“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Nacer mujer implica un futuro prefijado
Por María Esther Espinosa Calderón
Periodista, ha colaborado en la SEP, en el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) y en medios como Tiempo, y en Filo Rojo, en el suplemento 'Página Uno' del periódico Uno más Uno, en Mira, en el suplemento 'Siglo XXI' de El Universal, en la revista Asamblea de la ALDF, en Etcétera, en el suplemento 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem, entre otras. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y el Centro Mexicano para los Derechos de la Infancia (CEMEDIN) le publicaron el reportaje 'El derecho a su futuro', en el libro Periodismo por la infancia.
Últimamente la antropologia ha abarcado un nuevo campo de investigación referido a las mujeres y las situaciones de género, gracias a la lucha constante de feministas que pelearon por la incorporación de estos temas “a los problemas teóricos debatidos por las ciencias sociales. La antropología cuenta con una larga tradición de interés por la sexualidad, el parentesco y las expresiones simbólicas de lo femenino y lo masculino en diferentes culturas”. [1]
Algunas de las teorías han sido rebasadas por el desarrollo tan vertiginoso de la sociedad y otras han nacido, entre ellas el feminismo que surge como un movimiento social y político en un momento de crisis social en el capitalismo. Reivindica la condición humana de la mujer, igual y diferente a la del varón. Igual, en tanto que les corresponden los mismos derechos humanos: a la vida, a la libertad de expresión, de pensamiento, de reunión, de circulación, al trabajo, a la educación. La diferencia estriba en que la mujer es quien tiene a los hijos. Con las bases del feminismo surge en Estados Unidos el Movimiento de Liberación de la Mujer, después se da en varias partes del mundo. Lo fundamental de este movimiento es la protesta en contra de su situación misma dentro de la familia. “Heber Marcuse considera que la liberación de la mujer es quizá el movimiento político potencialmente más radical e importante que conocemos en la actualidad”.[2]
El ser mujer no es opuesto al hombre, simplemente es ser diferente. Esta diferencia es genérica basada en el sexo y la edad, con el feminismo dice Marcela Lagarde, se inicia el humanismo de fondo, “aquel que plantea la superación del antagonismo más profundo de los seres humanos... es un aporte porque devela la separación real entre los humanos y la intolerancia a la diversidad, de ahí que el feminismo sea a la vez, una crítica de la cultura y cultura nueva”.[3]
Sin embargo, antes de llegar al feminismo y a la antropología de la mujer, es necesario hacer un pequeño recorrido por esas etapas en las que se menciona que la mujer tuvo cierto poderío, se habla de un periodo donde fue la gran protagonista: el matriarcado ante esto, Simone de Beauvoir indica que algunos hechos hacían suponer que existió un verdadero reinado de las mujeres, hipótesis que fue planteada por Bachofen y luego retomada por Engels: “el paso del matriarcado al patriarcado se presenta como la gran derrota histórica del sexo femenino”.[4]
El jurista suizo Bachofen denominó como patriarcal al modelo de la sociedad de su tiempo, en donde el papel del padre era determinante en la vida familiar y política de la sociedad, por lo que propuso un modelo contrario; el papel protágonico correspondía a la madre, es decir matriarcal. Por su parte Morgan, antropólogo norteamericano, también a mediados del siglo XIX, llamó al modelo como el de la sociedad “gentilicia” (fundada en las relaciones de parentesco o consanguíneas que existían como las gens o clanes).[5]
Claude Lévi-Strauss, señala que no existe una prueba razonable del supuesto matriarcado original, argumento que fue adoptado después en el discurso feminista. El investigador propone concentrarse en el desarrollo del lenguaje y no de la sexualidad.
Algunos autores que han dedicado sus investigaciones sobre esta etapa de la historia traen a colación tanto a Bachofen como a Morgan. Para Evelyn Red “la historia primitiva de la mitad de la especie humana –la de la mujer- se ha ocultado considerablemente. Traerla a la luz requiere una re-investigación de la antropología, donde el papel y las realizaciones de la mujer en la sociedad prehistórica están sepultadas”.[7]
Evelyn Red señala que “la resurrección del movimiento de liberación ha arrojado un rayo de luz sobre ciertas suposiciones dudosas y ha refutado cuestiones relativas al pasado”,[8] entre ellas está el que se refiere al matriarcado. Se cuestiona: ¿Hubo un periodo en la historia en que las mujeres ocuparon un lugar sumamente estimado o influyente?, Sí fue así, ¿cómo perdieron su eminencia social y se transformaron en el sexo subordinado en la sociedad patriarcal? ¿O es el matriarcado, como dicen algunos, un mito que no tiene base histórica?[9] Las interrogantes están ahí, pasa el tiempo y nuevas hipótesis surgen, la incertidumbre persiste. El matriarcado es uno de los temas que se continúa discutiendo dentro de las diversas escuelas de la antropología.
Al igual que otros estudiosos del tema Red afirma, que a través de varios caminos de investigación “los antropólogos pioneros descubrieron que la forma maternal de la organización social había precedido a la sociedad patriarcal civilizada. Bachofen lo describe como un periodo de “derecho materno”, como opuesto al periodo de “derecho paterno” de tiempos posteriores. Esto se popularizó en el termino “matriarcado”. Morgan fundamentalmente reveló el gens materno o el clan como la unidad de la sociedad primitiva. Otros investigadores del siglo XIX agregaron datos al sustentar la prioridad del sistema del matriarclan”.[10]
Si para algunos autores existió un dominio de la mujer, para otros fue un mito como ese que ha perdurado durante siglos, el de la madre–diosa. Desde el momento que el hombre se apropia de los medios de producción la mujer fue relegada exclusivamente a las funciones biológicas de madre, entonces el hombre “se fue de caza y la mujer se quedó en casa”. Se le negó, por ende, toda forma de participación en la vida social. “Los hombres tomaron las riendas de la sociedad y fundaron un nuevo sistema social al servicio de sus necesidades. De la destrucción del matriarcado nació la sociedad de clases”.[11]
Asimismo el desarrollo de los sexos fue desigual. “Durante el primer gran periodo de desarrollo social, fue la mujer quien logró hacer progresar a la humanidad hasta levantarla por encima del reino animal. Y puesto que los primeros pasos son siempre los más difíciles, no podemos más que considerar decisiva la contribución social y productiva de las mujeres. Fueron sus descubrimientos en el campo productivo y cultural lo que hicieron posible la civilización”.[12] Por ejemplo, a lo largo de la historia de la humanidad ha sido la base y el fundamento de la familia, “además de responsable de la selección de frutos y semillas, actividad que facilitó contar cada vez con mejores materiales e iniciar la agricultura cuando el ser humano cambió su hábito nómada al sedentario, históricamente la mujer ha marcado la pauta en la familia al ser responsable de la alimentación de los hijos; de manera frecuente sufre mayor desnutrición, por asegurar el alimento, en primer término de sus hijos y de su compañero”.[13] Así es, en nuestros días, es la base de la familia y en muchos hogares el único sustento de los mismos.
