La violencia, como se manifiesta actualmente tiene como característica estar cargada de múltiples significados y contextos. Uno de éstos es el que tiene que ver con el género en tanto significado cultural atribuido a la diferencia sexual de las personas y las interacciones sociales que dichos significados establecen. Con esto quiero decir que varias de las expresiones de violencia de la sociedad actual, sobre todo la que manifiestan los sujetos masculinos, tienen como rasgo el discurso ideológico del género.

Para Robert Connell las relaciones de género entre hombres, y entre mujeres y hombres ocurren en planos productivos, reproductivos y afectivos. En cada uno de estos planos se expresan a su vez condiciones de dominación, subordinación, complicidad y marginación. Esto ocurre cuando las relaciones de género son expresión de un sistema social de carácter asimétrico. Aquí es donde la violencia masculina adquiere diferentes matices.

La violencia es la manifestación de un acto agresivo y lacerante ejecutado de forma sistemática por un individuo en condición de superioridad sobre otro; provocando un daño físico y/o psicológico a dicho individuo quien es colocado en una condición opuesta, de subordinación o inferioridad. La violencia tiene un matiz de género cuando la agresión hacia el otro es justificada precisamente por los rasgos de género que el victimario atribuye al agredido como opuestos a los exigidos por el sistema social.

La característica del sistema patriarcal es que genera una masculinidad hegemónica que excluye y subordina a las otras expresiones del género; principalmente a la feminidad, pero también a las otras masculinidades. Es con violencia que los hombres que se ubican dentro de la masculinidad hegemónica expresan su control y dominación.

Hoy en día es difícil identificar una expresión de violencia en estado "puro", por decirlo de alguna manera. La complejidad de la sociedad actual ha cargado de significados simbólicos a todos nuestros comportamientos, hasta los más instintivos. Por ende el género es una categoría que nos permite explicar algunas manifestaciones de la violencia entre los hombres.

En la delincuencia organizada por ejemplo, los actos violentos entre hombres de bandas rivales, hay una manifestación de ciertos desprecio y odio a los rasgos masculinos que no forman parte de la hegemonía masculina. Así podemos ver como en los narcomensajes aparecen palabras que califican al asesinado como "maricón", "cobarde" o "llorón". Características que ellos consideran como impropias para un hombre, sobre todo para un hombre dedicado al crimen; ya que éste debe ser valiente, arrojado, sin miedo a la muerte. Más aún, debe ser insensible y no tener misericordia ante los enemigos.

En varios grupos delictivos, la ejecución de la violencia se utiliza como rito de pasaje para convertir a un sujeto en verdadero hombre. Asesinar o simplemente agredir es requisito para formar parte de la pandilla o el grupo criminal. Así, varios de estos delincuentes eligen a un grupo vulnerable como víctima idónea para atacar. Las mujeres, los hombres homosexuales o simplemente hombres considerados como inferiores en algún aspecto sociocultural son elegidos para demostrar la superioridad masculina. Es así que las diversas manifestaciones de violencia adquieren un matiz de género.

En otros casos, es muy claro que lo que provocó la violencia fue una visión ideológica que estigmatizó alguna característica de género de la víctima. Los feminicidios y los crímenes por homofobia son clara muestra de cómo la masculinidad hegemónica ejerce su superioridad a través de una agresión mortal. A pesar de que se han creado fiscalías especializadas para disminuir dichos crímenes, poco se ha logrado a lo largo de estas últimas décadas.

La apuesta está en transformar la visión y el comportamiento de los hombres que se colocan en la figura de la masculinidad hegemónica. Resignificando su papel como sujetos sociales al darle un nuevo valor a los rasgos de masculinidad que son los idóneos para alcanzar unas relaciones de género más armoniosas y equitativas. Mostrándoles que la agresividad y su expresión violenta no constituye la esencia de lo masculino. Y que existen otras muchas maneras de ser hombre que son benéficas para la convivencia humana.