14 Aniversario 2020 Columnas Edición Marzo'20 Lucía Rivadeneyra 

“Llorando y bordando, ¡ya no!”

Por Lucía Rivadeneyra

 

¿Tiene un límite el horror? ¿Por qué tanto odio a las mujeres? ¿Acaso desde la cuna se aplica la inyección de odio hacia las mujeres? Hay muchas personas –hombres y mujeres- que disculpan a los asesinos. Es una vergüenza. No hay reflexión. No hay cuestionamiento. No hay empatía.



La gente aprende a odiar, y si pueden aprender a odiar,
pueden aprender a amar pues el amor le viene más  
natural al corazón del hombre.
Nelson Mandela

¿Tiene un límite el horror? Fue la pregunta que hice hace unos meses. Y aunque de cierta forma sabía la respuesta, me negaba a aceptarla. Llevaba semanas enterándome de diversos crímenes y cada vez me resultaban más atroces. Muchas personas contestaron que el horror no tiene límite. Y, por desgracia, creo que así es.

No es necesario ser psiquiatra, psicoanalista, psicóloga, abogada ni socióloga para saber que matar a un ser humano se condena prácticamente en todo el mundo, pero matar por odio con saña inaudita a una mujer porque es mujer es un feminicidio. Pienso que no hay una sola causa que justifique hacerlo. A pesar de que resulta inconcebible, hay quien disculpa a los asesinos.

¿Por qué tanto odio a las mujeres? ¿Cuál es el instante en que se empieza a gestar el odio? ¿Cómo se enseña a odiar? ¿Acaso desde la cuna se aplica la inyección de odio hacia las mujeres? ¿Hay alguien a salvo?

Las redes sociales, entre otras cosas, han evidenciado el sentir de miles respecto a las mujeres. Leer declaraciones en Facebook, Twiter, chats o comentarios a partir de notas periodísticas o de portales de noticias puede generar un gran coraje o una depresión eterna. De verdad, quiero creer que no se piensa lo que se escribe; aunque si las frases de odio brotan a la menor provocación, entonces eso es el reflejo real de lo que realmente piensa quien escribe. Y decir “quien escribe” es un decir porque la redacción y la ortografía, ya lo he dicho en algún otro momento, son patéticas.

En redes, existen los políticamente correctos, los que afirman que apoyan las causas de las mujeres y “de todas las personas”, y su siguiente meme o foto o comentario en su muro es un chiste lleno de machismo o misoginia. ¡Y no se dan cuenta! Ahora es muy común oír “no deben matar mujeres, peeeeeeero tampoco hombres, los matan igual o más”. Y esa es su bandera. No entienden que no entienden.

En redes, existen los políticamente correctos, los que afirman que apoyan las causas de las mujeres y “de todas las personas”, y su siguiente meme o foto o comentario en su muro es un chiste lleno de machismo o misoginia.

He leído las burlas de los machos sobre mujeres que aparecieron vivas y no mutiladas, quemadas, violadas, muertas; entonces, las acusan de borrachas, de feas, de prostitutas, de gordas, de locas, de “se lo merece, pa’qué salió de su casa”. En las últimas semanas he leído algunas “opiniones”, para tener una idea de cómo vamos y me doy cuenta que cada vez suben más el tono de la violencia. Sueltan juicios que, para cualquier persona a quien le han desaparecido una hija, una esposa, una hermana, una sobrina, una madre… son bofetada, son hiel, son un escupitajo. Rebasan toda lógica humana.

Me he preguntado qué vivieron estos fulanos en la infancia para ser capaces de celebrar, desear, disfrutar, condenar, insultar a las víctimas -vivas o muertas- y a sus familiares. Sí, víctimas de formas inauditas de violencia. ¿De qué se trata? ¿El coraje es que hay protestas? ¿Están indignados porque ya no guardamos silencio? Les duele el mármol, pero no que desuellen a una mujer. Les indigna una pinta, pero no que un tipo eyacule sobre una adolescente en un vagón del metro. Les pesa un cristal roto, pero no que le llamen a una madre para decirle: “¿Su hija usaba pulseritas? porque ahí tenemos un cadáver así”. “Que no las maten, pero que no rayen las estatuas”. “A ver si con esa fuerza lavan ropa ajena”, “Feminismo es lesbianismo”, “La mujer es la culpable del machismo” (de todo somos culpables. Sí, ajá), “Las feministas fracasan como mujeres”. Puras perlas amarillas por la bilis. ¡Ah!, no todos los comentarios son de hombres y eso también indigna.