Existen diversas teorías que exponen que la mujer era igual que el hombre; sin embargo, esta igualdad se borró con el tiempo. Los mitos hablan de esa mujer fuerte guerrera, amazona, y más allá de lo humano, como algo abstracto para el hombre: Diosa o madre, no mujer.
Rasalind Miles explica el poder de la Diosa-Madre, asimismo señala los nombres con los que se le conocía y lo que representaba:
La condición sagrada del sexo femenino duró por lo menos 25 mil años. Aunque algunos especialistas van todavía más lejos y consideran que abarcó 40 mil, incluso hasta 50 mil años. De hecho, nunca hubo un tiempo en este periodo de la historia de la humanidad en el que la mujer fuera especial y mágica.[16]
Lévi-Strauss aseguraba que el poder político siempre ha estado en manos de los hombres. Esto es real; aunque se han dado casos de mujeres en el poder, éstos han sido pocos, y de los que da cuenta la historia es bajo la perspectiva masculina. “Las mujeres –que por herencia o mérito propio- acceden a los puestos de poder y superan así su condición de opresión, dejan de visualizarse como mujeres, en tanto que ejercen su autoridad. En efecto gobiernan como hombres”.[17] Graciela Hierro afirma que a esto se le llama el síndrome de “abeja reina”. Es decir, en el trayecto de la historia no ha habido un modo de ejercicio del poder precisamente femenino, no se ha cambiado la condición de la mujer.
El hombre es quien ha hecho la historia, lo cual no quiere decir que la mujer estuvo al margen “... si más varones van a la guerra esto luego se traduce políticamente en cambio, con las mujeres ocurren cosas muy curiosas: aparte de ser criadas para todo, o secretarias para todo u obreras de fábricas para todo, podremos ser también guerrilleras para todo. Entramos y salimos de las escenas sin que haya registro, sin pedir ni que se nos dé nada a cambio. Borramos y nos borran las huellas, las huellas de las huellas... volvemos al reducto de lo privado... reconstruir la historia de la mujer, como quiere la “herstory” (historia de ella) tiene problemas metodológicos graves, porque es hacer la historia de un muro de arena”.[18]
Por otro lado, estudios antropológicos indican que en todas las sociedades estudiadas hay una reglamentación matrimonial y que, en todos los casos, ésta favorece al hombre. El hombre puede ser infiel y no pasa nada, en cambio, las mujeres casadas que sostienen relaciones fuera de este contexto sufren castigos que pueden llegar a la muerte. “Nunca ha sido el comportamiento moral permitido idéntico para ambos sexos. Lo natural para el hombre es gozar de su sexualidad; lo natural para la mujer es procrear. La reproducción humana es de interés social, debe entonces ser vigilada y reglamentada por la comunidad entera. La sexualidad masculina, cuya única consecuencia visible es el placer, puede ser objeto de su elección personal”.[19]
Al igual que De Beauvoir, Rosario Castellanos manifiesta que “a lo largo de la historia(...), la mujer ha sido más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito.[20] Es decir algo que queda fuera de la realidad concreta.
La participación de las mujeres empezó a dejar constancia en el siglo XIX, cuando mujeres instruidas, reinas o abadesas, aparecían en crónicas, de ese entonces, pero siempre bajo la perspectiva masculina. Se creaban heroínas a imagen y semejanza del hombre. Las investigaciones de ese tiempo retratan a la mujer como producto del hombre.
Los filósofos, literatos y pensadores de todos los tiempos siempre vieron a la mujer como un ser inferior. Libros sagrados como la Biblia o el Corán no se quedaban atrás. Maquiavelo aseguraba que “todas las mujeres tienen poco cerebro, no hay una que sepa decir dos palabras y las predique, porque en tierra de ciegos, el que tiene un ojo es un señor”. Moliere pensaba: “no está bien, y por muchas razones, que una mujer estudie y sepa tantas cosas”. Mientras que J.J. Roseau aseveraba: “la mujer está hecha para ceder al hombre y para soportar también sus injusticias... está hecha especialmente para placer del hombre; si el hombre a su vez debe complacerla, la necesidad es menos fundamental, su valor está en la posesión, y él gusta porque justamente es fuerte”.
Dice Celia Amorós que las mujeres, en las constelaciones, siempre son las pléyades, las “tres Marías”; nadie se imaginaría en el evangelio, los “tres pedros”, luego por ejemplo. El varón va con el nombre propio, individualizando así el nombre del padre. Marcan un espacio semántico claramente diferenciado, en tanto, en la mujer ese espacio es amorfo, de la constelación difusa, de las once mil vírgenes. Para Amorós un ejemplo claro es el de San Anastasio vs. las once mil vírgenes; "esas representaciones siempre de enjambre son típicas de lo femenino de lo genérico..." Shopenhauer lo dice “la mujer es una esencia, no un individuo” y del mismo modo afirma Hegel: “En la mujer la autoconciencia no llega a evolucionar y a progresar para asumir la forma de la individualidad”.[21]
El feminismo es un movimiento que trata de dar su expresión teórica a un proceso de cambio social que tiene implicaciones en todos los niveles de la existencia humana. “Es un proceso de cambio que tiene dimensiones antropológicas”.[23] Esta corriente que se le ha llamado filosófica también, tiene sus antecedentes, en Europa con la francesa Olimpia de Gauges quien vio en la Revolución francesa la oportunidad de formular los reclamos femeninos de la igualdad política con los hombres.
De Gauges escribe en 1971 La Declaración de los derechos de la Mujer y la Ciudadana en respuesta a la Declaración de los derechos del Hombre que evidentemente, éstos excluían a la mujer. A la luchadora francesa, quien exhortaba a las de su sexo diciendo: “¡Despertad mujeres!... Reconoced vuestros derechos”, no se le concedió el subir al estrado, pero sí ir al patíbulo. En 1793 fue llevada a la guillotina por su gran osadía.
En 1792 en Inglaterra, una mujer luchaba enérgicamente por la educación de sus congéneres: Mary Wollstonecraft, publicó el libro Defensa de los derechos de la mujer, no fue guillotinada como Olimpia, pero si duramente criticada, un político de esa época le puso el apelativo de la “hiena con faldas”. En la misma época Abigail Smith Adams le recomienda a su marido, John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos, que tome en cuenta los derechos de la mujer.
