17 Aniversario 2023 Artículos Georgina Rodríguez Gallardo 

¿Qué nos dejó la pandemia?

Foto: Elsa Lever M./MujeresNet

Por Georgina Ligeia Rodríguez Gallardo


Las y los menores de edad se han visto afectados por maltrato, descuido, retroceso académico, incremento de los golpes, castigos, y lo más grave, el abuso sexual. Las personas adultas mayores han sido agraviadas, despojadas de sus bienes, descuidadas en sus enfermedades, han sufrido la falta de medicamento por los problemas económicos de la familia, la soledad, depresión y violencia física.


“La Salud es un estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”: OMS

Parece lejano el año 2019 en que inició la pandemia del COVID-19. En estos primeros meses del año 2023, aún en contra de nuestros deseos y sueños la pandemia sigue. ¿A dónde se fueron esos años? ¿A dónde fueron nuestros temores? Hoy continúa el COVID-19 como una enfermedad endémica, con altibajos, pero presente. Gente enferma y que muere. Pero la humanidad sigue adelante. Cerrando los ojos a la enfermedad, ya protegidos con la vacuna, con anticuerpos y con el único propósito de continuar. Ahora la pregunta debería ser: ¿Qué nos dejó la pandemia?

Ciertamente hay un impacto en la salud con secuelas por la enfermedad, el agravamiento por enfermedades crónico degenerativas que no se atendieron adecuadamente durante la crisis de la pandemia y a esto se añade la afectación en la salud mental de un importante sector de la población por diversos factores que, sumados, derivaron en el acrecentamiento de padecimientos mentales y psicológicos. Finalmente dejó un incremento en la violencia al interior de las familias, en donde la línea que separa el desarrollo de actividades en los espacios público y privado se perdió. Parece simple, pero no lo es. A cada espacio le corresponde roles, actividades y son asignados a cada género con diferente preponderancia, con un sentido diferenciado de posesión del espacio. Al ser invadido el espacio privado –antes exclusivo de la mujer– por actividades y personajes públicos se rompió el equilibrio, lo que generó violencia y crisis en las familias. Pero veamos lo que nos dejó la pandemia.

  1. Deterioro de la salud física y mental

En cuestión de salud el impacto ha sido importante y los organismos internacionales, universidades y centros de investigación están evaluando las secuelas del COVID-19. Solo se comentan algunas ya que no es el propósito de este texto:

  • El Instituto Paul Ehrlich en su Informe de Seguridad señala: la miocarditis, la pericarditis. Además, se han notificado reacciones anafilácticas, trombosis, síndrome de Guillain-Barré y trombocitopenia o trombocitopenia inmunitaria.[1]
  • ClinicMayo señala que un daño en los órganos podría estar relacionado con personas que tuvieron COVID-19grave: corazón, los riñones, la piel y el cerebro. También puede haber inflamación y problemas en el sistema inmunitario. Los efectos también podrían provocar el desarrollo de afecciones nuevas, como la diabetes o alguna enfermedad del corazón o del sistema nervioso.[2]
  • El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) puso en marcha servicios de rehabilitación para atender a pacientes con secuelas de COVID-19; es decir, diversas complicaciones o secuelas han recibido intervenciones, como secuelas pulmonares leves, miopatías o neuropatías.[3]

Pero éstas no son las únicas secuelas de la pandemia; a las enfermedades físicas se sumaron otras calamidades como son los trastornos emocionales, quizá porque las actividades cotidianas distraían, ocultaban o atenuaban el padecimiento y con el confinamiento, las pérdidas del empleo salieron a la luz con efectos aterradores. Entre ellos el incremento de la violencia al interior de las familias con predominio en los menores, las mujeres y las personas adultas mayores, así como la depresión, ansiedad, fobias, pánico, irritabilidad e insomnio.

“Las encuestas muestran un aumento considerable en el número de adultos en los Estados Unidos que reportan síntomas de estrés, ansiedad, depresión e insomnio durante la pandemia, comparado con las encuestas previas a la pandemia. Algunas personas han aumentado el consumo de alcohol o drogas ilícitas, ya que piensan que pueden ayudarlos a afrontar sus miedos sobre la pandemia. En realidad, consumir estas sustancias puede empeorar la ansiedad y la depresión”[4]. (Mayo Clinic)

¿Qué lo motivó? En primera instancia el aislamiento que se dio en condiciones poco adecuadas: las viviendas reducidas, familias numerosas, la ausencia de actividades recreativas o de ejercitación. El encierro concentrado en ver el televisor, o simplemente estar encerrado, provocó que la furia que llevamos dentro aflorara. Se trata de familias, personas que en su vida normal pasaban unas horas en sus casas, quizá solo dormir, y de un día para otro todo cambió a semanas, meses continuos de encierro, o bien en la soledad o encierro con sus familias.

