“ENTRE MUJERES INSURGENTES Y REVOLUCIONARIAS”
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
UNAM
Jueves 29 de abril. Mujeres insurgentes
- Josefina Hernández Téllez. La educación femenina en 1810
- Layla Sánchez Kuri. Presencia femenina en la Independencia.
- Elvira Hernández Carballido. Leona Vicario, la corresponsal de los insurgentes.
- Rosalinda Sandoval Orihuela. Los taconazos de Doña Josefa
Moderador: Vicente Castellanos Cerda
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Salón 12 Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Viernes 30 de abril. Mujeres revolucionarias
- Rosa María Valles Ruiz. Periodista y feminista: Hermila Galindo
- Elsa Lever M. El Universal y las mujeres periodistas
- Gloria Hernández Jiménez. Mujeres, revolución y fotografía
- Francisca Robles. Los corridos y la presencia femenina
Moderadora: Noemí Luna García
Inaugura: Maestro Arturo Guillemoud Rodríguez Vázquez
Sala Lucio Mendieta, Edificio de Posgrado (“F), 18:00 horas, FCPyS
Es Igualdad no equidad lo que garantiza la CEDAW
Por Sara Lovera
Periodista desde hace 40 años, fundadora de Comunicación e Información de la Mujer AC(CIMAC), fue directora del suplemento Doble Jornada, y actualmente es corresponsal de Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y del Caribe(SEMlac) en México; integrante del Consejo del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal; conduce y codirige Mujeres en Movimiento y participa en la Mesa Periodistas de Capital 21, el canal por internet de la Ciudad de México. Es editorialista de Antena Radio, Mujeres Net, Cuadernos Feministas, y Proceso digital. En 2005 fue nominada al Premio Nobel de la Paz.
El viernes 18 de diciembre la Convención contra todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), adoptada por 185 países que sesionan en la ONU, cumplió 30 años.
Las mujeres, no obstante, siguen discriminadas y oprimidas en cuestiones fundamentales como la libertad y los derechos humanos. Son botín de guerra, carecen de ciudadanía completa y viven los escenarios más descarnados de violencia, sometimiento y esclavitud. Su cuerpo está controlado.
En América Latina –la región más desigual del planeta- según la abogada costarricense Alda Facio, se yergue sobre las mujeres una conspiración conservadora que está dando al traste con los tímidos avances y lo más grave es que el movimiento feminista adoptó la política de equidad, acríticamente, sin darse cuenta que contravenía lo fundamental de la CEDAW que fue creada para garantizar la igualdad.
Mientras en nombre de la Convención se ha impulsado a las mujeres, sistemática y crecientemente a los lugares de la política, donde se toman las decisiones, la gran pregunta que hoy se hicieron un puñado de expertas reunidas en Buenos Aires, Argentina, es si ello ha servido para garantizar los derechos sexuales y reproductivos.
Para las mexicanas la prueba negativa y tremenda está en el aval que Beatriz Paredes, un ejemplo de mujer “feminista” en el poder, ha convalidado con su silencio que esos derechos estén en la picota y devastados. Paredes quiere ser candidata a la presidencia y ya no halla la forma de justificarse.
Los 30 años de la CEDAW, un aniversario señero, servirá para examinar qué tanto las sociedades del mundo entero conocen y reconocen a esta convención definida por la brasileña Silvia Pimentel como una Carta Magna de los Derechos Humanos de las mujeres y si existe en alguna parte voluntad política para acabar con la desigualdad real, cotidiana, definitiva, entre hombres y mujeres.
Para Gladys Acosta, directora para América Latina del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), promotora entusiasta de la reunión de Buenos Aires, afirma que la CEDAW se propuso, hace 3 décadas, conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, “ese derecho es una deuda pendiente, que ya no tiene moratoria”.
Es evidente para esta funcionaria de Naciones Unidas, que esa igualdad debe cristalizase en hechos, porque la “igualdad es un concepto real y concreto, es un derecho. Y las mujeres del mundo no pueden esperar más”.
La evaluación del mandato de la CEDAW que en países como México y muchos otros es ley suprema, pondrá en evidencia que los gobiernos no cumplieron y con ello el atraso democrático, de justicia y reconocimiento a las mujeres.
En ese examen los hechos, las cifras, las experiencias de las mujeres van a salir a flote. ¿Quién pretenderá engañarnos? Lo más grave es que muchísimas personas, como ya he escrito, no conocen el contenido y alcances de la Convención, pareciera secretamente guardada por el funcionariado de los Institutos de las Mujeres, a tal grado que ha sido difundida con timidez y es defendida por el movimiento feminista sin profundidad, menudean sus ediciones en todos los idiomas y en miles de carteles o cuadernillos, pero no se le promueve realmente.