Desde entonces la pelea ha sido constante en todos los terrenos, “la lucha simultánea de Olimpia y Mary, aunque en países distintos, fue más individual que colectiva, más criticada que aceptada y comprendida en su época y aún poco conocida en la actualidad, alude a la exclusión que ha marcado la historia de las mujeres. “La visión androcéntrica que privaba en la incipiente doctrina de los derechos humanos del siglo XVIII, no era más que la confirmación de ello. Pero esa lucha también anunciaba la represión real y simbólica de la que serían objeto en el transcurso de los años las mujeres que, como ellas, siguieron en esta brega aun inconclusa”.[24]
La duquesa inglesa Margaret de Newcastle, escribió “las mujeres viven como murciélagos o lechuzas, trabajan como bestias y mueren como gusanos”.[25] Dentro de este mundo “hecho y escrito por los hombres”, surge uno que a diferencia de los demás las apoya: Poullain de la Barre, que como señala Celia Amorós: este hombre discípulo de Descartes “escribió en 1673 una obra extraordinaria, tan extraordinaria como desconocida, porque al pobre señor le dio por defender a las mujeres y ha corrido tan triste destino en la historia cual si de mujer se tratara. Encontramos en este autor cantidad de ideas que luego aparecen como rousseaunianas. Poullain de la Barre, curiosamente, saca las implicaciones de la lucha cartesiana contra, el prejuicio, la tradición y el argumento de la autoridad sin escatimarle a la mujer el protagonismo político pleno, en igualdad total, cuando mujeres ilustradas como Mary Wollstonecraft y la propia Madame de Stael no llegaron tan lejos”.[26] A él se debe esta frase: “Todo cuanto ha sido escrito por los hombres acerca de las mujeres debe considerarse sospechoso, pues ellos son juez y parte a la vez”.
La lucha en todas las épocas fue aislada: Guillermina de Bohemia en el siglo XIV organizaba una iglesia de mujeres y esperaba el milenio para ellas. “Jesús había venido para redimir a Adán pero no a Eva, y en la segunda aparición iba a venir a redimir a Eva”. Tanto ella como su milenio de la mujer terminaron en la horca. [27]
La situación de desventaja de la mujer por las que pelearon las primeras feministas responde a factores de carácter económico, ideológico y, sobre todo, cultural. Sin embargo, no es posible conocer las etapas de la evolución de la presencia de la mujer en el mundo, desde el momento en que no ha sido considerada como un sujeto histórico social, sino como hembra, son pocos los casos que se conocen y por lo general están aislados unos de otros.
“Para corregir los antiguos y terribles errores de la historia, tanto las mujeres como los hombres deben de aceptar la violencia y brutalidad de los ataques sistemáticos y continuos de los hombres contra el sexo femenino, desde el maltratar a la esposa hasta la persecución de brujas, desde la mutilación genital hasta el asesinato”.[28]
De acuerdo con Marcela Lagarde para llegar a una antropología de la mujer es necesario enriquecer a las disciplinas y al conocimiento histórico, y consecuentemente analizar los procesos culturales que conciernen a todos los grupos y categorías sociales y no sólo a aquellas que se limitan al estudio de los indios, hacer un análisis profundo de las relaciones sociales, las normas, las ideologías, la biología y todo aquello que conforma y concierne a la mujer. Ver que los seres humanos, incluyendo varones y hembras no son sólo hechos biológicos, sino productos de procesos históricos y que la biología capturada desde la cultura debe ser tomada en cuenta por su enorme peso en las atribuciones sociales y culturales.
Diversos investigadores como Mc Lennan, en su teoría del patriarcado o Bachoffen con la del matriarcado, así como Morgan y Engels con la familia y el Estado buscan explicar en sus estudios históricos la opresión de la mujer a partir de su lugar en las relaciones de producción en la sociedad, de su circunstancia en la historia y no en la naturaleza como algunos lo plantearon.
Simone de Beauvoir en su ya clásico Segundo sexo no sólo realiza un análisis feminista sino antropológico de la mujer, porque el núcleo de su estudio es la misma mujer vista desde un punto de vista histórico y cultural. En esta obra se plantea por primera vez, la condición de la mujer a partir de una síntesis del marxismo, psicoanálisis, antropología y feminismo.
“Los proletarios han hecho la revolución en Rusia, los negros en Haití, los Indochinos se baten en Indochina: la acción de las mujeres no ha pasado nunca de una agitación simbólica, y no han ganado sino aquello que los hombres les han querido conceder; no han tomado nada, han recibido.”[29] Algunas condiciones han cambiado y se han derribado utopías y otras han surgido, la condición femenina también empieza a cambiar, si han sido siglos de dominación, la lucha apenas comienza y cambiar las estructuras mentales no sólo del hombre sino de la misma mujer también puede llevar mucho años, posiblemente hasta siglos.
Después del auge del feminismo en los años 70, las investigaciones empezaron a hablar de una antropología de la mujer. Se trataba de hacer visible su participación más allá de la familia y del ámbito doméstico, sino como un ente participante dentro de las ciencias sociales.
Se empieza a analizar a la mujer y la condición femenina, se llegó a la conclusión de que existe una gran diversidad de situaciones femeninas, aun dentro de una misma. “En la etapa actual el énfasis está puesto en demostrar que las relaciones de género son una dimensión fundamental, junto con la clase y la descripción étnica de las relaciones sociales. Constituyen, por lo tanto, un objeto de estudio válido e indispensable. Con este punto de partida “un enfoque de género” implica analizar todos los niveles (cultural, psicológico, económico, social, político), como se construyen y operan las diferencias entre los sexos, que sistemáticamente tienden a colocar a las mujeres en posiciones de desventaja y subordinación. “El objetivo consiste en enlazar las ideas culturales sobre el género con las relaciones sociales, el pensamiento y las acciones”.[30]
Simone de Beauvoir asegura que la condición femenina es “la de ser de otro”. La mujer se descubre y vive en lo que le impone el hombre para que una su propia vida:
La historia ahí está y es como se ha visto a la mujer durante siglos, esa misma historia ha empezado a cambiar, aunque falta un largo camino por recorrer. Nuevas teorías han nacido y otras están en ese proceso como el que está surgiendo en el campo de la antropología de las mujeres y las relaciones de género; gracias a las luchas feministas estos temas se han logrado incorporar a los problemas teóricos debatidos por las ciencias sociales.
Al principio fue el matriarcado en la sociedad primitiva. “Con los avances sociales, el hombre va invadiendo la esfera de lo familiar. El pater-familia aleja a la mujer de aquel ámbito político, basado en el estrecho círculo de las familias y su ensanchamiento, hasta formar las aldeas. La mujer ha dejado de ser lo que fue y su misión se reduce a lo que aún hoy día en nuestro avanzado siglo XXI pletórico de logros científicos se denomina labores propias de su sexo”.[32]
El movimiento feminista empieza, como otros movimientos de liberación, planteando algunas reivindicaciones elementales, como son: igualdad de oportunidades para los hombres y para las mujeres en lo que se refiere a la educación y al trabajo, se pide a igual trabajo igual salario. Pero hasta la fecha esto ha sido sólo un sueño, porque en ninguna parte del mundo este derecho ha sido concedido.
