2023 Artículos María Esther Espinosa Calderón 

Después de los sesenta

Foto: Vannia Ruiz Vertti/MujeresNet

Por María Esther Espinosa Calderón


Adaptarse y saber que los sesenta y más es lo que hay, que no existe vuelta atrás, que aún hay camino por andar, que es una fortuna ver un amanecer, un atardecer, vivir lo que se ofrece sin temor, sin culto a la belleza, es más importante seguir aprendiendo. La vida es una sola y hay que sacarle jugo al máximo sin ataduras. Hay que decirle adiós a la tristeza y dar la bienvenida a la alegría de los sesenta y más, dejar de pelearse con la edad.


Dicen que después de los sesenta si no te duele nada es que estás muerta. Algunas personas que llegan a esa edad empiezan con ciertos malestares que antes no tenían, o si los había comienzan a requerir de más cuidados. Hace su aparición la hipertensión, la diabetes, la vista cansada, los dolores musculares, el sobrepeso o la obesidad, entre otros. Es el arribo a la tercera edad, el comienzo de la vejez, considerada la última etapa de la vida.

Para un gran número de personas es la edad de la paz, pero no de la tranquilidad, sino el de “la pastilla para esto”, “la pastilla para aquello”. Es el tiempo de los “nuncas”, “nunca había sentido este dolor”, “nunca me había caído tan feo”, un sinfín de “nuncas”. Dicen que depende de cómo se haya vivido la juventud así será la vida adulta. Mientras para otras su mundo es diferente, no les duele nada, realizan múltiples actividades: salen a pasear, a trabajar, a divertirse, a hacer ejercicio, a nadar, a quienes les gusta bailar los domingos se reúnen en parques y plazas de la CDMX, para “sacarle brillo al piso, con sus mejores pasos”, aunque en la Cuauhtémoc, la alcaldesa Sandra Cuevas, el 19 de febrero las corrió del Kiosco Morisco, en la colonia Santa María la Ribera.

El domingo 19 de marzo, volvió el tradicional baile dominical junto con el Sonido Sincelejo, después de que las personas afectadas interpusieran un amparo contra la orden de la alcaldesa de prohibir las actividades que se realizan en ese lugar desde hace más de una década.

En todas las profesiones y en todos los oficios, los/as de sesenta años no se dan por vencidos, están activos/as, no se quieren jubilar. Continúan trabajando y desarrollando actividades sociales, recreativas, culturales y físicas. No le dan importancia a la tercera edad. No les gusta el calificativo de “abuelitas” o “abuelitos”, en programas sociales, o cuando van a realizar alguna compra.  Las y los que se jubilan buscan otras formas de distraerse y no quedarse sentadas/os en un sillón a ver pasar los años que les quedan por vivir.

Para la periodista Patricia Kelly, en su programa Aprender a envejecer, que se transmite los domingos a las 11 de la mañana por Canal Once, “hay más palabras negativas que positivas en torno a la vejez: decrepitud, soledad, abandono, depresión, frustración, entre otras muchas.” El programa ayuda a ver el otro lado de la moneda en torno a la tercera edad. Con invitados/as especiales de diferentes profesiones, actividades artísticas culturales y oficios, dan muestra de que los sesenta y más, son años grandiosos en los que se puede seguir creando, aportando sus experiencias y ejercitándose.

Existen mujeres que su genética les ayuda y representan menos edad de la que tienen, otras que se cuidan en exageración para que no se les vea el paso de los años. Recurren a la cirugía plástica a veces con resultados no esperados. Las artistas invierten miles de pesos en su belleza para tratar de detener algo que es imposible: el tiempo. Llegará un día en que por más cremas, cirugías, bótox y tratamientos que se apliquen la belleza se acabará. Está el lado opuesto de aquellas mujeres que se la viven trabajando, sin tener un momento de descanso, que no saben de cremas o si las conocen no se las pueden costear, pero que también saben que ya están en los sesenta y más.

¿A quién no le gusta verse más joven? Alicia tenía la misma edad de su mejor amiga Luisa, crecieron juntas, y la primera fue muy bella y vanidosa. Después de que Luisa la visitaba preguntaba: “¿quién se ve más acabada?” Luisa había tenido una vida difícil, de mucho sufrimiento, con un marido maltratador. A ella se le veían los años en su cara y en su cuerpo, le llevaba una gran ventaja: caminaba y se movía por todas partes, mientras que Alicia tenía un cutis y unas manos preciosas, pero le costaba mucho trabajo moverse, porque siempre fue sedentaria. Murió primero ella, a los pocos años la siguió su amiga. Las dos tenían una mente brillante.

Marcela tiene 72 años, todos los días recorre la colonia Roma con varios ramos de flores envueltos en un rebozo, cargados en su espalda, que reparte entre sus clientes ya cautivos. De estatura pequeña, va a paso veloz llevando su mercancía. Las personas quienes le compran ya la conocen, de lunes a sábado hace su entrega a quien le toca cada día. Comenta que vende flores desde hace muchos años, ya perdió la cuenta. Sube y baja escaleras del Metro, se surte en la Central de Abasto, no le importa su edad; mientras su cuerpo y su salud lo permitan, continuará trabajando. No se pinta el pelo, no se arregla, para ella ser de la tercera edad no tiene importancia.

