“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Siete veces Frida
Obra de María Sánchez
Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en comunicación. Profesora Investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
1907, siete al final, nace Frida Kahlo…
2007, siete al final, celebramos los cien años del nacimiento de Frida Kahlo… Siete, parece ser un número significativo en la vida de la pintora mexicana más reconocida en nuestro país y en el mundo. Siete, un número mágico, misterioso y significativo. Siete, el número definitivo en la lectura de las cartas españolas para adivinar el futuro. Siete, el número fiel para delimitar la cifra exacta de maravillas en el mundo. Siete, el número invitado a las fiestas y rituales judíos. Siete, el número de días que dicen tardó Dios en crear el universo. Siete, el número de pecados capitales. Siete, el número de días de la semana.
Entonces… ¿Por qué no? En vez de referirme a dos Fridas hablar de siete Fridas? Las siete que rigen mi vida, las siete que inspiran mi alma, las siete que admiro y las siete que no entiendo. Las siete que son mi espejo y mi adorno. Las siete que sueño ser y las que no quiero ser. Que me enfrentan con mis demonios y me invitan a mis infiernos. Las que gozo y deseo conocer. Las que me visten y se hacinan en mi pared. Mis chamanas y mis protectoras.
Entonces evoco a la primera, a la FRIDA ENAMORADA. A ti, que pintaste a Diego en el centro de tu mente y lo amaste como un castigo y como un destino. Que te enamorabas de otros pero te mantuviste leal al amor de tu pintor-sapo nunca fiel por simple mal de amores. Diferentes hombres y mujeres reposaron en tus muslos pero solamente uno fue el huésped por siempre en tu ideal amoroso.
Me regocijo con mi segunda Frida, la FRIDA SEDIENTA que no estaba en el rincón de una cantina pero que sí exigía su tequila. Esa Frida que tomaba para calmar sus alegrías y para revelar sus tristezas. La que encontró en el licor el vitral de la locura, el hechizo de las penas, sorbos de desamor. Que ahogó su sexo como un tímpano de hielo o lo entibió con la caricia del amante en turno. La que brindó por la luna, saboreó el aroma masculino del tequila y descubrió en el fondo de una copa el punto donde se sumerge el ayer y puede zambullirse el mañana oscuro.
Persigo a mi tercera Frida, la FRIDA VESTIDA con trajes mexicanos. Tehuana que puede guardar el beso clandestino de un amante fugitivo. Belleza mexicana que adornas tu cabeza con flores mientras detrás de un huipil escondes una columna rota o un corazón desangrado. Blusa tejida de colores alegres para lograr el brillo en tu mirada. Un rebozo lograba cobijar tu alma. Faldas bordadas con destellos de luna. Trajes típicos que te ataviaron de un México lleno de colores y sonrisas, de lágrimas y dolor, de amor y desamor.
Me identifico con mi cuarta Frida, FRIDA BIGOTONA. En ninguno de tus autorretratos escondiste esos finos vellitos que a muchas mujeres nos alarman y a otras avergüenzan. Vellitos que gracias a tu descaro adornaron tus labios femeninos aunque los estudioso del arte presuman que estabas declarando un rasgo viril, o querías marcar los límites entre el origen español y la lejanía indígena, que representaban un sello distintivo de la diosa serpiente que aprendió a tragarse el mito de la angustia. Dijo el gran artista Juan Soriano que Frida nunca dejó de pintarse con su bigote porque conocía una frase machista que relaciona el bigote femenino con un cuerpo deseado… “Mujer con bozo, culo sabroso”.
FRIDA NO MADRE, mi quinta Frida, jamás supo que maternidad no es destino ni garantía de ser feliz para toda la vida. Nunca dio asilo en su vientre durante nueve meses porque sus embarazos siempre terminaron en abortos. Sus pechos en la vida alimentaron a un recién nacido, no pudo apreciar que en la mirada de un hijo reposa toda la magia del cosmos. Por eso, cuando se refirió a esa imposibilidad su pintura fue desgarradora, llena de dolor absoluto, el suicidio de una hembra en una sociedad patriarcal. El aborto solamente es una tragedia cuando se sueña con un hijo deseado que no pudo ser. Para Frida, un hijo deseado jamás llegó.
Atisbo siempre con asombro y embelezo a mi sexta Frida, FRIDA PINTORA. La misma que descubrí una tarde hace treinta años en el Palacio de Bellas Artes al asistir a una exposición de la obra de Diego Rivera. La atisbé serena y hermosa atrapada en una tarde dominical, pregunté a mi maestro quién es ella… La esposa del maestro Rivera. No dijo su nombre. Desde entonces la busqué en libros y descubrí que también había sido pintora, que tenía infinidad de autorretratos que la reflejaban a ella pero me descubrían a mí, lo que sentía, lo que ocultaba, lo que sentía y soñaba. Cada trazo firme de tu pincel se comprometió a resarcir a todas las mujeres heridas por el desamor. En cada autorretrato tu mirada es una red que nos atrapa y permite palmar tu rabia o tu amor, tu pasión y tu dolor… La mujer que niegue haber conocido estas sensaciones al admirar tu pintura ha olvidado esas noches en que la nuestras historias amenazan siempre con aplastarnos pero una de nuestras estrategias para evitarlo ha sido arte, porque la escritura, la música y la pintura nos embalsaman eternamente como mujeres, reconciliándonos con la vida.
