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Cuando los misóginos son especialistas en estudios de género
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Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Cierto día, me encontraba en un evento académico, cuyo tema central era presentar trabajos de investigación con perspectiva de género. Luego de un par de exposiciones, arribó al lugar un académico, quien no tuvo reparo en interrumpir y cuestionar agresivamente a las ponentes; incluso, durante la ronda de preguntas y comentarios, este individuo alzaba la voz, por lo que, sin titubear, hizo uso de su autoridad patriarcal para frenar la argumentación de algunas compañeras presentes. Estoy consciente de que los eventos académicos son, justamente, para hacer público un trabajo de investigación, y así recibir críticas y aportaciones, pero no es válido imponer con gritos un punto de vista. Lo peor del caso es que este académico ha escrito artículos "con perspectiva de género", lo cual deja a la vista que las personas que trabajan temas de género no necesariamente han problematizado que la misoginia y el machismo persisten en su subjetividad, y que sesgan sus conductas, creencias y apreciaciones.
¿Cómo llegan los misóginos a los estudios de género? ¿Qué intereses los motivan a fijar su atención en este campo? He construido algunas respuestas, basadas en mi experiencia académica y profesional, y en un modesto análisis de la lógica neoliberal, fundamentada en la obsesión por generar indicadores huecos.
El personaje del que hice referencia en el primer párrafo de este texto no es el único que lleva a cabo dichas prácticas, desafortunadamente, pululan por ahí unos más, incluso, algunos hasta cuentan con proyectos de investigación financiados con dinero público y avalados por las más importantes universidades de este país. Aunque se debe reconocer que el proceso de deconstrucción de la misoginia y el machismo es diferente para cada persona, sospecho que la mayoría de estos personajes no desean sensibilizarse ni llevar a cabo acciones afirmativas para erradicar la desigualdad de género, por el contrario, se oponen a renunciar a sus privilegios de género y ven a los estudios de género como un medio para obtener dinero, prestigio y para reafirmar su autoridad patriarcal. ¿Cómo puede argumentarse tal afirmación? Mediante las contradicciones del patriarcado y sus correlatos, como lo son el capitalismo y el neoliberalismo.
Por un lado, la loable acción política feminista colocó a los derechos humanos de las mujeres y niñas en la agenda pública como un tema prioritario, por lo que los organismos internacionales crearon mecanismos que los Estados debían implementar, entre estos, fomentar las investigaciones con perspectiva de género. Resulta entonces que los temas sobre género son un buen negocio, ya que, al ser emergentes, seguramente recibirán financiamiento, además de que añadirán un plus al currículum de cualquier académico, porque éste será valorado como "progresista" y "solidario". Sin embargo, como ya lo mencioné, lo anterior no implica que estas personas problematicen su misoginia y machismo.
¿Cómo se vincula esto con la obsesión neoliberal por crear indicadores? Me atrevo a escribir la palabra obsesión porque para el neoliberalismo lo importante es vomitar números sin sentido, es decir, no importa que un mecanismo o política pública funcione con equidad, sino que esté dentro del catálogo de exigencias para todos aquellos países que deseen ingresar a los "clubes" patriarcales exclusivos, como la OCDE, Unión Europea, o recibir financiamientos de otros "clubes", como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Aquí lo que cuenta es simular, y este escenario se repite no solo en la academia, sino en las instituciones del Estado o en las organizaciones no gubernamentales.
Pero las feministas también tenemos mucho qué reflexionar. Si bien no somos poseedoras de la "verdad" ni del "feministómetro" que medirá qué tan feminista es una persona, sí tenemos la responsabilidad de cuidar el conocimiento que nos regalaron nuestras ancestras. Recuerdo que, en el cierre de un diplomado sobre feminismo en la UNAM, la doctora Norma Blazquez Graf pidió a las graduadas cuidar del feminismo, una propuesta filosófica, teórica y política que ha costado muchísimo construir, así que, tal vez, antes de invitar a un misógino a compartir un espacio feminista, deberíamos analizar si esto es ético o no; a lo mejor, y sin ponernos en riesgo, sería buena idea evidenciar a estos personajes y hacerles saber que no estamos de acuerdo con ellos; definitivamente, sería maravilloso que dejáramos de doblegarnos ante el poder patriarcal, ya que es muy común que alabemos a los hombres (misógino o no) que "hacen" estudios de género y, en cambio, atacamos a nuestras compañeras y ponemos en duda su trabajo y labor sin siquiera adentrarnos a éstos de forma crítica.
Quiero explicitar que el objetivo de este texto no es desacreditar la lucha feminista, por el contrario, soy la primera en celebrar la herencia de nuestras ancestras, gracias a la que he podido nombrarme humana y saberme sujeta de derechos; lo que deseo es que no demos cabida en nuestros espacios a las personas que solo quieren sacar provecho ilegítimo del feminismo y de los estudios de género, sean hombres o, incluso, mujeres; propongo conducirnos con ética feminista y que no suscribamos pactos o sumisiones que a la larga acentuarán la opresión y desigualdad de género. Finalmente, entiendo que debemos tratar de incidir en distintos espacios, muchas veces en las condiciones más hostiles y adversas, sin embargo, hay que incidir con responsabilidad, feministamente, privilegiando el verdadero compromiso con los derechos humanos de las mujeres y las niñas, no para mantener los privilegios patriarcales. Estoy segura de que en el camino encontraremos a otros y a otras que quieran sumarse por convicción, necesidad y justicia.