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Mujer y música: el talento en la composición
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Foto: poesiainolvidable.blogspot.mx
Por Juan Lara García
Locutor de Opus, IMER.
El autor nos habla de algunas mujeres compositoras, y cómo muchas de ellas no lograron ser reconocidas o se mantuvieron bajo la sombra de su esposo o de algún nombre masculino. Tal vez fue la época que les tocó, lo cierto es que nunca fue por la falta de oficio creativo, explica.
Las determinaciones de género -explicables desde el contexto histórico- también han operado en un quehacer, el musical, como lo han hecho en los restantes aspectos de la vida social, que comienza en la familia. El riesgo de esta posición es el mecanismo.
Bajo el paradigma parcialmente correcto de sociedad patriarcal, igual a dominio y sometimiento femenino, pudiera hallarse una causa inicial del escaso reconocimiento al talento de las mujeres compositoras. Existen otras razones esclarecedoras, cuya comprensión involucra al mismo carácter de la música que es el de la creación.
Por citar sólo un par de nombres, el de la abadesa Hildegard von Bingen y el de la compositora mexicana Ana Lara, la historia de la música registra la valiosa aportación de la mujer creadora de un sólido discurso musical. Su aportación no ha sido únicamente la de servir de musa para la pasión lírica del hombre; en un periodo muy largo, desde el año 1098, si consideramos el nacimiento de la religiosa visionaria, y hasta nuestros días, el legado de las compositoras ha sido valorado cada vez más, a pesar de los obvios obstáculos que enfrentan las artistas en una estructura social decidida por los hombres.
Compositores y compositoras, al suponer que el talento creativo no es excluyente, comparten los problemas que representa la difusión de su obra. Tanto sufre el creador y autor de música como la creadora y autora musical, aunque resulta cierto que el factor educativo del público lo predispone a establecer una determinada postura, mínimamente de escepticismo, ante el arte y capacidad estética de las mujeres. Clara Schumann, intérprete de las obras de su esposo, es más reconocida por esa cualidad que por su estimable producción de cámara, en la que el lirismo romántico es el sello de la época. Si su obra acusara altibajos y éstos determinaran su importancia en los anales musicales, sería el mismo trato que recibieron muchas de las composiciones de su marido. Incluso un crítico estimó más la labor interpretativa de Clara que los valores musicales del concierto para piano de Robert: "son notables los esfuerzos de la señora Schuman por hacer que la curiosa rapsodia de su esposo aparente ser música". Clara vivió a la sombra de su compañero, pero sus composiciones empiezan no sólo a quedar grabadas, sino a ser conocidas por un público más receptivo y sensible al fenómeno musical en general.
Otro de los auges, afortunadamente comercializado en el mejor sentido del término, es el de la abadesa de Bingen, Hildegard, quien reunía un conocimiento integral de su vocación, de la música y de cuanto dato contribuyera a su mejor desarrollo intelectual. La belleza de sus composiciones impresiona desde la primera audición y su lugar en el labor musical se ha recuperado, gracias a la calidad implícita de su arte. La razón de este resurgimiento reciente puede localizarse en el interés de muchos intérpretes por descubrir otra música, aunque para ello sea necesario efectuar una labor de investigación en varias direcciones. A modo de anécdota, en este año se conmemora el 915 aniversario del natalicio de esta célebre mujer, intelectual, artista y religiosa.
El examen riguroso en el tiempo respecto a las compositoras y las limitantes de su momento histórico, sobrepasa las posibilidades de este espacio. Con esto, se quiere señalar el extenso camino a seguir, para ubicar aunque sea en sus rasgos más esenciales, este tan a menudo soslayado universo de las mujeres en la composición. Una cronología también resultaría insuficiente, porque el número de compositoras en cada época y corriente musicales es mayor del que se cree.
En el barroco temprano el interés por la ópera fue creciente, especialmente entre los miembros de la Camerata Florentina, uno de cuyos integrantes fue Giulio Caccini. La hija de éste, Francesca, nacida en 1588, fue educada por su padre y se desempeñó como cantante, aunque sus actividades también comprendieron la composición de óperas como La liberación de Ruggiero , El baile de las gitanas o de piezas de ballet contenidas en Rinaldo enamorado. Como muchos de sus colegas y contemporáneos, su obra ha sido olvidada por una cuestión que se adjudica a la evolución misma del género operístico, pues los recursos instrumentales y vocales han sido superados por otros compositores, entre ellos Claudio Monteverdi.
Labor arqueológica, si se permite la analogía, es la que realizó la directora JoAnn Falletta, entonces titular de la Orquesta Filarmónica de Mujeres, quien grabó un disco, Tesoros barrocos, que contiene piezas de mujeres, muchas de las cuales, si no es que en su totalidad, han sido relegadas de la posibilidad de ser apreciadas por sus obras. Si existe sencillez y un discurso claro en esas composiciones, esto es lo que puede escucharse en otras obras de sus colegas masculinos. Es la adopción de una corriente y si se quiere, se trata también de recreación de lo hecho, de lo ya compuesto en ese momento. La capacidad para componer queda de manifiesto, y en todo caso, la ausencia de una obra referencial, considerada la música conocida de las compositoras del periodo, tendrá diversas explicaciones, menos la de falta de oficio creativo.
La anécdota siguiente ilustra lo anterior. La británica Rebeca Clark, quien firmaba sus obras con el seudónimo Anthony Trendt, participó en 1919 en la Competencia Coolidge , cuyo ganador recibiría un premio de mil dólares. Este fue el importante compositor Ernest Bloch. Sin embargo, el jurado del concurso pidió a la patrocinadora del mismo, conocer a Trendt. La señora Coolidge le comentó posteriormente a Clark, la compositora: "Hubiera visto sus caras cuando supieron que Trendt era en realidad una mujer".
Cuando existe talento, verdadera capacidad para el trabajo creativo, éste se manifestará en el objeto artístico. Cada género, cada personalidad podrá expresarse de manera diferente, con distintos lenguajes y varias sensibilidades, pero finalmente la obra de valor será apreciada por el público receptivo, dispuesto a sacar del archivo a los autores y autoras injustamente olvidados, y tendrá como una determinación normal y lógica a relegar a quienes no le digan nada, sin que en ello intervenga ningún criterio de género. El hecho contundente de la mujer en la música siempre ha existido, por lo que sus limitantes en esta actividad, además de ubicarlas en la estructura patriarcal de la sociedad, también obedecen a los aspectos inherentes al desarrollo musical y a las peculiaridades de cada época de la historia.