En la actualidad los tiempos de traslado, los horarios de trabajo y de otras actividades obligan a pasar horas y horas fuera del hogar. Prácticamente las familias conviven o se tratan unos momentos en las mañanas y por las noches. El confinamiento por la pandemia perturbó esta vida cotidiana a pasar las 24 horas del día juntas, lo que trastocó las relaciones volviéndolas tensas, complicadas; los integrantes de la familia finalmente se conocieron, y no en las mejores condiciones. A este encierro se sumó la falta de ingreso, de aprendizaje por otros medios con los que muchas familias no contaban. La situación llegó a crisis y no hubo una respuesta institucional del Estado para atenderla.

  1. Violencia en las familias

Sin lugar a dudas la mayor afectación la tuvo la célula de la sociedad: La familia. Fue este espacio de lo privado en donde se concentraron las repercusiones de la pandemia. La enfermedad, la crisis económica, las muertes, el confinamiento, el trabajo, los estudios. Todo se concentró en la familia. No estábamos preparados/as para una situación de esta magnitud. En este sentido, cada sector de la población padeció las consecuencias de la pandemia. De una u otra manera se presentaron casos de depresión, angustia, ansiedad, miedo. Finalmente somos seres sociales que requerimos de la esfera pública de convivencia y de cambio de roles.

En otras palabras, durante la pandemia los espacios público y privado en que se desarrollan actividades y roles claramente diferentes no sólo entre hombres y mujeres sino del papel en cada esfera de actividad, fueron trastocados durante el confinamiento. Baste señalar la mezcla de actividades que se dio en el espacio del hogar (privado) de actividades escolares y laborales (público). Los integrantes de la familia, cada uno, son las víctimas ocultas del coronavirus. La pandemia del COVID-19 y las medidas tomadas por el gobierno para disminuir su propagación han alterado la vida de los hogares con niñas, niños y adolescentes y han generado cambios en los hábitos y rutinas de las personas. Hay un conjunto de efectos colaterales que impactan especialmente a la niñez y adolescencia en dimensiones como educación, nutrición, salud física y mental, ocio y recreación, protección, entre otras. En particular, estos efectos se intensifican en aquellas poblaciones más vulnerables como las familias que viven en situación de pobreza.

“Las medidas de aislamiento social y disminución de las oportunidades laborales pueden profundizar las desigualdades de género. Por ello, es preocupante que 1 de cada 2 mujeres siente una mayor sobrecarga de trabajo de las tareas del hogar, en un contexto de distribución desigual de estas tareas en términos de género previa a la pandemia. Los datos de la Encuesta muestran que, frente al aumento de las demandas de cuidado y domésticas, siguen siendo las mujeres quienes absorben principalmente la carga adicional.”[5] (UNICEF,2020:55)

Existía un pacto tácito del desarrollo de los sexos, roles y actividades en los ámbitos público y privado; en esta relación entre los géneros se establece una negociación del poder, entre todos los miembros de la familia, los hijos e hijas buscan su espacio y ser escuchados/as. Por su parte la madre y el padre, si bien ambos son responsables de la familia, no tienen las mismas tareas, ni la misma autoridad. Ocupan un lugar distinto en la jerarquía de la familia. Al interior de la familia son manifiestas las relaciones de inequidad, la autoridad es el padre, las hijas no pueden hacer lo mismo que sus hermanos, las actividades del hogar son para las mujeres, por nombrar algunos ejemplos.

Si bien el espacio privado es del dominio de la mujer y ejerce una autoridad al interior del hogar, en el proceso de integración de la mujer al espacio público no ha cambiado su desarrollo en lo privado, lo que ha generado una crisis al interior de la familia, se da una negociación del poder, de reasignación de roles, al ser la mujer también proveedora y partícipe en la toma de decisiones. El supuesto equilibrio entre los roles se rompió. Lo grave es que derivó en un incremento de la violencia en que los grupos vulnerables han resultado más afectados: las mujeres, menores de edad y las personas adultas mayores.

Lo más preocupante es que la violencia al interior de la familia no tiene un solo agresor. Por ello la gravedad de la situación. Cada miembro de la familia ha ejercido violencia. Contra la persona cercana y vulnerable se genera una cadena de violencia familiar.

