Hemos sostenido la opinión de que las sociedades construyen discursos relativos al género para asignar significados a las prácticas sociales entre hombres y mujeres. Tales discursos están cargados de evidencias ideológicas que explican y legitiman las interacciones entre los géneros. Una evidencia ideológica es la constatación en la práctica social de esos discursos que afianzan y distinguen las construcciones culturales de cada comunidad. Piénsese por ejemplo, en la idea de que la fuerza masculina es superior a la femenina y que por ende los esfuerzos físicos le son vedados a las mujeres y permitidos sólo a los hombres.

Hoy en día, las evidencias ideológicas respecto al género están siendo apoyadas por argumentaciones de carácter científico. Basadas en investigaciones experimentales que buscan hallar esas diferencias esenciales entre hombres y mujeres. Lo que nosotros podemos inferir en esto, es que se sigue buscando justificar la dominación masculina y la subordinación de lo femenino. Sobre todo en el plano de las conductas sexuales que es una de las dimensiones de las relaciones de género.

Tanto en la prensa mexicana como la prensa internacional se han difundido recientemente una serie de notas periodísticas de carácter banal sobre investigaciones realizadas en universidades, tanto de Europa como de los Estados Unidos, sobre la conducta sexual de hombres y mujeres. La banalidad radica en que muchas de estas notas no presentan los datos precisos de las investigaciones, ni su metodología ni la revista científica de donde se tomó la información.

Llaman la atención tres notas en particular: la primera menciona que practicar el sexo oral y tragarse el semen es benéfico para las mujeres en tanto que les proporciona enzimas que las protege de contraer cáncer. La segunda decía que aquellas mujeres que tenían de tres a cinco orgasmos por semana eran más felices que aquellas que no tenían ninguno o sólo tenían uno; pues equivale a realizar ejercicio físico además de que las vincula emocionalmente de manera más estrecha con sus parejas. La tercera dice que los hombres que miran al menos por diez minutos los senos de las mujeres son más felices y tienden a vivir hasta cinco años más que aquellos que no tienen oportunidad de disfrutar de dicha imagen.

Sin restar mérito a la intención periodística de las publicaciones de divulgar el conocimiento científico, considero que se puede hacer una lectura distinta a estas informaciones sobre la conducta sexual humana. Desde la perspectiva de género podemos inferir que se está cosificando nuevamente a las mujeres al convertirlas en simple instrumento de placer sexual para los hombres. Por qué cosificando, por el hecho de fragmentar el cuerpo de las mujeres y considerar que sólo una parte de dicho cuerpo hace a las mujeres en su sexualidad, en su placer y su identidad.

Es la boca femenina la que tiene que dar placer al hombre tragándose el semen; son la vagina y el orgasmo las vías para la felicidad; y son los senos los instrumentos para alargar la vida de los hombres. Tal fragmentación del cuerpo femenino manifiesta la ideología machista que impera en la ciencia y que subordina y controla la sexualidad de las mujeres.

Lo mismo está aconteciendo con los hombres en dichas informaciones pero de manera distinta. La cosificación de su cuerpo se hace desde una posición ventajosa, propia del discurso de la hegemonía masculina. Exaltándose las cualidades de las partes del cuerpo que intervienen en la actividad sexual. Aquí, es el semen el que contribuye a "la prevención del cáncer"; es el pene el que facilita el orgasmo y por ende la "felicidad"; y es la salud cardiaca del hombre la prioridad por la que las mujeres deben de mostrar sus senos.

La difusión indiscriminada de estas informaciones "científicas" contribuyen a la reproducción del discurso machista y misógino. A la justificación de la hegemonía masculina y a la cosificación y control del cuerpo femenino. Una mirada crítica con perspectiva de género permite advertir sobre esta divulgación de evidencias ideológicas que son perjudiciales para el desarrollo de las interacciones entre mujeres y hombres. En tanto lectores, debemos demandar mayor objetividad, mayor rigor periodístico a los reporteros y editores que difunden este tipo de informaciones sobre las investigaciones científicas de las prácticas sexuales de las personas.