En el desarrollo del pensamiento occidental siempre ha estado presente la pregunta por la esencia de lo humano, pero poniendo siempre en primer plano al sujeto masculino como tópico principal de dichos cuestionamientos. Ya sea que las respuestas se hayan dado desde el plano filosófico, biológico, psicológico o sociológico, la discusión sobre la especie ha dado preponderancia a identificar una esencia masculina.

El ejercicio filosófico de la Antigüedad buscó en lo material y en lo espiritual la esencia del hombre, estableciendo desde ese entonces que aquello que lo distinguía de las demás especies, incluyendo ahí a las mujeres, era su fuerza física y su capacidad de raciocinio. Aunque la revisión y crítica del pensamiento filosófico tanto clásico como moderno llevó a identificar algunos equívocos de dichas posturas, varias de ellas han permeado en la visión de muchos pensadores actuales.

Con el surgimiento de la ciencia como nueva forma de conocimiento aparecieron otras concepciones sobre la masculinidad. Siempre con esta intención de destacarla como una cualidad de lo humano por encima de lo femenino. Sobresalen los hallazgos en biología que permitieron postular principios deterministas que exaltaron las características masculinas como heredadas y transmitidas generacionalmente a través de los genes. Además se propagó con bastante éxito la idea de la "superioridad del apto" como argumento para la dominación del sujeto masculino, pues ahí radicaba su esencia.

Estos logros en la ciencia llevaron a que se estableciera una visión positivista, sobre todo en la sociología, para la explicación de lo humano; es decir, imperó una idea del desarrollo y el progreso que exigió a los hombres la explotación de unas cualidades que consideraban innatas y que los llevarían a ocupar una posición de poder y privilegio. El resultado no fue otro que el establecimiento de un orden asimétrico en las relaciones de género.

La visión positivista continuó su influencia en la psicología, disciplina de las ciencias sociales que buscaba hallar la esencia del individuo en sus operaciones mentales. Fue Freud quien desde la teoría psicoanalítica formuló una explicación moderna de lo masculino también con un carácter esencialista. Este autor sostenía que el comportamiento y las emociones del hombre eran resultado de procesos inconscientes tanto heredados como vividos en la infancia. El darwinismo presente en esta tesis deja entrever la postura de Freud a favor de un tipo de masculinidad, aquella que está determinada a dominar sobre la feminidad.

Las transformaciones sociales, políticas y económicas de Occidente que comenzaron a darse en el siglo XX llevaron a que el pensamiento sobre una esencia masculina entrara en crisis. Fueron los conocimientos que la antropología iba aportando sobre las diferencias en los significados culturales de la masculinidad y la feminidad en las distintas comunidades descritas a lo largo del orbe lo que permitió y exigió a las distintas disciplinas sociales a cuestionar sus postulados. Aunque se han localizado reflexiones filosóficas de carácter feminista desde los periodos clásicos, medievales y de la época ilustrada, no es sino hasta dicho siglo que el feminismo cobra fuerza en la academia con estas pruebas de las diferencias culturales.

Gracias al feminismo se logra cuestionar la dominante idea de la esencia masculina que había sido sustento del machismo y de los sistemas patriarcales. Aparecen en ese sentido los estudios sobre masculinidades con una visión crítica que considera más los contextos históricos y los significados culturales para la definición de las masculinidades. Se reconoce así que no hay una única manera de ser hombre, por el contrario, existe una diversidad sobre lo masculino.

Estas revoluciones teóricas provocadas por el feminismo y los estudios sobre masculinidades produjeron a su vez una respuesta enérgica de parte de grupos de poder que dominan las academias. Así todavía es posible hallar estudios que sostienen que hay una "esencia masculina" que determina el devenir del hombre. Sus argumentaciones son de carácter biológico apoyadas ahora en la influencia de las hormonas y los genes en el desarrollo de la personalidad masculina. En el aspecto social todavía impera una visión positivista que mira a los hombres como resultado de un proceso evolutivo que mantiene restos de una masculinidad primitiva.

Ante dichas resistencias emergen la visión crítica de los estudios sobre masculinidad que entiende que la masculinidad es resultado de un proceso de construcción de identidades masculinas caracterizadas por la adopción de un modelo que tiene unos rasgos elaborados históricamente. Esta corriente se instituye en las investigaciones sociales y en la academia para ofrecer una alternativa explicativa y un discurso de acción política para la realidad social y su desigualdad de género.