La incongruencia de llamarse Luz
Por Lucía Rivadeneyra
Comunicóloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Cursó la maestría en Literatura Mexicana, en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus libros 'Rescoldos', 'En cada cicatriz cabe la vida' y 'Robo Calificado' fueron merecedores de los Premios Nacionales de Poesía Elías Nandino (1987), Enriqueta Ochoa (1998) y Efraín Huerta (2003), respectivamente. En 2007, publicó la antología personal 'Rumor de tiempos'. Su material poético está incluido en numerosas antologías. La han traducido a diversos idiomas. Catedrática de la UNAM desde 1980, ejerce el periodismo en medios de circulación nacional.
Guanajuato fue la cuna de la Independencia. Miguel Hidalgo dio ''El grito'' en Dolores. Ahí dio inicio el movimiento armado. El llamado Padre de la Patria se había acercado a muchas de las ideas de la Ilustración, etapa que -hay que recordar- tuvo como fin ''disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón''; por este motivo, el siglo XVIII fue llamado ''Siglo de las luces''.
En consecuencia, el XIX y el XX tendrían que haber sido siglos en los que poco a poco los seres humanos fueran dejando atrás oscurantismos, ataduras, represiones, para comprender y gozar uno de los derechos más valiosos de las personas: la libertad. Sin embargo, el XXI está concluyendo su primera década y, en nuestro país, se está viviendo un regreso a la oscuridad. Padecemos una serie de agresiones a la libertad. Uno de los blancos favoritos de los últimos dos sexenios han sido las mujeres.
El índice de asesinatos impunes en lugar de decrecer ha aumentado, así lo demuestran las cifras mensuales de estados como Baja California, Chihuahua, Estado de México, entre otros. Algunos gobernadores panistas censuran hasta la minifalda, a más de cuarenta años de haber sido una moda.
Uno de los aspectos que puede considerarse como una tragedia, es la condena que los congresos de más de 16 estados de la República han establecido en contra de las mujeres que abortan: la cárcel, las multas, la muerte.
Al mismo tiempo, por supuesto, dejan el campo abierto, una vez más, a las ganancias de médicos, parteras y comadronas que seguirán haciendo legrados a precios que van de los cientos a los miles de pesos, libres de polvo y paja, con todos los riesgos de salud que para las mujeres implica la clandestinidad.
En este mismo espacio comentamos que, para vergüenza de millones, el 4 de octubre de 2009, en León, Guanajuato, Hortensia Orozco Tejada regidora panista y Lourdes Cázares presidenta de ''Suma tu voz'', quemaron libros de biología de primero de Secundaria, avalados por la Secretaría de Educación Pública, para sustituirlos por el de la Secretaría de Educación de Guanajuato, por considerarlos ''perversos'' y porque ''promueven la ideología del disfrute sexual, lo cual, dijo, daña a los adolescentes y atenta contra la familia'' (sic).
Pero ahora no se trata de libros sino de las aseveraciones de Luz María Ramírez Villalpando, directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense (IMUG), quien durante una plática a miembros del Partido Acción Nacional, luego de mostrar la fotografía de una mujer con tatuajes, declaró en la ciudad de León: ''No hay pautas de valores o normas de conducta. Esta joven podría afirmar que es muy original y que es muy su gusto andar así, pero yo me pregunto si no hay un valor que se llama salud y si alguna de estas cosas la estarán perjudicand''.
La información la da una nota del periódico La Jornada , (14/VII/10). Asimismo, el texto periodístico cita: ''Escandalizada, la responsable de aplicar las políticas públicas a favor de las mujeres en Guanajuato habló del caso de una adolescente que quería hacerse una perforación `¡en sus genitales! ¡Caramba! ¿Para qué quieres lastimarte de esa manera y a quién se lo vas a presumir? Me cuesta trabajo entender´''.
Lo que sí cuesta trabajo entender y genera terror e indignación es que una mujer que manifiesta con singular desenfado su intolerancia sea directora del IMUG. La señora está en todo su derecho de no hacerse un tatuaje o una perforación ( piercing ) si no quiere, pero eso no le da derecho a afirmar que ambos se hacen por ''pérdida de valores''.
