2020 Columnas Edición Diciembre'20 Elvira Hernández Carballido 

A 40 años de su muerte… ¿Qué hacías cuando mataron a Lennon?

Por Elvira Hernández Carballido

 

He comprendido su amor y la influencia que Yoko tuvo en su vida, la manera en que descubrió el talento y la sensibilidad de una mujer que lo sigue evocando, que declaró que Lennon fue su amigo, su esposo, su amante, un soldado que siempre estuvo a su lado.


1980

Tengo 18 años y acabo de entrar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en la UNAM. Seré periodista, por eso estoy en la licenciatura en Ciencias de la Comunicación.

Todas las mañanas salgo a las 6:30 en punto de mi casa. Mi papá en su viejo auto rojo me lleva, maldice el tráfico, pero siempre llegamos a tiempo. Me bajo frente al edificio de Rectoría y camino por las famosas islas. Soy una adolescente enamorada del amor. Soy una joven universitaria que ama el periodismo. Casi siempre voy cantando, algunas veces entono a Migue Bosé, otras a mi querida Alondra. Sí, desde entonces mis gustos musicales son curiosos.

Pero esa mañana de un frío diciembre voy cantando Woman e imagino lo maravilloso que será que alguien te ame como Lennon ama a Yoko. La portada de su más reciente disco es un verdadero canto al amor, los dos se besan suavemente. En el recién estrenado video los muestran paseando por Nueva York. Me gustan las botas y el abrigo de Yoko. Se quieren de verdad. Me encanta Lennon, sus lentes, su perfil, su nariz, su ironía tenebrosa, su voz, su calidad musical, su sensibilidad y hasta su capacidad para confesarse un hombre enamorado. De verdad, lo admiro, es uno de los hombres de mi vida, mi preferido desde siempre, el mejor Beatle sin duda. Después de casi una década de silencio, regresa con este disco de Doble Fantasía.

Llego a mi querida Facultad, como siempre, me detengo en el puesto de periódicos. El encabezado me estremece, mi corazón se detiene, mi estómago se hace nudo y llevo la mano a la boca para ahogar un grito. Leo la primera plana y la noticia del día: “Lennon asesinado”.

De inmediato compro el periódico, no importa que gaste el dinero destinado a mi almuerzo. Con lágrimas en los ojos leo la nota. El nombre del asesino. El perfil de Lennon como si durmiera, ese perfil que tanto me gustaba. Yoko es sujetada por unos policías que intentan calmarla. No puede ser. No puede ser.

Entro al salón y de inmediato surge la clásica pregunta. ¿Viste que mataron a Lennon? Cada quien comenta qué estaba haciendo antes de conocer la noticia y cómo se enteró… “Yo lo supe anoche mientras veía el fútbol americano… Yo lo oí en las noticias de la mañana… Los del programa ‘Batas, pijamas y pantuflas’ estaban de verdad llorando… Chin y acababa de sacar su disco… Hasta me dio lástima la Yoko y eso que no me caía bien…”

La clase inicia, pero nadie pone atención, mi amiga Laura Mayela y yo decidimos salirnos y caminar, todavía no podemos creerlo. Los jóvenes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales solamente platican sobre lo mismo: Lennon está muerto.

De pronto alguien saca una guitarra y empieza a cantar Imagina. Poco a poco nos unimos al canto. Lloro, estoy conmovida. Algunos se mecen con el coro. Otros levantan la mano y hacen la señal de la paz y el amor. Y esa mañana, pese a nuestro bueno o malo inglés, todos y todas cantamos. Nos mataron en un ratito la esperanza, callaron a un hombre sensible que le cantaba al amor y a la paz. Que creía en un mundo mejor.

Fue entonces, cuando a mis 18 años, por primera vez palpé lo que significaba la muerte. La soledad para quien se queda. La desesperanza para quien sigue con vida. El dolor que hace un agujero en tu corazón. La ausencia eterna de la persona amada. La peor infidelidad. Un hueco por siempre en el alma.

Al llegar a mi casa, de inmediato pongo sus discos. Mis hermanas y yo cantamos. Estamos muy tristes. Nacimos y crecimos con los Beatles. Nos hicimos amigas de unos chicos que tenían un conjunto musical porque solamente cantaban canciones de los Beatles. Si ponían una película de los Beatles en el cine no importaba hacer fila de horas para entrar, como nos pasó en el cine Internacional cuando quisimos ir a ver La noche de un día difícil. De igual manera, abusábamos de la permanencia voluntaria y en el cine Álamos nos quedamos a ver tres veces la película de Help. En nuestro cuarto siempre había un póster de Lennon. Yo había traducido todas sus canciones y por eso lo admiraba más. Ese frío 8 de diciembre de 1980 fue de lágrimas e incredulidad, pero también de música y sentimientos.

