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Conjugando el verbo Aristegui



Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.


Solamente una mujer periodista en el amplio y representativo sentido de la palabra puede despertarnos de nuestro marasmo cotidiano, de nuestra conformidad rutinaria y de nuestra indiferencia solidaria. Por eso, su apellido ya no es nombre propio, es un verbo que se vuelve sinónimo de criticar, denunciar, participar, hablar, comentar, opinar, reflexionar, hacer periodismo. Por eso Aristegui es ahora verbo y se conjuga con facilidad.

Yo Aristegui

El pasado viernes 4 de febrero, en mi libre derecho de expresión formulé un comentario editorial que aludía a un incontrovertible hecho noticioso... El motivo de mi despedida, se dijo, fue haberme negado a ofrecer una disculpa y Transgredir el código de ética… Cosa que es falsa y se convirtió sólo en una coartada… En este momento no sólo no rectifico, ni me disculpo, porque no hay nada que disculpar, sino por el contrario ratifico la pertinencia de que la Presidencia de la República se manifieste al respecto.

Ella Aristegui

Ella ha sido nuestra voz, por eso la escuchábamos gracias a su espacio radiofónico y no solamente recibíamos la noticia del día sino también reflexiones que nos orientaban para descubrir a nuestra sociedad, que nos ayudaban a crearnos una perspectiva crítica, que nos enseñaba a argumentar con pasión pero con el verdadero compromiso social del periodismo.

Ella ha sido nuestra mirada, por eso la veíamos a lado siempre de imágenes noticiosas y donde humildemente jamás intentaba protagonismo alguno. La noticia siempre se presentaba en un contexto puntual, acompañada del comentario discreto, quizá duro, pero necesario.

Ella ha sido nos ha mostrado el aroma de los buenos momentos que merecen celebrarse como cuando es encarcelado algún criminal o si las protestas sociales en algún país consiguen la renuncia de un dictador. Nos mostró el compromiso de aspirar la libertad de expresión y aguantaba por un rato la respiración para externar con sabiduría el comentario correcto.

Ella ha palpado el dolor de los sectores menos privilegiados que siempre tienen la denuncia en la punta de las palabras. Estrecha con valentía la mano de un personaje siniestro que traiciona a sus semejantes que votaron por él pero ella ha tenido el encanto de hacerlo caer en su propia trampa de discursos falsos.

Ella nos ha dejado un grato sabor de boca cuando denuncia de frente al falso y al ingrato que nunca piensan en una mejor sociedad. Ha permitido reconocer el sabor del triunfo cuando entrevistaba a gente comprometida y solidaria, ejemplo para nuestra sociedad. Nos aproxima con cautela al sabor del dolor de la gente traicionada por su propio gobernante.

Ella nos alerta con cada noticia que atrapaba para su noticiario. Nos representaba cuando en cada entrevista porque interrogaba justo como nos hubiera gustado hacerlo. Narraba escenas que en otros espacios periodísticos olvidaban o censuraban. Ella ha sido nuestro sexto sentido cuando se aventuraba a explicar las causas y consecuencias de decisiones políticas incomprensibles o absurdas.

Nosotras Aristegui

Y aquí estamos, las periodistas y las amas de casa, las estudiantes y la señora de las quesadillas, las doctoras y las señoras, las amigas y hasta las enemigas, locas e indecentes, tranquilas y sofisticadas, poetas y aburridas, luchonas y tranquilas… Somos las mujeres que cada mañana escuchamos a Carmen Aristegui para coincidir y para debatir, para preocuparnos y para buscar propuestas, para llorar por México y para enfrentarlo.

Y aquí estamos tejiendo redes sociales para exigir su regreso, y regresará. Por esos nos pusimos a bordar argumentaciones para reclamar la necesidad de tener al aire a una periodista crítica. Nos pusimos a cocinar palabras para desde una columna periodística desde un salón de clases, desde el asiento de nuestro automóvil, desde nuestro propia computadora volviéramos a escuchar esa voz comprometida con la denuncia social.

Aceptamos que un día coincidimos con sus opiniones y quizá algún otro no. Juramos palpar mejor este país gracias a sus comentarios acertados y honestos. Prometemos exigirle a los gobernantes corruptos y a los poderosos indiferentes que ya no nos quedaremos calladas ante sus ruines acciones porque su voz nos demostró que la denuncia existe en voz alta.

Un día llegué a la Facultad de Ciencias Políticas y estaba una cartulina, escrita con puño y letra estudiantil: “Todas somos Carmen”. Por eso hoy, esperamos pacientes el regreso de esa mujer que nos enseñó a conjugar las mil maneras de ser una verdadera periodista.






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