Nuestro derecho: Soñar
Foto: Dulce Miranda/MujeresNet
Por Georgina Ligeia Rodríguez Gallardo
La autora nos invita a reflexionar sobre la migración como un derecho, y el deber de garantizar que el tránsito por nuestro país se lleve a cabo en paz y con dignidad.
En estos días hemos experimentado un fenómeno de migración de países centroamericanos que cruzan por México para llegar a Estados Unidos. Hemos presenciado que mendigan por comida, dinero, transporte y un lugar para descansar. La mayoría de los habitantes de las ciudades de México les recibieron con dignidad y apoyo lo cual es encomiable; otros cayeron en el lamentable repudio, olvidando que muchos de nuestros coterráneos también han cruzado para ese país, muriendo en algunas ocasiones, pero dejando en la frontera su cultura y muchas veces también su dignidad ante la necesidad de someterse a otras costumbres y normas.
Toda persona sueña con una vida digna, en paz y tranquilidad para sus seres queridos y además el poder contar con los medios necesarios para subsistir. ¿Es mucho pedir? Si para alcanzar este deseo es necesario migrar, se migra y este es también un derecho, si las aves migran por un mejor clima, ¿por qué no migrará la persona por una mejor vida? Este fenómeno nos ha acompañado como especie y es parte de la naturaleza de los seres vivos. La migración propició que el continente americano se poblara. La migración permitió el surgimiento de muchas naciones. La migración -con sus asegunes- dio paso a un proceso de conquista y colonización y finalmente de mestizaje en los continentes. La migración permitió que muchas naciones sean lo que son hoy. No lo olvidemos.
Siempre pensaré que como mexicanos y mexicanas tenemos la satisfacción de pisar una tierra que es nuestra por derecho, por historia y por sangre. Esto nos llena de orgullo y distinción. Muchos países deben de sentir ese orgullo y permanecer en esa apreciada patria que es suya. No es el caso de Estados Unidos de América que tomó una tierra por la fuerza, desplazó y confinó a reservas a los nativos en sus propias tierras y así los estadounidenses ayer, hoy y mañana construyen en una tierra que originalmente no es suya, por mucho que la defiendan, quizá teman que les arrebaten la tierra como ellos lo hicieron. Las y los mexicanos somos robles de hondas raíces y de un largo pasado; los norteamericanos son como hongos, sin raíz, sin historia, sin pasado, solo un presente.
En México hemos recibido la migración de diversas latitudes, culturas y religiones. Recordemos el éxodo de españoles perseguidos durante el franquismo; en otro momento judíos perseguidos por el nazismo; chinos durante el maoísmo y la implantación del comunismo; libaneses durante el dominio otomano y los conflictos políticos. No fue fácil en todos los casos, y muchos mexicanos y mexicanas se caracterizan por ser discriminatorios, pero finalmente avanzamos y hoy somos una nación de razas, culturas, religiones e idiosincrasias diversas que conviven y marcharon adelante y conforman al México bravo, pero solidario y amistoso y por supuesto arraigado a su terruño. Este es nuestro pasado, no lo olvidemos. Abramos los brazos a nuestros hermanos que en algún momento de la historia fueron también mexicanos o bien parte del territorio de México. Construyamos todos y todas un nuevo México, de fronteras amistosas, con habitantes solidarios con su prójimo.
Como países receptores o de cruce debemos de generar los protocolos de actuación para recibirlos o bien albergarlos en las fronteras y en su trayecto. Además garantizar su protección, que no haya mujeres y menores desaparecidos en su recorrido.
La migración no es un tema nuevo, el repudio a la migración tampoco lo es y mucho menos los conflictos políticos, económicos; el hambre y la guerra que provocan que las personas huyan de sus tierras por necesidad y no por gusto. La migración va acompañada de los jinetes del apocalipsis, el tráfico de personas, la desaparición, la muerte, el hambre, la penuria, las enfermedades y el repudio. Pero como muchos de los graves problemas de la humanidad, lo que urge es el diálogo entre los estados de nuestro país para la toma de medidas para su paso; un diálogo entre las naciones para solucionar esta situación en donde, como es habitual, son las mujeres, los niños, las niñas y las personas adultas mayores y/o con discapacidad quienes más lo sufren debido a su situación de vulnerabilidad. Como países receptores o de cruce debemos de generar los protocolos de actuación para recibirlos o bien albergarlos en las fronteras y en su trayecto. Además garantizar su protección, que no haya mujeres y menores desaparecidos en su recorrido. Entablar comunicación con sus países de origen que les deben de dar apoyo, sus papeles necesarios y principalmente buscar las formas para que no tengan que dejar su país. Y en caso de ser necesario, el ofrecer trabajo temporal, a fin de que tengan alguna forma de ingreso y con ello mantener su dignidad.
En el mundo existen muchos gobiernos de naciones que no cumplen con su función: brindar los satisfactores necesarios a sus habitantes para que puedan vivir con dignidad y paz. No debemos de cuestionar la migración, debemos reprobar los gobiernos de países expulsores de sus pobladores, no les han cumplido, los obligan a morir intentando ir a otras tierras por mar, por tierra, con hambre, con frío, arrastrando a sus familias en la búsqueda de una vida mejor ¡Es su derecho! Urge el diálogo mundial para llegar a acuerdos y apoyar a los países con migración y solucionar sus problemas, ya que la gente no tiene por qué huir de sus países dejando cultura y familia. Los gobiernos de cada nación tienen la obligación de cumplir con sus gobernados y darles paz, empleo y estabilidad. Urge el diálogo entre naciones para abrir fronteras y dar oportunidades de una mejor vida a las y los migrantes. ¿Por qué no protestan cuando llegan profesionistas o inversionistas? También es migración. Es un sueño, pero es lo que debemos hacer. Soñar por un mundo solidario que apoya a su prójimo sin fronteras, sin discriminación, sin repudio.