NOVIEMBRE 2015

Mujeres: culpables de la obesidad

Guadalupe López García critica la postura que señala a las madres como las principales culpables de la alimentación y nutrición de las hijas y los hijos y por ende de la obesidad, pues no sólo se alimenta el odio hacia las mismas mujeres, sino que se quita la responsabilidad social y de Estado. La columnista llama a la reflexión sobre cómo la culpa de las mujeres es 'un gran negocio'.

Sí. Además de ser culpables del machismo, de que nos violen, de vivir con un golpeador, de la violencia en las calles y del pecado original, las mujeres-mamá son las principales causantes de que México ocupe el primer lugar de obesidad en el mundo. ¡Vaya!

Los argumentos están científicamente demostrados: en el papel de madres, somos las responsables de las y los hijos y de lo que comen. Ahora que trabajamos, como ya no nos da tiempo de hacer la comida, los tenemos que llevar a restaurantes o les damos comida chatarra para compensar nuestra ausencia por trabajar fuera de casa. Esto último lo dijo en un programa de radio Martha Alicia Chávez, autora de Hijos gordos. Una visión familiar, psicológica y nutricional. [1]

Aunque también se nombra a la publicidad, a lo que se vende en las escuelas, a los puestos callejeros, a las comidas rápidas, a los altos contenidos de grasa y azúcar de muchos alimentos y a la familia en general, se coloca a las mamás como las principales encargadas de la alimentación y nutrición de las y los hijos.

La causa del problema se ubica en la familia. Esta fórmula se utiliza para justificar otros problemas sociales como las adicciones, la violencia en la comunidad o en el ámbito escolar o el machismo. La relación natural con las mujeres es que se nos sigue ubicando como el eje de la familia, aunque trabajemos fuera de casa, seamos mandatarias, empresarias o líderes.

Pese a que muchos papeles se han transformado, el de la preparación de los alimentos en casa sigue estando en manos de las mujeres (llámense amas de casa, mamás trabajadoras, trabajadoras domésticas, abuelas, tías, etc.). No obstante que existen diferentes modelos de familia, se sigue tomando como referente único a las familias tradicionales y nucleares, lo que provoca un conflicto entre los distintos papeles de mujeres y hombres y otras exigencias por los cambios políticos, económicos y sociales de este siglo.

La culpa de las mujeres, no solo de la obesidad y del machismo, es parte de la cultura patriarcal y del pensamiento religioso. Mizrahi señala que

La culpa no es un sentimiento "natural". Es el instrumento más efectivo
para neutralizarnos como sujetos autónomos. Es un arma de domesticación
y sometimiento a una cultura totalitaria que nos acusa falsamente. Si las
acusaciones son falsas, las defensas también lo serán. El no reconocimiento
de la falsedad de las acusaciones que nos atribuyen nos convierte en seres
frágiles y vulnerables a esa misma falsificación y mistificación. [2]

Lo peor de todo es que nos la creemos. Todo el tiempo nos recalcan que somos seres extraordinarios y que sin nosotras se acabaría el mundo. Cuando no cumplimos con esas expectativas, se nos viene el mundo encima y se nos echa encima todo el mundo.

Es por ello que acusarnos de la obesidad infantil no es una afirmación no solo de las y los especialistas ni de la sociedad en su conjunto. Las mismas mujeres se culpan y culpan a otras. Es una frase que he escuchado con insistencia últimamente y viene de trabajadoras sociales, de servidoras públicas, de médicas, de profesoras y de profesionistas.

Al culpabilizar a las mujeres de un problema de salud pública, no solo estamos alimentando el odio hacia nosotras mismas, sino que su solución se basa en tratarlo como un problema y conducta individual, de voluntad, y no como una responsabilidad colectiva, social y de Estado.

Si hablamos de culpa, entonces echémosela al Estado y su política alimentaria que se basa en grasas, harinas y azúcares, y su política fiscal que beneficia a los grandes consorcios transnacionales para meter toda su basura a nuestros estómagos. La gordura es un negocio [3], señala Alejandro Carrillo, director del Poder del Consumidor, A.C. [4]

De igual forma, las campañas publicitarias del gobierno y de grupos diversos, acerca de cuidar nuestra alimentación, de hacer ejercicio o de medirse la cintura a cada rato, no funcionan porque la raíz del problema es más complejo. Tampoco quiere decir que no se hagan, pero si no se cambia esa política alimentaria, todo lo que hagamos será para alimentar nuestra culpa, ya sea como madres o como personas con sobrepeso y obesidad, un negocio redondo para el Estado y las empresas de comida chatarra.

Esta columna -culpable de propagar el pensamiento feminista- no pretende sumarse a los discursos fugaces del "aliméntate sanamente" sino que busca provocar una reflexión sobre cómo la culpa de las mujeres también se puede convertir en un gran negocio para los demás.

Bibliografía:
[1] http://www.wradio.com.mx/escucha/archivo_de_audio/10-errores-que-tienen-a-tu-hijo-gordo-martha-alicia-chavez-psicologa/20130415/oir/1880983.aspx y http://www.marthadebayle.com/sitio/md/radio/bienestar/bbmundo-hijos-gordos-el-mal-de-nuestros-tiempos/
[2] Mizrahi, Liliana (2003), Las mujeres y la culpa. (EDITORIAL??)
[3] http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/05/11/comida-chatarra-barata-extiende-obesidad-en-mexico-estudio-7679.html
[4] http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/05/11/comida-chatarra-barata-extiende-obesidad-en-mexico-estudio-7679.html