2023 Columnas Elvira Hernández Carballido 

Frida. Nacer y morir en julio

Por Elvira Hernández Carballido


Morir como una mujer que jamás se propuso ser moda ni mercadotecnia, por eso me da risa cuando se le critica por ser ahora marca de tenis, tequila, aretes o bolsas.


6 de julio de 1907

Otro aniversario de tu nacimiento…

Y yo tolerando voces expertas que critican tu obra como copia masculina, como espacio de lamentos femeninos, como tragedia absurdamente eterna cuando fuiste de las primeras pintoras mexicanas que reconoció su dolor y lo volvió arte, que palpó sus heridas y las curó a pincelazos, que amó a su manera y lo juró con su frente marcada con el rostro del amor eterno.

Otro aniversario de tu nacimiento…

Y yo sigo llenando mis paredes con tus cejas inolvidables que trazaban tu destino trágicamente gozoso, y yo sigo arrimándote a mi oído para que en forma de arete me des buenos consejos sobre el mal de amores, y yo imprimiéndote en hojas y hojas de papel donde escribo mi diario muy parecido a tu columna rota, y yo sigo rezándote por las noches porque eres la chamana leal que bendice mis pecados.

Otro aniversario de tu nacimiento…

Y yo esperándote en una esquina de Coyoacán, amarrada al árbol de la esperanza, sin pies para no dejarte huellas, aunque juraste jamás regresar.

Otro aniversario de tu nacimiento…

Y yo escuchando las absurdas acusaciones de que hoy te vendiste a la mercadotecnia cuando en vida solamente se expuso tu obra una vez y para la sociedad intelectual mexicana solamente eras la esposa de Diego Rivera.

Esta fecha de tu nacimiento es ideal para evocarte y para repetir Frida Kahlo mirando de frente las reproducciones baratas de tu obra, para refugiarme en la Casa Azul y acariciar discretamente el borde de tu cama para sentir tus sueños y tus pesadillas, para confirmar que eres mi pintora y mi chamana, mi espejo y mi sombra, pintora mexicana eternizada eterna por su obra ya eterna.

Y por qué Frida

La descubrí cuando mi profesor de la materia de redacción nos obligó a visitar una exposición de Diego Rivera en el Palacio de Bellas Artes. Obligada entré a ese mágico lugar que poco a poco me envolvió en cada cuadro y en cada mural que yo descubría, fue entonces cuando la vi en un paseo por la Alameda. De inmediato le pregunté a mi maestro quién era esa mujer: Ah, la esposa de Diego. Sin nombre, sin más datos sobre ella que sus cejas gruesas, que su vestido de tehuana, que su rebozo abrazándola, su mirada delataba una mezcla de extraños sentimientos que reconocí en mi propia alma.

Entonces la busqué, pregunté por ella, supe su nombre y hasta fui a su casa. Y empezó a delatarme cuando caminaba por las estancias que ella recorrió, cuando descubrí su estudio con un cuadro a medio terminar, que me conmovieron sus colores ya caducos por el tiempo, su cama con el espejo de cielo donde se espiaba a sí misma o palpé su cocina bordada de jarritos de barro verde oaxaqueño. Y su pintura fue un espejo porque delataba mucho más que un sufrimiento, delataba vida y dignidad, muerte y fuerza, deseo y pasión. Y en cada pintura encontré mucho de mí y comprendí mucho de ella. Así que me puse a inventar mi propia galería:

Mis Fridas

FRIDA ENAMORADA. Porque pintó a Diego en el centro de su mente y lo amó como un castigo y como un destino.

FRIDA SEDIENTA. Que brindaba por la luna mientras tomaba para calmar sus alegrías y para revelar sus tristezas.

FRIDA VESTIDA. Siempre tatuada de trajes típicos que la inspiraba para inventar a nuestro México lleno de colores y sonrisas, de lágrimas y dolor, de amor y desamor.

FRIDA BIGOTONA. En ninguno de sus autorretratos escondió esos finos vellitos que delataban su belleza tal cual, su manera de romper con el género, su certeza de que los besos de bigotito convertían a los hombres adictos a su sabor.

