“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Rosario Castellanos, madre y maestra del feminismo
Por Elsa Lever M.
Periodista, feminista y académica
Rosario Castellanos nació en la ciudad de México el 25 de mayo de 1925, y murió en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 1974. Recién nacida fue llevada a Comitán, Chiapas, la tierra de sus mayores, donde creció, nos narra Concepción Cuevas en una semblanza (Revista Fem #25, mayo 2002) "en un ambiente donde las mujeres ocupan un segundo lugar y los indios son marginados".
Ahí hizo sus estudios primarios y dos de secundaria. Regresó a la capital a los 16 años. Se graduó de maestra en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1950; más tarde, en la Universidad de Madrid, llevó cursos de estética y estilística. En 1952, nos dice Concepción Cuevas, viajó "a Chiapas para quedarse un tiempo y convivir con los indígenas y conocer aún más sobre ellos".
Rosario Castellanos, de acuerdo con el Diccionario de escritores mexicanos (Tomo I, UNAM, México, 1988) fue promotora de cultura en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez (1952). De 1954 a 1955, con la beca Rockefeller escribió poesía y ensayo. De 1956 a 1957, trabajó en el Centro Coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal las Casas, en Chiapas; en el Indigenista de México, de 1958 a 1961, fue redactora de textos escolares. De 1961 a 1966 desempeñó la jefatura de Información y Prensa en la UNAM, bajo el rectorado del doctor Ignacio Chávez, e impartió las cátedras de literatura comparada, novela contemporánea y seminario de crítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad, de 1961 a 1971.
Ejerció con gran éxito el magisterio, en México y en el extranjero; en los Estados Unidos como maestra invitada por las Universidades de Wisconsin y Bloomington, los años de 1966 y 1967, y en Israel, en la Universidad Hebrea de Jerusalem, desde su nombramiento como embajadora de México en ese país, en 1971, hasta su muerte.
Rosario Castellanos cultivó todos los géneros, especialmente la poesía, la narrativa y el ensayo; colaboró con cuentos, poemas, crítica literaria y artículos de diversa índole en los suplementos culturales de los principales diarios del país y en revistas especializadas de México y del extranjero. En Excélsior colaboró asiduamente en su página editorial, desde 1963 hasta 1974.
Se inició en la literatura como poeta; desde 1948 hasta 1957 sólo publicó poesía. Balún Canán, su primera novela, lleva ya un gran número de ediciones y ha sido traducida a muchas lenguas. Esta novela junto con Ciudad real, su primer libro de cuentos, y Oficio de tinieblas, su segunda novela, forman la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana de este siglo. Los convidados de agosto, su segundo libro de relatos, recrea los prejuicios de la clase media provinciana de su estado natal, y Álbum de familia, el tercero y último, los de la clase media urbana.
En 1972, Rosario Castellanos reunió su obra poética en el volumen intitulado Poesía no eres tú. Desde 1950, año en que publicó su tesis Sobre cultura femenina, la escritora no dejó nunca de incursionar en el ensayo. En vida publicó cinco volúmenes y póstumamente otros dos. De toda su obra, incluyendo su único volumen de teatro, El eterno femenino, se desprende una clara consciencia del problema que significa, para su autora, la doble condición de ser mujer y mexicana.
Y es precisamente sobre este tema en el que abunda Graciela Hierro (en la obra
Feminismo en México. revisión histórico-crítica del siglo que termina, coordinada por Griselda Gutiérrez Castañeda, PUEG México 2002), donde comienza su aportación así:
El feminismo nace, como bien sabemos, de los grupos de mujeres que a la menor provocación cuentan su historia. Comienzan a tomar conciencia de vivencias compartidas de dolor y sufrimiento y a comprender aquello que les sucede por el hecho de ser mujeres.
Se rastrea la propia historia hasta alcanzar el mecanismo gatillo que te introduce al feminismo: la primera vez que te rebelaste por comprender que lo que te sucede es injusto e intolerable, que te ocurre porque eres mujer y te opones a ello para intentar cambiarlo.
Así se inicia la lucha política que toma infinidad de caminos e infinitos ropajes.
Logramos cosas:
Que ellos tiendan su propia cama; ser doctora, no en medicina sino en filosofía, y que la violación no nos convierta en delincuentes y el aborto sea en cierta medida y lugar legalizado.