Si a Ramírez Villalpando le preocupa la salud de las mujeres, no entendemos por qué, en noviembre de 2008, según informa el diario, se declaró en contra del aborto, aunque éste fuese producto de una violación. Como si fuera una científica dijo ''que en el estado el índice de embarazos derivados de ataques sexuales era bajo porque `hay una situación propia de defensa del propio cuerpo, donde el ph funge como espermaticida por la agresión que está recibiendo. Se vuelve ácido, tan ácido´''.
Pero eso no es todo, en ''agosto de 2009 acusó de `terrorista´ a Ángeles López García, directora del Centro de Derechos Victoria Diez, por defender a una mujer que acusó de abuso sexual a un policía ministerial'', agrega la nota.
En la foto de Carlos García, que publica el diario en cuestión, se ve a esta funcionaria, con larga uñas ¿postizas? Quién sabe a quién se las quiera presumir. A quien esto escribe no le interesan en lo más mínimo ni las uñas, ni sus pulseras ni el reloj ni el control que aprieta en la mano derecha, con el que seguramente ha mostrado las fotos que le angustian. El maquillaje de su cara, que quién sabe si quiere presumir, es muy su asunto, tampoco importa a quién pretenda impresionar. Lo que impacta son sus palabras, por el puesto que tiene.
Una vez más, siento náuseas y repito que la ignorancia es muy osada y hace que la gente se envalentone y se haga militante de la intolerancia. ¿Qué hacen ''personajes'' como los mencionados en cargos públicos? Da pena ajena que sean mujeres, en estos casos, quienes se pongan a dictar líneas de conducta y a fungir como juezas de lo que debe leerse y lo que no, de lo que la gente quiere hacer con su cuerpo y lo que no, de apoyar una legislación condenatoria ante problemas de salud pública.
Guanajuato ha sido un estado rico en agricultura, ganadería, minería, avicultura, entre otras áreas. También es tierra de artistas como Diego Rivera, Jorge Negrete, José Chávez Morado, Jorge Ibargüengoitia, Efraín Huerta, José Alfredo Jiménez, Julio Ruelas, por mencionar sólo a algunos. Desde el punto de vista turístico es un gran destino, muchas de ciudades, son un regalo a los ojos de sus visitantes, así como su gastronomía, espacios culturales, arquitectura, etcétera.
Guanajuato no merece ''funcionarios'' que quemen libros, que atenten contra los derechos humanos; que sean capaces -todos recordamos el episodio aberrante- de querer prohibir los besos en la calle, medida que causó hilaridad ante el mundo. Lo maravilloso es que El callejón del beso sigue ahí como una provocación a ''las buenas conciencias'', y los que desean besarse lo siguen haciendo en donde se les antoja.
Qué diría el gran Jorge Ibargüengoitia de este tipo de actitudes. Él que conocía el estado y su doble moral; él que tenía humor negro ante la aberración mental y sexual de los habitantes de Cuévano, ciudad de creó para deleite de sus lectores. Él que escribió Estas ruinas que ves y que manejó ''el chisme'' o el rumor como un elemento de la vida cotidiana de este tipo de ciudades donde todo se sabe, donde todo se oculta, pero donde todo se hace.
La relectura de este narrador puede darnos luz; el arte en general y la literatura en particular colaboran a iluminar la breve vida que tenemos. La realidad enriquece el arte, nos regala personajes que andan en busca de autor. Por de pronto, podría considerarse una broma de la literatura fantástica, el hecho de que Ramírez Villalpando se llame Luz.
En el siglo XXI, la luz de la razón que debiera estar de nuestra parte o nosotros en constante búsqueda y defensa de ella, se opaca ante directores o directoras, senadores y senadoras, diputados y diputadas, alcaldes y alcaldesas que revelan querer ir hacia el medievo y apagar la luz. Sabemos que quien no conoce la Historia está condenado a repetirla. Miguel Hidalgo logró que Guanajuato fuera la cuna de la Independencia, de la libertad. Imposible olvidarlo.
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