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50 años y Marilyn sigue aquí
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Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
En agosto 1962, hace ya 50 años, Marilyn Monroe dejó de existir físicamente, pero será eterna a través de sus películas y sobretodo de sus imágenes. Mencionarla es evocarla siempre en algún escenario muy específico, con esa sonrisa seductora, esa mirada tierna, ese aire sensual, un cuerpo maravillosamente femenino, objeto sexual para otros, belleza femenina para nosotras.
Su vocecita tierna, ingenua y provocativa mientras le canta al Señor Presidente un feliz cumpleaños inolvidable. Sus ojos cerrados y ese suspiro seductor cuando es "Sugar" y cree enfrentar una nueva desilusión amorosa. Pícara y atrevida cuando nos quiere convencer que los diamantes son los mejores amigos de las chicas. Sus movimientos de niña frágil y de mujer sensual de princesita corista. Su paso alegre por los respiradores del metro.
Las fotos que la hacen eterna e inmortal y que siempre vuelven a seducirnos: Ella y sus redes eternas que delatan la calidez de sus muslos. Ella y el alboroto de su vestido nevado dejándose seducir por el aire que escapa de los respiraderos del metro. Ella y su mirada de niña sola. Ella y ese cuerpo maravillosamente esplendoroso que tiene como fondo el rojo de su pasión. Ella y esa nube femenina que delata la bienvenida al paraíso más femenino cuando se cruza la pierna con absoluta provocación.
Los amores imposibles y los hombres de su vida. Todos los que la amaron con tan solamente verla por un instante. Todas las que la envidiaron por no tener un cuerpo tan naturalmente seductor como el de ella. Todas las que la admiramos por su manera de respirar cachondez. Todos los que la usaron como mujer objeto. Todas las que sentían pena por ella porque la creían tonta. Todas las que descubrimos su fuerza femenina y sus sueños logrados en el mundo de oropel.
Mi certeza de que la sensualidad femenina es su cómplice por siempre. Mi complicidad al intentar caminar como ella en esa escena en que subirá al tren que llevara a su orquesta femenina a mejores climas. El misterio que siempre me ha hecho escudriñar sus miradas en cada foto que te seduce por siempre. La certeza de que fue la mujer que quería ser. La duda de que no fue completamente feliz. Esa soledad que a veces es mejor compañera. Esa vida solitaria que siempre te hace derramar muchas lágrimas.
Y por eso, 50 años después ella sigue ahí... Haciéndonos imaginar su perfume y su olor natural de maravillosa sensualidad… Creyéndonos atrapadas en su mirada que todavía brilla en cada fotografía... Imitándola en su andar y pasando adrede encima de un respirador del metro solamente para insistir en tenerla junto a nuestro espíritu de cachondez resignada... Enterneciéndonos con su vocecita de niña perdida y preocupándonos por su destino de mujer cautiva en su sexualidad pecaminosamente candorosa.
Y por eso, 50 años después, Marilyn Monroe sigue aquí, en nuestras paredes, en las pantallas de nuestras computadoras, en los recorridos por los ciberespacios, en las películas del siglo pasado, en las películas de este siglo que intentan recuperarla y explicarla, justificarla y perdonarla, comprenderla y dejarla, admirarla y amarla por siempre, eternamente, hasta el inifnito cinematográfico, utopía de la sensualidad femenina, la conjugación perfecta del verbo cachondear, la mujer que amo y quizá amaron, la mujer que amaron y quizá amo... Una mujer que nadie entendió y que ella siempre quiso explorar con honestidad… Una mujer cautiva en la amenaza patriarcal de ser bella con destino fatal. Una mujer que siempre me reconcilia con mi cuerpo de mujer.
50 años y Marilyn sigue aquí.