Surgió en 1979, cuatro años después de la Primera Conferencia Internacional de la Mujer, fue el resultado de 30 años de trabajo de diagnóstico que hizo la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, impulsada, entre otros países por México, -tremenda paradoja- y eso significa que la Convención era resultado de evidencias intachables.
Aun cuando México formó parte de esa Comisión, contradictoriamente fue el último país en crear un mecanismo para hacerla efectiva, es decir, nuestro país fue el último en América Latina en crear el Instituto nacional y, al mismo tiempo en 1974, puso en la Constitución la igualdad entre hombres y mujeres. Pero nada más, quedaron y siguen quedando grandes vacíos y lagunas legales, en la práctica se admite la desigualdad y se soslaya con indiferencia la discriminació n.
He presenciado cómo funcionarios y funcionarias de todos los niveles y todas las clases, todavía 60 años después del nacimiento de la Carta Universal de los Derechos Humanos se preguntan si no será excesivo que las mujeres reclamen derechos de jure y de facto, que ya son reconocidos en todas las leyes y en todos los discursos.
Hay quienes todavía piensan que esos reclamos, que Gladys Acota dice que no pueden esperar, son producto de influencias extranjeras o caprichos de hembras que se han salido de su papel principal: el de madres y esposas.
La esperanza, en todo caso, como dicen las expertas, es que con motivo del 30 aniversario de la CEDAW se pueda concienciar a los gobiernos, hasta ahora, tremendamente contradictorios y muy preocupante que con frecuencia sean omisos.
Justo ahora cuando en México estamos muy preocupados por la seguridad, cuando no cesan los asesinatos de mujeres en todo el territorio, cuando se llenan las bocas de los intelectuales en busca de una izquierda responsable, es cuando habría que examinar si han conectado en sus cerebros que eso no puede examinarse, sin considerar que la mitad de la población vive discriminada.
Me pregunto si puede hablarse de democracia echando por tierra la división entre el Estado y la Iglesia, si los diputados y diputadas de 18 entidades del país pueden sencillamente echar por tierra el derecho a interrumpir un embarazo, si es de admitirse avanzar en los procesos electorales, cuando se niega la libertad a la mitad de las votantes; si se puede hablar de recuperación económica, cuando la mitad de la fuerza de trabajo es vejada y obligada a jornadas laborales de 18 horas, porque se las obliga, real y simbólicamente a ser las únicas responsables de su prole.
En fin, los Estados estarán examinados y reprobados, como las chicas y los chicos a los que la prueba Pisa los ha descalificado por no saber leer y escribir correctamente. Ahora se entiende porque no se ha leído y entendido la Convención contra todas las Formas de Discriminació n contra la Mujer, que alegremente nuestros gobiernos firmaron y se comprometieron a cumplir.
Esto es claramente, como diría una amiga querida, una rémora del sistema educativo nacional.
Periodista desde hace 40 años, fundadora de Comunicación e Información de la Mujer AC(CIMAC), fue directora del suplemento Doble Jornada, y actualmente es corresponsal de Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y del Caribe(SEMlac) en México; integrante del Consejo del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal; conduce y codirige Mujeres en Movimiento y participa en la Mesa Periodistas de Capital 21, el canal por internet de la Ciudad de México. Es editorialista de Antena Radio, Mujeres Net, Cuadernos Feministas, y Proceso digital. En 2005 fue nominada al Premio Nobel de la Paz.
El viernes 18 de diciembre la Convención contra todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), adoptada por 185 países que sesionan en la ONU, cumplió 30 años.
Las mujeres, no obstante, siguen discriminadas y oprimidas en cuestiones fundamentales como la libertad y los derechos humanos. Son botín de guerra, carecen de ciudadanía completa y viven los escenarios más descarnados de violencia, sometimiento y esclavitud. Su cuerpo está controlado.
En América Latina –la región más desigual del planeta- según la abogada costarricense Alda Facio, se yergue sobre las mujeres una conspiración conservadora que está dando al traste con los tímidos avances y lo más grave es que el movimiento feminista adoptó la política de equidad, acríticamente, sin darse cuenta que contravenía lo fundamental de la CEDAW que fue creada para garantizar la igualdad.
Mientras en nombre de la Convención se ha impulsado a las mujeres, sistemática y crecientemente a los lugares de la política, donde se toman las decisiones, la gran pregunta que hoy se hicieron un puñado de expertas reunidas en Buenos Aires, Argentina, es si ello ha servido para garantizar los derechos sexuales y reproductivos.
