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La "peligrosidad" de las mujeres en el espacio público. A propósito de Elba Esther Gordillo (y de todas)
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Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
El pasado 26 de febrero, cuando Elba Esther Gordillo fue detenida por elementos de la Procuraduría General de la República (PGR) en el aeropuerto de Toluca, se generaron distintas reacciones; algunas personas publicaron en Facebook o Twitter que la aprehensión de la maestra era motivo de fiesta nacional. ¿Por qué, más allá de lo político, este hecho produjo tal euforia?
"Usted es la mujer más odiada en México", dijo Adela Micha a Elba Esther Gordillo durante una entrevista transmitida el 14 de febrero, dos semanas antes de su detención en Toluca; sin dejar de lado la línea que Televisa dio a esta entrevista, en donde, efectivamente, Gordillo debía ser representada como una mujer despreciable, es crucial preguntarnos por qué, en efecto, la figura de la maestra está incrustada en el imaginario de manera negativa.
Cada vez que se evalúan las acciones de mujeres y hombres se utiliza un doble estándar, es decir, la valoración de lo que las mujeres y hombres hacemos en nuestros respectivos espacios está condicionada por nuestra condición de género, por ejemplo, Carlos Salinas de Gortari tiene muchos detractores, pero hasta hoy, yo sigo escuchando aseveraciones positivas sobre él, como que fue el mejor presidente que México ha tenido, o que es un hombre sumamente inteligente y astuto; por el otro lado, Elba Esther Gordillo también tiene muchos detractores, pero nunca he escuchado o leído que se problematice su participación política a partir de su condición de género, esto es, ¿alguna vez nos hemos preguntado qué significó y significa para la maestra haber accedido a un espacio cooptado y controlado casi por completo por el poder patriarcal? ¿Qué estrategias ha tenido que llevar a cabo Gordillo para permanecer en las cúpulas del poder?
Y es que la valoración de doble estándar siguió luego de la detención de la lideresa del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE). Un día después de la aprehensión, el procurador de la República, Jesús Murillo Karam, el "macho sonriente" confeso [1], ofreció una conferencia de prensa en la que repitió hasta el cansancio que Gordillo desvió recursos del SNTE y gastó cantidades estratosféricas en ropa, zapatos, perfumes, servicio de spa, viajes y cirugías plásticas; sí, ahí teníamos, la maestra no sólo era una ladrona, sino una mujer vanidosa y superficial, por lo que ella había transgredido a cuatro mandatos de género para las mujeres: primero, no ser honesta, sino ambiciosa; segundo, ser codiciosa y banal, no una "mujercita" sencilla y abnegada; tercero, no ser bella, de acuerdo con el esquema patriarcal, y por último, haber accedido a un espacio que "legítimamente" corresponde sólo a los hombres. De esta forma, Elba Esther Gordillo alcanzó el puntaje más alto de la meritocracia misógina y debía ser castigada. Desde luego que no estoy sugiriendo ni en lo más mínimo que Gordillo no haya cometido ningún delito, ni que haya sido aprehendida sólo por ser mujer, yo no tengo elementos para afirmar lo anterior, y recordemos que el Derecho es positivo y se basa sólo en lo que puede probarse; lo que pretendo establecer es que el tratamiento mediático e institucional de este caso está atravesado por la discriminación de género: no hay que soslayar la responsabilidad jurídica y ética de esta personaja, pero tampoco el sesgo misógino. Por si fuera poco, Elba Esther Gordillo no corrompió al sistema educativo mexicano sola, no es la única responsable de la tragedia que vive el país, no es la única beneficiada por el desvío de recursos, y su encarcelamiento no arreglará mágicamente los rezagos estructurales, y más aun, muchos hombres también se beneficiaron a través de ella, como Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Felipe Calderón, Roberto Campa Ciprián, Miguel Ángel Yunes, Gabriel Quadri de la Torre , entre muchos otros.
¿Cuál es el mensaje que el patriarcado (y el neoliberalismo) trata de darnos? Que las mujeres somos peligrosas en el espacio público y por lo tanto, debemos regresar al "buen camino", a nuestro "espacio natural", o sea, al espacio doméstico. Y ante esto, hay que ser muy claras: sin importar cómo lo hagamos, por pura justicia social, las mujeres tenemos el derecho humano a acceder al espacio público y a tomar decisiones. Es común encontrarnos con voces que afirman que no tiene caso que las mujeres seamos políticas, abogadas, científicas, periodistas o artistas si somos ineptas o corruptas, pero, ¿será que no existen hombres ineptos o corruptos? Considero que tanto mujeres y hombres incapaces y deshonestos pueden causar mucho daño y sufrimiento a otras personas, pero eso nada tiene que ver con el sexo de cada quien. Corruptas o no, inteligentes, tímidas, inseguras, ambiciosas, amorosas, honestas, valientes, cobardes, feministas, misóginas, todas, todas tenemos derechos humanos y debemos estar en los lugares donde se toman decisiones para transformar el esquema cultural (y naturalizado) que nos coloca como pasivas y madresposas.
Si las mujeres no estamos en los espacios clave de manera equitativa, seguiremos leyendo en una revistucha del corazón que Elba Esther Gordillo es adicta a la brujería (y que fue capaz de "hechizar" al mismo Ernesto Zedillo) o, incluso, en periódicos "serios" de circulación nacional, que la maestra gastó más dinero en ropa que Beyoncé; también podemos seguir leyendo que Esther Orozco fue rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) sólo por ser "consentida" de Marcelo Ebrard, sin preguntarnos sobre sus capacidades y talentos propios; y seguramente, continuaremos leyendo titulares como el de "La diputada con la falda más corta" o "La diputada del amor", quienes, por cierto, son humanas y tienen nombre: Crystal Tovar de Aragón y Giselle Arellano. Insisto, la valoración del desempeño de cada una de estas mujeres (y de todas las personas) debe realizarse sin sesgos de género, sin el doble estándar.
Una vez más, ¿por qué las mujeres somos "peligrosas" para el espacio público? Porque nuestra inclusión a todos los ámbitos de éste representa un acto de justicia social, lo cual, a su vez, obliga a los patriarcas a renunciar a sus privilegios. He aquí el principal temor.
[1] Véase "El machismo de Murillo Karam", texto de la columna "Plan B" de la periodista Lydia Cacho publicado el 11 de marzo de 2013 y disponible en el link: http://www.vanguardia.com.mx/lydiacacho-1501045-columna.html (Consultado el 30 de marzo de 2013).