¡ Feministas de todo el país, uníos !
Por Guadalupe López García
Periodista con Especialización en Estudios de la Mujer por el PIEM de El Colegio de México, se ha desempeñado como guionista y productora de radio; colaboradora, editora y coordinadora editorial en diversos medios como el IMER y la SEP, La Jornada, El Día, Uno más uno, Fem y Notimex. Trabajó en el Centro Integral de Apoyo a la Mujer Esperanza Brito de Martí en y fue coordinadora de la Unidad Delegacional de Iztacalco del Inmujeres-DF. Ha recibido reconocimientos a su labor periodística y en defensa de los derechos de las mujeres por parte de la AMMPE, Conmujer, Cimac y la delegacion Iztacalco del DF.
Casi todo listo. El 27, 28 y 29 de este mes se llevará a cabo el Encuentro Nacional Feminista en Zacatecas, Zacatecas, convocado por feministas de todo el país, luego de que el año pasado, en el marco del XI Encuentro feminista latinoamericano y de El Caribe (XI EFLC), se hiciera esta propuesta.
Cómo yo estaba participando en las reuniones de preparación, muchas amigas y compañeras me habían pedido una opinión sobre el mismo. A pocos días de iniciar el encuentro reenvíe la invitación a mis contactos y anuncié que en esta columna haría un comentario sobre el mismo.
No sé si sea la más indicada para hacerlo, además de que por cuestiones de estudio y trabajo ya no pude continuar en la Comisión de Comunicación. Me pasó lo que a muchas: unas comienzan y se van, regresan o se vuelven a ir; otras llegan y le siguen o se van, y al final quedan muy pocas y son las que tienen que asumir todo.
Aún así me interesa hablar de lo que ha surgido alrededor del Encuentro, sobre todo porque -aunque parezca cliché- es importante poder contar con una amplia participación, aunque no lleguemos unidas -esto sí que sería un cliché. Si los proletarios de todo el mundo, los comunistas, los socialistas, bueno, ni siquiera los priistas, los panistas, ni los perredistas están unidos, cuanto menos nosotras. ¡Ah!, pero como somos puras viejas, nada más nos andamos agarrando de las greñas, mientras que los otros conflictos entre ideologías o partidos son sólo pequeñas diferencias que se resuelven con "alianzas" para repartirse el poder.
Por eso muchas piensan que no tiene caso ir a un encuentro más, pues nunca se llegan a acuerdos, nada más se discute, siempre se habla de lo mismo, siempre van las mismas y no se avanza. La dominicana Ochy Curiel, refiriéndose a cuestiones teóricas, reconoce que el feminismo le enseñó a sospechar de todo. Esa desconfianza no es gratuita. La sospecha siempre se cierne sobre cualquier acción feminista tanto de los detractores como dentro del mismo movimiento y sus diferentes vertientes, como las llama Gisela Espinosa Damián.
Margarita Pisano,[1] a propósito los encuentros latinoamericanos, califica esas reuniones como "espacios encubiertos e infiltrados que el sistema estratégicamente nos ofrece para hacer lo que siempre ha hecho: atrapar nuestras ideas y experiencias para desmontarles sus potencialidades transformadoras, desgastándonos en un diálogo sobre derechos y, al mismo tiempo, remozándose él con los 'avances' de las mujeres, en tanto que el Movimiento Rebelde del Afuera[2] sospecha que eso explica el constante empezar de nuevo y la destrucción."
Por eso siempre surgen preguntas: ¿quiénes están organizando?, ¿qué pretenden?, ¿quiénes irán?, ¿se llegarán a acuerdos?, ¿a quién se apoyará? Y luego lo demás: ¿por qué se escogió esa sede y no otra?, ¿por qué se invitó a tal persona para hablar y no otra?, ¿por qué esos temas y no otros?, ¿por qué no se incluyó mi propuesta y sí la de ella? Aunque yo diga nombres, y jure y perjure que no hay un fin oculto, la duda siempre queda y los conflictos siempre vuelven.
En marzo pasado recibí un correo reenviado: "me huelen a estalinismo. Pero si quieren que (...) las apoye, con gusto." Ni modo de decirle: sí, muchas gracias. Y yo que pensaba que era necesaria una (re)conciliación entre autónomas e institucionales, entre jóvenes y "viejas", entre académicas y empíricas, entre organizadas y no organizadas, entre mestizas e indígenas, entre ricas y pobres, entre las que le entraron a los partidos políticos y las que rechazaron las alianzas, entre las que apoyaron al PAN (Partido Acción Nacional) y las que se fueron con el PRD (Partido de la Revolución Democrática ), entre las que reciben grandes financiamientos y las que hacen rifas o ventas de garaje para sobrevivir; entre las lesbianas y las heterosexuales, entre radicales y moderadas. O sea, caí en el cliché de la unión.
