“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
A mi madre periodística: Sara Lovera
Por Elvira Hernández Carballido
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
La periodista Sara Lovera celebra cuarenta años en el periodismo nacional. Cuarenta años de denunciar e investigar. Cuarenta años de dar voz a las mujeres de este país. Cuarenta años de escribir bien y de hacer recordatorios maternos con energía para darse a respetar en una sala de redacción o para ganar la noticia. Cuarenta años de aprender de ella, de leer sus reportajes, sus notas, entrevistas, crónicas y comentarios.
La conocí cuando estudiaba en la universidad. La verdad, en ese año de 1984, varias compañeras y yo fuimos a buscar a Carmen Lira, hoy directora de La Jornada. Nosotras queríamos organizar una serie de conferencias con mujeres periodistas destacadas en México. La misma Carmen Lira nos dijo que era necesario invitar a Lovera: "¿La conocen?". Avergonzadas negamos con la cabeza. "Es la que escribe en esa mesa". Y nos la señaló.
Entonces padecí el primer dolor de estómago, como cada vez que la veo hasta la fecha. Rostro serio y voz dura, directa. Fumaba un cigarro y tecleaba con rapidez en su máquina de escribir mecánica. Redactó rápidamente su cubículo y por primera vez nos miró a los ojos. Mirada decidida, retadora, interrogativa, inolvidable. Juré que nunca la olvidaría. Entonces encontraba sus reportajes en el periódico Uno más uno y la evocaba con mucha facilidad. Recuerdo que después del terremoto del 85 fue de las primeras reporteras en recuperar los testimonios de las costureras, quienes por esta tragedia lograron denunciar todas las explotaciones que padecían.
Poco después, me invitaron a escribir en el suplemento DobleJornada, que ella coordinaba. Mi primer texto no se publicó en el número prometido y pensé que no había gustado. Entonces, la encontré en una conferencia en el auditorio del Sindicato de Electricistas. Me acerqué a saludarla. Reconoció mi nombre y me preguntó directo: "¿Me vienes a insultar porque no publiqué tu artículo?". Tartamudeé, seguramente le dio gracia, pero me invitó a colaborar cada mes en esa publicación feminista.
Fue así como aprendí a ser reportera, a tener seguridad en lo que escribía, a recibir críticas si fallaba algo y ser felicitada si el texto periodístico estaba bien hecho. La observé discutir en juntas, ganar la nota en muchos eventos, escribir concentrada en su máquina de escribir y después en su computadora, gritar de groserías cuando algo la indignaba o le desagradaba.
Nunca olvidaré esas noches en las instalaciones de Balderas cuando escuchábamos el tema que ella elegía para trabajarlo en un reportaje o en una crónica. Las reuniones para criticar o felicitar por el trabajo logrado. Discusiones y gritos, abrazos y buenos deseos. Las correcciones a las entradas, la precisión de las fuentes periodísticas, la astucia para conseguir la nota, el talento para redactar un texto atractivo.
Desde entonces digo con orgullo que es mi madre periodística, de quien aprendí el compromiso social principalmente con las mujeres. Periodismo feminista y Sara Lovera son sinónimos, son palabras que siempre van juntas, son razón de vivir, un pacto lleno de sororidad, compromiso eterno y leal.
Sara Lovera fundó Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), agencia de noticias de mujeres, escenario para sensibilizar periodistas sobre la importancia de mirar a las mujeres e incluirlas en el contexto periodístico.
Sigo colaborando para ella en la agencia, me invita a dar algún curso, la encuentro en congresos. El dolor de estómago continúa cada vez que la veo, su carisma impone, su personalidad impacta, su presencia brilla en cualquier lugar que se presente. La admiro demasiado, la quiero más.
Decir cuarenta años, se dice fácil, pero ese tiempo incluye miles de notas y textos periodísticos, entrevistas y reportajes. Entradas noticiosas y remates contundentes. Críticas directas y denuncias valientes. Sara Lovera ha sido premiada por muchas organizaciones, no hay un rincón del país donde una mujer periodista no reconozca en Lovera a una maestra, a una guía, a una inspiración y un ejemplo.
Sara Lovera, mi madre periodística, una gran periodista mexicana, feminista por siempre. Felices cuarenta años de periodismo. Y los que faltan.
