Soy maestra de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
Por Elvira Hernández Carballido
Los tiempos difíciles son una oportunidad para reconocer e insistir en el compromiso por la educación que por 150 años han tenido una institución, su profesorado y estudiantes.
Son tiempos difíciles en mi universidad, pero mi alma garza, nuestra alma garza, muchas almas garzas que trabajamos para ella, nos damos fuerza para insistir en su compromiso como institución y en su generosidad como la máxima casa de estudios en Hidalgo.
Mi universidad…
Mi universidad es cada amanecer entre nubes bellas y airosas, justo a la hora en que abre sus puertas para llenar sus pasillos de voces, murmullos y hasta bostezos. Ganas de aprender y ganas de enseñar. Se escuchan esos suspiros de alivio cuando don Checador delata nuestra puntualidad gozosa. Resuenan buenos días por doquier, plumines se empiezan a deslizar por sus blancos pizarrones, cañones disparan presentaciones llenas de sabiduría y lapiceros trazan jeroglíficos en los cuadernos para que cada apunte los despierte por completo.
Cada salón se ilumina con voces que solo saben confabular con la ciencia, aliarse con los análisis y hacer pactos de ideologías coloridas, convicciones arriesgadas e imaginaciones desbordadas. Hay debates bien argumentados y datos siempre confirmados, experimentos para no dejarse llevar por rumores, hipótesis para no descartar ninguna variable e invariable.
Mi universidad no tiene un solo rostro, por eso comparte todos los espejos para provocar remolinos de ideas que jamás coincidirán, pero que siempre se respetarán. Todos los días se pasa lista para confirmar las miradas comprometidas en orden alfabético y para poner asistencia a cada latido que se compromete a estudiar.
Tanta juventud la tiene que robustecer minuto a minuto y tanto saber le recuerdan la importancia de mostrarse siempre humilde, aunque jamás sumisa. 150 años de experiencia le permiten dominar todas las ciencias y pasear orgullosa por todos los campos académicos. Nuestras investigaciones explican tantos fenómenos y denuncian toda injusticia. Por eso, cada resultado es publicado en libros con sello garza, en conferencias airosas, en bellos programas de radio.
150 años de experiencia le permiten dominar todas las ciencias y pasear orgullosa por todos los campos académicos.
Mi universidad me abrió sus puertas cuando llegué solamente armada de conocimientos, de ganas de compartir, del compromiso de analizar. He aprendido de ella y ella se ha dejado seducir por mi feminismo abnegado. Ha dado voz a mujeres como yo, que creemos en la utopía de la equidad de género. Nunca me ha pedido guardar silencio, brinda todos los micrófonos y es así como me han llegado a escuchar por todo el país y un poquito más allá.
De lunes a viernes, gracias a mi universidad, se abren libros para comprender y para explicar, se hacen notas para transformar y para denunciar, para definir la sororidad y sentirla, para analizar los feminicidios y denunciarlos, para conceptualizar nuevas categorías, para llenar los pizarrones de esquemas y fórmulas, de sumas y restas, del abc del honor, de la raíz de la lealtad.
Mi universidad ha cumplido 150 años, entre remolinos y tormentas, entre soles y lunas, verdades y afonías, palabras y discursos. Gracias a ella he publicado libros, doy conferencias por todo el país, tengo amistades adorables y hasta enfrenté a dos villanas que me hicieron más fuerte. Mi universidad no es un nombre, no es un rostro, no es un hecho ni un señalamiento. Mi universidad es cada alumno y alumna convertidos en profesionistas. Es un compromiso eterno con el amor que me inspira, el progreso que deseo y el orden que desordeno para seguir agradeciendo su existencia. Gracias Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, mi universidad.
De congelamientos, arbitrariedades y olvidos
Nos califican de parciales cuando queremos defender a nuestra universidad, pero nuestras voces confiesan ser solamente leales a una utopía que discutimos en los salones con el ansia de hacerla real, a la sabiduría que escarbamos en la presentación de un libro con sello garza, en el escenario donde el debate nos pone guantes de box para noquear a la ignorancia.
