Marcha 8M: ¿Por qué las mujeres adelante y los hombres atrás?
Quienes se dicen aliados del feminismo tienen que respetar esta decisión, entendiendo que caminar atrás no significa sumisión, protección ni concesión, sino respaldo, alianza y compromiso.
Desde hace rato que los sindicatos predominaron en las marchas del Día Internacional de la Mujer en la Ciudad de México. Las feministas siempre hemos requerido de apoyos, pues una movilización cuesta tiempo y dinero (equipo de sonido, mantas, pancartas, carteles de difusión y otros requerimientos logísticos). Fueron las feministas sindicalistas las que obligaron a sus dirigencias a intervenir en estas movilizaciones.
Ese fue un gran logro; igualmente, para la convocatoria. El problema es que, después, los sindicatos, al igual que otros movimientos populares, aparecen en primer plano en las marchas y buscan que sus demandas sobresalgan a las de otros grupos. Algunos, hasta llevan a mujeres a las que les pasan lista, una práctica que desde el feminismo siempre hemos condenado (quizá por eso no llenamos el Zócalo).
La del 2017 fue muy evidente, pues en su primera parte predominaban los colores blanco, rojo y negro, mientras que en la segunda mitad el violeta competía con las bugambilias de la Alameda, donde se hizo la parada. Casi al inicio, una camioneta amarilla de la Asamblea de Barrios —con un potente equipo de sonido— tapaba a muchos contingentes. También se dio la agresión de una mujer por un dirigente del Frente Popular Francisco Villa.
Desde hace algunos años, las jóvenes han sido las protagonistas de las marchas feministas. Organizan y difunden. Llevan mucho ruido: tambores, música, performances; utilizan sus cuerpos como lienzos. Gritan, cantan. Creo que fue en la marcha del 24 de abril de 2017 para protestar por la violencia, que las organizadoras decidieron que al frente solo iban puras mujeres.
La marcha se replicó en varias ciudades del país. Como nunca, la convocatoria logró lo que muchas feministas no habíamos podido hacer en muchos años atrás (bueno, no teníamos redes sociales). Fue difícil organizar a los contingentes. La descubierta (integrada desde el inicio) estaba rebasada ante la llegada de grupos y contingentes al Monumento a la Revolución. Y no avanzábamos.
Más tarde, me di cuenta que un motivo que retrasó la marcha fue que los hombres no se movían. No hacían caso. Horas después, avanzamos. Durante todo el trayecto, hubo algunas jóvenes que se desgañitaban para que los hombres se fueran a la retaguardia. No sé si les hacían caso, pero muchos siguieron en sus lugares. La mayoría acompañaba a mujeres.
Se supone que a las marchas van hombres que tienen tantita sensibilidad y están conscientes de las desigualdades en relación con ellos, pero si ni siquiera estos nos hacen caso al pedirles que vayan atrás, ¿qué se puede esperar de los demás?
En una marcha de protesta por el feminicidio de la joven Mara Castilla, en septiembre de 2017, los medios de comunicación hicieron un escándalo por la “expulsión” del periodista Jenaro Villamil —ahora funcionario del gobierno federal— aunque también fue defendido por otras feministas. Igualmente, otros reporteros ignoraron los llamados de que se replegaran. “Estamos trabajando”, justificaban.
Esta iniciativa ha desatado muchas confrontaciones, desde adentro y desde afuera del movimiento. Las feministas que están en contra consideran que el feminismo no debe ser “tan radical” ni “separatista”, desconociendo que todo feminismo es radical y que se necesita serlo para lograr nuestras demandas históricas y para acabar con la violencia y el odio que nos está matando.
Sobre el separatismo también es una posición filosófica y política mal entendida, creo, del cual poco puedo hablar porque no tengo las bases teóricas para hacerlo, pero me parece que se debe respetar a las mujeres que asumen esa posición, puesto que no matan ni buscan imponer esa forma de vida. Sobre todo, cuando no miramos para otros lados donde usan nuestros cuerpos, nuestras vidas y nos obligan a cumplir ciertos papeles o tener hijas/os como parte de nuestra naturaleza humana.
La población en general es más contundente: “son feminazis”, “odian a los hombres”, “ahora ellas quieren mandar”, “ya tienen más derechos que nosotros”, etcétera. De esto ni qué hablar. Se supone que a las marchas van hombres que tienen tantita sensibilidad y están conscientes de las desigualdades en relación con ellos, pero si ni siquiera estos nos hacen caso al pedirles que vayan atrás, ¿qué se puede esperar de los demás?
En este año, las organizaciones convocantes —integrada en su mayoría por mujeres— decidieron que los hombres marcharían atrás. No hubo tanta resistencia. Creo que es otro gran logro. ¿Será que realmente los hombres que lleguen asuman ese compromiso? Recuerdo un mensaje en Facebook de un grupo que recomendaba que los medios que cubrirían la marcha enviaran a mujeres, para evitar lo que pasó con Villamil.
El que encabecen solo mujeres la marcha del 8 de marzo, la principal movilización feminista, es un acto de reivindicación política, no de superioridad.
Pues ya llegamos al 2019 y ahora falta ver la reacción de mujeres y hombres que no están de acuerdo. Era necesaria toda esta introducción para responder la pregunta que guía esta columna. El que encabecen solo mujeres la marcha del 8 de marzo, la principal movilización feminista, es un acto de reivindicación política, no de superioridad.
Los hombres —con independencia de su orientación sexual o identidad genérica— deben ver esta decisión con respeto, y quienes se dicen aliados del feminismo, tienen que ser los primeros en exigir que todos los hombres vayan atrás. Caminar atrás no significa sumisión sino respaldo. No representa protección sino alianza. No es una concesión sino un compromiso.
Los hombres fueron criados en el patriarcado para ejercer poder sobre las mujeres, por eso es tan difícil que lo entiendan; además, porque para que las mujeres ganemos poder, los hombres tienen que perder poder.
Falta ahora saber qué pasará en otras ciudades del país donde se replicará la marcha. Hay otro tipo de manifestaciones menos peligrosas que han perdido el sentido del Día Internacional de la Mujer, del cual también se tiene que hablar en otro momento. Por ahora, tenemos que prepararnos…
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