Y tú, ¿tienes madre?
Por Lucía Rivadeneyra
Comunicóloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Cursó la maestría en Literatura Mexicana, en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus libros 'Rescoldos', 'En cada cicatriz cabe la vida' y 'Robo Calificado' fueron merecedores de los Premios Nacionales de Poesía Elías Nandino (1987), Enriqueta Ochoa (1998) y Efraín Huerta (2003), respectivamente. En 2007, publicó la antología personal 'Rumor de tiempos'. Su material poético está incluido en numerosas antologías. La han traducido a diversos idiomas. Catedrática de la UNAM desde 1980, ejerce el periodismo en medios de circulación nacional.
Hay mujeres que nunca debieron haber sido madres. Pero la desinformación, la irresponsabilidad, la presión social, la tradición, la idea de que sólo por parir se convierten en mujeres auténticas y realizadas, etcétera, han hecho que existan miles de niñas y niños que han sobrevivido a infancias desgarradoras, a adolescencias y etapas adultas dolorosas, que enfrentan de manera cotidiana la vida, pero llenos de traumas, a consecuencia de maltratos físicos y emocionales. Cientos, miles, millones de hijas e hijos que, literalmente, han tenido muy poca madre o nada de madre.
Y aunque algunas personas lo pongan en duda, no todas las que son madres son sacrosantas, sublimes, amorosas, respetuosas ni mejores que quienes por los motivos que hayan sido se han abstenido de parir. Como en todo, hay de todo.
El cine, si se le considera como lo que es o debería ser: el séptimo arte, y no un espacio en donde hay que ir a reírse como locos, nos ha obsequiado algunos personajes memorables que desmitifican la imagen de la cabecita blanca, de la madre abnegada, sumisa, débil, irreflexiva. Aunque, claro, existen otros que han llevado al límite estos calificativos con personajes como Sara García en Cuando los hijos se van (1941) o la nueva versión en 1969 con Amparo Rivelles; o Marga López en Corona de lágrimas , en 1967, y cuyo papel hizo Prudencia Griffel en la telenovela del mismo título en 1964. Hay que recordar a Dolores del Río cuando encarna, en 1944, Las abandonadas de Emilio Fernández. Ella en aras del progreso del hijo llega de la cúspide del amor y la opulencia, y luego a la prostitución en todas sus variables.
Sin embargo, el cine recupera personajes, aquí sí que de película, algunos basados en la vida real, que son reflejo de la realidad y no de imaginaciones idílicas. Por ejemplo, la bellísima Stella Inda, bajo la dirección de Luis Buñuel en Los olvidados , en 1950, presentada como una madre burda, arbitraria, sensual. Hay que partir del prejuicio de miles, en el sentido de que al ser madres, las mujeres se vuelven asexuadas. Lo cual, por supuesto, no es real . El personaje que ella encarna ¡en 1950!, logró no sólo la irritación de las buenas conciencias sino, entre otras cosas, la peinadora se ofendió cuando Pedrito llegaba a la casa con hambre y su madre le negaba la comida: `eso en México ninguna madre se lo dice a su hijo. Es denigrante, no quiero hacer esta película.´ Se fue del estudio y presentó su dimisión. Hubo que emplear a otra, relató Buñuel en entrevista.
Otros papeles importantes son los que muestras a las mujeres que sí son madres, pero que son mujeres con necesidades de mujer, con deseo, con sexualidad, como la sensacional Anne Bancrof en El graduado , de Mike Nichols, cinta que por supuesto era autorización C sólo adultos, en 1967. Interpreta a Mrs. Robinson que seduce a un joven imberbe, interpretado éste de maravilla por Dustin Hoffman, lo cual por supuesto causó un gran escándalo, pero a la par un gran éxito de taquilla, aderezado por una extraordinaria musicalización de Simon y Garfunkel.
En la industria del cine, y no por su óptima salud mental y su generosidad, es la fanática religiosa madre de Carrie , cinta de Brian de Palma de 1976, personaje que se queda en la memoria, por su violencia, su enajenación religiosa y su consecuente rechazo al sexo y todo lo que tenga que ver con él, la menstruación incluida, así como al mundo en general, situaciones aunadas a la telequinesis de su hija Carrie (Sissy Spacek) llevan a un suspenso magistral. Piper Laurie es quien lleva a la pantalla a esta extraña mamá.
Hay otras historias como Kramer vs Kramer , filme de Robert Benton, realizado en 1979, donde a Meryl Streep le corresponde el papel de una mujer que ya no puede más con su vida regalada y deja al marido y al hijo pequeño para ir en busca de sí misma. Tiempo después vuelve por el hijo. El espectador, o una muy buena parte de él, no acababa de comprender por qué se iba si tenía todo. Dejar al marido medio se explica, ¡pero al hijo! Meryl Streep obtuvo por su actuación su primer Oscar, en la categoría de mejor actriz secundaria.