Mi séptima Frida soy yo y ella, FRIDA-YO-ELLA, juntas y separadas, reconociéndome diferente pero no ajena, descubriendo en mi espejo lo que ella no es y yo he querido ser. Así Frida, estás mis paredes porque me ayudas a ocultar las grietas de mi soledad.
Te presumo en mis orejas, al atraparte en aretes, porque necesito el murmullo de tu voz que me aconseja no confiar en mis pies pero sí tener alas para volar en busca de mis sueños.
Te pegué a mi bolsa porque representa el único objeto seguro que esconde mis secretos, mis servilletas llenas de lágrimas, mi labial que un amor imposible jamás probará, mi espejo que delata a veces la imagen de una mujer feliz y otras la imagen de muchas mujeres que todavía no entiendo pero a las que siempre les doy asilo.
Tengo el honor de tenerte cerca de mi corazón cuando luzco una playera con tu nombre y estoy segura que escuchas mis latidos, los mismos que aceleran su ritmo se veo pasar al hombre que amo emocionan y hasta palpas mi tristeza cuando ese mismo hombre muestra su facilidad para rasgarme la vida por lo menos una vez al mes.
Te convertí en cerillos para que enciendas la chispa de esa poquita fe que todavía me hace confiar en mi misma. Te envolví en mi cuerpo como pareo para que me acompañe a contemplar la manera en que el mar se rompe por el simple de escuchar la voz del hombre de mis sueños mientras miro un atardecer.cEres mi muñeca de trapo que me permite reconocer a la niña que todavía vive en mi alma y en mis travesuras de adulta.
Por eso, juro que Frida en mi vida no es moda, ni adorno, no es mercancía ni costumbre, fanatismo o deliro. Frida es la pintora, es la mujer, es el ser humano que me une en un abrazo para oír su vida y valorar mi vida. Me ha permitido reconocerme como mujer angustia y como mujer trigal. Evita que mis hormonas se suiciden cuando miro la vida con desencanto, a creerme que estoy rodeada de estrellas de la buena suerte y ser fuerte a pesar de las angustias.
Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en comunicación. Profesora Investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
1907, siete al final, nace Frida Kahlo…
2007, siete al final, celebramos los cien años del nacimiento de Frida Kahlo… Siete, parece ser un número significativo en la vida de la pintora mexicana más reconocida en nuestro país y en el mundo. Siete, un número mágico, misterioso y significativo. Siete, el número definitivo en la lectura de las cartas españolas para adivinar el futuro. Siete, el número fiel para delimitar la cifra exacta de maravillas en el mundo. Siete, el número invitado a las fiestas y rituales judíos. Siete, el número de días que dicen tardó Dios en crear el universo. Siete, el número de pecados capitales. Siete, el número de días de la semana.
Entonces… ¿Por qué no? En vez de referirme a dos Fridas hablar de siete Fridas? Las siete que rigen mi vida, las siete que inspiran mi alma, las siete que admiro y las siete que no entiendo. Las siete que son mi espejo y mi adorno. Las siete que sueño ser y las que no quiero ser. Que me enfrentan con mis demonios y me invitan a mis infiernos. Las que gozo y deseo conocer. Las que me visten y se hacinan en mi pared. Mis chamanas y mis protectoras.
Entonces evoco a la primera, a la FRIDA ENAMORADA. A ti, que pintaste a Diego en el centro de tu mente y lo amaste como un castigo y como un destino. Que te enamorabas de otros pero te mantuviste leal al amor de tu pintor-sapo nunca fiel por simple mal de amores. Diferentes hombres y mujeres reposaron en tus muslos pero solamente uno fue el huésped por siempre en tu ideal amoroso.
Me regocijo con mi segunda Frida, la FRIDA SEDIENTA que no estaba en el rincón de una cantina pero que sí exigía su tequila. Esa Frida que tomaba para calmar sus alegrías y para revelar sus tristezas. La que encontró en el licor el vitral de la locura, el hechizo de las penas, sorbos de desamor. Que ahogó su sexo como un tímpano de hielo o lo entibió con la caricia del amante en turno. La que brindó por la luna, saboreó el aroma masculino del tequila y descubrió en el fondo de una copa el punto donde se sumerge el ayer y puede zambullirse el mañana oscuro.
Persigo a mi tercera Frida, la FRIDA VESTIDA con trajes mexicanos. Tehuana que puede guardar el beso clandestino de un amante fugitivo. Belleza mexicana que adornas tu cabeza con flores mientras detrás de un huipil escondes una columna rota o un corazón desangrado. Blusa tejida de colores alegres para lograr el brillo en tu mirada. Un rebozo lograba cobijar tu alma. Faldas bordadas con destellos de luna. Trajes típicos que te ataviaron de un México lleno de colores y sonrisas, de lágrimas y dolor, de amor y desamor.
