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Diario de una madre mutilada
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Por Lucía Rivadeneyra
Comunicóloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Cursó la maestría en Literatura Mexicana, en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus libros "Rescoldos", "En cada cicatriz cabe la vida" y "Robo Calificado" fueron merecedores de los Premios Nacionales de Poesía "Elías Nandino" (1987), "Enriqueta Ochoa" (1998) y "Efraín Huerta" (2003), respectivamente. En 2007, publicó la antología personal 'Rumor de tiempos'. Su material poético está incluido en numerosas antologías. La han traducido a diversos idiomas. Catedrática de la UNAM desde 1980, ejerce el periodismo en medios de circulación nacional.
Ester Hernández Palacios visitó a estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM antes de la presentación de su libro México 2010. Diario de una madre mutilada. La columnista relata la interacción que tuvieron con ella de cara al asesinato de su hija.
Ester Hernández Palacios, una madre mutilada, escribe:
"26 años tenía mi hija, 26 veces cruzaron su cuerpo balas asesinas, 26 veces le quitaron el color, el aliento... la vida. 26 veces se clavan las mismas balas con un martillo en mi cabeza. Me rompen, me vacían. No lloro, no grito".
Decidí escribir un diario como una tabla de salvación, dice Ester Hernández Palacios a los alumnos de la materia Géneros periodísticos, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. El salón guarda un silencio inédito, cuando entra al salón a dar una charla, previa a la presentación de su libro, unas horas más tarde en la Capilla Alfonsina , México 2010. Diario de una madre mutilada .
"... me arrancaron una parte de mí, y el dolor es tan fuerte que abotaga. Mentira que las parimos completas. Algo de nuestras hijas permanece en nosotros, algo que sólo les entregamos al morir. Es la ley natural: las madres mueren antes que las hijas. Las mujeres guardamos poca cosa: la vida, llama que nos mantiene como especie. Nunca tuve antes conciencia de esta verdad, hasta ahora que me la arrancan brutalmente. Esta llama que muere, no quema: me deja en carne viva".
Los estudiantes de Comunicación preguntan, con respeto, sobre la obra, la estructura del libro, la situación del país, el premio Bellas Artes de Testimonio "Carlos Montemayor", Veracruz, la guerra... y la autora responde con una honestidad y una entereza que hace que el aula tiemble.
"Xalapa, la capital de Veracruz, perdió por completo la calma el día de ayer cerca de las 10:30 de la noche; sabíamos de mantas colgadas en los puentes peatonales de las avenidas; escuchábamos rumores de balaceras en los estacionamientos de los centros comerciales, de cadáveres embolsados en las carreteras periféricas, de 'levantados' y secuestrados. Habíamos visto al ejército patrullar el centro de la ciudad; pero la guerra, es decir la muerte, el horror y el miedo todavía quedaban lejos: en el periódico matutino que narraba los asesinatos de Juárez; en el noticiero nocturno que daba la cifra de los muertos hasta ese día del mes..."
Ester decidió quitar la única letra muda de su nombre y dejar testimonio de su tragedia, que es la de cientos de miles de familias en el país. Porque en esta guerra hay viudas, viudos, huérfanos, duelos de tíos, sobrinos, hermanos, vecinos, amigos y padres y madres mutilados. Los jóvenes universitarios del grupo de Géneros periodísticos conocen directamente a una persona que ha vivido el horror, a alguien a quien la vida le dio un giro de 180 grados y le miran, no en un medio de comunicación sino ante sus ojos: menuda, inteligente, fresca, intensa, auténtica.
"No sé si mis hermanos pidieron protección para mí, o si fue el gobernador o alguno de sus funcionarios así lo dispuso, el caso es que desde ayer hay dos guardaespaldas tras de mí. Dos ángeles guardianes con pistola.
"Voy al departamento de Irene y Fuoad con la madre de mi yerno a sacar la ropa de mi hija, sus fotografías, sus perfumes, sus más íntimas pertenencias. Todo tiene su ánima: el libro abierto en el buró que se quedó esperando sus ojos, el jabón en el baño, su shampoo y su cepillo de dientes... El fin de semana habían ido al DF, a Puebla... una mini Luna de Miel, me habían comentado. ¿Habrían conseguido su propósito?
