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Frases Feministas
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Feminismo anti-racista




Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Por Oralia Gómez
Etnóloga, letra-hispanista y antropóloga social. Feminista anti-racista.


Oralia Gómez explica por qué se autodefine como 'anti-racista' apoyándose en diferentes obras que explican este concepto dentro del feminismo. La autora afirma que aunque no es más importante que el resto de 'feminismos', considera que dependiendo del contexto, el feminismo anti-racista puede ser una lucha 'apremiante' si se conocen sus demandas y postulados.

Aunque mi llegada al feminismo ocurrió hace casi dos décadas, comencé a definirme como feminista anti-racista hará unos diez años. ¿A qué se refiere y qué significa agregarle el calificativo "anti-racista" a "feminista"? ¿No se supondría que el feminismo es, fundamentalmente, y sin necesidad de definición o explicación, "anti-racista"? ¿O se supone que solamente una rama o una corriente del feminismo es "anti-racista"? Con el objetivo de poder responder a estas interrogantes, en este artículo me propongo dilucidar dos de los rasgos definitorios de la corriente del pensamiento y accionar conocida como "feminismo anti-racista". Uno es que el feminismo anti-racista es una corriente con un agenda de acción clara y específica, la de luchar por la erradicación permanente y de raíz del racismo en cualquiera de sus formas y expresiones existentes. El otro es el concepto de "intersecciones" o articulaciones de diversos ejes de opresión y organización social que esta vertiente toma como el eje central de su aparato conceptual crítico para entender el mundo.

Comienzo por la noción de "intersecciones" fundamental en el pensamiento anti-racista. Si bien el impacto generalizado de este concepto se ha percibido más a partir de la última década, y ciertamente fue en 1991 cuando la académica afro-estadounidense Kimberle Crenshaw lo llamó así por vez primera, las ideas y circunstancias que dieron vida al concepto anti-racista de intersecciones ya estaban en circulación por allá de los 80. A principios de esa década en Estados Unidos aparecieron dos publicaciones que mostraban el resquebrajamiento de la hegemonía del feminismo blanco; obras que serían significativas para las corrientes eventualmente denominadas feminismo negro, feminismo de color o de las mujeres de color y feminismo anti-racista.

La primera obra fue Todas las mujeres son blancas, todas las personas negras son hombres, pero algunas de nosotras somos valientes, [1] antología editada por Gloria Hull, Patricia Bell-Scott y Bárbara Smith en el año de 1982. Las autoras eran un grupo de mujeres afro-estadounidenses que criticaban la lucha hegemónica excluyente de las mujeres feministas blancas-estadounidenses para quienes las experiencias de la mujer, en singular, eran y había sido en todo momento y en todos lados unísonas para todas mujeres. Por su parte, las participantes en este libro decían que la lucha feminista etiquetada como neutra, sin adjetivos calificativos, no daba cuenta de las miradas y experiencias diversas de las mujeres negras, entre otras, quienes no se sentían representadas por las agendas, historias y narrativas de las feministas blancas. Por lo anterior, las autoras de este libro se centraron en visibilizar el hecho de que ser mujeres y (enfatizo la conjunción "y") y afro-estadounidenses determinaba sus circunstancias de maneras específicas y diferentes a las de las mujeres blancas. Sin perder de vista que los Programas de Estudios de las Mujeres en las ofertas universitarias habían sido un logro de la lucha feminista estadounidense, en esta antología las autoras delinearon propuestas de ajuste de los planes de estudios de estos programas para que la noción de "mujeres" viera más allá de las mujeres blancas y la definición de luchas, historias y demandas, opresión y liberación, se fraguaran con base en las propias experiencias de las mujeres negras. En otras palabras, ¿por qué enfocarse sólo al aprendizaje de la lucha de las Elizabeths Cady Stanton cuando podrían incluirse las contribuciones de las Zoras Neale Hurston?

El segundo libro fue la antología titulada Este puente llamado mi espalda: Escritura de mujeres de color radicales. [2] Las editoras fueron Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa. Publicado en Estados Unidos en 1981 por vez primera, tuvo una segunda edición en 1983. Las editoras fueron dos mujeres chicanas que ganaron renombre por conjugar sus ideas políticas, su activismo y sus obras artísticas. En esta obra las editoras recopilaron narrativas, muchas de ellas en primera persona, de varia índole y géneros escritas por mujeres de color. Estas mujeres de color, que con el tiempo comenzarían a identificarse como "mujeres racializadas" para enfatizar la historicidad y especificidad de las categorías raciales, levantaron una crítica similar a la de las feministas negras. En esencia, las autoras comprobaron que las demandas de la lucha feminista y las formas de pensar acerca de la opresión de las mujeres no eran ni singulares, ni uniformes, ni constantes. Afirmaron que se tenía que hablar de opresiones simultáneas o de ejes articuladores que se intersectan el uno con el otro para dar cuenta de una realidad completa en la que el género, por sí mismo, no tenía peso fundamental explicativo si no se analizaba conjuntamente con el eje racial.