Si una de las reivindicaciones del feminismo ha sido salir del espacio privado al público, llevar lo personal a lo político. Cuando una tarea tiende a hacerse valorar se vuelve pública se masculiniza y se reconoce, en tanto, la reproducción no es valorada, es cosa de la mujer. “Las actividades que se desarrollan en el espacio privado, las actividades femeninas son las menos valoradas socialmente, fuere cual fuere su contenido, porque esta puede variar, son las que no se ven ni son objeto de apreciación pública”.[33] Según Marta Lamas, en México el feminismo sigue siendo cuestión de mujeres, quienes deben de construir su individualidad a partir del reconocimiento de la diferencia sexual y del género.
Teniendo en cuenta que la antropología toma de todas las disciplinas para conformarse como tal, al feminismo no lo deja afuera y dentro de este la condición de la mujer y la lucha de géneros van implícitos. Es necesario recordar que dentro de esta corriente también han existido divergencias, se habla de un feminismo de la igualdad y un feminismo de la diferencia. Amorós explica que el problema de la igualdad entre los “sexos es el problema de la desigualdad de las mujeres con relación a los hombres: la diferencia sexual se ha traducido en desigualdad social.
Sin embargo, la diferencia sexual no va a desaparecer; ni podemos ignorarla, ni tampoco podemos ponerla siempre adelante, pues puede resultar un freno o una limitación. Todas las diferencias de los grupos subordinados generan ese dilema: ignorar la diferencia lleva a una falsa neutralidad, pero centrarse en ella acentúa el estigma de la diferencia”.[34]
“Sin embargo, igualdad o diferencia lo cierto es que el feminismo marcó un hito en la historia del mundo, fue un movimiento a favor de la igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres. Gracias a esta filosofía, la sociedad ha tomado conciencia de la discriminación que sufre la mujer y ha intentado eliminarla a través de la modificación y creación de nuevas leyes, códigos civiles y pena, accediendo a las áreas de decisión, además de promover una nueva educación y actitud ante la vida.
Lola G. Luna señala que para ella el feminismo es “una filosofía de vida, una toma de conciencia, una respuesta, un método de acción y de reflexión que vamos elaborando las mujeres a partir de nuestra situación social. Filosofía de la que se deriva una actitud crítica frente a los hechos y frente a la sociedad y que lleva implícito el cambio de ésta a partir de nuestro propio cambio”.[35]
NOTAS:
[1]González Montes, Soledad, “Hacia una antropología de las relaciones de género en América Latina, en Mujeres y relaciones de género en Latinoamérica, pág. 17
[2]Cfr. Graciela Hierro, Etica del feminismo, pág. 111.
[3]Marcela Lagarde, Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas., putas, presas y locas, pp. 65-66.
[4]Simone de Beauvoir, El Segundo sexo. Los hechos y los mitos, pág. 94.
[5] Alejandro, carrillo Castro, El dragón y el unicornio, p. 6.
[6] Claude Lévi Strauss, “Sexualidad femenina y origen de la sociedad”, en Letras libres, pág. 16
[7] Evelyn Red, La evolución de la mujer del clan matriarcal a la familia patriarcal, pág. 7.
[8]Red, Ibídem.
[9]Ibídem.
[10]Ibídem, pág. 83.
[11]Evelyn Red, Sexo contra sexo o clase contra clase, pág. 108.
[12]Red, Op. Cit. Pág. 108.
[13]Espinosa Calderón, Alejandro, “Hacia un milenio sin hambre”, en Lunes en la Ciencia, La Jornada, 23 de octubre del 2000.
[14]Rosalind Miles, La mujer en la historia del mundo, pp. 37-38.
[15]Miles, Ibídem.
[16]Ibídem, pág. 39.
[17]Hierro, op. cit. Pág.31.
[18]Celia Amorós, Feminismo, igualdad y diferencia, pag. 34
[19]Hierro, Op. Cit. Pp. 45-46.
[20]Rosario Castellanos, Mujer que sabe latín, pág, 7.
[21] Amorós, Op- Cit., pág. 28.
[22]Basaglia Franca, Una voz, reflexiones sobre la mujer, pagina 21
[23] Celia Amorós, en La idea de igualdad, www.fempress./index.html
[24] Ver Alexandra Ayala Marín, en Derechos económicos y sociales de las mujeres, f, 2.
[25] Rosalind, Miles, Op. Cit,., pág. 13
[26]Amorós, Feminismo... Ibídem, pág. 42.
[27] Amorós, Ibídem. Pág. 45.
[28]Miles, Op. Cit. Pág. 13.
[29]De Beauvoir, Op cit, pág. 15.
[30] González Montes, op. Cit. Pp, 17-18.
[31] Graciela Hierra, Etica y feminismo, pág. 14.
[32] Aurora Aranaíz Amigo, "Feminismo y política” en La Mujer en la vida nacional, pág. 321.
[33] Amorós, Ibídem, pp. 24-25.
[34] Amorós, Ibídem Pág. 14.
[35] Lola, G. Luna, "De la emancipación a la insubordinación: de la igualdad a la diferencia" en www.mujeresred/feminismo.
Periodista, ha colaborado en la SEP, en el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) y en medios como Tiempo, y en Filo Rojo, en el suplemento 'Página Uno' del periódico Uno más Uno, en Mira, en el suplemento 'Siglo XXI' de El Universal, en la revista Asamblea de la ALDF, en Etcétera, en el suplemento 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem, entre otras. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y el Centro Mexicano para los Derechos de la Infancia (CEMEDIN) le publicaron el reportaje 'El derecho a su futuro', en el libro Periodismo por la infancia.
