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El feminismo como motor de un nuevo imaginario
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Por Elsa Lever M.
Lic. en Periodismo con Maestría en Comunicación por la FCPyS
de la UNAM, diplomada en Género por el PUEG de la UNAM,
y en Feminismo por el CEIICH de la UNAM. Directora
de http://www.mujeresnet.info/
* La autora comparte la certeza de que al feminismo le debemos muchas de las nuevas imágenes e ideas que han estado permitiendo que hombres y mujeres se inserten en el proceso de un cambio cultural, y llama a que se reconozcan las aportaciones del feminismo a la conformación de ese nuevo imaginario social que necesitamos para potenciar la transformación social.
DE MI COLUMNA EN RAZON Y PALABRA
Sin duda una de las capacidades más importantes del ser humano es la de imaginar. Ir, con la mente, más allá de las situaciones, condiciones y circunstancias del momento. Pero no sólo significa visualizar, sino también dirigir la voluntad hacia lo imaginado.
Imaginar es el mecanismo que impulsa a la acción. No siempre se concreta, es cierto, pero provee de la certeza de que es posible. ¿Pero qué lleva al ser humano a imaginar? ¿Cuál es, a su vez, el motor? Las carencias, limitaciones, frustraciones... los deseos más abyectos como la supremacía y el dominio; o al contrario, la esperanza, el amor, la libertad; los valores e ideales universales.
Lo cierto es que cualquier deseo se convierte en un mecanismo de impulso. Cualquier deseo lleva al ser humano a imaginarse de otra forma, ya sea para bien o para mal; para construir o destruir. Por eso, rezan ciertas filosofías populares, se debe tener cuidado con lo que se imagina.
Lo imaginado funciona en dos vías: nos provee de un catálogo de opciones de pensamientos y acciones, y a su vez se va conformando de aquel nuevo material que somos capaces de proyectar. Y eso depende de la fuente de inspiración de nuestros deseos. ¿Qué queremos? ¿Qué no queremos? ¿Hacia dónde vamos y deberíamos ir como sociedad? ¿Qué vale la pena de ese catálogo y qué no? ¿Qué mantenemos y qué desechamos? Esto quiere decir que el imaginario social es responsabilidad de todos.
Charles Taylor define el imaginario social como el modo en que los individuos imaginan su existencia social, el tipo de relaciones que mantienen unos con otros, el tipo de cosas que ocurren entre ellos, así como las expectativas que se cumplen y las imágenes e ideas normativas más profundas que subyacen a estas expectativas.
Las opciones del catálogo las creamos entre todos, al pensarlas, aceptarlas, practicarlas, reproducirlas, enseñarlas y legislarlas. ¿Estamos conformes con lo que somos y hacemos? ¿Cuáles concepciones necesitan ser renovadas, incluso eliminadas, porque no nos permiten avanzar como individuos ni como sociedad?
El imaginario social, como explica Charles Taylor, es la concepción colectiva que hace posibles las prácticas comunes y un sentimiento ampliamente compartido de legitimidad, logrando tal cohesión entre prácticas y concepciones, que la idea de cómo funcionan por lo regular las cosas es inseparable de la idea de cómo deben funcionar. ¿Cuáles han sido, entonces, nuestras fuentes de inspiración en dicha concepción colectiva?
En este sentido, me parece que al feminismo le debemos muchas de las nuevas imágenes e ideas que han estado permitiendo que, aunque de manera lenta, hombres y mujeres se inserten en el proceso de un cambio cultural.
Si hoy es posible imaginar, pensar y creer que las mujeres son sujetos de derechos, que la violencia hacia las mujeres no es natural y que la maternidad no es obligación ni destino, por ejemplo, es porque el feminismo ha sido el impulsor de tales imágenes e ideas.
El feminismo ha sido, en todo este tiempo, una de las fuentes de inspiración más importantes para la creación de mejores opciones, de nuevas concepciones de vida. Ha trastocado filosofías, políticas, teorías, normas, prácticas sociales y, lo más importante, relaciones cotidianas. Ha colocado a la sociedad los lentes que han permitido entender la magnitud de la miopía de género con que se ha vivido.
El feminismo es un motor de la utopía, pero vista ésta como una ruptura de nuestras concepciones del mundo, explica Marisol Facuse, y con nuestras representaciones de lo real. Es decir, el feminismo permite nuevas lógicas en la vida social, ya que cuestiona la organización de la vida colectiva e interroga los modos convencionales de poder, con efectos subversivos sobre el imaginario social, tal como lo hace la utopía.
Marisol Facuse advierte, tomando los conceptos de Mannheim, Staquet, Harvey y Ricoeur, que la utopía cuestiona nuestras maneras de concebir la sociedad, criticando nuestra forma de vivir y de organizarnos socialmente; que puede devenir un medio fecundo para explorar la gran variedad de ideas sobre las relaciones sociales, el orden moral, los sistemas políticos y económicos; que es subversiva porque nos muestra cómo aquello que es tomado como natural, en realidad ha sido constituido culturalmente; y que introduce un sentido de duda que vuelve evidente el hecho de que podemos tener otra vida diferente y mejor a la que llevamos actualmente.
Por lo tanto, resulta importante que reconozcamos la aportación del feminismo a la conformación de ese nuevo imaginario social que necesitamos para potenciar la transformación social.
NOTA: ESTE TEXTO FUE PUBLICADO ORIGINALMENTE EN RAZON Y PALABRA
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