2019 Artículos Edición Octubre'19 Georgina Rodríguez Gallardo 

Salud mental: por un enfoque integral con perspectiva de género

Por Georgina Ligeia Rodríguez Gallardo

 

Depresión, esquizofrenia, psicosis, demencia, autismo, suicidio, así como la adicción a juegos digitales y a las redes sociales en internet, el deterioro mental es hoy un tema que preocupa. Requiere de ser identificado y de recibir un tratamiento eficaz y oportuno además de apoyo institucional y familiar.



La salud mental ha sido históricamente un problema vedado, negado y tratado de formas crueles e inhumanas, sin saber con certeza cuál es la complicación y en ocasiones tratando situaciones emocionales como trastornos mentales. Esto ante la ausencia de un enfoque integral de la persona -que es más que la suma de las partes (biológico, psique y social)- en donde el estudio con perspectiva de género se vuelve fundamental para el diagnóstico y atención adecuado en el marco de los derechos humanos.

En los tiempos actuales pocas veces pensamos en la salud mental, nuestra salud física confronta de manera apremiante y damos por sentado que todo está bien. Sin embargo, la salud mental es ya un problema de salud pública debido a su incremento y principalmente por su gravedad;  no de las manifestaciones individuales sino de las repercusiones en su entorno familiar y comunitario. Bajo estos términos, la demencia es hoy un tema que preocupa; se estima que 50 millones de personas (OMS, 2019) en el mundo padecen demencia y de ellas el 60% viven en países de ingresos bajos y medios. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) proyecta que se alcanzarán 82 millones de personas en 2030 y 152 millones en 2050 con algún problema de salud mental.

El deterioro mental es diverso así como la manera en que se manifiesta. La OMS señala que se trata de una serie de alteraciones del pensamiento, de la percepción, de las emociones, de conducta y finalmente en cómo se relacionan con los demás. Hablamos de depresión, esquizofrenia, psicosis, demencia, discapacidades intelectuales y otras como el Síndrome de Autismo, Asperger, Síndrome de  Déficit de Atención, depresión e ideación suicida o su consumación con el consecuente impacto en la familia y en la sociedad. Y no olvidemos el impacto de la adicción a juegos digitales y a las redes sociales en internet que han generado nuevas formas de violencia.

Ahora bien, el deterioro mental y sus diversas manifestaciones no son temas recientes; su estudio y análisis a partir del psicoanálisis y de la psiquiatría ha permitido el desarrollo de teorías y ha evolucionado de manera destacada tanto en el diagnóstico como en el tratamiento, lo que permite que se identifique de forma temprana el trastorno que se padece.

Es necesario puntualizar que si bien son muchos los avances, el enfoque de género debe de ser considerado. La persona es más que la suma de las partes: psique, biológico, social y emocional, este último responde a una carga química y hormonal del cuerpo que repercute en su salud mental, ya que las hormonas son diferentes entre hombres y mujeres; además que su construcción social de género es de igual forma diferente por lo que su abordaje y tratamiento en estos temas debe de serlo también. Pensemos en la depresión posparto, en el síndrome premenstrual, las diferentes etapas de la menopausia y por supuesto el caso de los hombres, la andropausia, que es poco estudiada junto con la baja de testosterona con las consecuentes afectaciones.

En muchos casos las personas con situaciones graves de salud mental, continúan su vida sin ser diagnosticadas y por tanto no se otorga un tratamiento terapéutico, psicológico o médico con oportunidad para garantizar la calidad de vida.

No se puede olvidar que históricamente la salud mental ha representado un reto para su diagnóstico oportuno y certero. Y no digamos de las técnicas de tratamiento que llegaron a ser crueles y por mucho extremas. En una cosa podemos estar de acuerdo, la salud mental requiere de ser identificada y de recibir un tratamiento eficaz  y oportuno además de apoyo institucional y familiar. Y precisamente es aquí donde está el problema: en su identificación y atención oportuna y adecuada en el marco de los derechos humanos. En muchos casos las personas con situaciones graves de salud mental, continúan su vida sin ser diagnosticadas y por tanto no se otorga un tratamiento terapéutico, psicológico o médico con oportunidad para garantizar la calidad de vida de la persona, su familia y comunidad.

La OMS señala que el presupuesto destinado para el análisis de la salud mental de la población en diferentes países es variante y limitada, y frecuentemente se destina a la psiquiatría, esto es, la construcción de centros psiquiátricos que lejos de pretender volver funcional a la persona, se busca aislarla del resto de la sociedad. Es necesario reforzar con teoría, con técnicas de análisis, y con instrumentos de medición la psicología, para el pronto diagnóstico; se habla que sólo en 20 minutos se debe de dar un diagnóstico que requiere de ir acompañado con un protocolo de actuación de iniciar con trabajo social, diagnóstico psicológico y médico y solo en caso de ser necesario, el psiquiátrico.

