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Voy en el metro muy mexicana
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Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
En este mes de septiembre siempre surge y resurge nuestra alma mexicana. Por eso, nada mejor que compartir mis cinco momentos preferidos en un lugar ideal para sentirse parte de la ciudad de México: El Sistema de Transporte Colectivo, el Metro:
MAQUÍLLATE, MAQUÍLLATE. No hay nada más maravilloso de ir en el metro de la ciudad de México que espiar a mis compañeras de viaje y descubrir su transformación, de niñas pálidas a mujeres glamorosas. Sentadas o paradas, no importa. Se suben y de inmediato sacan su espejo mágico y descubro que son mujeres seguras de sí, que se quieren bien, que les gusta su imagen, que se reconocen al natural pero que se quieren más con maquillaje. A continuación, la bolsa de cosméticos, llenas de lunas con sombra y de tonos de sol radiante. La cuchara cómplice que esta vez no lleva sopa sino que se enreda en pequeñas pestañas y enchina seductoramente. El tubito de plástico que hará el copete sexy. Ese lápiz labial que traza nuestros labios para guardar besos color carmín. Una parada antes, las chanclas cómodas dan paso a las zapatillas. Dejan el aroma de su perfume en el vagón y caminan radiantes por el andén.
PRÍNCIPES ANARANJADOS. Si bien puede una toparse en el metro con majaderos y patanes, a los que ignoras o si es necesario empujas e insultas cuando te quieren faltar al respeto, también es cierto, que de vez en vez aparecen príncipes del color de cada vagón. Los mismos que murmuran poemas y no piropos a tu paso. El señor de edad madura que te cede el asiento aunque vaya más cansado que tú. El anciano gentil que te ayuda a bajar pese al remolino de gente que parece querer impedirlo. El jovencito galán que se sienta junto a ti y te hace la plática para antes de bajarse jurar que nunca te olvidará. El que te sigue discretamente por el andén y te lanza un beso veloz cuando te subes a tu vagón. El que te refuerza tu autoestima cuando jura que jamás había visto a una mujer tan hermosa.
EL MEJOR CENTRO COMERCIAL. Por tres pesos y en un solo viaje usted se puede llevar 155 canciones de todos los géneros musicales. Y de Ciudad Universitaria a Indios Verdes puedes tararear un buen rock, te puedes mecer con la música clásica y recordar al hombre amado con los 33 éxitos románticos de todos los tiempos. ¿Una lamparita de pilas para el día que se vaya la luz, un costurero, un cortauñas o una agenda? El bet seller de todos los tiempos, los libros de autoayuda o las biografías de los héroes de la Independencia o de la Revolución. Pañuelos desechables y abanicos. Chicles y chocolates, fundas para celular o pelotas de colores para que el niño no se aburra. Libretas en remate, plumas que nunca fallan y folder para sus papeles importantes. Curitas para las heridas del alma y sonrisas de tutifruti para llegar tranquilamente a casa. Llévese, llévese, la oferta del día, el mejor precio de la semana, aproveche la oportunidad...
LA ETERNA ESPERA. Y quién no se ha citado a un lado de los torniquetes, en el mural de ciudad universitaria a un lado de Frida Kahlo... Abajo del reloj en el andén del metro Balderas para estar a tono con la canción del Tri... En el primer vagón dirección Tasqueña... En el último vagón del metro Viveros. Y ahí está, la novia a punto de llorar que ve y ve su reloj esperando que ya no avance y que llegue el hombre de su vida. El novio que se siente más ridículo que nunca con el oso de peluche y el ramo de flores que no pueden esconder después de media hora de paciente espera. La transformación de sus rostros, del enojo y la incertidumbre, a la eterna sonrisa de por fin llegaste. El reclamo esperado, el abrazo deseado, el beso inolvidable.
ESTACIONES Y MIS RECUERDOS. Mi niñez y el sabor de la estación Chabacano. El primer amor de mi vida me pide que sea su novia justo enfrente del metro General Anaya. Mis amigas de la secundaria, Regina-Martha-Elizabeth-Lupe-Tere y yo, paseando en bicicleta de metro Portales a Nativitas. Salir de la exposición de Diego Rivera y subirme en el metro Bellas Artes con Frida Kahlo en mi frente por siempre. Esperar a mi novio querido de la universidad en el Metro Hidalgo y conmoverme cuando se estaciona en el pasaje comercial y en media hora se come 5 marinas. Estrenar el metro Copilco con mi amiga Marissa para cerrar con broche de oro nuestra estancia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, sintiéndonos ya las licenciadas que México esperaba. Mi recorrido semanal de Tasqueña a Cuatro Caminos revisando mi guión de "Sal y Pimienta" para entregarlo a editorial Novaro. Bajarme en metro Miguel Ángel de Quevedo para llegar a tiempo a la agencia de publicidad donde trabajé recién egresada de la UNAM. Alcanzar el último metro en Juárez, cuando salía de esas inolvidables juntas del suplemento feminista Doble Jornada. Transbordar feliz en el metro Centro Médico, con mi panza de embarazada, mientras canto qué alegre va Elvira con su hijo que pronto vendrá. Llorar en el metro Zapata cuando mi esposo me rompió el corazón. Remendar ese mismo corazón cuando me acompañaban al metro Tacubaya Jaime, Carlos y Víctor, mis adjuntos y mis ángeles guardianes. Perseguir a mi pequeño hijo por las escaleras eléctricas del metro Camarones que quiso subir y bajar ocho veces en un solo día, emocionado por la profundidad del lugar. Subirme en metro Auditorio mientras canto descaradamente "Y todos me miran, me miran..." porque vengo del concierto de la Trevi. Suspirar enamorada si paso por metro Eugenia o me bajo en el metro Etiopía. Salir de un antro, de la mano de mi querido Ticho, y alcanzar el primer metro en Salto del Agua. Bajarme en metro Coyoacán para desordenar más mi corazón. Hacer que el metro Ermita se convierta en mi cómplice más leal. Descubrirme y quererme más de Indios Verdes a Universidad porque me reconozco como bellairosa. Tener la certeza de cada quien, como yo, puede contar su historia al evocar sus viajes en el metro. Por eso, me siento bien mexicana cuando voy en el metro en este mes de septiembre.