Últimamente la antropologia ha abarcado un nuevo campo de investigación referido a las mujeres y las situaciones de género, gracias a la lucha constante de feministas que pelearon por la incorporación de estos temas “a los problemas teóricos debatidos por las ciencias sociales. La antropología cuenta con una larga tradición de interés por la sexualidad, el parentesco y las expresiones simbólicas de lo femenino y lo masculino en diferentes culturas”. [1]
Algunas de las teorías han sido rebasadas por el desarrollo tan vertiginoso de la sociedad y otras han nacido, entre ellas el feminismo que surge como un movimiento social y político en un momento de crisis social en el capitalismo. Reivindica la condición humana de la mujer, igual y diferente a la del varón. Igual, en tanto que les corresponden los mismos derechos humanos: a la vida, a la libertad de expresión, de pensamiento, de reunión, de circulación, al trabajo, a la educación. La diferencia estriba en que la mujer es quien tiene a los hijos. Con las bases del feminismo surge en Estados Unidos el Movimiento de Liberación de la Mujer, después se da en varias partes del mundo. Lo fundamental de este movimiento es la protesta en contra de su situación misma dentro de la familia. “Heber Marcuse considera que la liberación de la mujer es quizá el movimiento político potencialmente más radical e importante que conocemos en la actualidad”.[2]
El ser mujer no es opuesto al hombre, simplemente es ser diferente. Esta diferencia es genérica basada en el sexo y la edad, con el feminismo dice Marcela Lagarde, se inicia el humanismo de fondo, “aquel que plantea la superación del antagonismo más profundo de los seres humanos... es un aporte porque devela la separación real entre los humanos y la intolerancia a la diversidad, de ahí que el feminismo sea a la vez, una crítica de la cultura y cultura nueva”.[3]
Sin embargo, antes de llegar al feminismo y a la antropología de la mujer, es necesario hacer un pequeño recorrido por esas etapas en las que se menciona que la mujer tuvo cierto poderío, se habla de un periodo donde fue la gran protagonista: el matriarcado ante esto, Simone de Beauvoir indica que algunos hechos hacían suponer que existió un verdadero reinado de las mujeres, hipótesis que fue planteada por Bachofen y luego retomada por Engels: “el paso del matriarcado al patriarcado se presenta como la gran derrota histórica del sexo femenino”.[4]
El jurista suizo Bachofen denominó como patriarcal al modelo de la sociedad de su tiempo, en donde el papel del padre era determinante en la vida familiar y política de la sociedad, por lo que propuso un modelo contrario; el papel protágonico correspondía a la madre, es decir matriarcal. Por su parte Morgan, antropólogo norteamericano, también a mediados del siglo XIX, llamó al modelo como el de la sociedad “gentilicia” (fundada en las relaciones de parentesco o consanguíneas que existían como las gens o clanes).[5]
Claude Lévi-Strauss, señala que no existe una prueba razonable del supuesto matriarcado original, argumento que fue adoptado después en el discurso feminista. El investigador propone concentrarse en el desarrollo del lenguaje y no de la sexualidad.
En el siglo pasado, y todavía a principios del nuestro, la teoría en boga entre los antropólogos pretendía que en los tiempos de la humanidad las mujeres mandaban en los asuntos familiares y sociales. De este supuesto matriarcado primitivo se presentan múltiples pruebas: esculturas, principalmente femeninas y la frecuente figuración de símbolos femeninos en las artes de la prehistoria; el lugar preponderante que en la época protohistórica se daba a las “diosas madres”...[6]
Algunos autores que han dedicado sus investigaciones sobre esta etapa de la historia traen a colación tanto a Bachofen como a Morgan. Para Evelyn Red “la historia primitiva de la mitad de la especie humana –la de la mujer- se ha ocultado considerablemente. Traerla a la luz requiere una re-investigación de la antropología, donde el papel y las realizaciones de la mujer en la sociedad prehistórica están sepultadas”.[7]
Evelyn Red señala que “la resurrección del movimiento de liberación ha arrojado un rayo de luz sobre ciertas suposiciones dudosas y ha refutado cuestiones relativas al pasado”,[8] entre ellas está el que se refiere al matriarcado. Se cuestiona: ¿Hubo un periodo en la historia en que las mujeres ocuparon un lugar sumamente estimado o influyente?, Sí fue así, ¿cómo perdieron su eminencia social y se transformaron en el sexo subordinado en la sociedad patriarcal? ¿O es el matriarcado, como dicen algunos, un mito que no tiene base histórica?[9] Las interrogantes están ahí, pasa el tiempo y nuevas hipótesis surgen, la incertidumbre persiste. El matriarcado es uno de los temas que se continúa discutiendo dentro de las diversas escuelas de la antropología.
Al igual que otros estudiosos del tema Red afirma, que a través de varios caminos de investigación “los antropólogos pioneros descubrieron que la forma maternal de la organización social había precedido a la sociedad patriarcal civilizada. Bachofen lo describe como un periodo de “derecho materno”, como opuesto al periodo de “derecho paterno” de tiempos posteriores. Esto se popularizó en el termino “matriarcado”. Morgan fundamentalmente reveló el gens materno o el clan como la unidad de la sociedad primitiva. Otros investigadores del siglo XIX agregaron datos al sustentar la prioridad del sistema del matriarclan”.[10]
Si para algunos autores existió un dominio de la mujer, para otros fue un mito como ese que ha perdurado durante siglos, el de la madre–diosa. Desde el momento que el hombre se apropia de los medios de producción la mujer fue relegada exclusivamente a las funciones biológicas de madre, entonces el hombre “se fue de caza y la mujer se quedó en casa”. Se le negó, por ende, toda forma de participación en la vida social. “Los hombres tomaron las riendas de la sociedad y fundaron un nuevo sistema social al servicio de sus necesidades. De la destrucción del matriarcado nació la sociedad de clases”.[11]
Asimismo el desarrollo de los sexos fue desigual. “Durante el primer gran periodo de desarrollo social, fue la mujer quien logró hacer progresar a la humanidad hasta levantarla por encima del reino animal. Y puesto que los primeros pasos son siempre los más difíciles, no podemos más que considerar decisiva la contribución social y productiva de las mujeres. Fueron sus descubrimientos en el campo productivo y cultural lo que hicieron posible la civilización”.[12] Por ejemplo, a lo largo de la historia de la humanidad ha sido la base y el fundamento de la familia, “además de responsable de la selección de frutos y semillas, actividad que facilitó contar cada vez con mejores materiales e iniciar la agricultura cuando el ser humano cambió su hábito nómada al sedentario, históricamente la mujer ha marcado la pauta en la familia al ser responsable de la alimentación de los hijos; de manera frecuente sufre mayor desnutrición, por asegurar el alimento, en primer término de sus hijos y de su compañero”.[13] Así es, en nuestros días, es la base de la familia y en muchos hogares el único sustento de los mismos.
Existen diversas teorías que exponen que la mujer era igual que el hombre; sin embargo, esta igualdad se borró con el tiempo. Los mitos hablan de esa mujer fuerte guerrera, amazona, y más allá de lo humano, como algo abstracto para el hombre: Diosa o madre, no mujer.