Para las mexicanas la prueba negativa y tremenda está en el aval que Beatriz Paredes, un ejemplo de mujer “feminista” en el poder, ha convalidado con su silencio que esos derechos estén en la picota y devastados. Paredes quiere ser candidata a la presidencia y ya no halla la forma de justificarse.
Los 30 años de la CEDAW, un aniversario señero, servirá para examinar qué tanto las sociedades del mundo entero conocen y reconocen a esta convención definida por la brasileña Silvia Pimentel como una Carta Magna de los Derechos Humanos de las mujeres y si existe en alguna parte voluntad política para acabar con la desigualdad real, cotidiana, definitiva, entre hombres y mujeres.
Para Gladys Acosta, directora para América Latina del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), promotora entusiasta de la reunión de Buenos Aires, afirma que la CEDAW se propuso, hace 3 décadas, conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, “ese derecho es una deuda pendiente, que ya no tiene moratoria”.
Es evidente para esta funcionaria de Naciones Unidas, que esa igualdad debe cristalizase en hechos, porque la “igualdad es un concepto real y concreto, es un derecho. Y las mujeres del mundo no pueden esperar más”.
La evaluación del mandato de la CEDAW que en países como México y muchos otros es ley suprema, pondrá en evidencia que los gobiernos no cumplieron y con ello el atraso democrático, de justicia y reconocimiento a las mujeres.
En ese examen los hechos, las cifras, las experiencias de las mujeres van a salir a flote. ¿Quién pretenderá engañarnos? Lo más grave es que muchísimas personas, como ya he escrito, no conocen el contenido y alcances de la Convención, pareciera secretamente guardada por el funcionariado de los Institutos de las Mujeres, a tal grado que ha sido difundida con timidez y es defendida por el movimiento feminista sin profundidad, menudean sus ediciones en todos los idiomas y en miles de carteles o cuadernillos, pero no se le promueve realmente.
Surgió en 1979, cuatro años después de la Primera Conferencia Internacional de la Mujer, fue el resultado de 30 años de trabajo de diagnóstico que hizo la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, impulsada, entre otros países por México, -tremenda paradoja- y eso significa que la Convención era resultado de evidencias intachables.
Aun cuando México formó parte de esa Comisión, contradictoriamente fue el último país en crear un mecanismo para hacerla efectiva, es decir, nuestro país fue el último en América Latina en crear el Instituto nacional y, al mismo tiempo en 1974, puso en la Constitución la igualdad entre hombres y mujeres. Pero nada más, quedaron y siguen quedando grandes vacíos y lagunas legales, en la práctica se admite la desigualdad y se soslaya con indiferencia la discriminació n.
He presenciado cómo funcionarios y funcionarias de todos los niveles y todas las clases, todavía 60 años después del nacimiento de la Carta Universal de los Derechos Humanos se preguntan si no será excesivo que las mujeres reclamen derechos de jure y de facto, que ya son reconocidos en todas las leyes y en todos los discursos.
Hay quienes todavía piensan que esos reclamos, que Gladys Acota dice que no pueden esperar, son producto de influencias extranjeras o caprichos de hembras que se han salido de su papel principal: el de madres y esposas.
La esperanza, en todo caso, como dicen las expertas, es que con motivo del 30 aniversario de la CEDAW se pueda concienciar a los gobiernos, hasta ahora, tremendamente contradictorios y muy preocupante que con frecuencia sean omisos.
Justo ahora cuando en México estamos muy preocupados por la seguridad, cuando no cesan los asesinatos de mujeres en todo el territorio, cuando se llenan las bocas de los intelectuales en busca de una izquierda responsable, es cuando habría que examinar si han conectado en sus cerebros que eso no puede examinarse, sin considerar que la mitad de la población vive discriminada.
Me pregunto si puede hablarse de democracia echando por tierra la división entre el Estado y la Iglesia, si los diputados y diputadas de 18 entidades del país pueden sencillamente echar por tierra el derecho a interrumpir un embarazo, si es de admitirse avanzar en los procesos electorales, cuando se niega la libertad a la mitad de las votantes; si se puede hablar de recuperación económica, cuando la mitad de la fuerza de trabajo es vejada y obligada a jornadas laborales de 18 horas, porque se las obliga, real y simbólicamente a ser las únicas responsables de su prole.
En fin, los Estados estarán examinados y reprobados, como las chicas y los chicos a los que la prueba Pisa los ha descalificado por no saber leer y escribir correctamente. Ahora se entiende porque no se ha leído y entendido la Convención contra todas las Formas de Discriminació n contra la Mujer, que alegremente nuestros gobiernos firmaron y se comprometieron a cumplir.
Esto es claramente, como diría una amiga querida, una rémora del sistema educativo nacional.
Etiquetas: Palabra de Antígona de Sara Lovera
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