2019 Adiel Martínez Hernández Columnas Edición Noviembre'19 

Hombricidio

Por Adiel Martínez Hernández

 

No podemos hablar de hombricidio al mismo nivel del feminicidio como crimen por cuestiones de género. El desconocimiento al respecto de autoridades y personajes públicos invisibiliza y desinforma a ambos fenómenos.



Recientemente el gobernador de Nuevo León pedía poner atención a los hombricidios y no únicamente a los casos de feminicidios ocurridos en su estado, no se sabe si en un intento de mostrarse igualitario o de esquivar los cuestionamientos con respecto al desempeño de su gobierno para atender este fenómeno. Las críticas no se hicieron esperar, haciendo que el funcionario se retractara de su postura. Pero, ¿por qué no podemos hablar de hombricidio al mismo nivel del feminicidio como crimen por cuestiones de género?

La respuesta más simple es que la cantidad de hombres que mueren por el odio a sus condiciones de género es ínfima en comparación con la de mujeres que son privadas de la vida por las mismas razones. En ese sentido, el gobernador está confundiendo las circunstancias que provocan la mortandad de hombres y mujeres; mostrando a su vez que no posee una visión de género para enfrentarse a esta problemática social en su demarcación.

El gobernador está confundiendo las circunstancias que provocan la mortandad de hombres y mujeres; mostrando a su vez que no posee una visión de género para enfrentarse a esta problemática social.

Ahondando más, es imposible equiparar el hombricidio con el feminicidio por cómo forman parte de la estructura social que organiza las dinámicas de género. En las sociedades patriarcales la asimetría pone a las mujeres en desventaja. Sometiéndolas a una violencia sistemática tanto en los espacios íntimos como públicos que culminan en la muerte. De ahí que se hable de sociedades feminicidas. Como ejemplo tenemos a los países donde el control de natalidad es estricto y en consecuencia las familias prefieren a los varones neonatos y optan por abortar o sacrificar a las niñas.

Cuando en este tipo de sociedades ocurre la muerte de un hombre por sus condiciones de género, es decir por misandria, se ha identificado que en la mayoría de los casos quien ejecuta el hecho es otro hombre que asume que tiene la potestad de quitar la vida al ser de su mismo género. Cuando la muerte la ejecuta una mujer se tiende a considerar que es una venganza contra el machismo expresado por el occiso. Algunos se han aventurado a nombrar este tipo de muerte como machicidio, pero si todavía hay resistencias a los conceptos de feminicidio y hombricidio, será difícil que se convierta en categoría del ámbito penal.

En el contexto de la paridad de género, el sistema de impartición de justicia mexicano ha integrado al código penal el concepto de feminicidio para juzgar y castigar la privación de la vida de las mujeres por su género. Para distinguirlo de otras formas de homicidio han establecido que se deben identificar las siguientes circunstancias: violencia sexual, agresiones degradantes, antecedentes de violencia, relación sentimental con el victimario, amenazas previas, incomunicación de la víctima y exposición pública de la occisa.

Como la misandria no está sostenida por un sistema social sino al contrario, el hombricidio no tiene lugar de comparación.

Las anteriores circunstancias no se cumplen a cabalidad en los casos denominados como hombricidios siendo imposible equipararlos con los casos de feminicidio que se presentan de manera alarmante en toda la república mexicana y en otras regiones del mundo. Esto no niega la existencia de la violencia de género hacia los hombres que deviene en su fallecimiento. Pero como la misandria no está sostenida por un sistema social sino al contrario, el hombricidio no tiene lugar de comparación.

Así, las autoridades y personajes públicos deben estar informados sobre las diferencias entre estas nuevas conceptualizaciones sobre el homicidio para no aventurar juicios sobre esta problemática social que resulta de las desigualdades en las dinámicas de género. Pues su desconocimiento invisibiliza y desinforma tanto al fenómeno del feminicidio como al del hombricidio.

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