Ambos libros coincidieron en su crítica a la primacía de la categoría "mujer" como el único eje jerárquico para entender la realidad de las mujeres blancas, negras y de color. Aunque evidentemente ha habido pensamiento crítico de manufactura anti-racista en otras latitudes del mundo -me vienen a la mente, por ejemplo, las contribuciones de Lee Maracle en Canadá, Ochy Curiel en la República Dominicana o Epsy Campbell en Costa Rica- estos dos libros jugaron un papel crucial en el desarrollo del concepto central de intersecciones de género y de raza del pensamiento feminista anti-racista tal y como lo conocemos hoy. Las dos publicaciones, además, compartieron el espíritu de crítica al feminismo hegemónico excluyente que había llevado a las mujeres blancas a pensar, como dijera por la misma época bell hooks en su libro ¿Qué no soy una mujer?: Mujeres negras y feminismo, [3] que por el hecho de identificarse como mujeres oprimidas podrían pretender que ellas mismas no eran opresoras. Ambas obras de fondo preguntaban, ¿por qué poner como baluarte central del feminismo la lucha por la incorporación de las mujeres (blancas y privilegiadas) a la fuerza laboral formal cuando las mujeres (negras y pobres) habían trabajado toda la vida, solamente que bajo el sistema de esclavitud y racismo imperante que muchas feministas blancas condonaban, permitían o forjaban? ¿Por qué no cuestionar el sueño idílico de hermandad feminista cuando las mujeres de color permanecían en situación marginal social y económica dentro y fuera de la academia?

En el lenguaje feminista más contemporáneo, las ideas vertidas en estas antologías se tradujeron en pensar que el género no era por sí misma ni de manera aislada la categoría analítica que daba cuenta fielmente de sus experiencias políticas, sociales e históricas. Si bien con la introducción de la categoría de género se había logrado cuestionar la idea esencialista de que la biología de las mujeres determinaba su destino oprimido, con los cuestionamientos de las feministas negras y de color la propuesta era que la realidad no podía entenderse sin mirar a las circunstancias raciales y de clase que determinaban la vida de las mujeres, en plural, de maneras diversas. En otras palabras, la categoría de género tenía que analizarse siempre y conjuntamente con sus articulaciones de raza y clase. (Más adelante se incorporaría la sexualidad como eje central de análisis).

Si bien una de las intenciones de estas feministas negras y de color era la de producir un conocimiento de las mujeres más legítimo y fidedigno, a las pensadoras como Moraga, Anzaldúa, Hull, Bell-Scott, Smith o la misma Crenshaw les interesaba entender cómo se intersectaban varios ejes de opresión para impactar la vida de las mujeres porque solamente el mejor entendimiento podría ayudarlas a producir un cambio social. Se proponen entender para poder transformar. Y este ímpetu transformador, que quizás ha caracterizado a todas las corrientes de pensamiento feminista a pesar de su diversidad y divergencias, ha sido central en la corriente feminista anti-racista. Esta corriente feminista anti-racista es esencialmente pragmática; éste es su otro rasgo definitorio. Se enfoca en el accionar; su agenda central consiste en erradicar el racismo en cualquiera de sus formas y expresiones existentes. Para la mayoría de las personas feministas que se identifican con esta corriente pretender que el racismo ya no existe, o que podemos ver el mundo "sin colores", son posturas en sí mismas que reproducen el racismo. Sus simpatizantes cuestionan firmemente la idea de que olvidándonos o pretendiendo que las "razas", como realidades históricas y políticas, no existen, se logre construir una sociedad en la que convivan la justicia racial y la equidad racial. Es por ello que se propone abrir los ojos a las maneras en las que las diversas articulaciones y formaciones raciales en diversos contextos geográficos y en diversos momentos históricos han cobrado vida y han funcionado como un eje más de exclusión y opresión social.

Y de ahí que la corriente feminista anti-racista necesite el calificativo. No todas las corrientes feministas, ni de accionar ni de pensamiento, han tenido como su eje liberador la lucha contra el racismo. Para algunas de nosotras esa lucha es apremiante. No es la única lucha feminista, sin duda. Pienso en las importantes luchas feministas contra el sida, las luchas feministas contra la violencia de género, las luchas feministas ambientalistas, las luchas feministas anti-capitalistas, las luchas feministas anti-imperialistas, las luchas feministas anti-colonialistas. La lucha anti-racista en el feminismo no es, en mi perspectiva, más importante que estas otras luchas feministas. Sin embargo, dependiendo del contexto social y estructural en el que nos toca desenvolvernos, la lucha feminista en contra del racismo puede tornarse apremiante pues éste marca contundentemente la vida circundante de muchas mujeres. Por ello considero relevante y apremiante saber cuáles son sus demandas, luchas y postulados, para reivindicarlas.

Notas:
[1] El título en el original inglés fue: All the Women Are White, All the Blacks Are Men, But Some of Us Are Brave .
[2] En inglés: This bridge Called My Back: Writings of Radical Women of Color .
[3] En inglés: Ain't I A Woman: Black Women and Feminism .






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