Al principio, cuando la humanidad emergió entre las tinieblas de la prehistoria, Dios era mujer. ¡Y qué mujer! Los sumerios que habitaban en el territorio correspondiente al Irak actual, le rendían culto con himnos cargados de un erotismo, audaz, dándole gracias por sus mechones enredados, su “regazo de miel”, su vulva rica “como una nave del paraíso”, así como también por su generosidad natural que “fluye de su útero” de forma tan abundante que debía honrarse cada lechuga como si fuera el cabello púbico de la ”señora”. Pero el Ser Supremo era mucho más que el suministrador de placeres carnales. También se le veneraba y reverenciaba por sus pasiones bélicas. Para Enheduanna, su primera poeta-sacerdotisa era, “un dragón que destruye con fuego e inundaciones” y que “llena los ríos de sangre” (...) su gran autoridad residía en el papel que desempeñaba como gran “ministra de la Luna de la Diosa” (...) era la voz de la primera divinidad, de la Gran Madre.[14]
Rasalind Miles explica el poder de la Diosa-Madre, asimismo señala los nombres con los que se le conocía y lo que representaba:
Yo soy naturaleza, madre universal, dueña de todos los elementos, hija primordial del tiempo, soberana de todas las cosas espirituales, reina de los muertos (...) Si bien se me rinde culto en muchos aspectos, se me conoce por infinitos nombres y se me propicia con toda clase de ritos diferentes, toda la tierra me venera.[15]
La condición sagrada del sexo femenino duró por lo menos 25 mil años. Aunque algunos especialistas van todavía más lejos y consideran que abarcó 40 mil, incluso hasta 50 mil años. De hecho, nunca hubo un tiempo en este periodo de la historia de la humanidad en el que la mujer fuera especial y mágica.[16]
Lévi-Strauss aseguraba que el poder político siempre ha estado en manos de los hombres. Esto es real; aunque se han dado casos de mujeres en el poder, éstos han sido pocos, y de los que da cuenta la historia es bajo la perspectiva masculina. “Las mujeres –que por herencia o mérito propio- acceden a los puestos de poder y superan así su condición de opresión, dejan de visualizarse como mujeres, en tanto que ejercen su autoridad. En efecto gobiernan como hombres”.[17] Graciela Hierro afirma que a esto se le llama el síndrome de “abeja reina”. Es decir, en el trayecto de la historia no ha habido un modo de ejercicio del poder precisamente femenino, no se ha cambiado la condición de la mujer.
El hombre es quien ha hecho la historia, lo cual no quiere decir que la mujer estuvo al margen “... si más varones van a la guerra esto luego se traduce políticamente en cambio, con las mujeres ocurren cosas muy curiosas: aparte de ser criadas para todo, o secretarias para todo u obreras de fábricas para todo, podremos ser también guerrilleras para todo. Entramos y salimos de las escenas sin que haya registro, sin pedir ni que se nos dé nada a cambio. Borramos y nos borran las huellas, las huellas de las huellas... volvemos al reducto de lo privado... reconstruir la historia de la mujer, como quiere la “herstory” (historia de ella) tiene problemas metodológicos graves, porque es hacer la historia de un muro de arena”.[18]
Por otro lado, estudios antropológicos indican que en todas las sociedades estudiadas hay una reglamentación matrimonial y que, en todos los casos, ésta favorece al hombre. El hombre puede ser infiel y no pasa nada, en cambio, las mujeres casadas que sostienen relaciones fuera de este contexto sufren castigos que pueden llegar a la muerte. “Nunca ha sido el comportamiento moral permitido idéntico para ambos sexos. Lo natural para el hombre es gozar de su sexualidad; lo natural para la mujer es procrear. La reproducción humana es de interés social, debe entonces ser vigilada y reglamentada por la comunidad entera. La sexualidad masculina, cuya única consecuencia visible es el placer, puede ser objeto de su elección personal”.[19]
Al igual que De Beauvoir, Rosario Castellanos manifiesta que “a lo largo de la historia(...), la mujer ha sido más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito.[20] Es decir algo que queda fuera de la realidad concreta.
La participación de las mujeres empezó a dejar constancia en el siglo XIX, cuando mujeres instruidas, reinas o abadesas, aparecían en crónicas, de ese entonces, pero siempre bajo la perspectiva masculina. Se creaban heroínas a imagen y semejanza del hombre. Las investigaciones de ese tiempo retratan a la mujer como producto del hombre.
Los filósofos, literatos y pensadores de todos los tiempos siempre vieron a la mujer como un ser inferior. Libros sagrados como la Biblia o el Corán no se quedaban atrás. Maquiavelo aseguraba que “todas las mujeres tienen poco cerebro, no hay una que sepa decir dos palabras y las predique, porque en tierra de ciegos, el que tiene un ojo es un señor”. Moliere pensaba: “no está bien, y por muchas razones, que una mujer estudie y sepa tantas cosas”. Mientras que J.J. Roseau aseveraba: “la mujer está hecha para ceder al hombre y para soportar también sus injusticias... está hecha especialmente para placer del hombre; si el hombre a su vez debe complacerla, la necesidad es menos fundamental, su valor está en la posesión, y él gusta porque justamente es fuerte”.
Dice Celia Amorós que las mujeres, en las constelaciones, siempre son las pléyades, las “tres Marías”; nadie se imaginaría en el evangelio, los “tres pedros”, luego por ejemplo. El varón va con el nombre propio, individualizando así el nombre del padre. Marcan un espacio semántico claramente diferenciado, en tanto, en la mujer ese espacio es amorfo, de la constelación difusa, de las once mil vírgenes. Para Amorós un ejemplo claro es el de San Anastasio vs. las once mil vírgenes; "esas representaciones siempre de enjambre son típicas de lo femenino de lo genérico..." Shopenhauer lo dice “la mujer es una esencia, no un individuo” y del mismo modo afirma Hegel: “En la mujer la autoconciencia no llega a evolucionar y a progresar para asumir la forma de la individualidad”.[21]
...la mujer -de la cual el hombre sigue hablando- se refleja idéntica en la imagen que durante siglos permanece inmutable. Cambian símbolos, el lenguaje, el paisaje, la unión de grupos sociales, las formas de dominación, la cara del poder; pero para el hombre la mujer es la misma... siempre la define de acuerdo a sus necesidades, que varían con el transcurso de la historia. La religión el mito la sujeta inventando la culpa; la filosofía la considera inferior y llega a discutir si tiene o no alma; la ley no le reconoce figura jurídica y le impone un tutor; la literatura no sabe si vestirla de ángel o demonio para no otorgarle la máscara de “persona”; la ciencia... define su estado de inferioridad biológica.[22]
El feminismo es un movimiento que trata de dar su expresión teórica a un proceso de cambio social que tiene implicaciones en todos los niveles de la existencia humana. “Es un proceso de cambio que tiene dimensiones antropológicas”.[23] Esta corriente que se le ha llamado filosófica también, tiene sus antecedentes, en Europa con la francesa Olimpia de Gauges quien vio en la Revolución francesa la oportunidad de formular los reclamos femeninos de la igualdad política con los hombres.
De Gauges escribe en 1971 La Declaración de los derechos de la Mujer y la Ciudadana en respuesta a la Declaración de los derechos del Hombre que evidentemente, éstos excluían a la mujer. A la luchadora francesa, quien exhortaba a las de su sexo diciendo: “¡Despertad mujeres!... Reconoced vuestros derechos”, no se le concedió el subir al estrado, pero sí ir al patíbulo. En 1793 fue llevada a la guillotina por su gran osadía.
