2019 Columnas Edición Mayo'19 Elsa Lever M. 

El tabú del aborto

Por Elsa Lever M.


¿Por qué el aborto sigue siendo un tabú? ¿Por qué la resistencia? Aquí algunas ideas.



El 28 de mayo es el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, y este año feministas mexicanas se unen al Pañuelazo Verde en apoyo a las mujeres argentinas en su movimiento por el aborto legal, seguro y gratuito, ya que ese día presentarán nuevamente el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo ante su Congreso, el cual el año pasado, después de haber sido aprobado en la cámara de diputados, fue rechazado por el senado con 38 votos en contra y 31 a favor.

¿Pero por qué el aborto sigue siendo un tabú? ¿Por qué la resistencia? Aquí algunas ideas.

Una vida sin imprevistos ni angustias, es decir, una condición humana estable, es el motor que ha llevado al ser humano a levantar alrededor de su existencia fuertes y permanentes ritos y tabúes.

En efecto, ritos y tabúes cumplen con la función de conjurar lo que amenaza el orden, el ideal de estabilidad absoluta, lo que le recuerda al ser humano que es irremediablemente vulnerable.

Son, éstos, respuesta a la angustia ante lo desconocido; son formas de ahuyentar el miedo que despierta lo misterioso, lo insólito, lo anormal, incluso el devenir.

Sin embargo, el contacto con lo misterioso provoca dos actitudes que con R. Otto han sido llamadas tremendum y fascinans. En la primera motiva terror y se le rehúye; en la otra genera que se le desee y se le busque. Esto es para Otto, precisamente, lo numinoso, la mayor fuente de angustia en el ser humano.

Además, lo numinoso es, también, impureza. Es decir, lo insólito, lo anormal, lo discordante respecto de aquello que estamos acostumbrados a ver, lo que nos provoca terror y al mismo tiempo fascinación por su misterio, todo ello, son impurezas que deben mantenerse apartadas. Y para ello se prohíbe todo contacto con lo impuro, con la mancha; para ello se crean interdicciones, tabúes.

En este sentido, para H. A. Junod tabú es todo objeto, todo acto, toda persona que signifique un peligro para el individuo o la comunidad y que, en consecuencia, debe ser evitado. A la violación del tabú corresponde el rechazo del grupo al que pertenece el infractor, merece lo que Durkheim llama “repulsa pública”, pues todo el grupo social puede hallarse en peligro a causa del rompimiento del tabú, de la norma; todos corren el peligro de ser alcanzados por la impureza, de ser contagiados. La razón es la siguiente: si alguien puede violar un tabú, reglas o normas dadas, significa que el sistema normativo en el que está basada la idílica condición humana estable no es sólido y puede ser penetrado. Cuando esto sucede, el ser humano se angustia, cree que ya no está a salvo, ya no se siente seguro en ese mundo idílico que se trazó; hay incertidumbre, indeterminación, incluso, dice J. Cazeneuve, libertad para evadirse de toda condición humana definida.

De igual modo, el individuo que viola un tabú es por sí mismo un símbolo numinoso, pues está impuro y el contacto con él configura un peligro. Quien transgredió la regla es símbolo de la imperfección de las reglas.

En resumen, la violación de un tabú es el trastocamiento de las reglas que rompe el equilibrio, la estabilidad ideal de la condición humana. No es coincidencia que los tabúes sean reforzados por condenas jurídicas y sanciones civiles para resguardar las normas establecidas. En efecto, dice Cazeneuve, puesto que el individuo que viola un tabú es tabú él mismo, el grupo social procura apartarlo, preservarse de su contacto, para lo cual es posible que lo expulse, lo recluya o llegue a darle muerte. Van de la mano transgresor de una ley civil y violador de un tabú.

En este sentido, el aborto es una epifanía de lo numinoso. Tanto si es espontáneo como elegido, pero sin duda es a éste al que alcanza la censura no sólo social, sino también jurídica.

El aborto es un tabú, un peligro general que debe ser evitado. Prohibido no sólo en su práctica, sino hasta en el pensarlo o nombrarlo, el aborto es una justificación normativa que, según M. Frank, legitima determinados modos de vida dentro de las instituciones sociales. El tabú del aborto es la justificación a la idea de mujer-naturaleza-maternidad impuesta. Y es también impureza, pues amenaza el equilibrio de la condición humana. El aborto es símbolo de lo que conspira contra las reglas, contra la normatividad social. Por eso además se mira –a pesar de las estadísticas- como algo excepcional, anormal e insólito.

Y las mujeres que lo practican son a su vez tabú, impurezas que merecen la repulsa pública, ser apartadas. Y como el contacto con ellas “configura un peligro”, habrá que recluirlas, encarcelarlas. Son “desviadas”, como dicen Berger y Luckmann, a quienes hay que aplicar mecanismos para asegurar que permanezcan “dentro de las definiciones institucionalizadas de la realidad”, no vaya a ser que otras “desviadas en potencia” pudieran sentir la tentación de seguir el ejemplo, de desafiar “la realidad societaria” poniendo en duda sus procedimientos.

De esta manera, que las mujeres decidan sobre su cuerpo deviene potencia, y eso nuestra sociedad no está dispuesta a aceptarlo, manteniendo y reforzando el tabú alrededor del aborto.

Pero la esfera de lo numinoso va más allá. En cuanto que lo numinoso es todo lo que escapa a la regla, es entonces potencia. Lo que amenaza las normas y las trastoca, siguiendo a Cazeneuve, es, también, lo más fuerte. Y hay quienes prefieren aprovechar los poderes que da el sobrepasar reglas, asumiendo la angustia que ello supone. La transgresión de las reglas más respetadas confiere poder, potencia numinosa, dice R. Bastide, porque se tiene la fortaleza suficiente para colocarse fuera de la condición humana.

De esta forma, las personas impuras poseen generalmente un poder oculto, el que da el mantenerse al margen de las reglas con las que viven y se protegen los demás; porque sólo colocándose fuera no se perdería la personalidad, ya que no se disolvería en el conformismo social.

La máxima expresión de la numinosidad es la sublimación, la armonía interior que permite al ser humano participar entre la condición humana y la potencia extrahumana, porque está hecha de naturaleza y de cultura. En este nivel de sublimación lo numinoso deja de ser angustiante para devenir potencia. Pero a ella se accede renunciando a la idílica condición humana estable, aceptando la angustia y extrayendo la fuerza del contacto con los símbolos numínicos.

De esta manera, que las mujeres decidan sobre su cuerpo deviene potencia, y eso nuestra sociedad no está dispuesta a aceptarlo, manteniendo y reforzando el tabú alrededor del aborto.

Tabú es sumisión a la regla a cambio de protección; transgresión es devenir. Y aunque el cambio también es numinoso, angustiante, no se engaña construyendo muros falsos de protección como el tabú. Fuera de la regla, dice Cazeneuve, se encuentra todo lo posible. Fuera de la idílica condición humana bien definida se halla todo lo que supera a las reglas, lo extraordinario. En el tabú nada deviene.

La versión original de este artículo fue publicado en la revista Fem número 255, año 29, con el título “Aborto: tabú y transgresión”.

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