"Me da más que un vuelco el corazón: un nuevo clavo ardiendo horada mi cerebro, otra espada se me clava en el pecho. No sólo he perdido a mi hija. Ya no vendrán los hijos de mi hija. He perdido a mis nietos.
"Al final de la misa se me acercan las cuatro amigas de Irene. Una de ellas está a punto de parir. Les pido, llorando, que me dejen ser un poco la abuela de sus hijos".
Una de las alumnas comenta que cuando leía en el metro encontró unas frases en el libro que la conmovieron hasta las lágrimas, pretende leerlas, pero Ester le dice: préstame el libro, yo lo leo. Es un momento brutal. Quien esto escribe creyó que no podría hacerlo, el grupo entero lo dudó. Cuando termina el párrafo más de alguno tiene lágrimas en los ojos. Ella leyó:
"En la radio se escucha un spot dedicado a las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución; no recuerdo con exactitud lo que dice la voz fresca de un joven, pero mis oídos escuchan: Eres el cuerpo destazado, la cabeza cercenada, el niño asesinado por error, el joven balaceado en una fiesta, las muertas de Juárez... Eres el cadáver embolsado, la prepotencia e impunidad de los gobernantes... Eres el funcionario corrupto, la niña secuestrada, Irene acribillada, Fuoad torturado hasta la muerte. Sonríe, tienes 200 años de ser orgullosamente mexicano".
Ester en la clase habla de poesía, de literatura, de los jóvenes estudiantes, de su país... Dice que quiere vivir y luchar y que no quiere abandonar México, su país. Que aquí tiene sus querencias, que aquí están sus hijas, sus nietos, sus amigos, sus alumnos, su casa, sus mascotas.
Los epígrafes elegidos por Ester en cada uno de los días de su diario, que escribe durante un mes, redondean el dolor y también lo agudizan. Sólo con su formación y su pasión por la poesía, se puede dar en el blanco en cuanto a la elección. Son "sus poetas", sus lecturas. Algunos de ellos: "Te estoy llorando / con un ojo de desesperación / y el otro de impotencia" (Enriqueta Ochoa); "Tanto dolor se agrupa en mi costado / que por doler, me duele hasta el aliento" (Miguel Hernández); "Y tú, tendiendo la piadosa mano, / probando a levantar el cuerpo amado, / levantas solamente el aire en vano" (Garcilaso de la Vega ); "Hay golpes en la vida tan fuertes...¡Yo no sé! / golpes como del odio de Dios..." (César Vallejo).
Uno de los alumnos de Géneros periodísticos, le dice a Ester: Quiero hacerle una pregunta, pero no sé si debo porque le puede lastimar. Pregunta lo que quieras, ya no me pueden lastimar más, asevera ella. Entonces se habla del rencor y del proceso de sanación. El mismo estudiante, al final, le entrega a nombre de todos los compañeros una rosa blanca, que ella agradece. Después, la autora se despide. Aplausos fuertes y prolongados la abrazan. Varios estudiantes le piden que les dedique el libro. Hay en el salón una extraña sensación, como una mezcla de solidaridad, de admiración, de dolor, de miedo, de rabia y de conciencia. Ester Hernández Palacios no es un número más entre las miles de estadísticas. Ester es una persona que ven, sienten, escuchan. Está en su salón, existe.
"¿Qué cara tiene el asesino de Irene? ¿Brillan también los ojos de los que torturaron a Fuoad hasta la muerte? ¿Aman a sus madres? Si es así, ¿qué les dicen cuando las besan en la frente?".
Hernández Palacios, Ester. México 2010. Diario de una madre mutilada . Premio Bellas Artes de Testimonio "Carlos Montemayor". Instituto Chihuahuense de Cultura, Instituto Nacional de Bellas Artes, Conaculta, Ficticia Editorial. México, 2012. 103 pp.