En 1792 en Inglaterra, una mujer luchaba enérgicamente por la educación de sus congéneres: Mary Wollstonecraft, publicó el libro Defensa de los derechos de la mujer, no fue guillotinada como Olimpia, pero si duramente criticada, un político de esa época le puso el apelativo de la “hiena con faldas”. En la misma época Abigail Smith Adams le recomienda a su marido, John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos, que tome en cuenta los derechos de la mujer.
Desde entonces la pelea ha sido constante en todos los terrenos, “la lucha simultánea de Olimpia y Mary, aunque en países distintos, fue más individual que colectiva, más criticada que aceptada y comprendida en su época y aún poco conocida en la actualidad, alude a la exclusión que ha marcado la historia de las mujeres. “La visión androcéntrica que privaba en la incipiente doctrina de los derechos humanos del siglo XVIII, no era más que la confirmación de ello. Pero esa lucha también anunciaba la represión real y simbólica de la que serían objeto en el transcurso de los años las mujeres que, como ellas, siguieron en esta brega aun inconclusa”.[24]
La duquesa inglesa Margaret de Newcastle, escribió “las mujeres viven como murciélagos o lechuzas, trabajan como bestias y mueren como gusanos”.[25] Dentro de este mundo “hecho y escrito por los hombres”, surge uno que a diferencia de los demás las apoya: Poullain de la Barre, que como señala Celia Amorós: este hombre discípulo de Descartes “escribió en 1673 una obra extraordinaria, tan extraordinaria como desconocida, porque al pobre señor le dio por defender a las mujeres y ha corrido tan triste destino en la historia cual si de mujer se tratara. Encontramos en este autor cantidad de ideas que luego aparecen como rousseaunianas. Poullain de la Barre, curiosamente, saca las implicaciones de la lucha cartesiana contra, el prejuicio, la tradición y el argumento de la autoridad sin escatimarle a la mujer el protagonismo político pleno, en igualdad total, cuando mujeres ilustradas como Mary Wollstonecraft y la propia Madame de Stael no llegaron tan lejos”.[26] A él se debe esta frase: “Todo cuanto ha sido escrito por los hombres acerca de las mujeres debe considerarse sospechoso, pues ellos son juez y parte a la vez”.
La lucha en todas las épocas fue aislada: Guillermina de Bohemia en el siglo XIV organizaba una iglesia de mujeres y esperaba el milenio para ellas. “Jesús había venido para redimir a Adán pero no a Eva, y en la segunda aparición iba a venir a redimir a Eva”. Tanto ella como su milenio de la mujer terminaron en la horca. [27]
La situación de desventaja de la mujer por las que pelearon las primeras feministas responde a factores de carácter económico, ideológico y, sobre todo, cultural. Sin embargo, no es posible conocer las etapas de la evolución de la presencia de la mujer en el mundo, desde el momento en que no ha sido considerada como un sujeto histórico social, sino como hembra, son pocos los casos que se conocen y por lo general están aislados unos de otros.
“Para corregir los antiguos y terribles errores de la historia, tanto las mujeres como los hombres deben de aceptar la violencia y brutalidad de los ataques sistemáticos y continuos de los hombres contra el sexo femenino, desde el maltratar a la esposa hasta la persecución de brujas, desde la mutilación genital hasta el asesinato”.[28]
De acuerdo con Marcela Lagarde para llegar a una antropología de la mujer es necesario enriquecer a las disciplinas y al conocimiento histórico, y consecuentemente analizar los procesos culturales que conciernen a todos los grupos y categorías sociales y no sólo a aquellas que se limitan al estudio de los indios, hacer un análisis profundo de las relaciones sociales, las normas, las ideologías, la biología y todo aquello que conforma y concierne a la mujer. Ver que los seres humanos, incluyendo varones y hembras no son sólo hechos biológicos, sino productos de procesos históricos y que la biología capturada desde la cultura debe ser tomada en cuenta por su enorme peso en las atribuciones sociales y culturales.
Diversos investigadores como Mc Lennan, en su teoría del patriarcado o Bachoffen con la del matriarcado, así como Morgan y Engels con la familia y el Estado buscan explicar en sus estudios históricos la opresión de la mujer a partir de su lugar en las relaciones de producción en la sociedad, de su circunstancia en la historia y no en la naturaleza como algunos lo plantearon.
Simone de Beauvoir en su ya clásico Segundo sexo no sólo realiza un análisis feminista sino antropológico de la mujer, porque el núcleo de su estudio es la misma mujer vista desde un punto de vista histórico y cultural. En esta obra se plantea por primera vez, la condición de la mujer a partir de una síntesis del marxismo, psicoanálisis, antropología y feminismo.
“Los proletarios han hecho la revolución en Rusia, los negros en Haití, los Indochinos se baten en Indochina: la acción de las mujeres no ha pasado nunca de una agitación simbólica, y no han ganado sino aquello que los hombres les han querido conceder; no han tomado nada, han recibido.”[29] Algunas condiciones han cambiado y se han derribado utopías y otras han surgido, la condición femenina también empieza a cambiar, si han sido siglos de dominación, la lucha apenas comienza y cambiar las estructuras mentales no sólo del hombre sino de la misma mujer también puede llevar mucho años, posiblemente hasta siglos.
Después del auge del feminismo en los años 70, las investigaciones empezaron a hablar de una antropología de la mujer. Se trataba de hacer visible su participación más allá de la familia y del ámbito doméstico, sino como un ente participante dentro de las ciencias sociales.
Se empieza a analizar a la mujer y la condición femenina, se llegó a la conclusión de que existe una gran diversidad de situaciones femeninas, aun dentro de una misma. “En la etapa actual el énfasis está puesto en demostrar que las relaciones de género son una dimensión fundamental, junto con la clase y la descripción étnica de las relaciones sociales. Constituyen, por lo tanto, un objeto de estudio válido e indispensable. Con este punto de partida “un enfoque de género” implica analizar todos los niveles (cultural, psicológico, económico, social, político), como se construyen y operan las diferencias entre los sexos, que sistemáticamente tienden a colocar a las mujeres en posiciones de desventaja y subordinación. “El objetivo consiste en enlazar las ideas culturales sobre el género con las relaciones sociales, el pensamiento y las acciones”.[30]
Simone de Beauvoir asegura que la condición femenina es “la de ser de otro”. La mujer se descubre y vive en lo que le impone el hombre para que una su propia vida:
El “ser de otro” del que nos habla Beauvoir, se manifiesta concretamente en la mujer a través de la situación de inferiorización, control y uso. Son estos los atributos derivados de su condición de opresión, como ser humano, a quien no se le concede la posibilidad de realizar un proyecto de trascendencia... dado que la categoría de “ser de otro” puede y debe ser superada por parte de la mujer, se recurre a la mistificación de la condición femenina. La expresión concreta de esta mistificación se da a través de dos procedimientos: el de los privilegios femeninos y el trato masculino galante... la mujer, a fin de no perder ni los privilegios ni el trato galante, sostiene el statu quo de la condición femenina, se constituye en el valuarte de la ideología que mantiene su condición de opresión.[31]
La historia ahí está y es como se ha visto a la mujer durante siglos, esa misma historia ha empezado a cambiar, aunque falta un largo camino por recorrer. Nuevas teorías han nacido y otras están en ese proceso como el que está surgiendo en el campo de la antropología de las mujeres y las relaciones de género; gracias a las luchas feministas estos temas se han logrado incorporar a los problemas teóricos debatidos por las ciencias sociales.