Cuando el caso de Ingrid Escamilla (quien fue ultrajada de una forma atroz) y sus vecinos organizaron un homenaje abajo del edificio donde vivía, no llevaba ni diez minutos una nota de una revista en Facebook, cuando ya había 684 emoticones: 13 me enoja, 14 me sorprende, 76 me entristece, 83 ¡me divierte!, 193 me encanta y 305 me gusta. Así las cosas.

¿De qué se trata? ¿El coraje es que hay protestas? ¿Están indignados porque ya no guardamos silencio? Les duele el mármol, pero no que desuellen a una mujer. Les indigna una pinta, pero no que un tipo eyacule sobre una adolescente en un vagón del metro. Les pesa un cristal roto, pero no que le llamen a una madre para decirle: “¿Su hija usaba pulseritas? porque ahí tenemos un cadáver así”.

Respecto al caso de María Elena Ríos, la mujer que fue agredida con ácido, concedió una entrevista en el noticiero de Carmen Aristegui. Hubo varios comentarios. Un X, porque dudo que el que pone sea su nombre real, deja caer su graaaaaaan reflexión: “Pues cómo la sexofonista (sic) se involucró con un misógino, a qué le tiraba, y por si fuera poco casado, eso no habla bien de ella y conste, NO JUSTIFICO Y REPRUEBO EL ATAQUE CON ÁCIDO, pero qué necesidad de revolcarse con un hombre así” (sic, sic).

Me temo que el sujeto que escribió esto no tiene la más remota idea de lo que significan las palabras que redactó; además, “se cura en salud”, cuando dice que no justifica y reprueba la acción. Pobre individuo, viéndolo bien, si fuera individuo, ahí quedaba en su individualidad, pero esto es un termómetro de lo que piensan muchos… o muchas.

Yesenia Zamudio, invadida de rabia y de impotencia, participó en un mitin de protesta, es la madre de María de Jesús Jaime Zamudio de 19 años, quien fue arrojada desde un quinto piso en Ticomán. Estas son sus palabras:

“Dejen de estar lucrando con nuestro dolor y si me ven de negro, y soy muy radical y sí quemo y rompo y hago un pinche despadre en esta ciudad. Cuál es su pinche problema. A mí me mataron a mi hija. Yo no soy una colectiva. Ni necesito un tambor ni necesito de un pinche partido político que me represente. Yo me represento sola y sin micrófono. Yo soy una madre que me mataron a mi hija. Y sí soy una madre empoderada. ¡Y feminista! Y estoy que me carga la chingada. Tengo todo el derecho a quemar y a romper. No le voy a pedir permiso a nadie, porque yo estoy rompiendo por mi hija. Y la que quiera romper que rompa y la que quiera quemar que queme, y la que no que no nos estorbe. Porque antes de que asesinaran a mi hija, han asesinado a muchas, a un chingo. ¿Y cómo estábamos todas? Bien a gusto en nuestra casa llorando y bordando. ¡Ya no señores, se les acabó! Ya rompimos el silencio. Y no les vamos a permitir que hagan un maldito circo, ya de nuestro dolor. Y si van a hablar, hablen de todas. Hablen de todas las que violan y acosan también los maestros y servidores públicos. A las que les avientan ácido. Hablen de las niñas que violan en sus cunas, sus propios padres y sus familias se quedan calladas porque su religión católica no se los permite. Madre de María de Jesús Jaime Zamudio, que exijo JUSTICIA, por mi familia y por mi hija. Y por todas las que nadie nombra. Porque todos los días asesinan una y otra y otra. Y no he podido resolver el caso de mi hija, y ya me llegaron diez, cien, mil casos más…”. (https://www.radioformula.com.mx/noticias/20200220/yesenia-zamudio-video-quien-es-mujer-mama-de-marichuy-jaimes/)

Violencia ha habido siempre, pero la forma en que se ha agudizado  es inaudita. Quizá en virtud de que al ver que muchas mujeres protestan, que ya no guardan silencio, que ya se organizan con otras mujeres, que ya “no piden permiso”, que amenazan con denunciar vejaciones… los varones se han enojado con las esposas, con las novias, las amigas, las hermanas, es decir, con las mujeres.

Quienes piden que se proteste de manera bonita -porque hay formas- ¿también creerán que se puede violar y matar bonito?

No hay reflexión. No hay cuestionamiento. No hay empatía. Sí, la empatía hace mucha falta. Es una vergüenza que exista la misoginia; además, no respeta credos, títulos universitarios, razas, nivel socioeconómico, profesión, no respeta nada.

No conozco a ninguna mujer que no haya sido violentada. Y esto va desde el “piropo” hasta la muerte. Quienes piden que se proteste de manera bonita -porque hay formas- ¿también creerán que se puede violar y matar bonito?

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