2018 Columnas Edición Diciembre'18 Guadalupe López García 

El miedo: arma de control contra las mujeres

Por Guadalupe López García


Qué es, cuántos tipos hay, cuáles son sus efectos y cómo se afronta, son algunas de las interrogantes que la columnista responde a través de la reseña de un documento presentado recientemente y de sus propias investigaciones acerca de la dimensión emocional de los fenómenos socioculturales.



Las mujeres debemos quitarnos el miedo a hablar del miedo; transgredir la idea de que no se debe mencionar esa emoción y generar espacios para su discusión, coincidieron las presentadoras del documento ¿Cómo enfrentamos el miedo en el contexto actual las defensoras?, en un acto efectuado el 10 de diciembre pasado.

El ejemplar es producto del diálogo virtual feminista efectuado en 2012, promovido por la Escuela de Alquimia Feminista, de JASS (Asociadas por lo Justo), región Mesoamérica. Su coordinadora en México, Orfe Castillo, moderó la mesa en la que estuvo presente la experta internacional en derechos humanos Alda Facio, quien indicó que esos debates son una forma de construir conocimiento colectivo, a través de la escucha.

Otra de las comentaristas, la fundadora de Aluna Acompañamiento Psicosocial, A.C., Clemencia Correa González, destacó que el miedo se vive en constante contradicción pues por un lado paraliza, pero por otro moviliza, y así como se aprende, se puede desaprender.

La periodista independiente, Marcela Turati, dijo que desde su profesión es difícil hablar del miedo que se siente al informar diversos hechos. Para ella, esa emoción es preventiva; avisa, salva. Por eso es importante no perder el contacto con ella, puntualizó.

El cuaderno impreso está organizado en seis secciones: ¿Qué es el miedo?, Diversos tipos de miedo, El miedo como control, Efectos en nuestra vida, Afrontamiento del miedo y Para finalizar (sección de cierre). En él se recuperan los testimonios y la reflexión ­—en lo individual y en lo colectivo— de 33 feministas de varios países de América Latina. La compilación es de Facio y Correa.

En los siguientes dos apartados de esta columna-nota-reseña expongo algunas de esas ideas, resultado de la experiencia y práctica (con acotaciones documentales) de las autoras. Termino con un comentario, retomando la lectura del folleto, las exposiciones de las presentadoras y el trabajo que he desarrollado con la doctora Oliva López Sánchez, académica de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (UNAM), acerca de la dimensión emocional de los fenómenos de estudio desde una perspectiva sociocultural.

El miedo, símbolo de lo femenino

El miedo es una emoción primaria, pero también es una construcción social con marcas culturales. Se crea, se siente, se manifiesta, se concreta y se expresa “en un contexto social determinado, en historias y experiencias particulares y sociales que hacen que su contenido sea específico para cada persona y cada colectivo” (p. 5).[i] Hay miedo a lo conocido y desconocido, miedo positivo (como mecanismo de alerta y defensa) y negativo (que paraliza y detiene). Los miedos van cambiando a lo largo de nuestra vida.

El miedo es uno de los principales instrumentos del patriarcado para ejercer el control sobre las mujeres, para someterlas y paralizarlas. Es un ejercicio de poder sobre nosotras. Al patriarcado le conviene que todas las mujeres vivamos llenas de miedos y sin la convicción de que tenemos razón de temerle a un sistema que nos violenta de tantas formas.

El miedo es uno de los principales instrumentos del patriarcado para ejercer el control sobre las mujeres, para someterlas y paralizarlas.

“El miedo es un estado de terror permanente, que ha sido instalado en nuestra mente y nuestro cuerpo histórico, social y culturalmente, y que se ha transformado a lo largo de nuestra existencia” (p. 10). La violencia machista es un arma de terror en contra del cuerpo de las mujeres.

Las mujeres vivimos el miedo de manera diferente en relación con los hombres: somos las que los experimentamos más y nos afectan de manera distinta. Esta emoción está asociada con lo femenino: tenerlo es signo de debilidad. Hay miedos construidos especialmente para las mujeres: “miedos color rosado”. Son ancestrales, heredados y propios que debilitan y paralizan.

La obsesión de que alguien nos persigue, la desconfianza a todas/os, el sentimiento de culpa, el estado permanente de alerta, desgaste, estrés, impotencia, desesperanza, reacciones corporales, conductas impulsivas, actitudes de autoexigencia, perfeccionismo elevado, autocrítica severa, son algunas de las manifestaciones del miedo en las mujeres.

El feminismo: herramienta para transgredir el miedo

Las defensoras cuentan con herramientas cognitivas, emocionales, políticas y culturales para afrontar el miedo, de acuerdo con el contexto, sus posibilidades y capacidades. Compartir sus experiencias desde el ámbito íntimo y público, las ha fortalecido personal y colectivamente.

Para ellas, el miedo “como terror solo se puede afrontar desde el feminismo y con las feministas, en diferentes espacios […] Reflexionando sobre el miedo no en solitario sino en la sororidad entre mujeres es la única forma de liberarnos” (p. 15). El análisis feminista de los miedos permite —a través de la transgresión y la creatividad— crecer y empoderar a las mujeres. Asimismo, los miedos se deben afrontar “desde un nivel emocional profundo” (p. 14).