En relación con el conflicto no sé si llamarle así- entre jóvenes y viejas feministas, en una pequeña reunión comenté que era un debate falso. Bueno, ni me dejaron hablar ¡Claro que había broncas! Las viejas no quieren dejar el poder, sólo utilizan a las jóvenes para hacer los trabajos pesados. Pregunté quiénes eran las viejas, y si se referían a las feministas históricas -como algunas cronistas e investigadoras así las han llamado- yo no lo era, pero tampoco estaba del lado de las jóvenes. Entonces dije: "pues también puedo decir que me siento discriminada tanto por las viejas como por las jóvenes pues soy feminista cuarentona."
Entre tantos correos reenviados vi otro que mencionaba: las feministas sándwich eran las que estaban entre los 30 y 40 años de edad. Entonces, ¿qué son las que están entre los 40 y los 50?, pues las históricas rebasan esa década. ¿Quién se encarga de definir qué o qué se encarga de definir a quién?, ¿qué se entiende por autonomía, por institucional, por radical, por moderada, por joven, por "vieja"?, ¿todas las académicas son mala onda, todas las funcionarias son vendidas, quiénes son las feministas buenas y quiénes las feministas malas?
En la reunión que mencioné yo quería saber quiénes discriminan y quiénes se aprovechan del poder, pues ni todas las viejas, ni todas las autónomas o ni todas las jóvenes son de una u otra forma. Pero pedir nombres creo que también puede sonar a una cacería de brujas, en este caso, a una cacería de feministas. Además, aunque nos pusiéramos de acuerdo en definir de la misma manera un concepto, las características asignadas no funcionarían o se transformarían en diversas circunstancias, épocas o culturas.
Planteo que hay debates falsos, que no realidades, porque la construcción binaria del pensamiento moderno occidental, la cual que ha sido cuestionada por varias autoras (De Lauretis, Scott, Butler y más), incluyendo las categorías sexo y género, ha hecho que nuestra lógica se organice en contrarios, y esta forma de ubicar los problemas los acota y muchas veces hace que una postura se vuelva dogma: si no eres de las mías, estás en mi contra.
Entonces, ¿cómo podemos avanzar en medio de desacuerdos? Tampoco se puede fragmentar todo sin tener referentes. No sé si nos pueda servir el discurso tan citado del respeto a las diferencias, en este caso entre feministas, o el del reconocimiento a la pluralidad, o el de la diversidad, o las propuestas como la sororidad una especie de mujeres hermanadas- o el affidamento algo así como la afiliación entre mujeres.
Sheyla Benhabib [3] plantea una ética feminista que nos guíe mejor que la síntesis de pensamiento autónomo de la justicia y solidaridad empática, sin renunciar a la utopía, en tanto que Marcela Lagarde[4] propone una aculturación feminista que desarrolle la pedagogía feminista, la autorización de las experiencias y los saberes feministas y la legitimidad del tránsito personal y de las acciones feministas colectivas, además de desarrollar una ética y una estética del orgullo feminista.
Alda Facio[5] sugiere crear una contracultura feminista que nazca de una espiritualidad, pues a fin de cuentas lo espiritual es político, lo que nos permitiría cambiar actitudes y crear discursos propios; de tratarnos como amigas en vez de envidiarnos, mal decirnos, traicionarnos, engañarnos y maltratarnos; de creernos mutuamente. Con una espiritualidad feminista, agrega, podríamos lograr que en vez de partir de la desconfianza entendamos que lo que es bueno para voz es bueno para mí. Al igual que Lagarde, busca el reconocimiento de las distintas capacidades y de los liderazgos múltiples.
Con lo espiritual, continúa Facio, se puede "crear un movimiento feminista que ofrezca placer a las mujeres: placer en el sexo, en el cuerpo, en la mente y en el alma; pero también en el trabajo y en el activismo. Necesitamos un movimiento alegre, feliz, placentero y eficiente. No necesitamos un movimiento que se mate trabajando, sino un movimiento que baile, ría y goce" y "tener siempre presente que lo que nos une es la lucha contra el patriarcado en su fase capitalista."
Por otro lado, Pisano[6] expone que hay que "salirse del sistema, de sus lugares comunes, del juicio patriarcal es encontrarse con otra dimensión de la libertad, más humana y horizontal, sin santos, jueces y dioses, encumbrados en los poderes y en los podercillos."
Estoy consciente de que el problema es más complejo, de que hay muchos malestares y posturas que son irreconciliables, y que a veces lo espiritual o lo terrenal valen nada ante tanto rencor acumulado.
Creo que lo anteriormente expuesto no sirvió mucho para despejar las dudas de las indecisas por acudir al Encuentro. Más bien las invito a revisar los materiales citados, pero sobre todo, a rememorar sus experiencias buenas y malas como feministas, pero más las buenas. Me adhiero totalmente a lo que dice Pisano, pero, por otro lado, también creo que al patriarcado le conviene que no nos juntemos, que sigamos aisladas. La decisión es de ustedes. Yo ya tomé la mía.
NOTAS
[1]http://www.americalatinagenera.org/documentos/
publicaciones/doc_781_Pronunciamientosdefeminismoscomplices.pdf
[2] Idem.
[3]http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Feminismo%20y%20posmodernidad%20%20Behabib.pdf
[4] http://www.ciudadanas.org/documentos/
MARCELA_LAGARCE_aculturacion_feminista.pdf
[6] Cfr. Píe de página Núm. 1
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