Nunca tenemos pruebas, solamente convicciones, argumentos y necedades, no lanzamos hurras, pero si nos juntamos codo a codo cuando vientos de ignominia soplan contra nuestra alma garza, entonces ofrecemos resistencia con la palabra subversiva, los puños cerrados, la fe con un ojo abierto.
Son otros los que tienen el don de congelar números, mientras nuestro compromiso descongela apatías y humaniza cifras, tenemos la capacidad de sumar instantes donde una tarea te acerca a la vida profesional, donde una lectura te provoca para cuestionar, una mano levantada te aproxima a la libertad de expresión y se debate en serio esa quimera que un día llegará.
Quienes trabajamos en una universidad siempre oscilamos entre la soberbia y la humildad, pero jamás martirizamos al prójimo como sí pueden hacerlo los verdugos que solamente saben condenar. Quienes estudiamos en una universidad advertimos los infiernos y pecamos para destruirlos, o rezamos para liberarnos. A veces caemos en la intelectualidad fastidiosa, otras veces nos pesa nuestra imparcialidad también tan fastidiosa. Perdemos nuestro temple de acero si defendemos nuestras convicciones, pero somos capaces de denunciar las injusticias, nunca dejamos de ponerle rostro a todo resultado cuantitativo, jamás permitimos que se olvide un testimonio cualitativo.
Son otros los que tienen el don de congelar números, mientras nuestro compromiso descongela apatías y humaniza cifras…
Aceptamos nuestro conflicto de conciencia, pero sabemos distinguir a los opresores y a los oprimidos, machismos y misoginias, violencias y agresiones que surgen de rencores políticos, de pasados ya pasados, de historias que no te absuelven, pero sí te responsabilizan.
Pero tenemos rostros, un corazón que late en nuestro lado izquierdo, trabajamos para vivir, sabemos que nos esperan en casa, garantizamos una vida honrada a nuestra familia y soñamos vacaciones con cielos color mar.
Por eso, creemos en el diálogo cuando alguien nos señala, mostramos nuestros sueños cuando quieren borrar nuestra mirada y no podemos permitir que nos confisquen la palabra.
Quienes vivimos en una universidad siempre le damos una oportunidad a la juventud, así con sus locuras y su desgano, comprendemos su creatividad para poner un apodo al maestro exigente, pero no cesamos nunca en darles la fuerza para hacer crecer a un estado bello y airoso, que carga pasados de injusticia y pobreza, logramos tatuar la convicción de que el cambio es posible a fuerza de ideales y convicciones.
Por eso, cualquier afrenta contra una universidad debe ser rechazada. Cualquier intento de quebrantarla debe ponernos en alerta. Una universidad es una universidad, y si el norte no lo cree y si el sur lo ignora y si el este lo minimiza y el oeste se calla, tenemos que despabilar nuestra autocrítica, debemos debatir con los poderosos, tomar la lección y aprender de ella, mostrar las estrategias, germinar una victoria que reitere y reitere que una universidad es una universidad. Y sí, somos parcialmente garzas, creemos en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
Ser maestra
Este 15 de mayo celebro mis XV años en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Agradecida por cada materia que he impartido, desde Industrias Culturales hasta Periodismo de Investigación. Por cada generación bella y airosa, por cada colega que antes fue mi alumno, por cada reconocimiento que han merecido ya como profesionales, por quienes están en algún semestre escuchando mis necedades e inspiraciones, que afinan sus lápices para fortalecer el periodismo hidalguense, que se alían a mi feminismo, que afinan su estilo, que sueñan en grande.
Y este mes celebro como nunca ser maestra en esta universidad, donde siempre hay un abrazo que me hace sentir apoyada y reconocida. No me cambio por nadie cuando mi Rector reconoce el esfuerzo y nos felicita, y dice nuestro nombre y sonríe orgulloso y sincero mira a tus ojos. Mi universidad, donde escribo y me inspiro, investigo y me expreso, palpo la unidad y creo en las utopías. Soy Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
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