"Caminar por la Avenida Álvaro Obregón y tomar té en la gruta caliente de su cocina oscura le sabe a Londres. Algunas tardes, cuando sale en los días de lluvia el olor del pasto recién cortado la transporta a Hazalwodd.

Si vivir de por sí cuesta trabajo, para muchos exiliados un guía espiritual, un gurú, un psiquiatra, una figura paterna se vuelve fundamental. El recuerdo de la tierra que se añora puede envenenar la sangre.

-¿Tú te identificas con la hilera de magueyes que avanzan como un ejército verde sobre la llanura mexicana, Leonora?- interroga Remedios Varo.
- Me identifico con el tequila.
(Poniatowska, 2011, p.395)

Soy la primera de la fila y por eso tengo el honor de elegir un asiento más cómodo en uno de esos camiones de transporte público de la Ciudad de México. A un lado de mí se sienta una joven, facha de universitaria que debe estudiar teatro o letras. Miro de reojo sus pulseras, me gusta su falda floreada y hasta el triple arete que luce. Pero me llama más la atención el libro que trae, alcanzo a atisbar el título, dice simplemente "Leonora". De inmediato pienso en la única que conozco, en la única que me conmueve y en una gran pintora que me ha llegado a atrapar por su arte. Claro, al observar el nombre de la autora de ese grueso libro, de inmediato al bajarme en el centro de Coyoacan me dirijo de inmediato a la librería. Y sí, ahí está, la biografía novelada que Elena Poniatowska escribió sobre Leonora Carrigton y se titula simple y sencillamente: Leonora.

El título me permite evocar ese día en que fui a cubrir al museo de Televisa, en la década de los ochentas, la inauguración de una representativa muestra del arte femenino en México. Por supuesto, me entusiasmo con mi querida Frida y con Remedios Varo, pero cuando me topo con otras figuras estilizadas, con escenarios lúdicos y extraños, sensibles y mágicos, coloridos vivos y trazos sensibles, descubro a Leonora y desde siempre está presente en mi mirada, marca mi alma e influye en mi inspiración.

La foto de la portada de este libro me permite confirmar que ella fue una mujer hermosa en todos los sentidos y expresiones. Una mirada cautivadora, un perfil inolvidable, una sonrisa enigmática, una personalidad impactante, una belleza intrigante y alma de artista.

La historia narrada tiene un generoso estilo que de inmediato te introduce al mundo surrealista de Leonora. Desde su infancia descubrimos una seguridad en sí misma y una verdadera construcción de género porque Leonora decide lo que ella desea ser. Sueña con caballos, mientras cabalga persigue sus sueños, logra domar a su propia libertad y deja libre a sus propios sueños.

Elena Poniatowska narra con verdadera sensibilidad los momentos de inspiración de Leonora y nos permite espiarla en todo su esplendor, desde el momento en que imagina una obra, la forma en que va dándole forma y vida, la manera en que logra parir cuadros, colores, imágenes, formas y figuras.

En menos de una semana leí la novela y al terminarla le agradecí a la vida que Leonora exista por siempre, porque aunque nos dejó hace poco, su obra, su inspiración, su arte y su magia se quedan por siempre en nuestras almas.

El 25 de mayo de 2011, la noticia circula: murió la pintora Leonora Carrigton, excelente representante de la corriente surrealista, manos mágicas, imaginación desborda, vida maravillosa, conquistada por México, inolvidable por siempre.

"Leonora tiene poder, guía a través del precipicio; ella, la luz, la flor al amanecer. Viene del algo infinito, ilimitado; se perdió y se recuperó, abandonó su cuerpo y ahora irradia una luz, una energía o un halo que él reconoce." (Poniatowska, 2010, p.448)