Un doctor le dijo a Aurora: “Después de los sesenta y más, cualquier cosa puede pasar”. Al principio le dio preocupación, luego se rió. Tiene artritis reumatoide, enfermedad autoinmune que le ha ocasionado otras; ha pasado por diversas operaciones, hace poco estuvo al borde de la muerte. Recientemente cumplió 71 años, no los representa, se cuida mucho la cara y el cuerpo, tiene la posibilidad de hacerlo. A pesar de que sus malestares son fuertes y toma todos los días diversos medicamentos, le sonríe a la vida. Realiza a diario su rutina de ejercicios, sale a caminar, le gusta leer, viajar y cuidar sus plantas. Sus hijos/as ya volaron, con su marido se ha acoplado y viven sin depresión “el nido vacío”.

No es fácil envejecer, a nadie le gusta, aunque no tenga molestias o enfermedades. Ver que esa cara lozana, ya no lo es, que cada día al gesticular se encuentra una arruga más, que la piel del cuello antes firme ahora cuelga y se mueve, que las manos antes lisas, están llenas de manchas cafés, que sea más frecuente la pintada del pelo porque las canas no perdonan, que a pesar de las dietas y el ejercicio cada vez es más difícil controlar el peso. Que los senos turgentes, parecen “un calcetín con canica”. Hay que envejecer con gracia, con aceptación, aunque sea difícil acostumbrarse, como señala la italiana Cecilia Resio: “No es fácil envejecer con gracia. Hay que adaptarse a la nueva cara, nueva piel, la aparición de nuevos surcos. Hay que dejar ir a la juventud sin mortificarla con una edad que no le pertenece. Es necesario hacer la paz con el aliento más corto, con la lentitud después de los excesos, con las arrugas, con las arterias, con los cabellos blancos que de repente toman el lugar de los grillos en la cabeza. Hay que hacerse nuevos y amarse en una nueva era, reinventarse, seguir siendo curiosos, reír y cepillándose los dientes para hacerlos brillar como minúsculas cargas de pólvora. Hay que cultivar la ironía, acordarse de equivocar el camino, elegir con cuidado a otros humanos, alejarse de sí mismo, volver, cantar, estar desnudos con orgullo. Envejecer como si fuera vino perfumado y hacer disfrutar el paladar, sin que uno se acostumbre a los bostezos. Hay que caminar recto, saber llevar las cadenas, hablar en otras lenguas, detestarse con moderación. No es fácil envejecer, pero la alternativa sería morir, y yo todavía tengo muchas cosas que aprender y vivir.”[1]

Adaptarse y saber que los sesenta y más es lo que hay, que no existe vuelta atrás, que aún hay camino por andar, que es una fortuna ver un amanecer, un atardecer, vivir lo que se ofrece sin temor, sin culto a la belleza, es más importante seguir aprendiendo. La vida es una sola y hay que sacarle jugo al máximo sin ataduras. Hay que decirle adiós a la tristeza y dar la bienvenida a la alegría de los sesenta y más, dejar de pelearse con la edad. De compararse con las contemporáneas. Sin darle la importancia a lo que a veces se escucha: “Son de la misma edad y mira cómo sutanita se ve más acabada que fulanita”.

Artistas, escritores/as, poetas, intelectuales, pintores/as, a sus sesenta y más siguen activos/as y realizan o han realizado sus mejores obras a una edad avanzada. Solo por poner un ejemplo: Elena Poniatowska el 19 de mayo cumplirá 91 años, continúa activa, escribiendo y dando conferencias.

El miércoles 19 de abril recibió la Medalla Belisario Domínguez, la condecoración más alta que otorga el Senado de la República a un mexicano/a. Por su gran trayectoria literaria, periodística y su activismo político. Dijo: “Es como el remate de toda una vida, muy elogioso. Muy luminoso. Es un premio precioso. Siento enorme reconocimiento hacia México, mi país, el país de mi madre, Paula Amor, a quien le hubiera gustado mucho presenciar este acto”.

En redes sociales está circulando un artículo de autor desconocido con un nuevo término: la sexalescencia, con el que se identifica a un grupo de adultos/as de 60 o más años.

En redes sociales está circulando un artículo de autor desconocido con un nuevo término: la sexalescencia, con el que se identifica a un grupo de adultos/as de 60 o más años. Aquí un resumen y explicación de dicho concepto:

Hombres y mujeres sin miedos, sin complejos, integrados/as a la comunidad, a la sociedad y al trabajo. Manejan las nuevas tecnologías, son modernos/as, progresistas, viajan, no le temen al éxito. No se retiran, saben que pueden aportar su experiencia. Renuncian a que se les ubique como personas de la tercera edad o sexagenarios. Trabajan, son independientes, desarrollan lo que más les gusta.

Algunos/as no quieren jubilarse y quienes ya lo hicieron disfrutan la vida plenamente. Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel importante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado que se podría.

Esta mujer sexalescente pudo sobrevivir al feminismo de los 60, en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos/as, otras eligieron tener hijos/as a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio “YO, S.A.”. Este tipo de mujeres nacidas en los 50, no son ni por equivocación las clásicas “suegras” que quieren que las hijas les estén llamando todos los días, porque ellas tienen su propia vida y ya no viven a través de la vida de las y los hijos. Su camino no ha sido fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.

Los/as de sesenta o setenta, manejan la computadora como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos/as que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos/as y les escriben un correo electrónico con sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechos/as de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los/as jóvenes; los y las sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, a lo sumo, y a otra cosa.

La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo… Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.

Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los y las de esa edad eran viejos/as y hoy ya no lo son, hoy están plenos/as física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos/as lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy celebra el sol cada mañana y sonríe para sí misma; muy a menudo hacen planes con su propia vida, no con la de los demás. Quizás por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán las y los del siglo XXI.[2] .

Notas:

[1] https://www.youtube.com/watch?v=YoRRRyykr7A consultado 12 de marzo de 2023.

[2] https://www.vidasostenible.info/la-sexalescencia-senior/ consultado 12 de marzo de 2023.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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