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La renuncia y el duelo... las pérdidas-ganancias de ser feminista





Por Raquel Ramírez Salgado
Feminista, con Maestría en Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

La columnista hace una retrospectiva en la cual nos comparte aquellas pérdidas que se han convertido en ganancias al haber tomado una postura feminista, y reconocer que su visión del mundo es distinta con la suma de nuevos recursos, capacidades, autonomía y libertad.

Al hacer una retrospectiva en mi vida, me doy cuenta de que mi posición, política y ética, feminista me ha llevado a renunciar a un montón de creencias y prácticas, lo cual me ha ayudado a ser una mujer mucho más asertiva y autónoma. Pero, ¿cuáles son los costos de renunciar a un sistema de creencias y prácticas que ha prevalecido milenariamente y que se reproduce y reafirma día con día? ¿Cómo construirse una identidad y posición en el mundo distinta del que el patriarcado ha impuesto a las mujeres?

Cuando comenzamos a encontrar respuestas gracias a la crítica feminista, pasamos por un frenesí de emociones, que va de la sorpresa, el enojo, la alegría, la desilusión, la frustración, la valentía, la creatividad, la movilización, la tristeza, hasta trascender situaciones y vínculos con algunas personas. Recuerdo que al posicionarme políticamente como feminista me di cuenta de que era vital ser coherente en mis acciones, pensamiento y discurso, lo cual me obligaba a dejar atrás el pasado.

Primero, comencé a problematizar lo que escuchaba, leía y veía. En palabras de Marcela Lagarde, cómo suponernos autónomas al cantar "El rey" de José Alfredo Jiménez. Me di cuenta de que muchas de mis canciones favoritas legitimaban la opresión de las mujeres; tuve conciencia entonces de que mis escritores (así, en masculino, porque me refiero a hombres) predilectos eran sumamente machistas, y es que luego de conocer la crítica feminista, no es posible celebrar a Jaime Sabines y su "canonización de las putas". Y qué decir del cine, "La danza de los vampiros" ya no me resulta tan placentera porque estoy consciente de que Roman Polanski violó a una niña de 13 años. Aún cuestiono si exponer los cuerpos desnudos de mujeres torturadas era necesario para que "Naranja Mecánica" se consagrara en la "obra maestra" que es.

Luego de leer a todas mis maestras feministas, sentía la necesidad de compartir tanta sabiduría, y ciertamente, mi entusiasmo no era suficiente, recibí rechazo, burlas, y entonces tomé la decisión de alejarme de las personas con quienes no tenía interlocución. Vaya qué fue doloroso reconocer cómo mi visión del mundo no se empataba con la de personas que me importaban. Debo decir que muchas personas se alejaron de mí, y aunque representó una pérdida, con el tiempo asimilé que las personas no me pertenecen y que nada es estático, ni siquiera nuestros sentimientos. Eso fue una jugosa ganancia.

Los hitos de mi vida, y estoy segura de que los de millones de mujeres, están marcados por pérdidas y procesos de duelo. ¿En qué momento las pérdidas se convierten en ganancias? Cuando nos sabemos con recursos, capacidades, autonomía y libertad, y que tener a cada uno de estos elementos en nuestra vida implica renuncias.

Hace algunos meses salí con una amiga muy querida, que a su vez iba con un grupo de amigas. Accedí a ir a un lugar en el que sabía que no estaría cómoda, sin embargo, acepté por mis ganas de escucharla, verla y sentirla. Me tomó menos de 15 minutos reafirmar que ese lugar no era para mí: escuché canciones estridentes y misóginas, observé la cosificación del cuerpo de las mujeres, porque había jóvenes con ropa ajustada y diminuta bailando sobre la barra del bar, además de videos proyectados en pantallas muy grandes en los que se mostraban también mujeres semidesnudas bailando. Mi amiga y sus amigas saben que soy feminista y, al no poder ocultar mi desacuerdo ante la patriarcal escena, fui expulsada y borrada de la interacción... yo simplemente era la feminista "amargada" e "inconforme".

Mi duelo feminista significa que he renunciado a la dependencia emocional, a los apegos y a vivir en la carencia de género; he renunciado a las creencias y prácticas que me colocan, a mí y a todas, como objetos. He renunciado a la equivalencia entre amor y sufrimiento y a la falaz idea de que las personas que quiero van a permanecer por siempre a mi lado. Y sí, las pérdidas se convierten en ganancias cuando sabes lidiar con las ausencias y abres paso a nuevas formas de concebir el mundo y a personas diferentes con las que construyes complicidades.

Hay algo más: la pérdida se convirtió en ganancia cuando entendí y confirmé que las mujeres hemos construido y propuesto un contra discurso de aquel del mundo patriarcal. Cómo no preferir los cuestionamientos a los mandatos de género que hicieron Doris Lessing y Rosario Castellanos en lugar de los penes descomunales, las "putas" y los violadores de 90 años que abundan en la obra de Gabriel García Márquez, y no estoy negando el talento del Gabo, simplemente, él ya no es para mí el único referente de la literatura latinoamericana, porque eso se llama androcentrismo; y es que la pérdida de los lentes patriarcales me obligaron a buscarme y ponerme unos feministas, es decir, a ganármelos, para poder observar de manera integral al mundo, con todas y todos en justicia y equidad.









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