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Las mujeres, el poder y el cuerpo... a propósito de la candidata a la presidencia Josefina Vázquez Mota
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Por Josefina Hernández Téllez
Periodista, investigadora en estudios de género, profesora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH)y la UNAM, y responsable del grupo de investigación de Género y Comunicación de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC).
* La película 'La Dama de Hierro', explica la autora, manda el mensaje de que el cuerpo sí es destino, porque de manera subrepticia y sutil condena a Margaret Thatcher porque no fue lo que 'debió ser': madre ejemplar y entregada, aun contra sus propias ambiciones y aspiraciones.
Una mujer desafió lo establecido... Y se propuso cambiar el mundo... Luchó por el control... Luchó por su país... Más allá del poder está la extraordinaria historia de una mujer extraordinaria...
Son llamadas del tráiler promocional de la película La Dama de Hierro [1], que le valió a Meryl Streep un Óscar por su actuación, sin embargo, la última frase es significativa y significante para las mujeres de este siglo: el poder, fenómeno, así como lo adjetivan, "extraordinario" para las mujeres porque sólo las "extraordinarias", las fuera de serie, pueden acceder a él y no siempre mantenerlo, como justo le pasó a Margaret Thatcher, la primera ministra de Inglaterra y Europa en el siglo XX.
La trama de este filme no sólo es interesante y atractiva porque se trata de la reconstrucción de la vida política y personal de uno de los personajes clave en el mundo para impulsar el modelo económico neoliberal en el mundo occidental, sino porque retrata nítidamente cómo el sistema moderno y civilizado no estaba listo hace 30 años para incorporar, integrar y respetar el liderazgo desde el cuerpo de una mujer, porque necesariamente se le asocia a la dependencia del padre, luego del novio, luego del esposo y finalmente de los hijos.
El cuerpo no es destino, denunciaron, gritaron, lucharon porque se reconociera justo por esos años las feministas del mundo y también de México, sin embargo, esta película más allá de narrar obstáculos, convicciones y acciones de una lideresa que rompe paradigmas de una época recientísima, a través de la estructura de la misma historia se acaba confirmando que el cuerpo sí implica un destino para las mujeres, porque de manera subrepticia y sutil condena a Margaret Thatcher porque no fue lo que debió ser: madre ejemplar y entregada, aun contra sus propias ambiciones y aspiraciones.
La película tiene una narrativa circular: inicia con una mujer de más de ochenta años, senil, que en sus remembranzas reconstruye su sueño de figurar, de transformar el mundo en el que quería vivir y que dice una palabra clave cuando su novio Denis Thatcher (Jim Broadbent) le propone matrimonio y ella responde que no puede ser su esposa porque no quiere pasar su vida lavando trastes, pero justo la historia concluye con la última escena de ella lavando su taza de té, además de sola, vieja y con demencia senil.
El mensaje velado sobre el mandato de que las mujeres no somos para el poder se destila en toda la historia, cuando se empeña tanto en su "ambición" que el comprensivo y solidario de su esposo le reclama cuando ella le informa que ha decidido contender para primera ministra: "Tu orgullo te ha llevado tan lejos, tu ambición, ¿y los niños y yo? ¡No contamos para nada!"; o bien cuando ella se va en el auto a sus actividades de primera ministra y sus hijos corren tras el auto gritando que ella lo había prometido (que no los iba a dejar) y le manotean en la ventana mientras que la muestran a ella impávida y decidida.
¿Se hubiera tejido la historia de la misma forma si hubiera sido primer ministro? ¿Se destaca el abandono y desamparo emocional en que viven los hijos de los grandes líderes de cualquier ámbito?
Los grandes propósitos, causas o tareas conllevan costos. Lo mismo "abandonan" y descuidan mujeres que hombres el ámbito privado y personal de sus vidas en aras de sus objetivos. El mismo efecto devastador causa para los hijos la ausencia materna que paterna. Nada suple el papel de una u otro. Sin embargo, en el caso de las mujeres vanguardistas el tono pasa por su destino: el cuerpo y, por tanto, la maternidad.
Durante el proceso narrado de su transformación se nota cómo para funcionar se despoja de cualquier indicio de su género: la voz, la imagen, la actitud. ¿El resultado? Una mujer del partido conservador que para validar su aspiración de ser y hacer en el mundo del poder patriarcal debe ser el doble de dura, testaruda, determinante, exigente, vertical, convencida, inteligente, sagaz, asertiva, impositiva y un largo etcétera.
Pero la historia no perdona y al final del desarrollo de la historia, Margaret La Dama de Hierro se mira desvalida y sola, con la sentencia en el aire de ¿para qué queremos el poder las mujeres?
Nos va mal, nos perdemos las cosas "importantes" de nuestro ser: el afecto, los hijos, los momentos triviales pero esenciales. Mirada que no vemos en la reconstrucción histórica, documental o mediática de los hombres de poder...
Por eso Josefina Vázquez Mota no proyecta su convicción de querer, desear o soñar con ese máximo poder en nuestro país. La cultura, la historia, su partido y su personalidad lo evidencian: no es techo, es cielo de cristal el que la limita y no cuenta, como en la historia de La Dama de Hierro, con hombres solidarios que la apoyan, la impulsan. Primero su padre, luego su novio y esposo, y luego su equipo que la asesora en las "formas" masculinas del poder.
Sus excontendientes, Ernesto Cordero y Santiago Creel (quien la desacreditó en una entrevista radiofónica con Aristegui, diciendo que no quería imaginarla en debate con Andrés Manuel López Obrador, porque no contestaba lo que se le preguntaba) pese a que los nombró parte de su equipo de campaña del primer círculo brillan por su ausencia y muchos, seguramente, dentro de su partido consideran que la fórmula de "aventar" una mujer ante su caballada flaca es un error, pero lo aceptaron porque la ciudadanía presenta rasgos de hartazgo por la política y los políticos, y en el imaginario social se maneja que una mujer puede hacer el "milagro" de atraer votos por la idea esencialista de que somos diferentes: más sensibles, más entregadas, más honestas, y, por tanto, podemos cambiar las cosas. Así, lanzaron la carnada y terminaron confirmando que en México hoy no somos todavía reconocidas sino vistas como botín político de la peor política nacional.
[1] The Iron Lady. Dirección: Phyllida Lloyd . País: Reino Unido . Año: 2011. Guion: Abi Morgan. Producción: Damian Jones. Música: Thomas Newman . Fotografía: Elliot Davis. Montaje: Justine Wright. Diseño de producción: Simon Elliott. Vestuario: Consolata Boyle. Distribuidora: Wanda Visión .