Que tu tesis doctoral sea sobre feminismo, que los estudios de mujeres sean oficiales y la perspectiva de género teóricamente relevante en todos los campo de la docencia, investigación y divulgación de la cultura de la UNAM.
Que tu seminario de posgrado sea sobre filosofía de la educación y género.
Que los congresos internacionales de filosofía contemplen el feminismo como tema relevante.
Si bien el feminismo te cuesta dos matrimonios y al final de tu vida, viviendo sola, que no solitaria, puedes decir: valió la pena.
Lo he logrado todo gracias al feminismo.
Lo que hace Graciela Hierro en esta colaboración es reflexionar sobre el trabajo de análisis que lleva a cabo Rosario Castellanos en su tesis de maestría Sobre cultura femenina (FFyL, UNAM, México 1950), donde concluye que el mundo del que la mujer está excluida es el de la cultura.
Dice Hierro rescatando el pensar de Castellanos: "Los filósofos elegidos [Schopenhauer, Weininger y Simmel] constituyen los peores ejemplos de misoginia. Consideran a la mujer hombre fallido, carente de racionalidad, siguiendo a Aristóteles. Sin posibilidad de dignidad e incluso sin alma. Pegadas a la maternidad y la sexualidad. Amorales, incapaces de trascendencia. Como Kant. [...] Delata Rosario que 'aparte de esa misión incubadora -a las mujeres- no le han reconocido otra'".
Hierro nos narra que Castellanos se enfrenta a la crítica de la filosofía tradicional, "anunciando una nueva perspectiva, la perspectiva de género. Distinguiendo un modo de contemplar el mundo propio de las mujeres el cual utilizará para criticar la visión masculina".
"Castellanos utiliza la perspectiva de género, por supuesto, sin nombrarla así", explica Hierro refiriéndose a la metodología. "Parte de la vía crítica, como todos los métodos. Analiza la validez de la descripción del 'principio femenino' expuesto por la filosofía de los hombres. Este principio sostiene la idea de una 'esencia femenina', que en otros escritos ella llamará 'el eterno femenino', a juicio de los doctores, basada, como ya sabemos, en rasgos negativos cuidadosamente consignados en las filosofías históricas", y que da como resultado que se nos cierra la puerta de la cultura.
En las propias palabras de Castelanos: "Ellos holgadamente atraviesan para desembocar en un mundo luminoso, sereno, altísimo. Incomparablemente mejor que el que yo habito [...] El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre, se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino".
Lo que desea saber Rosario es qué las impulsó para separarse del rebaño e incursionar en el terreno prohibido, a pesar de su propia "esencia", dice Hierro. Entonces empieza su verdadero problema, ella no está acostumbrada a pensar conforme a los cánones masculinos. Dice: "mi mente femenina se siente por completo fuera de su centro cuando trato de hacerla funcionar de acuerdo con ciertas normas inventadas, practicadas por hombres y dedicadas a mentes masculinas".
Se pregunta entonces -comenta Hierro en su artículo- si existe un modo de pensar propio de las mujeres, y se plantea saber cuál es ése. La cultura es vista por Castellanos como la vía de la trascendencia, ya que es "la creación de la actividad humana cuando ésta se dirige conscientemente hacia los valores". El espíritu, al servirse del cerebro, hace instrumento suyo todo el cuerpo. Y si decimos cuerpo decimos sexo, en nuestro caso, cuerpo de mujer; es lícito por tanto hablar de un espíritu masculino y otro femenino de acuerdo con Rosario.
Graciela Hierro abunda:
Rosario se empeña en descubrir el sentido profundo de la diferencia sexual entre hombres y mujeres. Los hombres, que desde siempre se han considerado "los únicos servidores de la divinidad", han contemplado a las mujeres como el más formidable obstáculo para el cumplimiento de su misión y en el peor peligro.
La Eva por la que se pierden paraísos, la Dalila que corta los cabellos en los que reside la fuerza, la Salomé que decapita. La tradición cristiana que impone el celibato a sus sacerdotes impidiéndoles engendrar y exalta a la madre virgen que no haya arrastrado al hombre a sus fines propios. La guerra de los sexos será el drama más grande, como opina Schopenhauer.
La cultura que conocemos ha sido creada por hombres. El testimonio histórico es irrebatible. Acaso la cultura es un refugio de varones a quienes se les ha negado el don de la maternidad. Dado que la maternidad es un método tan lícito de trascendencia como la cultura. De ser así, ¿por qué -se pregunta la filósofa- no nos sentimos arrebatadas de felicidad por ello, y por el contrario nos sentimos desconcertadas?