FRIDA NO MADRE. Nunca dio asilo en su vientre durante nueve meses porque sus embarazos siempre terminaron en abortos, pero el aborto solamente es una tragedia cuando se sueña con un hijo/a deseado/a que no pudo ser. Para Frida, un hijo/a deseado/a jamás llegó.

FRIDA PINTORA. Cada trazo firme de su pincel se comprometió a resarcir a todas las mujeres heridas por el desamor. En cada autorretrato su mirada es una red que nos atrapa y permite palmar su rabia o su amor, su pasión y su dolor.

FRIDA-YO-ELLA-NOSOTRAS, juntas y separadas, reconociéndonos diferentes pero no ajenas, descubriendo en nuestro espejo lo que ella no es y hemos querido ser. Así Frida, está en las paredes porque ayuda a ocultar las grietas de la soledad. Se vuelve aretes, porque necesitamos el murmullo de su voz que nos aconseja a no confiar en los pies pero sí tener alas para volar en busca de nuestros sueños. Y la llevamos en una playera para que escuche los latidos de nuestro corazón. Es una muñeca de trapo que permite reconocer a la niña que todavía vive en nuestra alma y que aprueba las travesuras de adulta. 

Frida no planeó ser lo que ahora es, fue lo que quiso ser, lo que pudo ser y lo que inventó ser a lo largo de su corta vida.

13 de julio de 1954

Morir como una mujer que jamás se propuso ser moda ni mercadotecnia, por eso me da risa cuando se le critica por ser ahora marca de tenis, tequila, aretes o bolsas.

Frida no planeó ser lo que ahora es, fue lo que quiso ser, lo que pudo ser y lo que inventó ser a lo largo de su corta vida.

Ella amó la vida a su manera y la denunció a través de su pintura. Reconoció los colores del dolor no para perderse en él sino para retarlo con un pincel como arma. Se autorretrataba para retarse a sí misma y para compartir esos espejos que no nos gustan de nosotras mismas. Sus pinturas representan esos espejos donde somos lo que nos gustaría ser, espejos que luego empañamos para ocultar lo que pueden atisbar de nosotras y delatar nuestra fuerza frágil y nuestro dolor gozoso, nuestra pasión en calma y nuestra tormenta de pasiones.

En su obra hay espejos que te retan a reconocer que puedes tener la columna y el corazón roto, para descubrir que el hombre de tu vida está entre la ceja y ceja de tu mirada amorosamente cautiva, para que no te quejes de la vida por unos cuantos piquetitos cuando vivirla puede ser menos doloroso.

Frida es más que mi pintora favorita, más que el tequila donde brindo por el ingrato que todavía le hace rasguños a mi corazón, más que mis aretes desde donde me susurra que confíe más en mí, más que mi vestido que cubre un vientre partido pero también una luna fría que me reconcilia con mi esencia de mujer.

Frida es más que ese ícono convertido de manera forzada en culto feminista en este siglo XXI, será porque para mí es más una chamana que lanza polvos celestiales para que las sombras negras bautizadas con rosas no envenenen mi clima celestial. Es mi bruja con la que paseo a los doce de la noche para beber estrellas y embriagarme de luceros. Es mi hechicera que le da a mi vida un ritmo de blues popero con boleros inolvidables que el hombre que amo siempre cantará a mi oído. Es la maga que me obliga a aprender trucos para tolerar cada clavo que me crucifica por culpa de envidias y chismes absurdos.

Frida es esa imagen que se hacina en las paredes de mi cubículo para inspirar cada palabra que le haga parir a la pantalla de mi computadora. Es esa mala consejera que desde las paredes de mi casa me obliga a soplar hacia donde se ven nubes negras. Es junto quien rezo cada noche para que siga creyendo en el amor que bendice mi desordenado corazón.

Frida murió con sus sueños que a veces comparo con los míos, con amores y desamores que yo tomo como buen ejemplo, con pinturas donde siempre está ella y siempre me busco a mí misma.

Frida es más que este tequila, que este vestido, que estos aretes y que estos zapatos tenis. Frida es mi brindis por la vida, mi piel colorada que siente más cada día, mis buenos consejos que me obligan a ignorar a esas sombras que se empeñan en ensuciar mi corazón, son las huellas firmes de una mujer que cree en sí misma. Aniversario luctuoso, un año más sin ti, contigo.

 

 

 

 

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