Me identifico con mi cuarta Frida, FRIDA BIGOTONA. En ninguno de tus autorretratos escondiste esos finos vellitos que a muchas mujeres nos alarman y a otras avergüenzan. Vellitos que gracias a tu descaro adornaron tus labios femeninos aunque los estudioso del arte presuman que estabas declarando un rasgo viril, o querías marcar los límites entre el origen español y la lejanía indígena, que representaban un sello distintivo de la diosa serpiente que aprendió a tragarse el mito de la angustia. Dijo el gran artista Juan Soriano que Frida nunca dejó de pintarse con su bigote porque conocía una frase machista que relaciona el bigote femenino con un cuerpo deseado… “Mujer con bozo, culo sabroso”.
FRIDA NO MADRE, mi quinta Frida, jamás supo que maternidad no es destino ni garantía de ser feliz para toda la vida. Nunca dio asilo en su vientre durante nueve meses porque sus embarazos siempre terminaron en abortos. Sus pechos en la vida alimentaron a un recién nacido, no pudo apreciar que en la mirada de un hijo reposa toda la magia del cosmos. Por eso, cuando se refirió a esa imposibilidad su pintura fue desgarradora, llena de dolor absoluto, el suicidio de una hembra en una sociedad patriarcal. El aborto solamente es una tragedia cuando se sueña con un hijo deseado que no pudo ser. Para Frida, un hijo deseado jamás llegó.
Atisbo siempre con asombro y embelezo a mi sexta Frida, FRIDA PINTORA. La misma que descubrí una tarde hace treinta años en el Palacio de Bellas Artes al asistir a una exposición de la obra de Diego Rivera. La atisbé serena y hermosa atrapada en una tarde dominical, pregunté a mi maestro quién es ella… La esposa del maestro Rivera. No dijo su nombre. Desde entonces la busqué en libros y descubrí que también había sido pintora, que tenía infinidad de autorretratos que la reflejaban a ella pero me descubrían a mí, lo que sentía, lo que ocultaba, lo que sentía y soñaba. Cada trazo firme de tu pincel se comprometió a resarcir a todas las mujeres heridas por el desamor. En cada autorretrato tu mirada es una red que nos atrapa y permite palmar tu rabia o tu amor, tu pasión y tu dolor… La mujer que niegue haber conocido estas sensaciones al admirar tu pintura ha olvidado esas noches en que la nuestras historias amenazan siempre con aplastarnos pero una de nuestras estrategias para evitarlo ha sido arte, porque la escritura, la música y la pintura nos embalsaman eternamente como mujeres, reconciliándonos con la vida.
Mi séptima Frida soy yo y ella, FRIDA-YO-ELLA, juntas y separadas, reconociéndome diferente pero no ajena, descubriendo en mi espejo lo que ella no es y yo he querido ser. Así Frida, estás mis paredes porque me ayudas a ocultar las grietas de mi soledad.
Te presumo en mis orejas, al atraparte en aretes, porque necesito el murmullo de tu voz que me aconseja no confiar en mis pies pero sí tener alas para volar en busca de mis sueños.
Te pegué a mi bolsa porque representa el único objeto seguro que esconde mis secretos, mis servilletas llenas de lágrimas, mi labial que un amor imposible jamás probará, mi espejo que delata a veces la imagen de una mujer feliz y otras la imagen de muchas mujeres que todavía no entiendo pero a las que siempre les doy asilo.
Tengo el honor de tenerte cerca de mi corazón cuando luzco una playera con tu nombre y estoy segura que escuchas mis latidos, los mismos que aceleran su ritmo se veo pasar al hombre que amo emocionan y hasta palpas mi tristeza cuando ese mismo hombre muestra su facilidad para rasgarme la vida por lo menos una vez al mes.
Te convertí en cerillos para que enciendas la chispa de esa poquita fe que todavía me hace confiar en mi misma. Te envolví en mi cuerpo como pareo para que me acompañe a contemplar la manera en que el mar se rompe por el simple de escuchar la voz del hombre de mis sueños mientras miro un atardecer.cEres mi muñeca de trapo que me permite reconocer a la niña que todavía vive en mi alma y en mis travesuras de adulta.
Por eso, juro que Frida en mi vida no es moda, ni adorno, no es mercancía ni costumbre, fanatismo o deliro. Frida es la pintora, es la mujer, es el ser humano que me une en un abrazo para oír su vida y valorar mi vida. Me ha permitido reconocerme como mujer angustia y como mujer trigal. Evita que mis hormonas se suiciden cuando miro la vida con desencanto, a creerme que estoy rodeada de estrellas de la buena suerte y ser fuerte a pesar de las angustias.
1 Comentarios:
- At 28/3/09, nos comenta que...
-
ADORO LO QUE ACABO DE LEER...ME ROMPE EL CORAZÓN EN MIL TROZOS Y LO VUELVE A RECONSTRUIR...AMO CON TANTA INMENSIDAD A FRIDA KAHLO Y NO TENGO LA HABILIDAD DE ESCRIBIR TODO ESO QUE TU ESCRIBES AL RESPECTO PERO CREO LEALMENTE QUE ES LO QUE SIENTO TAL CUAL.
PePeN.-*
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