
La 'a' incómoda
Por Guadalupe López García
Periodista con Especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer Esperanza Brito de Martí en y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.
'¿Por qué las niñas no tienen su ciudad?', me preguntó una vez mi hijo, refiriéndose a La Ciudad de los Niños, del centro comercial Santa Fe, en el sur del D.F. '¿Las niñas pueden entrar al Museo Papalote del Niño?', me interrogó cuando lo llevé a ese espacio que está en el bosque de Chapultepec, en el D.F. '¡Quiero tener un hermano o hermana!', me pidió cuando tenía unos cinco años de edad. '¡Yo soy defensor de los derechos de las niñas y los niños!', expresó cuando hablamos sobre el maltrato infantil.
No sé por qué mi hijo pensaba que espacios con denominaciones sólo en masculino fueran excluyentes para niñas y mujeres, y desconozco por qué hablaba en femenino y en masculino; si tan sólo bastaba decir: '¡quiero un hermanito!'. Me queda la duda saber si lo aprendió de mí aunque nunca se lo pedí o de Vicente Fox, quien fuera un desafortunado presidente para México del 2000 al 2006, y quien puso de moda y choteó lo que para el feminismo había sido una conquista: incorporar en el lenguaje aquella 'a' que por siglos había sido silenciada.
También me llama la atención cómo es que para un niño menor de diez años era natural mencionar a los dos sexos, y cómo a las y los adultas/as se les hace feo, chocante y una estupidez (para no verme tan grosera, pues he escuchado calificativos peores). Tantito peor, ¿cómo es que este tema cada que se menciona causa una gran polémica, aún desde el feminismo ya lo había mencionado y con posiciones irreconciliables? Si seguimos así, a lo mejor y las mujeres vamos a ganar la paridad política antes que la paridad léxica.
Hablar en masculino es de lo más normal (y lo más económico, pues para mí es muy tardado poner diagonales, arrobas, nosotras, nosotros, todas, todos, ¡uf!). Apenas me acabo de enterar que la Real Academia de la Lengua , en su versión 2010 afirma que el lenguaje en masculino incluye a las mujeres, y que hablar de las y los era una cuestión artificial (digo, que más artificial que la arbitrariedad de los signos).
Bueno, eso dijo la co-conductora del noticiario Hoy por hoy, en la estación de radio XEW, que se transmite por las noches, luego de que su titular Salvador Camarena comentó el 7 de abril pasado los contenidos de un folleto editado por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), el cual, indicó, será distribuido a las y los funcionarios del gobierno federal para evitar un lenguaje sexista.
Parece que en esta columna estoy haciendo gala de mi ignorancia, pues ahora no sé por qué ese material editado en el 2009 llamó poderosamente la atención en el noticiario, si los temas de actualidad eran otros. También desconozco el motivo por el cual Camarena leyó párrafos completos del folleto y pidió la opinión de sus radioescuchas, y menos por qué la co-conductora de cuyo nombre no me acuerdo comentó que hablar en femenino y masculino (F/M) era una payasada o absurdo (no recuerdo bien qué palabra dijo pero estoy segura que fue una de esas dos). Hasta se tomó la molestia de investigar lo que decía esa academia real y artificial, pues también fue creada, ya que no nació de la nada.
El documento en cuestión no es el único. A lo largo de estos años en que la perspectiva de género ha cobrado relevancia, hay desde simples folletines como el del Grupo de Información y Reproducción Elegida (GIRE), hasta una guía como el Manual para el uso no sexista del lenguaje (Vereda Themis-Indesol-Unifem, 2006), además de muchos estudios y propuestas de comunicólogas feministas que combaten el lenguaje sexista en los medios.
Ya el intelectual, revolucionario y diplomático Luis Cabrera (1876-1954) había escrito que el uso del género masculino para las ocupaciones o profesiones hacen suponer que las mujeres mismas creen que esas ocupaciones pertenecen, por derecho, exclusivamente a los hombres, y que la mujer las está usurpando (1).
Pero mi relato no es tanto sobre esos materiales, sino cómo las mujeres y algunos hombres que decidimos hablar y escribir en F/M hemos vivido esa experiencia terrenal.