En la presentación del folleto, Marcela Turati agregó otras estrategias que bien pudieran servir para un manual de antiperiodismo para casos de emergencia: Hacer un trabajo colectivo antes que ganar una nota exclusiva, ser independientes pero estar en contacto con organizaciones no gubernamentales y tener espacios de contención (como los proporcionados por Aluna).

Otras miradas sobre el miedo

Los comentarios en la presentación del documento, a seis años de ese diálogo virtual, reflejaron la vigencia y la importancia que tiene hablar del miedo desde la perspectiva psicosocial, de acuerdo con Correa, pero un enfoque sociocultural de las emociones —como el feminismo y el llamado giro afectivo— pueden aportar otros elementos para explicar, por ejemplo, las contradicciones que se presentan al experimentar miedo (paralizar y movilizar).

En el artículo “Redes de periodistas para vencer el miedo: comunidades emocionales ante la violencia de Estado. El caso de México”, en el que colaboré con Oliva López[ii],  señalamos que el miedo provoca parálisis (repliegue) cuando se vive y experimenta en lo individual, pero moviliza (despliegue) en lo colectivo (el miedo como “motor de cambio”); además, se torna en otros sentimientos como la indignación, coraje y rabia, mediante un trabajo emocional (emotion work), más allá de lo psicológico o de la llamada contención emocional.

De hecho, el diálogo virtual sobre el miedo fue un trabajo emocional en colectivo, que se podría replicar para analizar otras emociones (o sentimientos y afectos) como la culpa, el dolor, la vergüenza, la indignación o la esperanza, presentes en las luchas feministas. Asimismo, para identificar que lo que sentimos es tan importante como lo que pensamos y hacemos en la vida social y política.

Tomar en cuenta que nuestros pactos, alianzas y luchas están mediadas no nada más por lo que pensamos; también —ya se dijo aquí— por lo que sentimos.

Es por ello que no es conveniente hablar de emociones racionales e irracionales o de que estas son contrarias a la razón (p. 8 y 17), porque no están desvinculadas del pensamiento crítico, como lo apuntan Giazú Enciso Domínguez y Alí Lara: “El feminismo, no solo reconoció el rol de la emoción como constructora de conocimiento [por medio de la experiencia], sino que ha favorecido la disolución de la pareja razón-emoción y desvinculado las asociaciones masculino y femenino respectivamente”.[iii]

Un último aspecto que me interesa resaltar es que el diálogo de Alquimia Feminista fue entre mujeres defensoras, feministas, activistas, especialistas, que están en contacto con los temas que abordaron. El miedo, por supuesto, se siente y se experimenta de otras formas en otras mujeres con otras características, como pueden ser las amas de casa que viven violencia o las víctimas de una violación o de acoso sexual.

A través de una mirada psicologizada, el miedo es nombrado de diferentes formas: síndrome de indefensión aprendida o síndrome de Estocolmo, por mencionar algunos conceptos. Por supuesto, está mezclado con otras emociones. La mayoría de las mujeres que solicita una  orientación prefiere una terapia psicológica; buscan, más que acabar con esa violencia, que ya no les duela tanto.

Incorporar la dimensión emocional en el análisis de los problemas sociales —señala Oliva López en su amplia producción académica sobre el tema—, como la violencia de género, generaría otras estrategias de intervención pública y desde el feminismo. Por ejemplo, se evitarían reproducir mensajes como: “No te calles”, “Rompe el silencio” o “No tengas miedo”, por otros que no generen más culpa ni angustia.

La llamada salud mental debe ser un tema prioritario para el nuevo gobierno federal, pero en su atención se tiene que incorporar un enfoque sociocultural, no solo psicológico. Desde el feminismo, se pueden reproducir diálogos virtuales y presenciales sobre las emociones y tomar en cuenta que nuestros pactos, alianzas y luchas están mediadas no nada más por lo que pensamos; también —ya se dijo aquí— por lo que sentimos.

En los espacios de reflexión feminista, además de la catarsis siempre necesaria, se deben considerar mecanismos para —de acuerdo con Facio— la producción de conocimiento, a través de la experiencia compartida y sistematizada: “Pasar de la anécdota a la categoría”, dice Celia Amorós[iv] (lo que he insistido frecuentemente), pues “conceptualizar [ponerle nombre a los fenómenos] es politizar”, argumenta la feminista española.

Por eso, la importancia y urgencia de continuar con estos debates sobre las emociones; para mí, el tema del siglo.

Notas:

[i] De aquí en adelante, se anotará el número de página de la obra presentada.  

[ii] Se puede consultar: http://www.medigraphic.com/pdfs/epsicologia/epi-2016/epi163l.pdf.

[iii] Enciso Domínguez, Giazú y Alí Lara (2014) “Emociones y Ciencias Sociales en el s. XX: la precuela del giro afectivo”. Disponible en: https://atheneadigital.net/article/view/v14-n1-enciso-lara.

[iv] Retomado de: https://www.youtube.com/watch?v=v_xOnIGkTQ8.


 

 

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