 “Los sistemas de salud todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga de trastornos mentales; en consecuencia, la divergencia entre la necesidad de tratamiento y su prestación es grande en todo el mundo. En los países de ingresos bajos y medios, entre un 75% y un 85% de las personas con trastornos mentales graves no reciben tratamiento; la cifra es alta también en los países de ingresos elevados: entre un 35% y un 50%. El problema se complica aún más por la escasa calidad de la atención que reciben los casos tratados.” (OMS: 2013:11)

Entre algunos de los datos que proporciona la Organización Panamericana de la Salud (OPS-OMS: 2015-2020) están:

    • “Uno de cada cuatro personas en las Américas sufre de algún trastorno de salud mental o por uso de sustancias durante su vida.
    • En las Américas entre los adultos que sufren trastornos afectivos, de ansiedad y por uso de sustancias, severos o moderados, el 73.5% no recibe tratamiento adecuado.
    • En la mayoría de los países de las Américas, solo entre 1% y 5% del presupuesto de salud es asignado a la salud mental.
    • En los presupuestos de salud mental, 88% de los fondos se destinan a los hospitales psiquiátricos en lugar de desarrollar servicios de salud mental a nivel comunitario. Las personas que sufren una enfermedad mental tienen derecho a vivir y trabajar en la comunidad”.

En este contexto la salud mental en sus diversas manifestaciones registra variaciones e incrementos. En México se han realizado diversos esfuerzos por brindar una atención desde el punto de vista psiquiátrico, el cual ha resultado insuficiente; además de que no todo caso requiere de medicación o internamiento. En este sentido el enfoque de la salud mental en nuestro país requiere de una reorientación en la forma de atención para lo cual propongo abordarlo como un tema del bienestar integral: psique, social y emocional y por supuesto con un enfoque de género.

El definirlo como un problema como bienestar integral implica considerar a la persona como parte de un entorno socio cultural en donde debe de tener la oportunidad de lograr un equilibrio entre las diferentes esferas del desarrollo que le permitan acceder a un bienestar y calidad de vida, y con ello la salud mental. Esto es, eliminar la desigualdad social en los diferentes contextos, parece imposible pero las instituciones del país deben de continuar trabajando en ello.

Por otra parte, el tema de la salud mental en la población vulnerable es un tópico que se encuentra fuera de la agenda pública. En el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 es un tema que se aborda sin la suficiencia requerida, esto es, continúa la necesidad  del diseño de políticas públicas sobre este tema que estén bajo los lineamientos de un Plan Nacional de la Salud Mental, con su consecuente réplica a nivel estatal.  Además se debe de integrar un diagnóstico en el tema ya que en la actualidad existe la falta de disponibilidad de datos sobre el estado que guarda la salud mental de la población, y mucho menos se cuenta con información para hacer comparativos (anuales, por zona) lo que limita la investigación y por tanto las estrategias para su atención.

Si bien los trastornos de la salud mental en la actualidad pueden tener diversos orígenes como el consumo de sustancias tóxicas, de alcohol, la violencia, las condiciones de salud, y en general los niveles de bienestar y de desigualdad; todo esto ha repercutido en un incremento de los trastornos emocionales, en donde la equidad en la atención juega un papel primordial, ya que la población en situación de vulnerabilidad y en pobreza concentra los padecimientos y este sector de la población no cuenta con acceso a los servicios de salud mental.

Mucha de la población que padece algún trastorno no recibe atención, lo que se llama “brecha de tratamiento”, en esto el acceso a los servicios es un elemento de inequidad que debe de solventarse.

Esto se traduce en que mucha de la población que padece algún trastorno no recibe atención, lo que se llama “brecha de tratamiento”, en esto el acceso a los servicios es un elemento de inequidad que debe de solventarse. Si bien para alcanzar la salud mental óptima en la población es necesario considerar diferentes factores como lo señala la Organización Panamericana de la Salud (OPS), como son ambientales, biológicos, socio-económicos, culturales, los sistemas de salud, el género, las desigualdades, las etnias, las creencias religiosas que en nuestro país se resumen en la desigualdad, la pobreza y vulnerabilidad ya sea por sexo, edad o discapacidad.

La OMS propone nuevos lineamientos para reducir y prevenir el riesgo latente de demencia en la población a partir de una forma de vida saludable con ejercicio, no fumar, evitar el alcohol, controlar el peso, y podemos agregar disminuir el uso de drogas que afectan el desarrollo óptimo del cerebro. Lo que nos lleva a la necesidad de determinar con claridad los factores de riesgo y los factores protectores, a fin de delimitar el marco de actuación institucional.

Una recomendación adicional es mantenerse activos, con la  colaboración y participación social, esto es, la participación comprometida de los diferentes sectores de la sociedad ya sea públicos o privados. Ya que el mantener una vida saludable es una tarea de todos y todas. Resulta fundamental el tomar medidas precisas a partir del establecimiento de políticas públicas enfocadas a la salud mental, cuyo objetivo sea disminuir las enfermedades crónico degenerativas que contribuyen a un deterioro cognitivo como es la diabetes, obesidad, Alzheimer, derrame cerebral, infartos y lesiones de otro tipo, a lo que por supuesto debemos sumar el alcanzar una vida saludable y sin desigualdad e inequidad en las diferentes esferas del desarrollo. Parece imposible si no se cuenta con un Plan Nacional para la Salud Mental.

Fuentes:

Organización Mundial de la Salud, OMS, 2019, Demencia, https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/dementia consultado el 4/10/2019

Organización Mundial de la Salud, OMS, 2013, Plan de Acción sobre Salud Mental, 2013-2020. OMS, Ginebra, Suiza.

Organización Panamericana de la Salud, OPS (2015), Plan de Acción para la Salud Mental para la región de las Américas, 2015-2020. OMS, OPS.

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