etcétera, 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem. / Estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la UNAM. Se ha especializado en el cuidado editorial y la difusión cultural, y trabaja como colaboradora independiente para varias casas editoriales.

María Esther Espinosa y Socorro Martínez abordan la violencia que sufre la mujer ejecutiva, quien a pesar de su preparación profesional no está exenta de la desigualdad y el ejercicio de poder asimétrico en el hogar; las autoras afirman que tanto la ejecutiva como la trabajadora doméstica pueden estar dentro de un 'mundo de terror, angustia y baja autoestima en el interior de su casa'.

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Una de cada tres mujeres mexicanas ha sido golpeada, obligada a entablar relaciones sexuales bajo coacción o maltratada de alguna manera, tanto en el ámbito público como en el privado, muy frecuentemente por alguien que ella conoce, inclusive por su propio esposo, pareja u algún otro hombre de su familia. En el mundo ejecutivo pareciera que esto no sucede, sin embargo, la violencia no respeta género, raza, cultura ni economía. Continúa siendo una pandemia.

La situación de la mujer ejecutiva dentro del círculo de la violencia en el hogar es igual que la de cualquier persona, no importa que trabaje, que tenga un nivel profesional superior al de quien la ayuda en las labores domésticas, el maltrato es el mismo y su lucha interna y privada es la misma, la diferencia es que la trabajadora doméstica puede denunciar en una delegación, o asistir a un grupo de autoayuda, mientras que la ejecutiva, lo hará con el psiquiatra o se guardará el secreto "para no dar de qué hablar", "es algo muy privado".

El maltrato existe como elemento cotidiano, es una realidad viva y latente que se expresa en todos los niveles económicos y culturales de las sociedades. A diferencia de otras mujeres, las ejecutivas ocultan los golpes con maquillaje, o los sufren en partes ocultas, o como violencia psicológica. No hay un moretón, una fractura, una cortada, nada que se vea a simple vista.

Hace cinco años que Lorena se fue a vivir con "el amor de su vida". La relación que llevaban de novios no cambió en lo absoluto. Sigue siendo tormentosa. Él continúa bebiendo y drogándose. Ella tratando de cambiarlo.

Alfonso toma un día y otro también. No terminó más que la preparatoria. Por su parte, Lorena tiene una maestría en Desarrollo Humano, es directora de recursos humanos en una empresa trasnacional, es reconocida profesionalmente, tiene bajo su mando un numeroso equipo de subalternos, pero en su hogar baja la guardia.

Después de una noche tormentosa de violencia, en donde es humillada, llega al trabajo con los ojos llorosos a dar órdenes como si se tratase de otra mujer.

Lorena tiene muy baja autoestima. Se cree fea, como él se lo ha hecho sentir. No existe día que no le diga que "está chichona", "que tiene piernas de chichicuilote", "con esa cara no sé cómo te contrataron", "ya me imagino cuando te vas de viaje, te has de acostar con todos los jefes".

Lorena sufrió también violencia cuando era pequeña, su papá la golpeaba y descalificaba a su mamá. Para su progenitor las mujeres no tenían ningún valor. Creció acomplejada y lo único que la hacía valer eran sus buenas calificaciones en la escuela. Lo más paradójico es que su licenciatura la hizo en psicología. Ella reconoce y sabe que vive una situación de violencia, pero está inmersa en ese círculo vicioso al que se acostumbró.

A pesar de escalar peldaños, ocupar puestos de altas jerarquías o tener éxito en su carrera ejecutiva, muchas mujeres viven en un mundo de terror, angustia y baja autoestima en el interior de su casa.

La violencia se gesta en la desigualdad y se nutre del ejercicio del poder, es en el hogar donde se reproducen las relaciones de dominación. A pesar de que los esposos o parejas de las mujeres ejecutivas no sean los proveedores de los bienes materiales de la familia, muchas veces ellos tienen el control en la toma de decisiones, y lo hacen de diversas maneras: menospreciando y controlando la vida de sus integrantes. La sola idea de que haya un jefe remite necesariamente a una relación de poder asimétrica en la que uno manda y los demás obedecen.

La violencia es multifactorial, en ella participan diversos hechos: biológicos, psicológicos, sociales y económicos. Aunque en muchos casos la autosuficiencia económica ayuda a frenar la violencia, tampoco la excluye. No importa la clase social ni la preparación o la ignorancia de la persona afectada. Tanto la ejecutiva como la empresaria, la que se dedica a la política, la trabajadora doméstica, pueden estar dentro de una situación semejante.






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