Primero, me choca que muchas mujeres tengan que pedir permiso para hablar en F/M, cuando están ante un grupo conformado mayoritariamente por mujeres. Dicen Hola a todas y el compañero/caballero/señor que nos acompaña; voy a hablar en femenino porque hay más mujeres que hombres, no se vayan a ofender. A ver, ¿cuándo un hombre pide permiso para hablar solo en masculino cuando hay más hombres que mujeres? ¿Acaso dice, no se vayan a ofender?
Hace unos meses, en una red internacional de periodistas con perspectiva de género, un compañero se inconformó porque en todos los comunicados y mensajes, las responsables de comisiones o quienes tenían que informar algo, hablaban en femenino y él se sintió discriminado. Ha sido de los pocos debates en los que me he involucrado, pero nadie convenció a nadie y ya pocas recuerdan el asunto.
Segundo, ¿por qué las mujeres somos las que tenemos que buscar opciones lingüísticas para no pecar de palabra u omisión?. Investigadoras, escritoras o periodistas utilizan varón, ya que hombre se utiliza como sinónimo de humanidad; cuando varón tiene una connotación diferente, incluso, es más que hombre. Entonces ¿por qué no usar varonas o varonesas?
También se nos pide hablar en neutro: estudiantado, profesorado o funcionariado, o sortear una serie de obstáculos para cuidar no dejar fuera a ni a hombres ni a mujeres. Las broncas que hay para hablar en políticamente correcto. Por ejemplo, para poeta o líder se utiliza como femenino poetisa o lideresa; o sea, para decir que también hay mujeres poetas y líderes. Bibiana Aído, ministra de Igualdad en España generó un debate cuando dijo jueza (Periódico Público Internacional, 30-XI-2009).
En los talleres que facilito a servidores y servidoras públicas, cuando les pido que comenten a qué les suena hombre público y mujer pública, igual y dicen que ambos son de negocios, políticas/os, funcionarias/os; pero las risas y los movimientos en sus sillas al escuchar la segunda frase, las y los delatan: mujer pública es sinónimo de puta.
Bueno, también nos volvimos más sofisticadas. Nuestro gran aporte a la humanidad, el género, se utiliza para todo tipo de géneros literarios o periodísticos, a tal grado que las y los políticos correctos hablan de equidad entre los géneros o igualdad entre los géneros; en lugar de decir equidad entre los sexos (la frase se oye muy pecaminosa) o igualdad entre hombres y mujeres (es como muy obvio).
El español no es la única lengua sexista, la mayoría de los idiomas tienen la misma estructura: el predominio del masculino. Al igual de quienes las hablan y las interpretan, las lenguas están cruzadas por el género y también por la raza, la clase, la edad. Pero el masculino se ha convertido en algo normal y natural, como golpear y violar a las mujeres; ver a los hombres en la política y a las mujeres en la casa, o escuchar a Vicente Fox que hable de lavadoras de dos patas y luego diga mexicanas y mexicanos. Entonces, el sexismo, el machismo o el androcentrismo son normales y naturales, y quienes hablan en F/M son anormales y antinaturales, los y las menos nos dirán: payasas/os o absurdas/os.
Debemos tomar en cuenta que también las palabras en femenino no garantizan equidad, pero tampoco se trata de seguir reglas gramaticales a ultranza, sin analizar su procedencia y significado, con lo que veremos que la tal arbitrariedad del signo es relativa y depende de quienes hagan esas reglas (¡Uy! me estoy metiendo en términos peligrosos pues no soy lingüista, más bien lengüista).
Lo único que quiero es que aquello que aprendió mi hijo, quién sabe de dónde, no lo pierda o lo inhiba por la gente que habla normal, en tanto y seguimos buscando alternativas. Aunque mi posición es seguir utilizando poeta y no poetisa, líder y no lideresa, juez y no jueza, hombre y no varón; también humanidad, arrobas, diagonales y anexas, según el caso, el sapo, la pedrada y el número de cuartillas.
Bueno, ya lo dijo Cabrera, quien utilizaba el pseudónimo de Lic. Blas Urrea: Son las mujeres quienes deben imponer el uso del género femenino para designar sus profesiones u ocupaciones. Ya han esperado veinte siglos a que los legisladores, hombres, les reconozcan sus derechos. No van a esperar otro siglo para que los señores Académicos de la lengua les den permiso para usar el género femenino (2).
(1) Urrea, Blas, El género femenino, revista Política y Cultura, Núm. 1, Otoño 1992, UAM-Xochimilco.
(2) Idem.
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