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue jurado en el reciente Premio Nacional de Periodismo.
La periodista Sara Lovera celebra cuarenta años en el periodismo nacional. Cuarenta años de denunciar e investigar. Cuarenta años de dar voz a las mujeres de este país. Cuarenta años de escribir bien y de hacer recordatorios maternos con energía para darse a respetar en una sala de redacción o para ganar la noticia. Cuarenta años de aprender de ella, de leer sus reportajes, sus notas, entrevistas, crónicas y comentarios.
La conocí cuando estudiaba en la universidad. La verdad, en ese año de 1984, varias compañeras y yo fuimos a buscar a Carmen Lira, hoy directora de La Jornada. Nosotras queríamos organizar una serie de conferencias con mujeres periodistas destacadas en México. La misma Carmen Lira nos dijo que era necesario invitar a Lovera: "¿La conocen?". Avergonzadas negamos con la cabeza. "Es la que escribe en esa mesa". Y nos la señaló.
Entonces padecí el primer dolor de estómago, como cada vez que la veo hasta la fecha. Rostro serio y voz dura, directa. Fumaba un cigarro y tecleaba con rapidez en su máquina de escribir mecánica. Redactó rápidamente su cubículo y por primera vez nos miró a los ojos. Mirada decidida, retadora, interrogativa, inolvidable. Juré que nunca la olvidaría. Entonces encontraba sus reportajes en el periódico Uno más uno y la evocaba con mucha facilidad. Recuerdo que después del terremoto del 85 fue de las primeras reporteras en recuperar los testimonios de las costureras, quienes por esta tragedia lograron denunciar todas las explotaciones que padecían.
Poco después, me invitaron a escribir en el suplemento DobleJornada, que ella coordinaba. Mi primer texto no se publicó en el número prometido y pensé que no había gustado. Entonces, la encontré en una conferencia en el auditorio del Sindicato de Electricistas. Me acerqué a saludarla. Reconoció mi nombre y me preguntó directo: "¿Me vienes a insultar porque no publiqué tu artículo?". Tartamudeé, seguramente le dio gracia, pero me invitó a colaborar cada mes en esa publicación feminista.
Fue así como aprendí a ser reportera, a tener seguridad en lo que escribía, a recibir críticas si fallaba algo y ser felicitada si el texto periodístico estaba bien hecho. La observé discutir en juntas, ganar la nota en muchos eventos, escribir concentrada en su máquina de escribir y después en su computadora, gritar de groserías cuando algo la indignaba o le desagradaba.
Nunca olvidaré esas noches en las instalaciones de Balderas cuando escuchábamos el tema que ella elegía para trabajarlo en un reportaje o en una crónica. Las reuniones para criticar o felicitar por el trabajo logrado. Discusiones y gritos, abrazos y buenos deseos. Las correcciones a las entradas, la precisión de las fuentes periodísticas, la astucia para conseguir la nota, el talento para redactar un texto atractivo.
Desde entonces digo con orgullo que es mi madre periodística, de quien aprendí el compromiso social principalmente con las mujeres. Periodismo feminista y Sara Lovera son sinónimos, son palabras que siempre van juntas, son razón de vivir, un pacto lleno de sororidad, compromiso eterno y leal.
Sara Lovera fundó Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), agencia de noticias de mujeres, escenario para sensibilizar periodistas sobre la importancia de mirar a las mujeres e incluirlas en el contexto periodístico.
Sigo colaborando para ella en la agencia, me invita a dar algún curso, la encuentro en congresos. El dolor de estómago continúa cada vez que la veo, su carisma impone, su personalidad impacta, su presencia brilla en cualquier lugar que se presente. La admiro demasiado, la quiero más.
Decir cuarenta años, se dice fácil, pero ese tiempo incluye miles de notas y textos periodísticos, entrevistas y reportajes. Entradas noticiosas y remates contundentes. Críticas directas y denuncias valientes. Sara Lovera ha sido premiada por muchas organizaciones, no hay un rincón del país donde una mujer periodista no reconozca en Lovera a una maestra, a una guía, a una inspiración y un ejemplo.
Sara Lovera, mi madre periodística, una gran periodista mexicana, feminista por siempre. Felices cuarenta años de periodismo. Y los que faltan.
Etiquetas: Meditaciones de Elvira Hernández Carballido
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