A los pocos días pasaron un programa especial sobre Lennon. Yoko rehizo el video de Woman, pero ahora caminaba sola por los mismos lugares que recorrió con el hombre que amaba. Se sienta desolada en una banca y fuma mirando hacia la nada. De fondo la voz de Lennon cantando Woman. Fue entonces, cuando a mis 18 años, por primera vez palpé lo que significaba la muerte. La soledad para quien se queda. La desesperanza para quien sigue con vida. El dolor que hace un agujero en tu corazón. La ausencia eterna de la persona amada. La peor infidelidad. Un hueco por siempre en el alma.

Sin Lennon, los ochenta carecían de ritmo, de sentido, de inspiración, y apenas empezaban.

Años después se estrenó la película Imagina, mi esposo Alfredo ya era mi novio y fuimos al cine Latino a verla. Una fila enorme permitía asegurar que jamás lo podremos olvidar. El cine lleno. Cada uno y cada una se emocionó con sus imágenes, su voz y su música. La escena final nos hizo llorar. El público de esa tarde cantó con emoción Imagina. Alguien gritó: “¿Por qué nos dejaste John?” Uno más gritó: “Nunca te olvidaremos”. Yo, como siempre, lloro sin parar y sin reparo alguno. Me conmueve que mi novio también se una a ese dolor y acepte que le duele la ausencia de un hombre que siempre va a admirar, su ídolo.

Y cada diciembre, recordamos conmovidos lo que estábamos haciendo el día que mataron a John Lennon.

2020

Tengo 58 años, soy periodista, doy clases en la universidad y hago investigaciones, publico libros, tengo una columna, escribo en diversos espacios periodísticos.

La mañana de este 8 de diciembre necesito poner música de Lennon, escucharlo cantar Woman y tener la certeza de que me la canta solamente a mí. Lo sigo extrañando. Por la tarde pongo la película Imagina, que hace un recorrido por toda su vida, desde su infancia hasta ese 8 de diciembre de 1980. Vuelvo a llorar, me conmueven los testimonios de sus hijos, de las mujeres que lo amaron. Nunca aprendí inglés, pero me sé la letra de todas sus canciones, ahora gracias a estas plataformas puedo verlo y escucharlo, pedir a YouTube que me comparta un video con la letra traducida. Así palpo mejor su sensibilidad e inspiración. Ahora distingo mejor su voz cuando cantaba con The Beatles, ahora voy comprendiendo su madurez musical, la forma en que fue creciendo como compositor y de un grito de Auxilio, pasó a pedir que imagináramos junto con él un mundo mejor.

Este semestre, le pedí a mi grupo de primer semestre, chicos y chicas de 18 años que eligieran de cuatro guiones de mi programa de radio uno solo y lo grabaran, que eligieran la música, que hicieran la mejor voz de locutor, que grabaran lo mejor que pudieran y me mandaran su podcast; de 36 estudiantes, 28 eligieron hacer su programa sobre Lennon. Así de próxima sigue siendo su música.

Han pasado 40 años ya, pero sigue siendo parte de mi vida. Lo tengo impreso en una playera que solamente me pongo en momentos representativos. Tenemos una reproducción de esa fotografía donde lo captaron con sus clásicos lentes redondos, su pantalón de mezclilla, una camisa azul, sus brazos cruzados y esa sonrisa-no sonrisa tan suya. He comprendido su amor y la influencia que Yoko tuvo en su vida, la manera en que descubrió el talento y la sensibilidad de una mujer que lo sigue evocando, que declaró que Lennon fue su amigo, su esposo, su amante, un soldado que siempre estuvo a su lado. Recuerdo que en el departamento de mi amigo Rafael Ávila lo primero que veías al entrar era ese gran cartel enmarcado, con ese perfil inolvidable y la estrofa más representativa de Imagina. He cantado en cientos de festivales, mítines o reuniones muchas de sus canciones y hoy, a 40 años de su partida, lo extraño como siempre. Cerquita de mí, cantando a mi oído:

Mujer, apenas puedo expresar,
mis emociones contradictorias por mi inconsciencia.
Después de todo, siempre estaré en deuda contigo.

Y mujer, intentaré expresar
mis sentimientos íntimos y mi gratitud
por mostrarme el significado del éxito.

Mujer, sé que entiendes
al niño pequeño dentro de este hombre,
por favor, recuerda que mi vida está en tus manos.

Y, mujer, llévame muy cerca de tu corazón,
por muy lejos que estés, no nos separes,
después de todo, lo nuestro está escrito en las estrellas.

Mujer, por favor, deja que me explique,
nunca pretendí causarte tristeza o dolor,
así que deja que te lo diga una y otra y otra vez.

Te amo…
Ahora y por siempre
.

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