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50 años
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Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
Este 15 de abril cumplo 50 años y... mi cabello sigue rebelde. Este pelo bello y airoso que acepta resignado vivir en Pachuca porque siempre la Bellairosa lo mantiene despeinado. Esta melena necia que sigue sin respetar cremas ni gel para quedarse quieta. La misma que me delata como fan de Mafalda y amanece como ella, con un despeinado altamente explosivo. Mi cabello, el mismo que brilla cuando lo acaricia el hombre que amo. El que nunca me jalaré aunque la vida me ponga pruebas tremendas. Mi cabello, siempre negro, hoy se ilumina de rayos de luna desordenados y juguetones para iluminar mi madurez y para delatar mi experiencia de vida. Y es tan necio que él solito ha decidido cambiar de color, y me ha esparcido copos de nieve sin orden ni lógica. Tal vez para provocarlo y a la salud de mis cinco décadas pudiera pintarlo, pero sería de ráfagas moradas de feminismo o tal vez de nubes rosa algodón.
Este 15 de abril cumplo 50 años y... mi cuerpo sigue moviéndose al ritmo de Lilia Prado mientras espero que mi ilusión siga viajando en tranvías, taxis o el transporte universitario bautizado como GarzaBus o PumaBus. Este cuerpo que sigue luciendo medias de seda que atrapan miradas que nunca me propongo cautivar pero que quieren seducir miradas que sí pretendo enamorar. Un cuerpo que se atreve todavía a lucir minifaldas para creerme una chica "yeyé" y vestidos negros con los que canto inspirada: "Es que estoy taaannn enmorada". Mi cuerpo, el mismo que someto a dietas con el pretexto de cuidar mi salud pero con la justificación de salpicarlo de curvas en lugares precisos y de lunas frías en los sitios memorables. Espacio mío donde nunca oculto mi vientre partido -que delata mi maternidad deseada- y en donde doy pinceladas solidarias a mis estrías delatoras que reafirman mi medio siglo de vida bien vivida.
Este 15 de abril cumplo 50 años y... mi corazón sigue desordenado, pues sigo dándole entrada a voces amigas, a sonrisas llenas de sororidad y a secretos bien compartidos, que nunca me atrevo a jerarquizar pero que doy asilo amoroso en este escenario rojo pasión. A veces en el centro están los hombres que amo, desde mi padre hasta mi hijo, desde el príncipe sin color y el machín bienquerido, desde mi amante platónico hasta mi mejor amigo. Otras ocasiones ocupan el lugar privilegiado las mujeres de mi vida, esa madre que bendice mis pecados aunque no los entiende y hasta esas hermanas que me juzgan con el amor más filial que pueda existir. Casi siempre ganan el mejor lugar mis cómplices que se llaman amigas de verdad, ésas que lloran conmigo por simple sororidad femenina y que me aceptan sin competencias absurdas pero con muchas complicidades anunciadas. Este rojo latido da espacio de norte a sur a mis alumnos y alumnas que siempre me reconcilian con la vida. Aquí late mi feminismo abnegado y mi abnegación feminista. Se reúnen en un rincón las chamanas que son mi ejemplo y me motivan a seguir creyendo en mí misma. Confabula la buena fe, por eso las traiciones no me envilecen y la generosidad sigue latiendo acompasada.
Y mientras mis canas me delatan, mi cuerpo me reconcilia y mi corazón se desordena, yo este 15 de abril cumplo 50 años.