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Después del dos
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Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
Y como novia de pueblo ese día me vestí de blanco, caminé con pasos medidos y contados, avancé ingenua y esperanzada. Con la incertidumbre de que el elegido de mi corazón podía no ser el elegido de mi nación. Y si bien presentía una luna de miel sin sorpresas, la fe me persuadía a desbordar mi pasión, ésa que me inspira a vivir con luna y miel la vida cotidiana. Mi pasión... la misma que este país espera para despertar después del dos de julio, para que despierte diferente, radiante y apasionado.
Por eso, después del dos de julio este país debe repasar más seguido su historia, para no olvidar y para exigir no repetir fechas ni nombres, para evitar que la historia nos quiera aplastar nuevamente y nos provoque amnesia o indiferencia. Necesitamos a la historia como testigo, como cómplice y como juez. Que nadie olvide y que cada quien recuerde para estar pendientes de que los compromisos no se enumeren sino que se cumplan, que no se levante la mano por automatismo imbécil desde un curul sino por compromiso de nación. Necesitamos a la historia porque ya no queremos héroes ni villanos, sino gente comprometida de cuerpo y alma para descubrir palabras que logren la justicia en este país que tiene páginas de puras injusticias.
Por eso, después del dos de julio este país necesita muchas miradas atentas y solidarias, que denuncien al corrupto y que distingan al comprometido. Necesitamos muchos oídos para distinguir los discursos vacíos y para advertir las promesas falsas. Nos urgen muchas voces para unirnos al clamor de justicia. Manos que no adivinen su destino en las estrías de su palma, sino que lo construyan a lado de políticos comprometidos, de políticas de palabra. Queremos solamente que nuestro dedo índice no tiemble para señalar al falso y traidor, un dedo pulgar que no solamente delate que algo nos gusta sino decida el destino de los que cumplen pero también de los que no cumplen.
Después del dos de julio este país quiere descubrir hombres que regresen a tiempos lejanos y enfrenten dinosaurios, machines que despierten para confirmar que los monstruos siguen ahí pero ya no para hacernos caer en pesadillas sino para construir otros sueños.
Después del dos de julio este país quiere mujeres que busquen huellas que delaten compromisos y no traiciones, que persigan silencios para delatar abusos, que entiendan misterios para denunciar injusticias, que hagan germinar impaciencias juveniles para que cuenten bien cuántos somos quienes queremos un mejor país. Que abran oídos y corazones ante los gritos de reproches y se arriesguen exhaustas a no dejar que este país lo hieran balas de impotencia y de venganzas absurdas.
Y después de este dos de julio yo prometo estar alerta, con mi brújula atada a la cintura para asegurarme que en el norte ya no hay mujeres asesinadas, ni guarderías de ceniza. Que la riqueza del sur favorecerá a todo el territorio y que su generosidad será valorada por quien se acomode en esa silla presidencial. Que entre el este y el oeste ya no existan abismos ni oquedades. Y que al centro, justo en el corazón de este país, nuestro territorio limite con la justicia, el compromiso y la equidad.
Después del dos de julio, nadie me puede matar la esperanza.