2019 Ana E. González Caballero Artículos Edición Noviembre'19 

25N: Pintar un México naranja

Por Ana E. González Caballero
Licenciada en Psicología, con experiencia en el desarrollo e impartición de talleres y pláticas sobre género, prevención, sexualidad y promoción de la salud mental.

 

Salir de una situación de violencia no es nada fácil, ni de un día para otro, pero atravesar el proceso cambia el rumbo de la vida.



El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. No sabía que existía hasta hace unos años cuando entré a trabajar a Desarrollo Integral de la Familia (DIF), ahora me pregunto: antes de que supiera de este día, ¿cómo eran los 25 de noviembre para mí? Levantarme, desayunar, ir a la escuela, hablar con amigos, pasarla con mi familia, hacer tarea, etc., mientras que los 25 de noviembre otras mujeres ya estaban alzando la voz para sensibilizar, para detener esta violencia que se ha convertido en una “pandemia”, otras tantas luchando en su día a día en donde han sido víctimas de violencia por parte de su pareja, de algún extraño o de algún familiar, y también otras tantas que viven violencia y no lo saben, quizá en ese punto pude haber entrado yo.

Cada que escucho Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de inmediato pienso en DIF, el lugar que me enseñó que la violencia se puede prevenir, el trabajo en donde he visto más casos de violencia desde niñas hasta adultos mayores, en donde como psicóloga mi labor era ayudar, prevenir y canalizar a las personas para que no terminaran violentadas, y si vivían esa situación supieran salir de ahí. Había casos de niñas que vivían negligencia por parte de sus padres y madres, niñas con falta de amor, de cariño, de higiene, de educación, niñas abusadas sexualmente por sus maestros; adolescentes que sus novios las manipulaban, las celaban hasta al grado de prohibirles hablar con más personas; mujeres que sus esposos o parejas las golpeaban, mujeres que cuando decidían ir a demandar se arrepentían por miedo a que les fuera a ir peor; abuelas que eran violentadas por sus nietos, hijos que les robaban dinero, esposos que las ignoraban y las hacían a un lado.

A veces personas externas no llegamos a entender lo difícil que es salir de una situación de violencia, he escuchado comentarios como: “Seguro le gusta que le peguen”, “qué tonta ¿por qué no se va de ahí?”, “qué bueno que le peguen, algo ha de haber hecho, el hombre no te pega nada más porque sí”… A todas esas personas les cuento que hay hombres que violan, que hay mujeres que viven con miedo, que no tienen ni la menor idea de cómo salir de una situación de violencia, que hay mujeres que han sido tan manipuladas que dejan de ser ellas mismas y pierden su fuerza.

Si nos ponemos a analizar al victimario podemos encontrar  algún trauma, problemas para regular sus emociones, hasta algún trastorno mental o de personalidad; pero si también analizamos la situación de esas mujeres violentadas, encontramos mujeres vulnerables, mujeres con miedo, mujeres con baja autoestima, sin autoconcepto, con trastornos como depresión y/o ansiedad, con estrés postraumático, etc., sin embargo, en el fondo aún existe esa mujer fuerte, esa mujer valiente, esa mujer con las ganas de salir de esa situación, con las ganas de comerse al mundo y empezar de nuevo.

Las instituciones de gobierno, las organizaciones civiles y la población en general jugamos un papel muy importante para combatir y erradicar la violencia, pero ¿qué estamos haciendo?

Aunque salir de esa situación no es nada fácil, no es de un día para otro, las mujeres que han decidido demandar, que han decidido irse, les llevó tiempo tomar esa decisión y otro tiempo poder sanar emocionalmente, nadie dijo que sería fácil, al contrario, es un proceso largo y difícil, pero con la esperanza de sanar esas secuelas psicológicas y cambiar el rumbo de su vida.

Las instituciones de gobierno, las organizaciones civiles y la población en general jugamos un papel muy importante para combatir y erradicar la violencia, pero ¿qué estamos haciendo? Las instituciones de gobierno como que hacen y no hacen nada, ayudan a prevenir y a sensibilizar, pero cuando llega una mujer a demandar un acoso callejero no le creen; las organizaciones civiles hacen lo que pueden pero a veces su trabajo se ve limitado porque no cuentan con los recursos económicos y la población perdió la sensibilidad, mientras no nos afecte ni cuenta nos damos de lo que está pasando, se nos olvida que es otro ser humano quien lo está padeciendo, somos tan egoístas que creemos que nunca nos va a pasar, desafortunadamente la violencia la puede vivir cualquier persona a cualquier edad y a veces ni cuenta nos damos.

La iniciativa privada también debe contribuir en la prevención de la violencia, escuchar y cuidar a sus mismas trabajadoras, dejar de acosar a las compañeras de trabajo, a no pedir una práctica sexual a cambio de un mejor puesto o sueldo; desafortunadamente es algo que sigue pasando, y no podemos cerrar los ojos y fingir que todo está bien.

Después de todo esto me pregunto, ¿en qué mundo vivimos? y sobre todo ¿en qué México vivimos? ¿Seguiremos permitiendo que exista la violencia hacia las mujeres?, que siga habiendo mujeres desaparecidas, golpeadas, manipuladas, con miedo de salir a la calle o de estar en sus casas. Tanto las mujeres como los hombres podemos participar en esta lucha, hay hombres que abrazan, que protegen, que son sensibles y que también les duele que haya mujeres asesinadas.

Esta lucha comenzó por nosotras las mujeres, pero considero importante que también participen los hombres, los padres de familia que tienen hijos/as pequeños/as para que les brinden una educación diferente a niños y niñas, así como contribuir en la reeducación para que como adultos cambiemos esas conductas o pensamientos machistas que nos han afectado por siglos; estamos en una nueva generación que tiene mucho que aportar. Seamos personas más empáticas, más sensibles, que como mujeres nos demos cuenta de todas las señales que emiten los victimarios, que sepamos prevenir y fortalecernos, pero sobre todo, que podamos pintar un México naranja.

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