Las mujeres creadoras de cultura son las exiliadas de la maternidad, tal como los hombres; por ello subliman su deseo de trascendencia acercándose a la cultura. Surge así para nosotras el peligro de una identificación con el estilo masculino, la idea de que sólo luchando con "armas de hombre" se logrará la vistoria.
El feminismo de Rosario, es un feminismo filosófico. Para ella el sentido de la vida está dado a través de la lucha por alcanzar la trascendencia, derrotando así la contingencia. Para este viaje se dan dos caminos, el del "principio femenino" y el del "principio masculino". El primero impone la maternidad como forma de sobrevivencia, el segundo la creación cultural, para no morir del todo, alcanzando, si acaso, la inmortalidad en el mundo de los mortales.
Las mujeres que han creado cultura lo han hecho, primero porque tienen la misma capacidad que los hombres, y en segundo lugar porque la maternidad, como sentido de vida, no les fue suficiente.
En estas palabras queda de manifiesto la inquietud de Rosario Castellanos: "Cómo podemos nosotras, en tanto que mujeres, traducir nuestra experiencia en conocimiento, y en esa forma desafiar nuestra opresión sin al mismo tiempo construir una teoría sobre la opresión misma, sus causas, consecuencias y superación de ese estado de cosas".
Graciela Hierro finaliza su texto sobre Castellanos afirmando que los análisis feministas de las distintas disciplinas, como lo hace Rosario Castellanos de la escritura, se iniciaron bajo la óptica de la exclusión social, política e institucional que sufren las mujeres. Pero después de ella progresaron "las investigaciones hacia planteamientos radicales de las presuposiciones y los valores de cada área de estudio".
Y así es como florece la cultura femenina, dice Hierro, "escrita en lengua materna, que Rosario avizoró". Por ello la ha considerado la madre y maestra del feminismo contemporáneo en nuestro país.
Concepción Cuevas también reconoce en Rosario Castelanos no sólo a una extraordinaria poeta y escritora, sino también a una luchadora por los derechos de las mujeres y los seres marginados. "Se rebeló en contra de la educación formal que lejos de hacer crecer al ser humano lo estancaba", dice. "Feminista incansable que por su propia experiencia conocía las limitaciones de la mujer en el campo de la creación y de la vida cotidiana, sobrevive a través de su poesía y de sus ensayos, mujer de inteligencia extraordinaria y agudo sentido de la justicia".
Más sobre ella y su obra en Sólo Literatura y Biografía
Periodista, feminista y académica
Rosario Castellanos nació en la ciudad de México el 25 de mayo de 1925, y murió en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 1974. Recién nacida fue llevada a Comitán, Chiapas, la tierra de sus mayores, donde creció, nos narra Concepción Cuevas en una semblanza (Revista Fem #25, mayo 2002) "en un ambiente donde las mujeres ocupan un segundo lugar y los indios son marginados".
Ahí hizo sus estudios primarios y dos de secundaria. Regresó a la capital a los 16 años. Se graduó de maestra en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1950; más tarde, en la Universidad de Madrid, llevó cursos de estética y estilística. En 1952, nos dice Concepción Cuevas, viajó "a Chiapas para quedarse un tiempo y convivir con los indígenas y conocer aún más sobre ellos".
Rosario Castellanos, de acuerdo con el Diccionario de escritores mexicanos (Tomo I, UNAM, México, 1988) fue promotora de cultura en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez (1952). De 1954 a 1955, con la beca Rockefeller escribió poesía y ensayo. De 1956 a 1957, trabajó en el Centro Coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal las Casas, en Chiapas; en el Indigenista de México, de 1958 a 1961, fue redactora de textos escolares. De 1961 a 1966 desempeñó la jefatura de Información y Prensa en la UNAM, bajo el rectorado del doctor Ignacio Chávez, e impartió las cátedras de literatura comparada, novela contemporánea y seminario de crítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad, de 1961 a 1971.
Ejerció con gran éxito el magisterio, en México y en el extranjero; en los Estados Unidos como maestra invitada por las Universidades de Wisconsin y Bloomington, los años de 1966 y 1967, y en Israel, en la Universidad Hebrea de Jerusalem, desde su nombramiento como embajadora de México en ese país, en 1971, hasta su muerte.