En México, en 1985 se estrenó Doña Herlinda y su hijo , dirigida por Jaime Humberto Hermosillo, cuenta la historia de una mujer viuda y madre absorbente que intenta por todos los medios casar al hijo, en la Guadalajara machista, pero el hijo es gay. Ella acepta a la pareja del vástago, lo lleva a vivir a su casa, pero a la par logra casarlo con una mujer y que todos vivan felices en ese espacio materno, incluso un bebé que llega al mundo como producto del matrimonio. La cinta está considerada una de las cien mejores películas mexicanas. Doña Herlinda , interpretada por Guadalupe del Toro, es reflejo de una sociedad de la rancia ortodoxia tapatía cuya actitud ante la vida es no ver nada que desagrade, fingir demencia, mantener la doble moral al día y aparentar ser muy, pero muy felices. Esta mamá es cinematográficamente inolvidable. Debe haber muchas como ella.
En contraparte, Los motivos de Luz de Felipe Cazals, en 1985, relata una historia de la vida real, un caso de la nota roja: una mujer está en la cárcel, acusada de matar a sus hijos. La película fue muy criticada porque altera hechos reales y se decía en esos años que daba la pauta para creer que Luz (Patricia Reyes Spíndola) fuera culpable. Empero, al marido y a la suegra se les exime de toda responsabilidad. Lo que sí se alabó fue el panorama que ofrece de la pobreza y las zonas marginadas. En cuanto a la suegra (Ana Ofelia Murguía, extraordinaria) el personaje marca una pauta porque presenta sin miramientos a la madre mexicana de un macho, mancuerna casi inenarrable, por real y por patética.
De manera más o menos reciente, en 2007 y en 2009, dos producciones cinematográficas han dejado huella con este tipo de personajes: 4 meses, 3 semanas y 2 días y Preciosa . La primera situada en los últimos años de la Rumania comunista, donde dos estudiantes son víctimas de la corrupción llevada a límites insospechados, cuando una de ellas se somete a un aborto ilegal. Dirigida por Cristian Mungiu, obtuvo entre otros premios la Palma de oro y el Premio a la mejor película europea , ambos en 2007. Algo muy bien tratado en la cinta es una palabra casi en desuso por miles: solidaridad, en este caso de dos jóvenes mujeres ante una realidad ineludible, como la necesidad de abortar en pésimas condiciones, con todos los riesgos que esto conlleva.
La segunda, Preciosa de Lee Daniels, cuyo papel lleva a la pantalla Gabourey Sidibe. Película que presenta varios conflictos cotidianos llevados prácticamente a hasta sus últimas consecuencias. La marginación racial, la violación, el incesto y la complicidad de una madre malvada (Mo´nique, ganadora del Oscar y del Globo de oro ) personaje difícil de retratar con palabras. Y a pesar de tener casi todo en contra, la vida se confabula para darle algunas esperanzas. Aquí a muchos espectadores les cuesta trabajo creer que haya casos así, que pueda existir una madre como la de Preciosa , pero no se puede olvidar que la realidad siempre es peor que las historia contadas por el cine.
Se podría seguir citando películas con el tema de mujeres y maternidad, pero la lista parece interminable. Mejor ir al cine, rentarlas o comprarlas. Este 10 de mayo es buen pretexto para ver o volver a ver filmes que reflejan circunstancias dolorosas, difíciles, violentas, que son resultado de la vida y la vida, ya lo decía Juan Rulfo no es muy seria en sus cosas. Por eso algunas buenas cintas alteran las buenas conciencias o la ideología que sobre la maternidad existe: Todas las madres son buenas. Esta frase, por supuesto, no tiene que ver con la verdad, sí puede serlo el hecho de que todas son seres humanos y que como tales tienen fortalezas y debilidades.
Desde aquí, aplaudo a las mujeres que contra viento y marea decidieron no ser madres. También aplaudo a las madres amorosas, sinceras, lúcidas, que lo fueron por decisión, como se puede serlo hoy en día y desde hace varias décadas; o a las que a pesar de que la naturaleza las obligó a serlo, porque no les quedaba de otra, porque no había anticonceptivos y tenían un embarazo cada dos años: nueve meses de espera, cuarentena y alrededor de un año de lactancia; para, después, en el primer periodo de ovulación volver a quedar encintas y pues ya qué. A las que amaron y aman profundamente a sus hijos, muchas de ellas solas o acompañadas que han enfrentaron la maternidad con dignidad. A todas las que se han dado la posibilidad de gozarse como mujeres y como madres.
Sin embargo, es importante tener claro que, otras, por desgracia, se convirtieron en pequeños o grandes monstruos: madres golpeadoras, abusadoras y abusivas de la condición de sus hijos pequeños, de las que se aguantaron embarazos no deseados para después cobrarse la factura, de las que mueren de envidia y compiten fundamentalmente con las hijas, de las que son cómplices en abusos y violaciones, de las autoritarias, de las que dicen que sufra pa´ que se acostumbre. Ésas, aunque muchos lo nieguen, existen.
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