Al principio fue el matriarcado en la sociedad primitiva. “Con los avances sociales, el hombre va invadiendo la esfera de lo familiar. El pater-familia aleja a la mujer de aquel ámbito político, basado en el estrecho círculo de las familias y su ensanchamiento, hasta formar las aldeas. La mujer ha dejado de ser lo que fue y su misión se reduce a lo que aún hoy día en nuestro avanzado siglo XXI pletórico de logros científicos se denomina labores propias de su sexo”.[32]
El movimiento feminista empieza, como otros movimientos de liberación, planteando algunas reivindicaciones elementales, como son: igualdad de oportunidades para los hombres y para las mujeres en lo que se refiere a la educación y al trabajo, se pide a igual trabajo igual salario. Pero hasta la fecha esto ha sido sólo un sueño, porque en ninguna parte del mundo este derecho ha sido concedido.
Si una de las reivindicaciones del feminismo ha sido salir del espacio privado al público, llevar lo personal a lo político. Cuando una tarea tiende a hacerse valorar se vuelve pública se masculiniza y se reconoce, en tanto, la reproducción no es valorada, es cosa de la mujer. “Las actividades que se desarrollan en el espacio privado, las actividades femeninas son las menos valoradas socialmente, fuere cual fuere su contenido, porque esta puede variar, son las que no se ven ni son objeto de apreciación pública”.[33] Según Marta Lamas, en México el feminismo sigue siendo cuestión de mujeres, quienes deben de construir su individualidad a partir del reconocimiento de la diferencia sexual y del género.
Teniendo en cuenta que la antropología toma de todas las disciplinas para conformarse como tal, al feminismo no lo deja afuera y dentro de este la condición de la mujer y la lucha de géneros van implícitos. Es necesario recordar que dentro de esta corriente también han existido divergencias, se habla de un feminismo de la igualdad y un feminismo de la diferencia. Amorós explica que el problema de la igualdad entre los “sexos es el problema de la desigualdad de las mujeres con relación a los hombres: la diferencia sexual se ha traducido en desigualdad social.
Sin embargo, la diferencia sexual no va a desaparecer; ni podemos ignorarla, ni tampoco podemos ponerla siempre adelante, pues puede resultar un freno o una limitación. Todas las diferencias de los grupos subordinados generan ese dilema: ignorar la diferencia lleva a una falsa neutralidad, pero centrarse en ella acentúa el estigma de la diferencia”.[34]
“Sin embargo, igualdad o diferencia lo cierto es que el feminismo marcó un hito en la historia del mundo, fue un movimiento a favor de la igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres. Gracias a esta filosofía, la sociedad ha tomado conciencia de la discriminación que sufre la mujer y ha intentado eliminarla a través de la modificación y creación de nuevas leyes, códigos civiles y pena, accediendo a las áreas de decisión, además de promover una nueva educación y actitud ante la vida.
Lola G. Luna señala que para ella el feminismo es “una filosofía de vida, una toma de conciencia, una respuesta, un método de acción y de reflexión que vamos elaborando las mujeres a partir de nuestra situación social. Filosofía de la que se deriva una actitud crítica frente a los hechos y frente a la sociedad y que lleva implícito el cambio de ésta a partir de nuestro propio cambio”.[35]
NOTAS:
[1]González Montes, Soledad, “Hacia una antropología de las relaciones de género en América Latina, en Mujeres y relaciones de género en Latinoamérica, pág. 17
[2]Cfr. Graciela Hierro, Etica del feminismo, pág. 111.
[3]Marcela Lagarde, Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas., putas, presas y locas, pp. 65-66.
[4]Simone de Beauvoir, El Segundo sexo. Los hechos y los mitos, pág. 94.
[5] Alejandro, carrillo Castro, El dragón y el unicornio, p. 6.
[6] Claude Lévi Strauss, “Sexualidad femenina y origen de la sociedad”, en Letras libres, pág. 16
[7] Evelyn Red, La evolución de la mujer del clan matriarcal a la familia patriarcal, pág. 7.
[8]Red, Ibídem.
[9]Ibídem.
[10]Ibídem, pág. 83.
[11]Evelyn Red, Sexo contra sexo o clase contra clase, pág. 108.
[12]Red, Op. Cit. Pág. 108.
[13]Espinosa Calderón, Alejandro, “Hacia un milenio sin hambre”, en Lunes en la Ciencia, La Jornada, 23 de octubre del 2000.
[14]Rosalind Miles, La mujer en la historia del mundo, pp. 37-38.
[15]Miles, Ibídem.
[16]Ibídem, pág. 39.
[17]Hierro, op. cit. Pág.31.
[18]Celia Amorós, Feminismo, igualdad y diferencia, pag. 34
[19]Hierro, Op. Cit. Pp. 45-46.
[20]Rosario Castellanos, Mujer que sabe latín, pág, 7.
[21] Amorós, Op- Cit., pág. 28.
[22]Basaglia Franca, Una voz, reflexiones sobre la mujer, pagina 21
[23] Celia Amorós, en La idea de igualdad, www.fempress./index.html
[24] Ver Alexandra Ayala Marín, en Derechos económicos y sociales de las mujeres, f, 2.
[25] Rosalind, Miles, Op. Cit,., pág. 13
[26]Amorós, Feminismo... Ibídem, pág. 42.
[27] Amorós, Ibídem. Pág. 45.
[28]Miles, Op. Cit. Pág. 13.
[29]De Beauvoir, Op cit, pág. 15.
[30] González Montes, op. Cit. Pp, 17-18.
[31] Graciela Hierra, Etica y feminismo, pág. 14.
[32] Aurora Aranaíz Amigo, "Feminismo y política” en La Mujer en la vida nacional, pág. 321.
[33] Amorós, Ibídem, pp. 24-25.
[34] Amorós, Ibídem Pág. 14.
[35] Lola, G. Luna, "De la emancipación a la insubordinación: de la igualdad a la diferencia" en www.mujeresred/feminismo.
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