Rosario Castellanos cultivó todos los géneros, especialmente la poesía, la narrativa y el ensayo; colaboró con cuentos, poemas, crítica literaria y artículos de diversa índole en los suplementos culturales de los principales diarios del país y en revistas especializadas de México y del extranjero. En Excélsior colaboró asiduamente en su página editorial, desde 1963 hasta 1974.
Se inició en la literatura como poeta; desde 1948 hasta 1957 sólo publicó poesía. Balún Canán, su primera novela, lleva ya un gran número de ediciones y ha sido traducida a muchas lenguas. Esta novela junto con Ciudad real, su primer libro de cuentos, y Oficio de tinieblas, su segunda novela, forman la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana de este siglo. Los convidados de agosto, su segundo libro de relatos, recrea los prejuicios de la clase media provinciana de su estado natal, y Álbum de familia, el tercero y último, los de la clase media urbana.
En 1972, Rosario Castellanos reunió su obra poética en el volumen intitulado Poesía no eres tú. Desde 1950, año en que publicó su tesis Sobre cultura femenina, la escritora no dejó nunca de incursionar en el ensayo. En vida publicó cinco volúmenes y póstumamente otros dos. De toda su obra, incluyendo su único volumen de teatro, El eterno femenino, se desprende una clara consciencia del problema que significa, para su autora, la doble condición de ser mujer y mexicana.
Y es precisamente sobre este tema en el que abunda Graciela Hierro (en la obra
Feminismo en México. revisión histórico-crítica del siglo que termina, coordinada por Griselda Gutiérrez Castañeda, PUEG México 2002), donde comienza su aportación así:
Se rastrea la propia historia hasta alcanzar el mecanismo gatillo que te introduce al feminismo: la primera vez que te rebelaste por comprender que lo que te sucede es injusto e intolerable, que te ocurre porque eres mujer y te opones a ello para intentar cambiarlo.
Así se inicia la lucha política que toma infinidad de caminos e infinitos ropajes.
Logramos cosas:
Que ellos tiendan su propia cama; ser doctora, no en medicina sino en filosofía, y que la violación no nos convierta en delincuentes y el aborto sea en cierta medida y lugar legalizado.
Que tu tesis doctoral sea sobre feminismo, que los estudios de mujeres sean oficiales y la perspectiva de género teóricamente relevante en todos los campo de la docencia, investigación y divulgación de la cultura de la UNAM.
Que tu seminario de posgrado sea sobre filosofía de la educación y género.
Que los congresos internacionales de filosofía contemplen el feminismo como tema relevante.
Si bien el feminismo te cuesta dos matrimonios y al final de tu vida, viviendo sola, que no solitaria, puedes decir: valió la pena.
Lo he logrado todo gracias al feminismo.
Lo que hace Graciela Hierro en esta colaboración es reflexionar sobre el trabajo de análisis que lleva a cabo Rosario Castellanos en su tesis de maestría Sobre cultura femenina (FFyL, UNAM, México 1950), donde concluye que el mundo del que la mujer está excluida es el de la cultura.
Dice Hierro rescatando el pensar de Castellanos: "Los filósofos elegidos [Schopenhauer, Weininger y Simmel] constituyen los peores ejemplos de misoginia. Consideran a la mujer hombre fallido, carente de racionalidad, siguiendo a Aristóteles. Sin posibilidad de dignidad e incluso sin alma. Pegadas a la maternidad y la sexualidad. Amorales, incapaces de trascendencia. Como Kant. [...] Delata Rosario que 'aparte de esa misión incubadora -a las mujeres- no le han reconocido otra'".
Hierro nos narra que Castellanos se enfrenta a la crítica de la filosofía tradicional, "anunciando una nueva perspectiva, la perspectiva de género. Distinguiendo un modo de contemplar el mundo propio de las mujeres el cual utilizará para criticar la visión masculina".
"Castellanos utiliza la perspectiva de género, por supuesto, sin nombrarla así", explica Hierro refiriéndose a la metodología. "Parte de la vía crítica, como todos los métodos. Analiza la validez de la descripción del 'principio femenino' expuesto por la filosofía de los hombres. Este principio sostiene la idea de una 'esencia femenina', que en otros escritos ella llamará 'el eterno femenino', a juicio de los doctores, basada, como ya sabemos, en rasgos negativos cuidadosamente consignados en las filosofías históricas", y que da como resultado que se nos cierra la puerta de la cultura.