Sin embargo, es la violencia de género la que mayor incremento presentó y que lamentablemente continúa. Si bien en las últimas décadas el avance en contra de la violencia de las mujeres en la esfera de lo público y lo privado había alcanzado un progreso importante; la pandemia generó un agravamiento en la transformación de una violencia de género normalizada[6], naturalizada e invisible ante los ojos de hombres y mujeres a una violencia manifiesta patente, visible y continua. De desarrollarse principalmente una violencia psicológica se pasó a la violencia física, que ha llevado a muchas mujeres a la muerte, a quedar desfiguradas de por vida, a buscar la protección de los cuerpos de seguridad. A esto se suma el incremento de agresiones a las mujeres en el espacio público: son asesinadas, secuestradas, desaparecidas y violadas. Son diferentes formas de agresión que si bien siempre han estado presentes, en estos últimos meses se han incrementado en nuestro país de manera preocupante. La pandemia provocó un retroceso de años en los avances de la mujer en las diferentes esferas de desarrollo, laboral, académico, de abatimiento de brechas de género. Pero principalmente en su seguridad personal dado el incremento de la violencia en la sociedad.

Por su parte, las y los menores de edad se han visto afectados por maltrato, descuido, retroceso académico, incremento de los golpes, castigos, y lo más grave, el abuso sexual. Las personas adultas mayores han sido agraviadas, despojadas de sus bienes, descuidadas en sus enfermedades, han sufrido la falta de medicamento por los problemas económicos de la familia, la soledad, depresión y violencia física.

“Las niñas y niños son las víctimas ocultas del coronavirus. La pandemia del COVID-19 y las medidas tomadas por el gobierno para disminuir su propagación han alterado la vida de los hogares con niñas, niños y adolescentes y han generado cambios en los hábitos y rutinas de las personas. Hay un conjunto de efectos colaterales que impactan especialmente a la niñez y adolescencia en dimensiones como educación, nutrición, salud física y mental, ocio y recreación, protección, entre otras. En particular, estos efectos se intensifican en aquellas poblaciones más vulnerables como las familias que viven en situación de pobreza.”[7] (UNICEF:2020:7)

Lo más preocupante es que la violencia al interior de la familia no tiene un solo agresor. Por ello la gravedad de la situación. Cada miembro de la familia ha ejercido violencia. Contra la persona cercana y vulnerable se genera una cadena de violencia familiar. Se requiere generar un análisis de las formas de violencia que surgieron a raíz de la pandemia, y trabajar en ellas a fin de mejorar las relaciones en el interior de las familias.

Es cierto que la violencia se ha ubicado dentro de un sistema que ha generado una cultura de la violencia; la violencia es hoy natural para todos. La modernidad ha sentado la violencia en nuestra mesa, la violencia es cercana y cotidiana. Las guerras televisadas, los atentados terroristas, la violencia callejera, los homicidios, secuestros y actividades de la delincuencia organizada son temas de los noticieros que se ven a la hora de sentarse a la mesa. Pero si bien la violencia familiar era ya grave y reconocida, la situación se deterioró aún más. Es necesario que las instituciones analicen y determinen las medidas para contrarrestar el impacto de la pandemia al interior de las familias.

Tampoco podemos omitir mencionar lo positivo que dejó la pandemia: el aprendizaje de la importancia de la salud, la nutrición, la práctica de ejercicio. El descubrimiento de habilidades personales que no se conocían. El uso del cubrebocas –que esperemos no se pierda–, la importancia de ventilar los espacios, de la limpieza e higiene. Además, que muchas familias se conocieron en una convivencia armónica, ya que no en todas las familias afloró la violencia. En las situaciones de crisis surge lo positivo y lo negativo: tratemos de que sea lo positivo.

Notas:

[1] https://www.dw.com/es/dw-verifica-las-vacunas-contra-covid-19-tienen-efectos-a-largo-plazo/a-59667612   Nota tomada el 23/02/2023

[2]https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/coronavirus/in-depth/coronavirus-long-term-effects/art-20490351#:~:text=Las%20personas%20que%20tuvieron%20COVID,cu%C3%A1nto%20podr%C3%ADan%20durar%20estos%20efectos. Nota tomada el 23/02/2023

[3] http://www.imss.gob.mx/prensa/archivo/202108/360 Consultado el 23/02/2023

[4] https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/coronavirus/in-depth/mental-health-covid-19/art-20482731 27/02/2023

[5] “El Impacto de la pandemia COVID-19 en las familias con niñas, niños y adolescentes” UNICEF, 2020

[6] Lo natural entendido desde el punto de vista biológico, en donde ante la bipolaridad de los sexos, se asignan, roles, estereotipos y una división del trabajo. El ser biológico es correcto.

[7] “El Impacto de la pandemia COVID-19 en las familias con niñas, niños y adolescentes” UNICEF, 2020

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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