En las propias palabras de Castelanos: "Ellos holgadamente atraviesan para desembocar en un mundo luminoso, sereno, altísimo. Incomparablemente mejor que el que yo habito [...] El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre, se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino".
Lo que desea saber Rosario es qué las impulsó para separarse del rebaño e incursionar en el terreno prohibido, a pesar de su propia "esencia", dice Hierro. Entonces empieza su verdadero problema, ella no está acostumbrada a pensar conforme a los cánones masculinos. Dice: "mi mente femenina se siente por completo fuera de su centro cuando trato de hacerla funcionar de acuerdo con ciertas normas inventadas, practicadas por hombres y dedicadas a mentes masculinas".
Se pregunta entonces -comenta Hierro en su artículo- si existe un modo de pensar propio de las mujeres, y se plantea saber cuál es ése. La cultura es vista por Castellanos como la vía de la trascendencia, ya que es "la creación de la actividad humana cuando ésta se dirige conscientemente hacia los valores". El espíritu, al servirse del cerebro, hace instrumento suyo todo el cuerpo. Y si decimos cuerpo decimos sexo, en nuestro caso, cuerpo de mujer; es lícito por tanto hablar de un espíritu masculino y otro femenino de acuerdo con Rosario.
Graciela Hierro abunda:
La Eva por la que se pierden paraísos, la Dalila que corta los cabellos en los que reside la fuerza, la Salomé que decapita. La tradición cristiana que impone el celibato a sus sacerdotes impidiéndoles engendrar y exalta a la madre virgen que no haya arrastrado al hombre a sus fines propios. La guerra de los sexos será el drama más grande, como opina Schopenhauer.
La cultura que conocemos ha sido creada por hombres. El testimonio histórico es irrebatible. Acaso la cultura es un refugio de varones a quienes se les ha negado el don de la maternidad. Dado que la maternidad es un método tan lícito de trascendencia como la cultura. De ser así, ¿por qué -se pregunta la filósofa- no nos sentimos arrebatadas de felicidad por ello, y por el contrario nos sentimos desconcertadas?
Las mujeres creadoras de cultura son las exiliadas de la maternidad, tal como los hombres; por ello subliman su deseo de trascendencia acercándose a la cultura. Surge así para nosotras el peligro de una identificación con el estilo masculino, la idea de que sólo luchando con "armas de hombre" se logrará la vistoria.
El feminismo de Rosario, es un feminismo filosófico. Para ella el sentido de la vida está dado a través de la lucha por alcanzar la trascendencia, derrotando así la contingencia. Para este viaje se dan dos caminos, el del "principio femenino" y el del "principio masculino". El primero impone la maternidad como forma de sobrevivencia, el segundo la creación cultural, para no morir del todo, alcanzando, si acaso, la inmortalidad en el mundo de los mortales.
Las mujeres que han creado cultura lo han hecho, primero porque tienen la misma capacidad que los hombres, y en segundo lugar porque la maternidad, como sentido de vida, no les fue suficiente.
En estas palabras queda de manifiesto la inquietud de Rosario Castellanos: "Cómo podemos nosotras, en tanto que mujeres, traducir nuestra experiencia en conocimiento, y en esa forma desafiar nuestra opresión sin al mismo tiempo construir una teoría sobre la opresión misma, sus causas, consecuencias y superación de ese estado de cosas".
Graciela Hierro finaliza su texto sobre Castellanos afirmando que los análisis feministas de las distintas disciplinas, como lo hace Rosario Castellanos de la escritura, se iniciaron bajo la óptica de la exclusión social, política e institucional que sufren las mujeres. Pero después de ella progresaron "las investigaciones hacia planteamientos radicales de las presuposiciones y los valores de cada área de estudio".
Y así es como florece la cultura femenina, dice Hierro, "escrita en lengua materna, que Rosario avizoró". Por ello la ha considerado la madre y maestra del feminismo contemporáneo en nuestro país.
Concepción Cuevas también reconoce en Rosario Castelanos no sólo a una extraordinaria poeta y escritora, sino también a una luchadora por los derechos de las mujeres y los seres marginados. "Se rebeló en contra de la educación formal que lejos de hacer crecer al ser humano lo estancaba", dice. "Feminista incansable que por su propia experiencia conocía las limitaciones de la mujer en el campo de la creación y de la vida cotidiana, sobrevive a través de su poesía y de sus ensayos, mujer de inteligencia extraordinaria y agudo sentido de la justicia".
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